sábado, 6 de marzo de 2010

SEMANA DE ALBERTO DE CUENCA

DEBAJO DE LA PIEL

A Juan Van-Halen
Dos millones de años después,
tengo tan claro que el viaje hacia el lenguaje
y hacia la inteligencia
no precisaba alforjas,
que me sacan de quicio,
los que distinguen entre personas y animales,
como si hubiera alguna diferencia
entre el hobre y el resto de los seres
vivientes de este planeta
que no sea a favor de estos últimos.
Pero al margen de este hecho incontestable,
existe algún hecho menor que justifica, acaso,
el dolor de ser hombre:
debajo de la piel de la especie
hay un huevo para el teblor inútil y hermoso
que transmiten los poemas homéricos,
la Eneida de Virgilio, el teatro de Shakespeare,
las Sonatas de Valle o los cuentos de Borges,
por citar sólo cinco momentos memorables
de la literatura universal.
No salvan a nadie,
ni nos quitan atávicas zozobras,
pero nos comunican un placer que mi perro,
con ser bastante menos desdichado, no siente.
Dos millones de años después,
tan sólo eso ha valido la pena.

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