A Esmeralda
Lo confieso, no te amaba,
pero me sentía infinitamente menos solo entre tus horas,
tu existencia me hacía sonreír a cada instante,
eras las contradicción de todas mis ideas,
la regresión del impulso de reconocimiento.
Invadiste mi mente de pronto, con tus hordas justicieras,
y me arrebataste tu imagen del almacén de las memorias.
Había incendio en las venas, había magma en los ojos,
había besos que el viento no contiene,
de esos que cortan la respiración, y confunden el llanto y la risa;
había también un río que fluía indetenible hacia ninguna parte
y que de ninguna parte provenía,
habían también las perlas de tus ojos,
había también la gracia inédita de tu existencia...
Todo te lo llevaste, me vaciaste, como un huracán a las costas,
me arrojaste a las afueras de tu vida,
en las costas de la cotidianidad, del"buenos días".
Ahora escribo este pliego petitorio,
a manera de epitafio, porque encerraste el niño que jugaba en tus cabellos rubios,
y que a tu lado olvidaba siempre decir Te amo.
Qué sinceridad puede haber en un poema,
¿no es la palabra el acto de ocultar lo que se siente?
¿no es el poeta acaso un fingidor, que finge que es dolor
el dolor que de veras siente?
Y es que de vez en vez encuentro tu figura entre la música,
ya no puedo escuchar a Wagner sin el compás de tus palabras,
odio ver bajos en vitrinas,
y me destroza el color de tu nombre.
Por eso escribo, para fingir el dolor que me quema
la soledad de saberme exiliado en esta tierra,
sin más hermandad que la de los astros,
y la de la espiral, ese círculo engreído que se niega a cerrarse,
como la historia que yo te construí,
como el significado que no acabo de darte,
la puerta que dejaste abierta al salir, tampoco quiere cerrarse,
ni la herida que me hiciste,
ni la máscara que me quitaste.
Miro todo el tiempo las promesas que no me hiciste,
repito nuestras conversaciones en voz alta,
pero sólo surges depronto, entera,
como entre estás líneas donde intento ocultarte,
tenías el poder de trasnformarme
y sin embargo me dejaste al borde del filo,
entre la duda que duerme siempre conmigo
y la certeza de la que he sido asidio enemigo;
Te oculto entre estos versos,
porque estoy en luto,
ese que sonreía con tus ocurrencias ha muerto
pero su cadavér se niega a ser enterrado,
le he puesto todo tipo de lápidas
sólo el silencio sabe cuántas veces lo que cremado,
extraño saber que era feliz de saberte viva,
porque me niegas la confirmación de mi exitencia,
resumido he sido a un simple "¿cómo has estado?".
Más que un rayo que me tocase
con la inminencia de tu rechazo
me entierras día con día
con las piedras delas horas
quepaso esperando, que vengas y me digas
que estás líneas que escribo, estoy exagerando.
Gerardo Cielorraso.
1 comentario:
Y uno exagera y se ve perdido, ya nadie más encenderá el proyector y todos tus yoes esperando. Morir, terminar de morir es necesario, o guardar toda la dinamita acumulada para hacer estallar la poesía, el sofá en donde se acumulan tantas palabras. A los que se fueron y robaron tanto en nuestra esencia, a ellos, nuestra rabia les agradece, nuestros colores ocres en la tinta. Al silencio, habrá que hacerle tantas guerras. Confesional, desvergonzado, y hasta pornográfico es este escrito tuyo, tal vez por eso, un poco, demasiado bueno.
Saludos Décimo.
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