Epistemología
y Política en Luis Villoro
Por:
Gerardo Roberto Flores Peña
Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Abstract:
El proyecto
filosófico de Luis Villoro muestra una unidad orgánica y conceptual
cuya comprensión debe aún ser clarificada. Una parte de esta unidad
se muestra en la continuidad que hay entre su epistemología y su
propuesta política. Sin la comprensión cabal de su ética de la
creencia es complicado entender su crítica a la democracia
representativa y su propuesta de un nuevo tipo de asociación basado
en una ética comunitaria.
Razones para
creer, razones para actuar:
Filosofar significa,
en más de un aspecto, el intento siempre repetido por pensar la
totalidad. Aunque esta totalidad sea de suyo inasequible, y no se
presente más que en ciertos momentos, en los que da atisbos de su
sentido, de sentido. Pensar filosóficamente cierto ámbito de la
realidad humana significa a su vez tratar de vincular esas
problemáticas con las exigencias de un pensamiento esencial, es
decir, que vincule la singularidad del acontecimiento con la
totalidad del sentido.
La filosofía de
Luis Villoro, ahora que podemos empezar a estudiarla con perspectiva
crítica a partir de su fallecimiento el 5 de marzo del año en
curso, presenta una unidad programática quizás no plenamente
consciente para su autor, pero de una exactitud y rigor que apenas
estamos en los albores de su comprensión. A lo largo de su obra
Villoro ensambla una serie de teorías que en apariencia son muy
dispersas y poco o nada tienen que ver entre ellas, a pesar de las
advertencias y comentarios que hace el propio autor, pero una
revisión cuidadosa de su obra nos empieza a revelar la consistencia
orgánica que hay entre ellas, en la presente ponencia trazaremos una
primera línea de tensión y remisión entre ellas.
Nos es bastante
conocido el enigmático final de Creer, saber y conocer, después
de haber desmontado a la epistemología clásica de ciertos
prejuicios insuficientemente racionales, digamos, los dos extremos
epistemológicos de la filosofía: el escepticismo radical y el
objetivismo epistemológico. Este procedimiento es un “desmontaje”,
es decir que el justo medio entre ambos extremos se encuentra
quitando el concepto de “verdad” de la definición clásica del
conocimiento como “creencia verdadera, justificada racionalmente”.
Villoro nos ofrece una vía de solución a las aporias clásicas del
conocimiento haciendo recaer el progreso del mismo en su
fundamentación ética. Para él la alienación propia de la
filosofía consistía en ver en el concepto (su análisis y
desarrollo) un fin en sí mismo enteramente desvinculado de la vida1.
“La razón, nos dice una y otra vez, es lo que 'amarra' la creencia
con la realidad.”2
Pero no es sólo por ese lado por el que la epistemología es
devuelta al mundo de la vida, donde efectivamente hay más de una
forma de conocer y de saber porque hay más de un acceso al mundo.
Desvincular “verdad” de “conocer” hace recaer el peso de los
actos cognoscitivos en la objetividad. La concepción de la
objetividad es lo que permite a Villoro afirmar un pluralismo de la
razón a la vez que una unidad de experiencia del mundo en su
concepto “realista” de la verdad.
Veamos esto más
detenidamente, en Creer, saber y conocer se expresa lo
siguiente:
“Las razones que
aduce un sujeto son objetivamente suficientes si son
suficientes para cualquier persona a la que le sean accesibles los
mismos datos, pueda comprender razones teóricas semejantes y acepte
el mismo marco conceptual, pero no para otros que no cumplan con esos
requisitos(...)”3
La construcción de
las comunidades epistémicas, como comunidades de sentido, y de los
sujetos epistémicos pertinentes, como pares en las deliberaciones y
exposiciones racionales, quieren darnos a entender que en la
filosofía de Villoro la objetividad es cumplida en la
intersubjetividad.
Ahora, sabemos que
los ámbitos propios de reflexión sobre la intersubjetividad son la
ética y la política ¿por qué entonces incluir la epistemología
dentro de esta reflexión? Porque el proyecto filosófico de Villoro
puede entenderse como la pretensión de hacer nuestras relaciones
concretas más razonables. Para Villoro el conocimiento es ante todo
una relación intersubjetiva. La epistemología de Villoro no se
pregunta por una forma peculiar de conocimiento (la ciencia), sino
por el sentido del conocimiento en general. Por eso la exposición
del mismo comienza con una discusión sobre la disposición, los
motivos y los intereses individuales y colectivos que median todo
acto cognoscitivo. Es consistente que tal análisis redunde en una
ética, que es la única que nos puede dar luz sobre esos actos al
vincularlos a una totalidad de sentido. Aunque en su epistemología
Villoro no trata la diferencia entre “ética” y “moral”, es
uno de los puntos nodales que nos conduce al siguiente paso.
El trazo continúa y
nos lleva hasta El poder y el valor, que en su primera parte
trata de desarrollar una teoría del valor. Dentro de los tipos de
valoraciones que puedan existir Villoro da preeminencia a los que
llama “Valores objetivos”:
“El valor
objetivo (...) es válido para una comunidad de sujetos que estén en
situación de tener una experiencia semejante (...) en la medida en
que podamos considerar un valor con independencia de los deseos
exclusivos de un sujeto, podemos pretender su objetividad.”4
La ética es el eje
sobre el cual gira la reforma del conocimiento y de la política que
Villoro pretende. Desmitificar el poder, desideologizar el saber, la
crítica ética del conocimiento y de la política abre para Villoro
la dimensión de lo razonable.
Hacer de lo racional
lo razonable, es decir, volver a anclar la razón en la vida, y la
existencia humana es esencialmente intersubjetiva. Estos son los
supuestos que se juegan en la filosofía de Luis Villoro, no tenemos
el espacio para exponer esta articulación entre razón, vida y
comunidad en su pensamiento, bástenos con afirmarlo, sabiendo su
problematicidad.
Para entender la
reforma de la razón necesitamos entender el sentido de 3 teorías
que aparecen en los libros antes citados: la ética de la creencia,
la teoría del valor y la teoría de la acción. Esto nos permitirá entender el curioso enclave que opera el concepto de objetividad en
su dimensión objetiva.
Villoro nos dice:
“Meta regulativa
de la acción es la realización de una comunidad que se guíe por la
razón, en la adquisición, justificación y comunicación de las
creencias (...) Los preceptos de una ética de las creencias
enunciarían, a la vez, condiciones de racionalidad de nuestras
creencias y normas para la supervivencia y perfeccionamiento de la
especie.”5
Conocemos las 4
normas: la norma de justificación racional, la norma de la autonomía
de la razón, la norma de la veracidad y la norma de la
confiabilidad. Las 4 normas pretenden fundamentar la posibilidad de
comprensión de las creencias del otro, al igual que facilitar la
comprensión que éste tiene de nuestras creencias. ¿Para qué? Para
poder tomar decisiones en conjunto.
Lo que conocemos, es
decir, las entidades que decimos que hay en el mundo y la
constitución propia del mundo, justifica nuestras creencias, las
fundamenta y nos da confianza en nuestra acción. Y actuamos para
atender intereses y necesidades, unas de tipo individual y otras de
tipo colectivo. La razón siempre está dirigida a un mundo que no se
constituye como un conjunto de hechos, sino es también un mundo
pensado a través del mito, de las artes, de la religión y de las
experiencias personales que a veces son inefables. Hay efectivamente
un mundo en el que caben todos los mundos, pero éste debe ser
pensado por una razón que se ensanche hacia lo que en la experiencia
concreta rebasa los límites de la razón.
Lo racional de la
creencia le permite salir del solipsismo originario de nuestra
actitud espontánea en el mundo, lo racional del valor le permite
salir del interés excluyente y de la opresión. La razón “amarra”
nuestra actividad en el mundo. Esto significa que una de las
caracterizaciones más importantes de la filosofía de Villoro es su
teoría de la acción.
Teoría de la
acción, entre la voluntad y la realidad.
La
teoría de la acción aparece tempranamente en la reflexión de
Villoro, en el libro El
proceso ideológico de la revolución de independencia Villoro
dedica un largo apartado a pensar la figura trágica de Hidalgo.
Hidalgo quién pretendía liberar al pueblo de su opresión y pugnar
por una sociedad más justa, ve el movimiento armado convertido en un
baño de sangre, en una anarquía (en el sentido irrestricto del
término). Cuando es capturado y enjuiciado Hidalgo no reniega de los
motivos de su causa, al contrario defiende su justeza, más bien se
ve obligado a hacerse responsable de sus consecuencias:
“Todo
acto humano presenta dos facetas inseparables: por un lado es lo que
en mi intención he querido que sea, por el otro, lo que de hecho
--lo haya querido o no-- representa para los demás. Podemos
llamarlas, en terminología impropia pero corriente, facetas
subjetiva y objetiva del acto. Las dos facetas no se corresponden
necesariamente. Y el hombre es responsable no sólo de sus
intenciones, sino también del resultado efectivo de sus actos.
Porque debemos asumir la totalidad de nuestro ser, no sólo en lo
que somos para nosotros mismos, sino también en la máscara con que
aparecemos ante los demás. (...) El acto libre es causa de todo lo
que objetivamente se sigue de él.(...)
La
idea es clara: en teoría, es decir, considerando como pura
posibilidad, el fin perseguido es bueno; pero cuando esa posibilidad
intenta realizarse, choca con la realidad existente y estalla, en
ese choque, la violencia. La violencia no se desea, pero surge de
hecho como consecuencia inevitable de la libertad elegida. Los
medios resultan malos, no porque persigan un fin avieso, sino porque
la libertad no actúa en abstracto sino que se encuentra caída en
una realidad con la que entra en colisión para realizarse. La
violencia es, pues, la faceta "objetiva" del acto libre,
aquella con que éste aparece ante los demás y de la que debo
también hacerme responsable.”6
Es
evidente la referencia al existencialismo en este esbozo temprano de
su teoría, pero rescatemos dos intuiciones fundamentales, la
oposición entre la realidad y la voluntad, y la oposición entre lo
subjetivo y lo objetivo. En El
poder y el valor
reaparece el tema de la teoría de la acción y esta vez es desde un
punto de vista epistemológico que se interroga a la acción
política. Se trata como dice Villoro “de establecer una discreción
en el continuo, según un criterio racional exterior a la intención
del agente: la relación de causalidad entre un acción y sus
consecuencias reales.”7
No
es nuestra intención exponer de manera detallada la teoría de la
acción de Villoro, nos concentraremos en dos gestos: el primero, la
pregunta por la objetividad de las acciones; el segundo la pregunta
por las consecuencias de los actos.
Sobre el primero
cabe observar que es una crítica a la ideología política que
supone que los medios justifican los fines, ya sea que se trata de
fines puramente instrumentales, o fines revestidos de una supuesta
intención emancipadora. No hay emancipación posible si los fines
mismos que dirigen la acción no pueden ser valorados a partir de sus
consecuencias. Ahí se articulan los dos puntos nodales de la teoría
de la acción política villoriana: las acciones son objetivas en
tanto que tienen efectos en el mundo que son interpretados de maneras
distintas por quienes los padecen, es decir, la acción se objetiva
en su capacidad de afectar a otros. Pero la objetividad de la acción
descansa sobre el hecho de que la acción política debe hacerse
responsable de las consecuencias de sus acciones, no de sus
intenciones. Es la acción la que debe ser evaluada por sus
consecuencias y no viceversa. Eso pone en tela de juicio muchos de
los discursos supuestamente emancipadores que devinieron en acciones
atroces, justificadas precisamente en esos valores más altos.
La teoría de la
acción va vinculada a una teoría del valor. Misma que dirige toda
la filosofía política de Villoro. El último rasgo que nos
permitirá vincular epistemología y política se encuentra en algo
que ya habíamos observado más arriba, la objetividad. Creer y
actuar, la creencia como “disposición para actuar” y la acción
como el resultado de una serie de creencias. Es tiempo entonces de
tocar el último punto de enclave entre epistemología y política.
La crítica ética
de la política:
Desde el inicio de
su filosofía, una de las preguntas que anima el programa filosófico
de Villoro, es la pregunta por formas de relación menos excluyentes,
más racionales y plurales. Sus textos siempre remiten al progreso de
la especie, a la salida de cierto momento histórico enajenado en
aporias que él mismo plantea. Para Villoro ética es una cuestión
no sólo de superviviencia, sino de una vida mejor, más plena, la
posibilidad de plantear una vida con sentido.
Vimos que la
objetividad siempre conlleva la exigencia de abrirse al otro, a su
razón y a su acción. No hay certezas en un mundo entregado al
solipsismo, y en el ámbito de la política muchas veces se olvida
que nadie está revestido de antemano para decidir por los demás.
Es sabida la defensa
que Villoro hace de la democracia radical, para él, el Estado ha
entrado en una crisis definitiva debido a su propia constitución, y
lo mejor que cabe esperar es un paulatino descentramiento del mismo y
la construcción de formas de organización más horizontales.
Ciertamente que se trata de un ideal, de una utopía en el sentido
positivo del término.
Veamos
entonces cómo se articula la ética con la política. La ética
aparece primero como el criterio con el que podemos evaluar los
llamados “niveles” de la asociación política. A cada tipo de
asociación correspondería una escala de valores específica
ordenados de acuerdo a un principio rector. El primero tipo de
asociación está ordenado bajo el aspecto del deber, en las llamadas
“asociaciones para el orden” las relaciones intersujetivas están
supeditadas a los valores que privan el orden.8
El segundo tipo de asociación elige los valores de la libertad, de
la realización de sí mismo. Villoro reconoce en este segundo tipo
de asociación uno de los logros fundamentales de la Modernidad, la
salida de los regímenes despóticos, y la aspiración, al menos
discursiva y torpemente realizada, de una vida más plena. “El
último nivel se la asociación es el que vamos a llamar asociación
para la comunidad, no existe todavía, es una utopía.”9
En este nivel utópico libertad y orden encuentran su resolución en
la cooperación, es decir, en la asunción voluntario de los deberes
comunes, del bien común.
Este
es el segundo sentido de la ética en Villoro, como la asunción de
un valor objetivo. Tanto el orden como la libertad son valores
objetivos en la medida en que permiten la realización de acciones
que mejoran la vida de los sujetos en las sociedades. Pero en la
filosofía política de Villoro el valor objetivo es también un
nivel a alcanzar. De manera natural no se encuentra ningún sujeto en
él. A pesar de vivir en sociedades que profesen uno u otro valor
(orden o libertad, o puntos intermedios entre ambos) los sujetos no
actúan siempre con respecto a estos valores. Es decir que no todas
sus acciones son razonables. Para acceder a grados de asociación
superior es necesaria una transformación ética del indivduo
definida como “hacer del interés propia la realización del bien
común.”10
Sólo así se supera, según nuestro autor, la antinomia que marca la
crisis de la modernidad desde su nacimiento, la oposición del
individuo y la sociedad. El segundo sentido de la ética en Villoro
recuerda a los estadios éticos de la filosofía de Kierkegaard.
El tercer sentido de
ética que aparece en Villoro refiere al respeto al otro, entendido
como las formas legítimas de relación con el otro. A este sentido
obedecen la ética de la creencia y lo que podríamos llamar el
“realismo axiológico” de Villoro.
Para
explicar este último aspecto debemos exponer brevemente las dos
concepciones dominantes en la filosofía con respecto al valor. A la
primera podemos llamarlo formalismo axiológico, supone que los
valores son enunciaciones abstractas cosustanciales a la naturaleza
humana que la razón “descubre”, “reconoce” o “recuerda”;
aquí el valor existiría con independencia de los sujetos que lo
consideren valioso, sería valioso por sí mismo. El segundo
representa la concepción contrario, valioso sería lo que responde
al interés individual, lo valioso sólo adquiere tal categoría
cuando es considerado por un sujeto. Esto implica que no hay valores
en sí, sino que todos los valores serían relativos a la
consideración de un sujeto o a la circunstancia específica en el
que son construídos. De esto muchas veces se ha seguido que no hay
nada valioso.
Villoro
está consciente de las dificultades para resolver con certeza el
concepto de valor. El conocimiento del valor no es incontrovertible,
no es del grado de un saber, sino de un conocer, es falible y
precisamente por esto necesita partir de lo concreto. El ejemplo más
claro se encuentra en la propuesta de la teoría de la justicia que
se elabora en Estado
plural, pluralidad de culturas. Villoro
la llama vía negativa.
Consiste en partir siempre de la atención a la carencia de un valor.
El problema con el objetivismo es que no explicaría el porqué,
habiendo valores objetivos, son siempre difícilmente practicables en
el ámbito social. Los vicios del subjetivismo son más claros,
impiden emprender cualquier tipo de acción que no esté supeditada
al interés individual y al final todo se resuelve en un laxo
concepto de tolerancia. La vía
negativa va de lo
concreto a lo abstracto, lo objetivo del valor se realizaría así,
no en su determinación en sí, sino en su atención a una exclusión.
Villoro propone esta opción como vía para superar el atraso
democrático de la sociedad en la que vivimos. Antes de emprender
proyectos comunes que supongan la realización de valores últimos,
debemos atender las injusticias concretas, para que todos puedan
participar de la construcción común del valor nadie debe ser
excluido. Ya que un valor sólo puede ser objetivo si es deseable
para los miembros de una comunidad, ninguna comunidad puede afirmarse
en la exclusión de un grupo dentro de ella.
Otro ejemplo
concreto de esta perspectiva lo encontramos en el párrafo que
Villoro dedica a considerar la cuestión del feminismo: reconoce que
efectivamente hay una exclusión histórica de la mujer con respecto
a los valores sociales y que ningún valor objetivo puede proclamarse
tal sino se atiende a esta exclusión originaria.
¿Qué nos queda,
esperar a que las injusticias concretas sean superadas para transitar
a formas de asociación mucho más plenas? Sabemos que esto es
imposible que nunca somos lo suficientemente justos y que siempre
podemos ser infinitamente injustos. Pero el “mal radical” no se
encuentra en que nuestra existencia sea precaria y se vea enfrentada
a una realidad que siempre la supera, sino en que no podamos
garantizar las condiciones mínimas necesarias para convertir a los
individuos en sujetos, en personas.
En
este sentido la tarea de la filosofía está permanentemente abierta,
es una pugna constante por la racionalidad, es la apelación a una
humanidad que no sería un apelación hacia algún ente abstracto,
sino al carácter ético y racional que hay en cada uno de nosotros.
El último estadio de la ética en Villoro, como el de Kierkegaard,
se abre a lo sagrado, sólo que no se encontraría, como en el
pensador Danés, en una forma fetichizada de lo sagrado, es decir
Dios, sino en la apertura a este sentido que somos. Porque queremos
mantenernos vivos y que nuestra vida no sea una supervivencia o una
pervivencia, sino la realización del sentido que somos. La ética
villoriana no parte pues, de una reflexión formal o del
descubrimiento de un compromiso subjetivo, siempre dudoso; sino de la
capacidad de la razón de cada uno de nosotros, y de las culturas y
sociedades, para imaginar formas más plenas de convivencia. Este fue
para Villoro siempre el sentido auténtico de “revolución” y en
una de sus últimas conferencias queda dicho así:
“Revolución
no sería un cambio de un régimen político a otro, ni tampoco el
puro cambio en las condiciones materiales que sustentan la vida de
los individuos. Revolución es el paso de una forma de pensar y ver
el mundo que había sido construida excluyendo al otro, hacia el
intento de inclusión de ese otro, hacia la construcción común de
un nuevo mundo.”11
Ninguna revolución
está fundamentada en un valor objetivo sin que, junto con su
pretensión de emancipación, venga acompañada de una inclusión de
los excluidos. Para Villoro esto sólo puede lograrse en el tránsito
de una asociación para la libertad hacia una asociación para
comunidad, lo que implicaría una nueva forma de organización,
desdeñada por nuestras sociedades liberales, una organización no
representativa sino horizontal, que nos obligaría a
responsabilizarnos no ya sólo de nuestra existencia (límite de todo
personalismo y esteticismo) sino de nuestro existir en común, de
esta comunidad que nunca acabamos de ser pero en cuya realización
siempre inoperante se encuentra la posibilidad de una vida más
plena, plena de sentido.
Bibliografía:
Villoro,
Luis, El Poder y el valor: fundamentos de una ética
política. FCE, México, 1996.
- Creer, saber, conocer. Siglo XXI, México, 1998.
- De la libertad a la comunidad. Cuadernos Políticos, Tec. de Monterrey, 2001.
- Los retos de la sociedad por vernis. FCE, México, 2002.
- Estado plural, pluralidad de culturas. Paidós- UNAM, México, 1999.
- El proceso ideológico de la revolución de independencia. FCE, México, 2010.
- La idea de revolución. en Devenires revista de la UMSNH, año 9, no. 22, 2010, pp.7-15.
1Cfr.
La crítica del positivsmo lógico a la metafísica en
Páginas Filosóficas. Universidad
Veracruzana, México 1999.
2Villoro,
Luis. Creer, saber y conocer.
Ed. Siglo XXI, p. 74
3Villoro,
Luis. Creer, saber y conocer. Ed.
Siglo XXI. p. 147 El subrayado es nuestro.
4Villoro,
Luis. El poder y el valor. FCE,
p. 60
5Op.
cit. 281
6Villoro,
Luis. El proceso ideológico de la revolución de independencia.
FCE pp.86-88
7Op.
cit. p.112
8Para
una mayor exposición del tema véase De la libertad a la
comunidad en especial el
apartado segundo dedicado a los niveles de la asociación política.
9Villoro,
Luis. De la libertad a la comunidad. FCE. Colección
Cátedra Alfonso Reyes. p. 41
10Ibid.
p. 67
11Villoro,
Luis. La idea de revolución Texto
inédito de la Conferencia dictadaa en el congreso nacional de la
AFM, Mazatlán 2010.