Y al quemar las los escritos paganos y eregir iglesias sobre las ruinas de los templos y usar los altares de sacrificios como pilotos de Iglesia los cristianos no hicieron más que repetir la historia eterna entre héroes y monstruos. Porque el monsturo sólo es derrotado cuando el héroe que lo ha vencido se transforma en el monstruo mismo, portando su cabeza, su piel, sus garras, en el cuerpo.
El monstruo aperece, no hay razón para los monstruos, sencillamente aparecen, emanados de la nada, de las latitudes insondables de la realidad. Como salidos de pliegues invisibles de la tierra, como los Goblins de T0lkien. Los monstruos obedecen a su propia naturaleza, sólo habitan, reptan, no hay razón para su existencia, porque la írracionalidad, la desproporció los definen y por eso precisamente tienen grandes su garras, sus alas, sus colas son incomensurables, todo en ellos es exceso y terror.
Pero sus ojos, los ojos de los monstruos delatan una naturaleza fínisima, oculta, ojos insomnes, como dice Ovidio, que no duermen, ojos eternos afiliados al caos mismo, ojos que escapaban la mirada del Hades. ¿A dónde van los monstruos cuando mueren? Son los incidentes que matan a los héroes.
Si el monstruo se presenta como una fuerza, incontrolable, un exceso. El héroe entonces no es más que otra fuerza semejante, una fuerza que cumple el único destino para el que fue creada, encontrar otra fuerza mayor que la pare. El héroe no es compesanción del monstruo, no es el redentor, ni el matador, ni siquiera participa en el equilibrio, el héroe es otro exceso, que choca contra el monstruo. El héroe decide colapsarse en el monstruo, inmolarse en él, porque el monstruo al igual que el héroe es de una naturaleza anónima e inexplicable.
Siempre que emerge un monstruo, emergerá un héroe, que en el fondo es igualmente monstruoso. Un monstruo existe en la espera de una fuerza mayor que le detenga, el héroe cuando ha terminado con un monstruo, sabe que ese solo fue el preludio para la bestia siguiente. Una interminable pugna de fuerzas, que no buscan equilibrio, sino el choque constante. El origen es confuso y despreciable.
Teseo y el Minotauro. Heracles y el León de Namdea. Jasón y el gigante. Ulises y el cíclope. La lista es interminable, el monstruo simpre es un elemento necesario del héroe porque sin monstruo el héroe carece de propósito y este mismo se da cuenta de su sin sentido, de su desgracia, depender de aquello que precisamente espera exterminar.
¿Por qué el héroe extermina al monstruo?
El héroe es siempre externo, siempre viene de "afuera", siempre anda buscando mosntruos, pero qué lo impulsa a matar a su semajante, a su hermano, a la fuerza única que lo comprende y lo espera.
Si el héroe puede ser definido como fuego y el monstruo como carburante, ¿qué enciende esas reacción?
Entonces se dibuja un tercer perfil, un catalizador, una pura escencia que subsite en el propósito de impulsar al héroe.
Medea, Ariadna, Antígona, Calipso, todas ellas, mujeres, son la fuerza que empuja al héroe hacia el monstruo, no para salvarlas porque en primera instancia nunca se vieron amenzadas por la bestia. ¿No era el minotauro hermano de Ariadna?
La mujer no pide ser rescatada, la mujer exige ser raptada. La princesa bajada de su torre, rescatada del castillo. Raptada, lo que sucede después, al igual que con la llama, es sólo humo, es incierto, nos acostumbraron a creer que el monstrup "desaparece", que el héroe "gana" y la princesa "se casa con él" y viven "felices para siempre". Pero el para siempre es un equívoco, la única eternidad es la de la inmolación de los héroes contra los monstruos, de las princesas que llaman al héroes y el héroe que después las abandona. Como Teseo a Ariadna, como Jasón a Medea, como Ulises a Calipso.
Porque a diferencia de la princesa, que es siempre un perfil, un elemento catalizador, el héroe y el monstruo guardan una relación eterna e inolvidable, profunda arraigada en sus naturalezas, y es que se trata de la misma entidad. Al final de la mitología, los héroes griegos agotaron todos los monstruos, Pitón, Polifemo, los Leones, los Cíclopes, las Gorgonas, Las Furias, Los Minotauros, todos habían sido transformados en armaduras de los héroes. Entonces los héroes se encontraron consigo mismos, siendo los únicos monstruos restantes. Las princesas abandonadas, se habían suicidado, el excesos se colmaba y era insostenible. Entonces una última mujer, como supremo elemento catalizador viene a acabar con los héroes, únicos monstruos restantes, utilizando a los héroes mismos.
Helena.
1 comentario:
Ah mira, La gran Helena de Troya como generadora de batallas entre Héroes/monstruos de la misma clase. Cierto, interesante conclusión. Por otro lado, es cierto, no existe un héroe sin un villano, sin una representación bravía, silvestre e inconmesurable de la fuerza de la naturaleza. Un gigante como un tifón, como un huracán, como una bestia que resuma toda la ira acumulada en la cólera de la madre tierra. En una de esas también, esas luchas representan la corroboración del hombre por sentirse estar un paso adelante, y subyugando a las fuerzas impredecibles de los cuatro elementos.
Buena dilucidación la suya Décimo.
Hasta pronto
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