"Se
puede renunciar, al menos por un tiempo, a querer nombrar a este
existente, e incluso abstenerse de significarlo como un “existente”
contentándose con decir que nosotros estamos
en el elemento del sentido. Como se sabe, en calidad de “conector”
lingüístico, nosotros carece
de significación.(..)
Nosotros:
la comunidad del sentido se conecta ella misma como comunidad (...)
consiste, si se puede decir así, en el sujeto de enunciación de lo
que ni siquiera es todavía un enunciado, con una significación,
sino que sería algo así como la comunicación general (...) que es
inherente al elemento del sentido como tal. A fin de cuentas, éste
no sería ni siquiera un sujeto de enunciación, sino que “nosotros”
sería –o nosotros seríamos
–el sentido del sentido, la apertura misma del sentido, y el
sentido como apertura.
(...)
la posibilidad de decir yo:
se podría mostrar, en efecto, que ahí donde el ego
cartesiano está suspendido, justo antes de toda significación,
antes de sum y antes
de cogito, este ego
está tomado en el elemento de nosotros (...)
Nosotros
somos el sentido. Antes de todo sentido producido o descubierto, y
antes de todo intercambio de sentido, nuestra existencia se nos
presenta como sentido, de tal manera que, cuando digo “nosotros”,
en esta frase designo también, e indisociablemente, cada una de
nuestras existencias singulares, cuya singularidad es cada vez el
lugar de una presentación como ésta y el elemento común dell
sentido en el que sólo puede tener lugar lo que tiene lugar de esta
manera. Nuestra existencia se presenta como sentido, y
simultáneamente nos presentamos a nosotros mismo.
Es decir, a la vez los unos a los otros, los unos por los otros, y
cada uno a sí. Comparecemos, y
está apariciación es el sentido.
Este
nosotros (...)
anterior a toda antropología, anterior a todo humanismo y a todo
antihumanismo, exige una ontología que está aun por venir, lo que
no significa afirmar que vendrá, sino, tal vez, que está en sí
misma, en cuanto pensamiento, dispuesta en la dimensión de un
“venir” o de un “sobrevenir”: el de nuestra comparición, que
es nuestra presentación en el elemento del sentido (...) Procede como una exposición: somos
expuestos, ahí está
nuestro ser, o eso es el sentido del ser.
El
hecho de que el mal surja en el elemento del sentido –en nosotros y
entre nosotros – no le da un sentido,
sino que le prohíbe alienarlo bajo una significación reparadora o
exorcizante, y obliga a abrir la cuestión a nuevos gastos,
contrariamente a lo que hacían no hace mucho las teodiceas, después
las dialécticas, y a lo que podrían hacer hoy en día los
pensamientos de un retorno al “derecho” y a los “valores”.(...)
Debemos
existir en el sentido que somos. Hay actualmente una exigencia
imperiosa, escandalosa, de no volver ya a volver a poner el sentido
en la significación sin otra forma de proceso. Esta exigencia reside
en la condición que nos pone en nuestro mundo que tan fácilmente se
denomina “insensato, en su dureza económica, técnica y política:
reside en la pobreza, en la explotación, en la condena al hambre o
al dererioro; reside en el robo de nuestros instantes y de nuestra
muerte por las potencias, las promesas, los valores o los proyectos;
reside en el desamparo o en la hipocrasía de discursos que
significan sin tener ya sentido; reside en aquello que pone al
lenguaje en crisis y en disponibilidad; reside también en esta
realidad desúés de todo pasmos: que nosotros
existimos en tal usura o en tal miseria, que existimos despojados,
desnudos, extraviados, es decir, que nosotros
o el sentido resiste,
más allá de toda representación posible, tanto en el
amontonamiento de las significaciones como en su agotamiento.
(...)
Somos el plural qe no multiplica un singular –como si fuéramos la
figura colectiva de una única realidad-- sino que, a la inversa,
singulariza una dispersión común, esta vez irreductiblmente
material y absolutamente espiritual. Somos la comunidad del sentido,
y esta comunidad carece de significación: no subsume bajo ningún
Sentido la exterioridad de sus partes ni la ausencia de sus momentos,
ya que sólo en tanto que expuesta por y a esta exterioridad y a esta
sucesión es el elemento del sentido.
(...)
El pensamiento no es un discurso, es la disposición a la actividad
pasible del acontecimiento de sentido: deja venir este
acontecimiento, lo que quiere decir que lo hace advenir como tal, que
lo inscribe."
Jean-Luc Nancy, "El Olvido de la Filosofía", p. 67-71
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