Llegará el día hija mía cuando te hagas mujer, y por eso ahora que yo estoy empezando a tratar de entender lo que crecer significa -aunque no sea mujer- quiero escribirte estás líneas. El mundo es un lugar confuso y aterrador, y espero que nazcas en una sociedad que no estigmatice tu sexo. Así es hija mía, que no te claven miradas de comercio o censura sobre tus pechos grandes o pequeños, que no debas sentir vergüenza de levantar la voz, de correr más rápido que los niños; y si eres hermosa vida mía, si te maldice la genética con una cara angelical, ojalá que no tengas que pugnar la vida entera para que te tomen en cuenta.
Porque este tiempo desde el que te escribo Helena mía, es un tiempo difícil para ser mujer. Por una parte ya no es admisible para nadie que desees solamente casarte y formar una familia -como si fuera esa una actividad desprestigiada- pero también encontrarás infinitas dificultades en poder salir adelante, en que te valoren ahí donde te desenvuelves. Encontrarás que el mundo está erigido por y para los hombres y que ellos querrán constantemente decirte qué hacer. Te mirarán todo el tiempo aprobando las cosas que les parecen atractivas y reprobando aquellas que consideran peligrosas. Debo confesarte hija mía, que los hombres encontramos peligrosas ciertas actitudes en una mujer, independencia, libertad, flexibilidad, astucia, afirmación y solemos preferir las actitudes un poco más pasivas, ternura, amabilidad, escucha silente, fidelidad, tanto que llegamos a llamarlas "cualidades femeninas." No te dejes embaucar por eso, niña triste, porque probablemente para cuando tu llegues a distinguir ese matiz ya te habrá formado desde antes. Poco puedo hacer yo frente a una sociedad que te va exigir todo el tiempo algo que no entenderás, una especie de doblez. Por un lado te dirán que debes ser productiva, emprendedora -lo que sea que eso signifique- y por el otro que debes ser hermosa, segura de ti misma e independiente. Curiosamente los mismos que te dicen lo que debes hacer pondrán todos los medios para que no lo seas: las revista, televisores, computadores, no harán más que venderte imágenes de mujeres pulcras y divinas en situaciones de felicidad y sensualidad a las que te harán aspirar. La política te dirá que eres libre pero que no puedes elegir sobre tu cuerpo, que al quedar embarazada les perteneces y poco importa lo que tu desees de ti misma. La economía te dirá que debes formar parte del mercado laboral pero a su vez te venderán todo tipo de objetos y servicios para hacerte inútil, para relegarte a una casa que ya no puedas si quiera gobernar.
Puedo darte, en impotencia, algunas recomendaciones. No todo es gris en este mundo al que naces, si es gris es porque la mayoría de las personas son míopes de nacimiento. Tanto los encandilan las propagandas y las informaciones inmediatas que se olvidan de mirar el mundo por sí mismos. Habemos hombres que buscaremos ayudarte, que ante todo querremos que seas plena y libre, aún cuando te abracemos con fuerza y te entreguemos el corazón, no querremos retenerte de ninguna manera. Habrán mujeres como tú, inteligentes, hermosas, activas que buscarán tus mismas causas, usualmente las encontrarás como principales rivales, como esas niñas que te molestan, con las que no puedes llevarte. Porque este mundo teme al poder de la unión femenina y por eso gran parte de la educación entre las niñas está basada en la sospecha. Hija mía, debes ante todo recordar que todas las mujeres cargan la misma lucha, que todas ustedes llevan en el útero no un órgano de reproducción, sino un poder inmenso que el mundo no ha conocido. No eres un receptáculo vacío en el que la sociedad, la religión o el arte puedan depositar caprichosamente sus formas, eres un ser creador que recibes del mundo todas sus potencialidades y arrojas verdaderos sentidos a la realidad. Tu belleza será el sentido para muchos, para otros tu inteligencia, pero si olvidas la ternura, la nobleza y la prudencia fácilmente convertirán tu belleza en producto, tu inteligencia en competencia y tu cuerpo en objeto. Vive cada día orgullosa de ser mujer, pero entiende a su vez, ¡cruel paradoja! que eso no tiene ningún sentido. Vienes a este mundo a crear el sentido de ser mujer, a crearte a ti misma. Cierra las revistas, apaga los televisores, destruye las computadores, quema las iglesias, y sal al mundo, y ama, que una mujer aprende del amor amando y aprende de sí misma olvidándose de sí misma.
Desde algún rincón que probablemente no recordaré... tu padre.
5 comentarios:
Qué maravilla me has regalado!!! No tuve hijas mujeres, pero lo soy, y leí con la piel hasta el final... y esto mismo le diría a mi hija. Besos enormes, ángel terrible =)
Vaya!!!! Si hubiese un manual para el espíritu femenino, creo que este sería su más hermoso compendio, yo no soy mujer, más un sentimiento empático es el que nubla y enciende este escrito actual y muy sabio...Sin duda lo escribiste desde el Corazón... Como todo lo que haces...Un Saludo!!!
La primera vez que lo leí, pensé que tenía que esperar a desmenuzarlo. Hoy vengo de nuevo y sigo sin saber qué decir. No eres mujer; pero eres consciente que oscilamos y luchamos día a día. Vamos en contra del mundo porque en este mundo cabe todo menos el amor, la nobleza, la empatía, cosas que no perdemos a pesar de buscar un lugar de reconocimiento y en el camino somos violentadas de muchas formas. En fin, muñeco, podría seguir escribiendo. Agradezco la ventana que haz abierto hacía mí misma. Helena seguramente será feliz de saber que estas palabras son de un hombre sensible.
Sin duda alguna, ha usted amado y comprendido a esa forma de mujer, y sobre todo caminado a través de esa misma lucha. Es dulce ver su voz enternecida a ese punto de abrir el corazón como se abre para mostrarle todo lo que sabes a una hija, sin duda, usted dará vida a una guerrera.
Mis mejores saludos, un escrito muy bonito, para guardarse definitivamente por Helena.
Helena... razón y causa, ímpetu de mi existencia... Helena, Ariadna, Amanda, Magdalena, Helena... Hija mía, tan mía como no mía. Desde la claridad de donde emerges y te recreas a ti misma. Tu madre de vientre y manos fecundas, tu madre que conoce por la pupila de tu padre, el sonido y la transgresión, la bravura y la rebelión de la primer letra de tu nombre. Helena, que lo sepas, que me duermo amándote.
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