jueves, 5 de mayo de 2011

Después del ver.

Yo quiero imitar el ritmo de las hojas cuando caen
y se pulverizan ya desde su rama...
antes me decías que sólo las rosas se pulverizaban
y que los ojos se hundían
y las velas se apagaban
y nacían todos los gestos frágiles del vidrio...

Pero en el vidrio solo hay gotas de esta lluvia que no cesa
de caer bajo el tejado
como si las paredes sudaran
devolviéndome todos los alientos que les había susurrado...
Ahora las paredes están implacables,
gritan lo que deberían callar
hacen brotar todos los golpes,
de cabeza, de puño, de pie
de libro arrojado con desdén
de copa de vino llena de furia.

Sin saberlo este podría ser el último día de mi vida
-sin saberlo-
podría estar marchando hacia mi nada,
la muerte podría esperarme disfrazada de cualquier cosa absurda
o quizás evidente
e igualmente me arrojaría a sus brazos
al verla arribar en el avión de mis esperas.

Para dos amantes que se procuaran sin tocarse
el tiempo puede ser una llama
donde se incineren sus mejillas
enrojecidas
el color de las brazas de madera...

Después de que se secó el éter que nos mojaba los labios
tenemos la irreductible necesidad
de aprender a besarnos...

sólo me sostiene el hecho
de que sigue siendo importante para cualquier clase de cultura
que un sujeto abandonado
en cualquier clase de infierno cotidiano
redacte un par de líneas
donde diga lo contrario.

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