jueves, 5 de diciembre de 2013

"Se puede renunciar, al menos por un tiempo, a querer nombrar a este existente, e incluso abstenerse de significarlo como un “existente” contentándose con decir que nosotros estamos en el elemento del sentido. Como se sabe, en calidad de “conector” lingüístico, nosotros carece de significación.(..)
Nosotros: la comunidad del sentido se conecta ella misma como comunidad (...) consiste, si se puede decir así, en el sujeto de enunciación de lo que ni siquiera es todavía un enunciado, con una significación, sino que sería algo así como la comunicación general (...) que es inherente al elemento del sentido como tal. A fin de cuentas, éste no sería ni siquiera un sujeto de enunciación, sino que “nosotros” sería –o nosotros seríamos –el sentido del sentido, la apertura misma del sentido, y el sentido como apertura.
(...) la posibilidad de decir yo: se podría mostrar, en efecto, que ahí donde el ego cartesiano está suspendido, justo antes de toda significación, antes de sum y antes de cogito, este ego está tomado en el elemento de nosotros (...)
Nosotros somos el sentido. Antes de todo sentido producido o descubierto, y antes de todo intercambio de sentido, nuestra existencia se nos presenta como sentido, de tal manera que, cuando digo “nosotros”, en esta frase designo también, e indisociablemente, cada una de nuestras existencias singulares, cuya singularidad es cada vez el lugar de una presentación como ésta y el elemento común dell sentido en el que sólo puede tener lugar lo que tiene lugar de esta manera. Nuestra existencia se presenta como sentido, y simultáneamente nos presentamos a nosotros mismo. Es decir, a la vez los unos a los otros, los unos por los otros, y cada uno a sí. Comparecemos, y está apariciación es el sentido.
Este nosotros (...) anterior a toda antropología, anterior a todo humanismo y a todo antihumanismo, exige una ontología que está aun por venir, lo que no significa afirmar que vendrá, sino, tal vez, que está en sí misma, en cuanto pensamiento, dispuesta en la dimensión de un “venir” o de un “sobrevenir”: el de nuestra comparición, que es nuestra presentación en el elemento del sentido (...) Procede como una exposición: somos expuestos, ahí está nuestro ser, o eso es el sentido del ser.
El hecho de que el mal surja en el elemento del sentido –en nosotros y entre nosotros – no le da un sentido, sino que le prohíbe alienarlo bajo una significación reparadora o exorcizante, y obliga a abrir la cuestión a nuevos gastos, contrariamente a lo que hacían no hace mucho las teodiceas, después las dialécticas, y a lo que podrían hacer hoy en día los pensamientos de un retorno al “derecho” y a los “valores”.(...)
Debemos existir en el sentido que somos. Hay actualmente una exigencia imperiosa, escandalosa, de no volver ya a volver a poner el sentido en la significación sin otra forma de proceso. Esta exigencia reside en la condición que nos pone en nuestro mundo que tan fácilmente se denomina “insensato, en su dureza económica, técnica y política: reside en la pobreza, en la explotación, en la condena al hambre o al dererioro; reside en el robo de nuestros instantes y de nuestra muerte por las potencias, las promesas, los valores o los proyectos; reside en el desamparo o en la hipocrasía de discursos que significan sin tener ya sentido; reside en aquello que pone al lenguaje en crisis y en disponibilidad; reside también en esta realidad desúés de todo pasmos: que nosotros existimos en tal usura o en tal miseria, que existimos despojados, desnudos, extraviados, es decir, que nosotros o el sentido resiste, más allá de toda representación posible, tanto en el amontonamiento de las significaciones como en su agotamiento.
(...)
 Somos el plural qe no multiplica un singular –como si fuéramos la figura colectiva de una única realidad-- sino que, a la inversa, singulariza una dispersión común, esta vez irreductiblmente material y absolutamente espiritual. Somos la comunidad del sentido, y esta comunidad carece de significación: no subsume bajo ningún Sentido la exterioridad de sus partes ni la ausencia de sus momentos, ya que sólo en tanto que expuesta por y a esta exterioridad y a esta sucesión es el elemento del sentido.
(...)
 El pensamiento no es un discurso, es la disposición a la actividad pasible del acontecimiento de sentido: deja venir este acontecimiento, lo que quiere decir que lo hace advenir como tal, que lo inscribe."

Jean-Luc Nancy, "El Olvido de la Filosofía", p. 67-71