II
Nadie pregunte su nombre.
¿Le pregunta nadie al agua
por qué mitiga la sed
o a la muerte nos arrastra?
El nombre no salva al hombre:
lo salva esa brasa oculta
que alienta sin saber dónde.
La voz que lo llama a veces
desde una tierra increada,
la luz que cubre su cuerpo
y que de pronto se apaga.
Lo que está en la piedra
y en el aire está.
nube que se aleja,
que vuelve a pasar.
Herida que nunca
se cierra en el pecho
porque está abierta en el alma
como anochecer eterno.
Con ella se llega al fin.
Con ella el fin nunca llega,
porque su fin es unir
la llama con la tiniebla.
Nadie pregnte su nombre.
Juan Rejano.
1 comentario:
Mucho más acequible este poema, y no por eso menos plurificador de significados. Podría ser el amor, podría ser la misma muerte; o el misterio Wildeano que los une y a la vez los mantiene tan a raya separados. Me gustó mucho este poema. Se pasa de bueno Eh. Muchas gracias por compartirlo Décimo. Y que a nadie se le ocurre decir su nombre.
Publicar un comentario