( fragmentos)
II. EL EBRO
A José Gorostiza.
Mira, hermano, estas sienes, de antiguos vegetales,
este cuerpo, esta blanca cabellera extendida,
donde anidan profundas noches elementales,
la frente de la especie, de centella partida.
Mira, mira estos ojos, de cristal transidos,
donde tiembla la piedra, los hogares primeros,
los toros como ardientes cometas sorprendidos
la voz de los pastores con lumbre de guerreros.
Aquí suena la infancia de la sílaba, el llanto
de un idioma de un pueblo, la esparcida osamenta
de las razas más duras que originó el espanto,
la ceniza del nómada ahogado en la tormenta.
Aquí vibran las horas virginales, la llama
que encendió la inocencia. Aquí crece el jinete
sobre el potro de fuego, y la oración inflama
al hereje y al mago. Todo aqui se somete
a la pasión fecunda, y la ley, que ha nacido
de esta lustral orilla, llora sangre de hermanos,
porque el mundo ha brotado con un pulmón herido
y hay lobos con las garras de gusanos.
Yo guardo en mis entrañas la piel con que vistiera
el cazador sus carnes, la semilla doliente
del sacerdote antiguo, los panales de cera
que labró en el regazo de esta tierra candente
sueño de las conquistas. Aquí la toga vuela
junto a la clava informe, la frente de alabastro
sobre el hirsuto, la muerte se desvela
y enarbola el desierto su mutilado astro.
Nacen arcos triunfales, se desbocan legiones,
los castillos dibujan su almenada prudencia
y hay espadas que rugen lo mismo que leones
y leyendas bordades de lirios de inocencia.
El peregrino duerme, mudados en estrellas
el bordón y las conchas. Van surgiendo ciudades
donde el polo reinaba, y alza el alma las huellas
de un mundo de invenciones que cubre las edades.
Gime la sinagoga, la iglesia se arrodilla
y la mezquita enlaza tres signos suplicantes
y el lejano secreto que en el cometa brilla
viene a abrirse en un árbol de palabras radiantes.
Desde la tierra sola al habitante erguido,
desde la furia al éxtasis, desde el agua a la espiga,
han merecido mi sangre los siglos y he perdido
mi razón por un sueño, un duelo, una cantiga.
Mira este cuerpo, hermano: hecho está de invasiones.
Mira estas manos: tiemblan de gritos sofocados.
¿Qué han hecho de mi estrella los nuevo centuriones?
¿Por qué a la roca clavan mis huesos calcinados?
¿Por qué, por qué esta lívida comunión de rencores,
este lento sumando de asfixias concebidas?
¿Cuándo el hálito humilde congregando fulgores?
¿Cuándo la rosa unánime que cierre las heridas?
JUAN REJANO
2 comentarios:
Según tu perfil, eso de las personalidades se te dá facilmente, ¿no?... Ya tenemos algo más en común, aparte del Reptil
Saludos!
Mi querida Amiga Melina nomás creo que no es como nosotros. Pero al menos comenta. Y eso ya es algo donde nadie comenta. Pero bueno, qué pedazo de puto poema! Se puso bárbaro, y más aún el augurio de la dedicatoria a Gorostiza, y más aún la cartografía que pinta sobre el tamiz de la desdicha; poesía solemne de una sola pieza, dura, rígida, de colores cálidos; una piedra de sol también, definitivamente, es esta. Me ha dejado fascinado y extasiado de tristezas. Cinco estrellas para la semana de Rejano.
Publicar un comentario