De vez en cuando es bueno olvidarse del siempre cómodo refugio del verso y venir a darse una vuelta por la narrativa personal. Esa en la que hechas mentiras hablando de gente que la otre gente que te lee no conoce, de acontecimientos inverósimiles, del insomnio y sus alcances, de todo lo que fingiste ver y de lo que te perdiste de observar, y escribes, compulsivamente escribes, es más, arrojas tus dedos violentamente contra ese teclado que te incita a seguir escribiendo.
Pues bueno hoy vengo a escribir sobre una pregunta muy buena que me hicieron, a una frasecilla de esas mañaneras que le aviento a la primera persona que veo por la mañana, la frase creo que iba algo parecido a esto: "Al despertar no hay mañana, sólo el atardecer de mi alma". Y la muy atinada mujer que respondió mi frase con otra casi pistolera iniciando mi tiroteo mental, dijo algo parecido a: "Es que acaso no te has puesto a pintar tu alma".
No creo que ella tuviera una mínima idea del eco que aún resuena en mi cabeza ante semejante afirmación, porque nunca realmente se me había ocurrido pintarme el alma.
Siempre voy por ahi, con las manos extendidas como si quisiera ser un aeroplano, todo el cabello al vientom, todo el rostro a la lluvia y al sol, con los pies más chuecos que no me dejan caminar tres pasos sin cambiarme la ruta, nunca se ponen de acuerdo. Voy jugando a pisar el suelo como si me moviera en un tablero de ajedrez, y le encuentro entonaciones al canto de las golondrinas, y de los pajarillos regordetes y cafés que dan brinquitos en las calles adoquinadas.
Luego voy pensando, en pleno diálogo conmigo, indagando en cosas que admito abiertamente no tienen sentido, pero si lo tuvieran y bien claro... ¿qué me separaría de un autómata que sólo reordena sus datos? Yo en cambió como dicen le busco tres pies al gato, y si puedo le saco el cuarto y me voy planteando estas tontas frases y preguntas que le aviento a la gente como si fueran monedas, un poco de esperanza para tu aburrimiento, me digo.
Y de vez en cuando, un alma caritativa me da un poco de esperanza para mi maraña personal, y entonces decido responder y me puse a pintar mi alma.
No fue un proceso sencillo, no es algo que venga en cursos prácticos por internter, o que puedas llamar a algún lugar siempre impreciso para que un psíquico igual de impreciso te ayude con semejante tarea. Primero habría que descubrir y con cierto desagrado de qué color está pintada.
Si le preguntas a la gente, lo hice y varias veces, ¿de qué color tienes el alma? Parece que podrías hacer un catálogo demográfico que representara sus preferencias emocionales y culturales.
Según mi más reciente indagación las dividí en 4 grupos:
1.- Las almas de los adultos, son todas transparentes. Es lo que te contestan, al preguntarle a cualquier adulto, ¿de qué color tienes el alma? Y te dicen cosas profundas o refranes sin sentido que revelan la transparencia se su alma o su invisibilidad. Quizás es transparente para ellos porque han perdido la pista de dónde está y muchos de ellos sencillamente ya no la tienen.
2.- Las almas de los adolescentes confundidos son todas grises, quizás lo dicen porque no las pueden ver precisamente, no las han conocido realmente, ven una espesa nube de ego, y el ego como sabemos todos los que hemos indagado en los matices de la mente, es siempre un humo gris.
3.-Las almas de los adolescentes favorecidos por la genética o la economía, son siempre azules o rosas, siempre lindas y ordenadas, con sueños de viajes a la playa, y compromisos insinuados con Dios. Huelen a alcohol y apestan a cigarro prematuro. Quizás son así porque de ese color les compraban siempre la ropa y les pintaban sus paredes y se tiñeron de azul y rosa por eso.
4.- Las almas de los inconformes, y aquí entra una sarta de personajes de todos calibres, desde los revolucionarios frustrados, hasta los góticos de café. Esas almas son generalmente verdes, en tonos muy variados según sus preferencias musicales, algunos despitados llegarón a decirme inclusive que sus almas eran negras, y yó como no es vi los cuernos, la cadena en la espalda y las intenciones asesinas, supusé que era un tono de verde oscurísimo y lo confundían.
Entre tanto matiz y tan confuso, recurrí mejor a gentes más doctas, la mayoría ya muertas hace muchisimo tiempo. Me encontré con Sócrates muy a tiempo y su conversación con un tan Fedón. Donde discurrían si realmente, bueno obviamente trasladando un poco la conversación, yo Gerardo, sería capaz de discernir el color de mi alma, porque al parecer de este par de griegos, el alma actúa a través de nosotros y no podemos nosotros volver esa acción retrospectiva e intentar algo titánico como pintarla.
Decepcionado con la lógica fría de la mayeútica, confieso que dejé la pintadita de mi alma pendiente un par de días, repasando en mi mente las palabras de Sócrates que flagelaban detrás de mis párpados. ¿Cómo podía ser posible que yo no pudiera ser participe de mi propia alma, sólo una víctima de sus voluntades imprecisas, expresadas a través de la virtud? Examinando eso traté de determinar por medio de mis acciones algunos matices de mi alma.
Por un método de difracción pude ver el arcoiris de mi alma, con sus tonos violetas, magenta, rosado, rojo, carmesí, escarlata, azul, quinoleína, albaricoque, beige, marrón, café, ópalo y hasta jade. Mi alma brillaba en tanto color que me pareció penosa la necesidad de pintarla, uniformarla de un color, sobre su gama pluricrómica, fue entonce sun acto tan barbárico, tan moderno, que decidí mejor escribir esto para tener algo que contarles hoy.
1 comentario:
Las almas de los que sienten que la perdieron? Que se les quedó atorada en el alfiler de la cama?
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