SONETOS DEL SUEÑO
A Vicente Aleixandre
I
El sueño de mi vida ya no es mío,
ni está en mis manos deterner su aliento,
sujeto vivo a él y, a veces, siento
que baja por mis venas como un río.
Huyendo de su sombra me extravío
por la escala sin fin del pensamiento:
mas el sueño me sigue, como el viento
tras el húmedo cuerpo del navío.
Me vence este huracán, esta caricia
que tiene ya su doble ser fundado
donde la libertad su vuelo inicia.
A libre vuelo eterno condenado,
la frente llevo a despertar propicia
y el corazón al sueño encadenado.
II
Volver a ser de nuevo lo que fuiste,
a ver lo que no vio con la retina
del alma el alma virgen, cristalina,
que en el camino del ayer perdiste;
sentir cómo se aleja el viento triste
que la frente veló, y en la neblina
de la nueva esperanza se reclina
la sombra con que un tiempo conviviste.
¡Volver a ser! Llenarte de inocencia,
como el vaso se llena de agua clara,
para embriagarse en fugitiva esencia.
Lograr que al hombre y a la mar llegara
este crital de eterna transparencia
y en el fondo de su entraña luminaria.
III
Abrir el cuerpo al mundo cada día
es notar la presencia de un veneno
que en el fondo se queda, como el cieno
en la plata del agua.
Esta sombría.
longitud de la sangre sobre y cría
su veneno a la vez y, el cuace lleno,
hacia la mar se va del desenfreno
o permanece entre las rocas, fría.
¿Se ha de vivir, se ha de morir cerrando
esta inaudita caja al mundo cuando
del mundo vive y por su bien se altera?
¿O es necesario darse a la aventura
en cada instante? Por la brecha oscura
de sueño el alma la razón espera.
VII
¿No he de volver a verte? Mi esperanza,
¿no ha de cuajar sobre tu piel, y el nombre
otra vez no será cifra del hombre,
que al dicho, al llanto y a la mar alcanza?
Sombra de mi raíz, no hay semejanza
de tu dolor que en mi dolor se asombre,
ni encuentro quien remueva y desombre
esta oscura ruina, esta asechanza.
Pero puedo sentirte, acariciarte,
medir mi sombra con tu cuerpo amado,
penetrar en tu sangre y recobrarte.
Me basta esta pasión que me has dejado
y el amargo delirio de evocarte
¡El alma en luz y el pecho acongojado!
VIII
Si aquella voz del agua en la rivera
de los álamos blancos, si aquel río
conmigo vive siempre ¿porqué ansío
volver a oír?
Habrá la primavera.
cubierto ya la orilla y la pradera
con lenguas de esmeralda y rocío....
y aquí estamos tú y yo, corázón mío,
com naves sin mar que el mar espera.
No quiero aquí morir, que aunque en la muerte
gozosa, rumorosa, de tenerte
rosal oculto, dentro, vida llevo,
este sueño volver quiero al regazo
maternal de mi tierra y en abrazo
profundo hacerlo florecer de nuevo.
JUAN REJANO
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