viernes, 25 de septiembre de 2009

Apherion

Apheiron

Estoy en todo lugar donde la ausencia no me falta
En cualquier espacio donde pueda representarme
Tener noción de mí y de mis palabras
En la más inesperada fotografía
Palpando eso que puede ser yo.

Existo en la imagen y la opinión de otras personas,
En ideas difusas, en apuntes, en cuadernos,
Existo con mi bendita “acta de nacimiento”,
Que constata ante el estado que yo sigo existiendo.

Me encuentro en las vitrinas, en mi personalidad a la carta
Mis manifestaciones, en el eco de mi voz,
Adentrándome en las imágenes borrosas de mi cara
Que van fotografiando el yo que se perdió.

Tendré un epitafio escrito en tres palabras.

Y el problema no es estar en algún lugar
Ni encontrarme dentro de lo incierto del encuentro,
El problema es que paso demasiado tiempo conmigo
Pensando adentro, bien alto,
Jugando a buscar al perdido.

Me he dado a luz en cientos de párrafos distintos
Subrayando citas de algún libro carcomido
Soy al final alimento de las polillas sin memoria
Que irán inmolándose en mis días
Alimentándose de de las cartas que me he escrito

Cada espacio carga con la posibilidad de mi presencia
Y miro a la calle y me veo pasar
Entrar aquella tienda y probarme una chaqueta,
Me saludo cordialmente antes de entrar al templo.

Tantas posibilidades de mi mismo, duermen a mi lado
Que mi cama se ha vuelto una especie de cuartel
Nos ponemos de acuerdo cada madrugada
Para ver a cuál de todas le toca salir después.

Tendré mi alma tan dividida, llena de nostalgias,
Pedazos de mi que si se juntaran
Formarían una realidad irreconciliable
En la cual no habría el menor rasgo de mí.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Sebastián

Una majestad cadavérica,
aún flor de fiebre,
todavía animal que se debate
en las redes del delirio
contra sus cazadores bien armados.

Torpe, feroz animal,
cómo te punzan.

Estelar y resplandeciente
en un instante de locura,
el mundo erizado en demencia,
el universo afiebrado,
sangrante y brillante en tus heridas.

Sebastián entre las redes,
cómo te flechan.

Carne que finalmente estalla,
rocío en los párpados de la muerte,
sangre fina y sin nadie,
ebria rosa entre mil espejos
en cada rebrillo de tus ojos extáticos,
rosa desorbitada
en cada pétalo de tus heridas.

Abismos de ti.
En tus sueños te sabes
asaeteado por la razón:
los soldados de la razón,
las marchas fúnebres de la razón,
los paredones de la razón.

Dentro de ti, lleno de abismos,
víscera empavorecida y atrapada
entre los perseguidores de tu delirio,
alzado en un hervor de plenitud,
mazorca de heridas,
hurra de todas las sangres,
espuma de tus sentidos acuchillados,
rostro fijo de bestia demente y sin gritos,
demencia muda,
que no te habías visto jamás,
que nunca podrías permitirte,
que aun dentro del sueño
hay que asesinar.

Cómo te asesinas en tus abismos
y abandonas tu propio cadáver
en los entreflujos del sueño.

Floreciente tras tus párpados cerrados,
majestuoso y como agónico
fruta voraz,
escuchas como un vahído
las botas militares de la razón,
las botas sacerdotales de la razón,
las botas patriarcales de la razón.

Ahíto, te sobresaltas,
atragantado de tu abismo,
crujes dolorosamente en tu silencio,
sudas, jadeas, te salvas,
flotas entre tu propia resaca,
te alcanza al fin la orilla:
lo has perdido todo.

José Joaquín Blanco
Poemas y elegías
Ed. Cal y Arena

lunes, 14 de septiembre de 2009

Laura

Mientras haya ciudades, iglesias y mercados,
y traidores, y leyes injustas, y banderas;
mientras los ríos sigan vertiendo su basura
en el mar y los vientos soplen en las montañas;
mientras caiga la nieve y los pájaros vuelen,
y el sol salga y se ponga y los hombres se maten;
mientras alguien regrese derrotado, a su cuarto
y dibuje en el aire la V de la victoria;
mientras vivan el odio, la amistad y el asombro,
mientras tú y yo busquemos el medio de encontrarnos
y nuestro encuentro sea poco más que silencio,
yo te estaré queriendo, vida mía, en la sombra,
mientras mi pecho aliente, mientras mi voz alcance,
la estela de tu fuga, mientras la despedida
de este amor se prolongue por las calles del tiempo.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Conversación

Cada vez que te hablo, otras palabras
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto. Y cada vez que surgen
de dentro -o de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.

Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amrte y de sentirme desamado.

Luis Alberto de la Cuenca
Jardín de la memoria.