Con los párpados cerrados,
no he conocido el mundo,
me ha conocido el sin darme cuenta,
al apagarse la luz desfilan las figuras inconexas
donde se apaga el Sol de Plotino
y se encienden las velas del Delirio.
Con los párpados cerrados,
habito una tierra de colosos de sombra
que extienden sus apéndices terribles
a los filamentos de mi inconsciente dividido;
visita mi sueño el sinsentido,
cada noche me roba mi lenguaje,
y me deja el verso en la garganta;
cada noche la inversión de la imagen
que se traga el Otro
y contiene el universo en un gesto,
cambia las escalas cromáticas
sumiéndome en la luz amordazada.
Con los párpados cerrados,
todo tacto es una mujer que me acaricia,
sólo he hecho el amor como en los sueños,
el éxtasis que me impide recordar lo soñado
que me embriaga, ahíto de besos diluidos,
el absoluto me traga, y soy todo con el uno.
Porque al ver a la cara del misterio
El horizonte se desdobla en el delirio,
donde la con-templación no basta
y mis ojos se invierte acariciados por la noche,
ya no hay pulsación que me contenga,
ya no hay grito que reconozca como mío,
dulce inconciencia de ser hombre
que se sueña y en el sueño se despierta,
un despertar adelantado a su propio sueño,
se imagina que ha sido un sublime pez
que sueña sin párpados en el fondo de algún
estanque del deseo,
donde la voluntad es la corriente.
Con los párpados cerrados,
he reconocido que los hombres somos peces de aire,
y nadamos en nuestro propio pensamiento,
ancho estanque inabarcable,
que desemboca en el mar de lo paradójico,
peces de aire en los ríos de lo posible,
con branquias de absurdiad y aletas de paciencia,
sólo en sueños reconozco mis apéndices de pez,
sólo en sueños sé mi nombre verdadero,
que ya no puedo hablar, porque el silencio
es la condición de toda vida en nado,
que enloquezco de tanto movimiento perpetuo,
más allá del sentido habita el sueño
y en ese sueño soy un pez arrepentido,
con lo párpados cerrados,
imito al pez que sueña con los suyos bien abiertos.
1 comentario:
Se puede vivir una vida sin abrir el telón o imaginando que lo abrimos y que detrás de él un público que parece obstinado a indiferenciar o vituperiar nuestros actos, prende fuego a todo rastro del pasado o a todo rastro de querer saber qué le traerá el futuro. Se puede vivir soñando y pintando símbolos en las espaldas de un sin número de mujeres que siempre serán la misma, nuestro reflejo del primer, del último, del único paraíso. Se puede pues ser parte del sueño y tener ganas de seguir soñando a pesar de la tintura o las lluvias de tristeza.
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