A veces el tiempo transcurre muy lento para mí, deshilo los intantes donde no pasa el tiempo antes que si pasaba sobre el segundero golpeando las márgenes del reloj en su eterna vuelta de 360 a 0.
El mundo empieza a moverse lentamente, primero la mecánica de las cosas cambia, se sumergen bajo un espeso líquido, se mueven trabajosamente como las cosas terrestres inmersas en el agua, tratando de agilizar sus acostumbrados movimientos.
Las distancias se distorcionan en su lentitud, como si la distancia fuera tiempo por igual, y aquella montaña ahora fuera esta montaña, y el horizonte se desdovlara y se disolviera dando la impresión de un mundo plano, que no se ha móvido un ápice desde su insólita creación.
Después las formas mismas se distorcionan dentro de la lentitud, tan pesada, tan insondable que cuesta creer que puedan moverse nuevamente, la inmovilidad siempre había sido su secreta naturaleza y la llevan plasmada sobre sus superficies, que nunca se mueven en realidad, prefieren la mutación al movimiento.
Me doy cuenta entonces que el color es movimiento, mientras miro las cosas van perdiendo sus matices regresando a sus tonos primitivos, que se aclaran hasta disiparse en su blancura original. Regresando a lo incolor que es su verdadera escencia porque inclusive la luz a dejado de mover, atrapada en los objetos estáticos, absorbida lentamente vuelve a reagruparse de su difractada naturaleza, regreso a la blancura de la forma.
Las cosas entonces atraviesan sus propias fronteras, las que las dividen entre sí, se acabaron las líneas divisorias, las márgenes, las costas y las orillas, se rompe le lína del horizonte, el cielo se devora a sus nubes, el sol engulle el azul del cielo, el suelo va estrellarse contra el cielo, inmolando sus montañas y cordilleras en la virginal cara del cielo, que no hace sino llorar blancura.
Abro los ojos ha pasado menos de un segundo...
Primero el cielo y la tierra se dividen, marcando su horizonte divisorio, las montañas vuelven a sus lugares, el azul del mar y el cielo no se confunde, luego las nubes reaparecen, el sol eructa los azules de su cielo.
Las cosas se pintan nuevamente, primero se tonifican apenas perceptibles, pero se oscurecen por inercia, regresan las fronteras, las líneas divisorias y de nuevo las cosas son las cosas.
Por último la mecánica vuelve, y lo que parecía increíble sucede, las cosas se mueven nuevamente, inclusive las piedras dan la impresión de haberse sacudido en un principio, estoy seguro que los cerros frente a mí se movieron un par de centímetros. Las aves recuperan su vuelo, yo recuperó mis párpados que se cierran y todo vuelve a comenzar.
2 comentarios:
...cuando no cierras los ojos por que sientes el vacío...
Hola Décimo. Largo tiempo sin pasar por tus quéhaceres con la pluma y los desvaneceres. Primero pensé en ensañarme, pero para qué; quién diablos es uno que habla según los malestares estomacales que trae, sobreponiéndolos encima de aquello que provocó estas líneas llamadas "Matices de su Locura". Así bien, aunque no fue lo que me hubiera gustado, porque nunca se tiene lo que gusta, su escrito de pronto me remitió a esos vaivenes somnolientos eternos y repletos de albár finura, estilo Odisea 2001. De la onda, oye men,está bueno pero ya me aburrió.
Ya después diré que es cuestión necesaria andar elevado, y muy en el mood de quererlo entender en su vaivén interno, que va destejiendo en neurosemánticas secuencias, un momento de inmovilidad y pensamiento, propio de quien se sabe tan pequeño ante la esfera que le rodea.
Saludos.
Ya lo seguiré leyendo.
Perdone la mala saña.
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