LA PRINCES Y EL DRAGÓN
Ataban a unos postes de madera
a las chicas más guapas del país
para aplacar la cólera del monstruo.
El pueblo andaba muy solivantado,
y el rey, que era bastante más demócrata
de lo corriente, dijo a la princesa,
que era rubia y hermosa como un ángel:
"Te toca, niña mía. No te oculto
que es duro para mí, pero la patria
te llama y no hay remedio. Así que ponte
el traje blanco de los cumpleaños
y ¡a la estaca!."
Eso dijo, y la verdad
es que el dragón andaba últimamente
de lo más desalmado: una princesa
tal vez podría sosegarlo un poco.
Dicho y hecho. La niña, en el plan Angélica,
pero sin la esperanza de Ruggiero,
subió al cadalso que su patriotismo
le imponía. La gente de la calle dejó de protestar.
Y desde entonces el dragón no salió de la caverna.
Veinte años después, el rey moría
sin descendencia, y el dragón ya viejo,
se presentó en la corte con su esposa,
dos hijas (rubias como el trigo rubio,
con la piel escamosa y negras alas)
y un grupo de vistosas treintañeras.
Alegaba derechos sucesorios
al trono del país y prometía
cosas como el sufragio universal,
la igualdad ante la ley, el libre examenn
de los libros sagrados, las reformas
fiscal y agraria, la enseñanza pública...
El pueblo le entregó inmediatamente
las riendas del estado...
Y la princesa,
más hemosa que nunca, se miró
en los ojos saltones de su esposo
y se sentía la mujer de Dios.
1 comentario:
Combinando fantasía y crítica social este pequeño poema logró en mi la cautivación a tal grado que una insconsciente expresión de ternura surgió al interior de mi cabeza. Gracias por compartirnos estos poemas de Cuenca, en verdad que tiene letras qué presumir.
Saludos.
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