sábado, 31 de julio de 2010

De La Comunión...

"Me celebro y me canto a mi mismo"
- Walt Whitman-

No espero nada,
me tragan los instantes,
bestias invisibles me arrancan los ojos.

Se afinana todas las cenizas a mi alrededor,
los cantos insomnes de la desesperación...
¿qué es el sentido?
¿dónde está el vínculo?

Pierdo mi máscara de hombre con los días,
se agrieta... a mi alrededor... ruidos sordos,
ahogando cualquier sonido posible,
frente a mis ojos, se quema el horizonte...
después... quisiera arrancarme la piel,
quebrar mi frontera con el todo,
disgregarme un poco y ser polvo,
debatirme en el vaivén tempestuoso de las olas,
quiero ser azotado por las marea, como risco huérfano,
mi cabeza fertilidad de todos los hongos y los musgos ha de ser,
porque no he servido para hombre:
¡habré de ser carroña!

Pero se detienen los astros,
soy orbitado solamente por las moscas,
soy disgregado en esquirlas de lo absurdo,
me calan los huesos todas sus miradas,
escrutándome,
me quiebra su tacto, no lo soporto,
no quiero ser el cisne moribundo en este lago...

¿A qué se le llama casa?
¿Un techo hace una casa?
¿La mujer y el hombre que te traen el mundo son tus padres?
Soy por siempre culpable de mi propia biología,
responsable de mi existencia,
una deuda que me han hecho pagar con obediencia,
quiero destrozarme en la absurdidad,
y consumirme en el delirio...
No tengo apellido,
no soy de ninguna familia,
perdí mi nacionalidad,
no recuerdo mi cumpleaños,
no tengo otra hermandad más que la de las sombras,
el resto de los hombres son mis hermanos,
mi madre es el cielo tremendo de las tormentas,
mi padre es el eco multívoco del caos,
fuera de ahí soy un extraño,
pero en todas partes me veo,
bajo cualquier roca podría construir mi casa,
y cualquier árbol podría reclamarlo como mío,
no veo razón para seguir con el teatro,
donde finjo un parentezco que de todas formas tengo con la humanidad...

He perdido a la gente que amo,
Y amo más a la gente que he perdido,
esa es la realidad,
el amor es siempre una falta,
una ausencia...
Al menos eso era,
Ahora extenderé el amor como una fuerza,
incineraré al mundo con mi amor,
hasta el más pequeño pétalo
hasta el mínimo gusano,
hasta el ácaro pacífico,
¡temblaran por la fuerza de mi eros!
Mi coito con el mundo será absoluto,
no necesito más familia que lo inconmesurable
más apellido que lo sublime,
que se traguen todos su extrañeza,
nadie me será desconocido,
le doy a todos el derecho de comer mi carne,
y beber mi sangre como vino.

Abrazo ahora y para siempre
al tiempo entero en mi pecho,
como un niño incomprendido, llorará entre mis brazos,
deshilará su pasado y su futuro entre alaridos,
hasta que sólo quede el presente,
donde estaré siendo,
renuncio a ser para estar siendo,
renuncio a la permanencia,aunque me engulla la vaguedad,
renuncio a la verdad por la interpretación,
a la elocuencia por la poesía,
a la identidad por la transformación,
a la fidelidad por la inmolación.

Amaré cada piedra como si fuera la más hermosa de las mujeres,
destruiré con mi tacto todos los caudales,
y labraré con mis párpados nuevos cuaces para los ríos,
soportaré sobre mi espala a todos los huracanes,
penetraré en todas las cuevas,
me dejaré pulverizar por todos los relámpagos,
las bestias comeran de mi carne,
mucho antes que los gusanos, que también tendrán su parte.

Soy absoluto y renuncio a la pasión,
paso a ser acción absoluta,
paso a ser corriente feroz de cualquier río,
avalancha incontenible,
sentirán mi fuerza todas las montañas,
cada mujer sentirá mis penetraciones,
cada hombre probará el sabor de mi sexo,
cada niño me verá como una caricia tierna,
cada anciano tendrá de mi tiempo para contarme sus historias interminables...

Comeré con los hambrientos, aunque sea mi propia carne,
sanaré con los enfermos, aunque muera por contagio,
reiré con los olvidados, los abandonados, los que no tienen nombre,
los huérfanos, los desahuciados, los desamparados,
todos podrán saquearme,
los ladrones podrán venderme,
las prostitutas limpiarán sus sexos en mí,
los extranjeros harán el amor conmigo sintiéndose en casa,
abrazaré con ternura a todos los niños abortados,
buscaré a las familias de todos los renegados,
me iré a la cárcel en lugar de todos los criminales,
tengo millares de eternidades,
cumplir todas las sentencias me tomará sólo una de ellas;
Desde ahora y para siempre asumo mi caracter de estrella,
asumo mi luz originaria, y se las regalo a todos,
si se extiengue el sol, las plantas comerán de mí,
de mí harán sus fotosíntesis,
si se acaba el aire todos podrán respirar de mí,
hasta las rocas con poros finísimos, que toman aire sólo cada temblor,
si se acaba el agua, me abriré las venas
y todos se alimentarán de mi sangre,
los huertos se fertilizarán ¡con mi sangre!
las selvas tropicales estarán ¡húmedas de mi sangre!
los glacieras enteramente constituidos ¡de mi sangre!
Rios de mi sangre correrán hacia todo el mundo,
lagos, lagunas, manatiales, manarán de mi sangre,
será mi sangre la que desgaste la roca,
la que caiga en cascada,
la que llueva en chubasco, tormenta, monzón, huracán,
será mi sangre la que inunde el espacio que dejarán los mares,
y el orbe será rojo, un rojo tan intenso que será azul por mi sangre...

No espero nada,
no soy nada, porque estoy siendo cualquier cosa,
en cualquier instante me sorprendo como mariposa,
como pez en una red,
como conejo destripado por el águila, que también soy yo;
en todo momento soy a la vez roca, y a la vez mano que lanza la roca,
soy el río sobre el que la roca rebota, y el rebote mismo.
Si un niño con su dedo hace un hoyo en la tierra
lo siento en mi piel,
si una mujer llora, soy sus lágrimas, el motivo de su llanto;
soy el verdugo y el decapitado,
el juez y el jurado, y el acusado, ¡también ese eso yo!
¡He cometido todos los crimenes!
¡He alcanzado todas las virtudes!
Soy tan sutil como el yogui, tan implacable como el mercenario,
soy tan deboto como el fanático, y tan tremendo como el tirano,
no seré nada más y nada menos que todo,
fuera de ahi, mi individualidad,
es mera casualidad, en la que me encuentro temporalmente,
decido contenerme esta corta vida, bajo esta corta forma,
para disfrutar por un momento el espectáculo de mi mismo,
en todas partes...

No soy nada, nunca seré nada,
porque estoy siendo todo, en todo el tiempo..
Infinito y vacío, res extensa,
nada me sucederá, soy el suceso mismo,
nada me pasará, soy el paso y la condición del paso,
el universo se expande en mí
a la vez que soy el universo...

Y ahora soy tu también, leyendo estás líneas,
donde soy más abusrudo -¡y por eso más grandioso!-
que todo el lenguaje junto, que esto es sólo la mínima parte
de lo que podría decir, enumerándome a mi mismo,
sintiéndome guardían de mis desgracias,
tan inumerables como mis apetencias,
mis carencias y anhelos,
todo lo deseo, porque no tengo nada,
tener algo es ya separalo del todo,
como arrancarme un dedo para decir que es mío;
si todo está en mí,
la posesión es absurda.
Lo deseo todo, todo el tiempo,
todo me falta, hasta la carencia,
nada es mío, ni yo mismo, el yo se borra,
soy otro, no soy otro, este que soy no es,
está siendo, en virtud de esa continuidad,
me disgrego hasta la locura,
hasta romper el suelo frágil de la razón
invertir el suelo sublime
y hacer evidente mi misma poderosidad,
hacer patente mi fuerza absoluta.

Soy la síntesis y el momento sublime
soy el esquema y el símbolo,
la excepción y la regla,
la frontera y el paradigma...

Al final, soy hasta las moléculas diminutas que forman estas letras,
más presente estoy que nunca en mi poema,
porque está hecho de mi sangre,
que es el alfabeto entero.

Existo, luego pienso, luego siento, luego percibo,
luego amo, luego reconozco, luego juego,
luego toco, luego palpo, luego destruyo,
luego construyo, luego intuyo, luego... me encuentro a mi mismo,
en la multiplicidad incontable llamada mundo,
todo el tiempo, en cualquier tiempo,
y el tiempo aún lo tengo en los brazos...
como niño pequeño que me cuenta, que no es una línea recta vacía,
tiene miedo y frío,
y el espacio me cuenta que no es el otro,
que siempre está cerca,
que nos toca a cada momento,
y el pensamiento me dice que tiene frío
de tanto incendiarlo todo...

YO ESTOY SIENDO... TODO... NADA.. RUIDO... SILENCIO... UNIVERSO... ÁTOMO...

Gerardo Cielorraso...



jueves, 29 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 33-34

XXXIII
¡Oh, espacio y tiempo infinitos!
Ahora veo que es verdad lo que yo imaginaba,
lo que yo soñaba despierto en mi lecho solitario,
tumbado en la hierba,
o vagando sobre la arena de la playa bajo las pálidas
estrellas de la aurora.

Me despojo de ataduras y de lastre,
apoyo los codos sobre los acantilados,
circundo las sierras,
abarco los continentes con las manos
y me voy de camino con mi visión.
Por aquí voy. ¡Miradme!
Junto a las grandes casas cúbicas de la ciudad,
por las cabañas de troncos donde me albergo con los leñadores del bosque,
por los caminos de portazgo,
a lo largo de las calzadas polvorientas y del lecho seco de los ríos,
desbrozando mi pegujal de cebollas,
cavando las zanahorias y las chiribías de mi huerta,
cruzando sabanas,
rastreando por el bosque,
buscando el mineral y el oro de la tierra,
hundiendo y abrasando mis tobillos con la arena del desierto,
arrastrando río abajo mi canoa……
Por aquí voy,
por donde va y viene la pantera acechando en la rama de un árbol,
por donde el grano se vuelve furioso contra el cazador,
por donde la serpiente de cascabel calienta al sol sobre una roca, sus fláccidos anillos numerosos,
por donde la nutria se alimenta de pececillos,
por la orilla del río donde duermen los caimanes de piel córnea y granulosa,
por donde el oso negro busca las raíces y la miel,
por donde el castor acaricia el lodo con su cola aplastada,
por los ingenios de azúcar,
por los plantíos de algodón de flores amarillas,
por los de lino con finas flores azulencas,
por los maizales,
por los campos de centeno verdeoscuro que el viento riza y transparenta,
escalando montañas,
ascendiendo cauteloso, agarrado a los arbustos resistentes……..

Aquí estoy. ¡Miradme!
Donde canta la codorniz, en el lindero de los trigales con el bosque,
donde vuelan los murciélagos en el crepúsculo de julio,
donde el escarabajo de oro se deja caer en medio de la noche,
donde el arroyo desentierra las raíces de los árboles antiguos y fluye hacia los prados,
donde sestean los ganados sacudiéndose las moscas, con el movimiento tembloroso de los ijares…

Aquí estoy,
en la cocina donde los morillos se espatarran sobre la losa del fogón y caen en festones las telarañas desde
las vigas requemadas,
en la fragua donde rechina el martinete,
en la imprenta donde las prensas hacen girar su cilindros……
Donde quiera que el corazón del hombre golpea asfixiando y prisionero contra la reja dura de las costillas…

Aquí estoy,
donde el globo ingrávido y periforme flota y se levanta (dentro voy yo mirando tranquilamente hacia aba-
jo),
donde el carro de la vida puede despeñarse,
donde el fuego del sol incuba los huevos verduzcos en la arena removida,
donde la hembra de la ballena nada con la cría al lado, sin abandonarla jamás,
donde el barco de vapor despliega el largo y negro gallardete del humo,
donde el bergantín en llamas es arrastrado por corrientes desconocidas…..

Aquí estoy,
en el légamo viscoso donde crecen las lampreas,
donde los cadáveres se pudren,
donde la bandera de plurales estrellas flamea a la cabeza de los regimientos…….

Aquí estoy,
acercándome a Manhattan por la lengua estrecha de la isla,
bajo la catarata del Niágara que cae como un velo ante mis ojos,
en el humbral de la puerta,
en el último apeadero que se alza rústico en el bosque,
en las carreras de caballos,
en la romería,
en el baile,
en el rodeo,
en el gran partido de base-ball…..

Aquí estoy,
bebiendo alegremente con pícaros y parásitos.

Aquí estoy.
en el lagar de la sidra, probando la pulpa melosa y pardusca y chupando con una paja el jugo fermentado.

Aquí estoy,
pasando revista,
holgando en la playa,
discutiendo en el bar,
desgranando maíz,
construyendo una casa……

Aquí estoy,
escuchando el gorjeo del sinsonte;
sus gritos,
su alboroto,
su llanto……

Aquí estoy,
en el corral donde hacinan el heno
y esparcen el orujo,
donde espera recogida la vaca preñada,
donde el toro acomete para hacer su trabajo masculino,
donde el caballo monta a la yegua y el gallo cubre a las gallinas;
donde pacen los novillos,
donde los gansos pican su comida a tirones cortos y mecánicos,
donde las sombras del crepúsculo se alargan sobre la pradera infinita y solitaria,
donde los búfalos en manadas inmensas, que cubren millas cuadradas, avanzan lentamente,
donde resplandece policromo el colibrí,
donde el cuello del cisne longevo se curva y se enreda,
donde las perdices de pecho irisado empollan bajo tierra, con la cabeza fuera……

Aquí estoy,
en la puerta del cementerio, bajo cuyo arco pasan los fúnebres cortejos.

Aquí estoy,
entre la estepa blanca de la nieve y el carámbano de los bosques, oyendo aullar los lobos,
al margen del pantano donde la garza de cresta amarillenta viene por la noche a nutrirse de cangrejos…

Aquí estoy mirando toda la mañana, con la nariz aplastada en los cristales, los escaparates de Broadway,
y vagando toda la tarde por las callejuelas solitarias,
junto a la cama del hospital, alargándole la limonada al enfermo calenturiento,
junto al féretro, observando al muerto en silencio, bajo la luz de los cirios.

Aquí voy,
entre dos amigos a quienes llevo abrazados por la cintura,
observando las pisadas de los animales y las huellas del mocasín…….
Llego a todos los puertos de negocio o de aventura,
me lanzo iracundo contra el que odio, decidido a clavarle mi cuchillo,
deambulo a medianoche por mi patio, sin pensar en nada,
recorro las viejas colinas de Judea, junto al dulce y hermoso Galileo,
me precipito en los espacios, al través de los cielos y de los astros…..

Aqupi voy,
rodando entre los siete satélites del sol, el amplio anillo de Saturno y sobre un diámetro de ocho mil millas..

Aquí voy,
huyendo con los meteoros y lanzando bolas de fuego como ellos…..

Aquí voy,
transportando al niño en crecinete que lleva entera a su propia madre en las entrañas…..

Aquí voy,
bramando,
gritando,
proyectando,
adorando,
precaviendo,
reculando y volviendo a mi lugar,
apareciendo y desapareciendo…….

Aquí voy,
por aquí voy….
Todos estos caminos los huello día y noche sin cesar.

Visito los huertos de las esferas siderales y contemplo su fruto,
contemplo milenios y milenios ya maduros,
y milenios verdes todavía.
Vuelo por donde volaron las almas fluidas ya desaparecidas
y camino más debajo de la sonda.
Me entro por lo material
y por lo inmaterial.
Ningún guardián puede cerrarme el paso
y ninguna ley retenerme.

Anclo mi barco un momento nada más
y mis heraldos van y vienen sin descanso para enterarme de todo.
Voy en busca de pieles hasta el polvo y cazo la foca,
salto abismos con una garrocha de punta ferrada
y colgado de una cuerda desciendo desde el picacho.

Subo al trinquete
y en la noche hago guardia en el “nido del cuervo”.
Caminamos por el Mar Artico.
Aún tenemos bastante luz.

Pasan enormes masas de hielo
y allá lejos se yerguen las crestas blancas de los montes que prenden mi ilusión.
Nos acercamos a un gran campo de batalla donde en seguida tendremos que luchar.
Nos deslizamos sigilosos y callados por la imponente vanguardia del ejército….
Ahora entramos por los suburbios de una inmensa ciudad derruida…..
Los muros desplomados y la arquitectura rota conmueven más que todas las ciudades vivas de la Tierra.

Soy un camarada liberal.
Y acampo con todos junto a las hogueras del vivac.
Arrojo del lecho al desposado
y me acuesto con su mujer.
Toda la noche la sostengo entre mis piernas y mis labios.
Mi voz es la voz de la esposa.
Suben gritos por el barandal de la escalera.
Vienen a buscar mi cuerpo de hombre goteante y ahogado.

Comprendo el gran corazón de los héroes.
El valor de hoy
y el valor de todos los tiempos.
Este es el patrón de una lancha. ¡Miradlo!
Cuando divisó aquel pailebot a la deriva, sin timón en la tormenta, y al que casi cazaba la muerte, se pegó a
su costado y lo siguió fiel tres días y tres noches sin ceder una pulgada;
escribió con tiza en grandes letras, sobre un tablón estas palabras: ¡Animo, no os abandonaresmos!
Lo salvó.
Aún veo a las mujeres esqueléticas, con sus ropas holgadas, descender como espectros que salen de las
tumbas,
los rostros mudos y avejentados de los niños
y a los hombres de labios afilados y mejillas sin afeitar.
Todo esto lo veo,
lo gusto,
lo engullo,
lo asimilo,
lo hago mío
porque yo fui el hombre que sufrió y que estuvo allí.
Siento el orgullo y la serenidad de los mártires.
siento a la madre que ayer fue quemada en la hoguera por hereje, ante la mirada de sus hijos;
y al esclavo perseguido como un zorro por los perros;
lo siento vencido,
apoyado en la cerca,
sin aliento,
sudoroso……
siento las punzadas de su corazón,
sus piernas dobladas,
su cuello caído sobre el pecho
y los balazos asesinos.
Todo esto lo siento y lo sufro.
Yo soy todo esto.

Yo soy el esclavo acosado por la jauría.
Me duelen los mordiscos
y me defiendo a patadas de los perros.
Mirad mi tormento.
Oigo el crac-crac de los gatillos,
me pego a las alambradas de la cerca,
sangran mis heridas (el sudor ablanda mi piel y facilita la hemorragia),
y caigo sobre las piedras y la hierba.
Los jinetes que me persiguen espolean los caballos,
se acercan,
escucho blasfemias y denuestos….
y los golpes iracundos del látigo caen sobre mis espaldas y mi cráneo.

Cambio de agonías como de vestidos.
No le pregunto al herido cómo se siente,
me convierto en el herido.
Sus llagas se hacen lívidas en mi carne, mientras lo observo, apoyado en mi bastón.

Yo soy el bombero con los huesos del pecho rotos, y hundido entre los escombros de los muros desplomados;
respiro humo y fuego,
oigo los gritos de espanto de mis camaradas,percibo el golpe lejano de las picas y de las balas……..
Ahora separan las vigas que me aplastan
y unas manos me levantan con cuidado.

Estoy sobre el suelo,
en el aire de la noche, con mi camisa roja;
todos callan para no molestarme.
No me duelo nada….
Me siento agotado….. pero soy casi feliz.
Las caras que me rodean aparecen blancas y bellas,
(todos se han quitado el casco)
y las gentes arrodilladas a mi lado están pálidas, bajo la luz de las antorchas.

Lo lejano y lo distante resucitan.
Están ahí como la esfera del reloj,
mis manos son las manecillas,
yo mismo soy el reloj.

Ahora surjo como el viejo artillero que murió.
Contaré el bombardeo de mi fortaleza.
Estoy allí de nuevo.
De nuevo oigo el redoble de los tambores,
el estampido del cañón y los morteros
y el cañón enemigo que responde.
Lo escucho todo:
el estrépito general,
los gritos,
las blasfemias,
los aplausos al disparo certero……
Lo veo todo:
la ambulancia que pasa lentamente, dejando un reguero de sangre,
los zapadores diligentes, reparando las brechas,
la caída de las granadas por el boquete del tejado,
la explosión en forma de abanico,
piedras,
vigas,
trozos de metralla,
cuerpos descuartizados que pasan silbando por el aire….

De nuevo veo la boca ensangrentada del general moribundo que agita furiosamente la mano y balbucea por
entre los coágulos de sangre: --No os preocupéis de mí……. Defended……. la trinchera.

XXXIV
Ahora os referiré lo que contaban en Texas cuando yo era muchacho.
(No es la caída de Alamo, porque nadie se salvó para contarla.
Los ciento cincuenta hombres aquellos yacen mudos en Alamo.)
Os referiré el asesinato, a sangre fría, de cuatrocientos doce valientes.

Al retirarse, quedaron atrapados en una depresión del terreno.
Se atrincheraron con el bagaje.
Y antes de entregarse le hicieron novecientas bajas al enemigo, nueve veces mayor.
(Fue el precio adelantado de su rendición).
Cuando quedaron sin coronel y sin pertrechos izaron la bandera blanca, accedieron a capitular honrosamen-
te………
Llegó un pliego sellado,
entregaron las armas…..
y marcharon a la zaga del ejército triunfal como prisioneros de guerra.

Eran la gloria de los Guardias Montañeses,
los primeros en domar potros
y en manejar el rifle……
Los primeros en el festín, en la canción y en el amor.
Eran fuertes,
inquietos,
generosos
bellos,
altivos,
enamorados,
de rostro hirsuto y requemado por el sol.
Vestían el traje amplio de los cazadores
y ninguno tenía más de treinta años.
Comenzaba el verano, glorioso,
y un domingo, de madrugada,
los sacaron de la prisión para asesinarlos en pelotones.

Ninguno quiso arrodillarse.
Algunos se rebelaron desesperados y enloquecidos,
y otros permanecieron inmóviles y mudos.
La primera descarga derribó a los alcanzados en las sienes y el corazón.
Luego cayeron los demás.
Se retorcían en el lodo…….
y el nuevo pelotón que llegaba los veía agonizar.
Dos o tres medio muertos intentaron huir arrastrándose.
Los remataron con la bayoneta o aplastándoles el cráneo con la culata del fusil.
Un muchacho de apenas diecisiete años quiso ahogar a su asesino y otros dos se le abalanzaron para sepa-
rarlo…….
Los tres quedaron con las ropas desgarradas y bañados con la sangre del adolescente.

A las once comenzaron a incinerar los cadáveres.

Y ésta es la historia del asesinato, a sangre fría, de aquellos cuatrocientos doce soldados, gloria de los Guardias Montañeses, tal como la contaban en Texas cuando yo era muchacho.

CANTO A MI MISMO Partes 28-32

XXVIII
Y ¿qué es tocar, qué es sentir otro cuerpo?
Es entrar tembloroso en una nueva identidad.
Llamas y éter precipitándose por mis venas.
Es algo de mí mismo que me traiciona y sale violento a ayudar a este fuego.
Micuerpo y mi sangre se mueven como el rayo para caer sobre esto que llega y que apenas se diferencia de mí.

Por todas partes incitadores salaces que paralizan mis miembros.
y fuerzan la ubre de mi corazón hasta sacarle la última gota;
incitadores que se conducen desvergonzadamente conmigo y no me obedecen.
Con no sé qué intención me privan de lo mejor de mí mismo,
desabrochan mi ropa y me sujetan por los lomos desnudos;
me alucinan en mi confusión con la calma del sol y de los prados,
desplazan orgullosos mis sentidos (mis compañeros de trabajo),
los sobornan para hacer cambalache con el tacto y recoger todas las sensaciones de mi piel,
se burlan de mis fuerzas exhaustas y de mi cólera,
llaman al resto de la chusma incitadora para que se diviertan un rato.
y al fin todos se juntan en montón para atormentarme.
Los centinelas abandonan las otras partes comprometidas de mi ser,
me entregan inerme a un saltedor sanguinario
y se unen a los demás para contemplar y precipitar mi derrota.

Traidores fueron que me dejaron en su manos
Pero ¿qué estoy diciendo?
¡Soy un miserable!
Nadie más que yo fue el traidor.
¡Yo soy el gran traidor!
Yo mismo que uní a la facción,
mis propias manos me llevaron allí.
¿Qué estás haciendo, tacto maldito?
¡Déjame, déjame!
Mi garganta se cierra, mi aliento se para……
¡Por favor, por favor….. abre tus compuertas!
¡Eres más fuerte que yo!

XXIX
¡Tacto que amas y luchas y ciegas!
¡Tacto encapuchado y enfundado!
¡Tacto de finos colmillos puntiagudos!…….,
¿no te dolió dejarme?

¡Al llegar, conocemos de donde partimos,
pagamos sin cesar una deuda perpetua
y la lluvia copiosa da frutos abundantes!

Al borde del camino prenden brotes vitales y prolíficos.
proyectos de paisajes masculinos, sazonados y augustos.

XXX
Todas las cosas tienen su verdad.
Una verdad que no se apresura ni se resiste a salir
No son necesarios los fórceps del cirujano para traerla a la luz.
Lo insignificante es tan grande para mi como lo más grande.
(Y ¿qué es más grande o más pequeño que el tacto?)
Ni la lógica ni los sermones convencen.
La humedad de la noche entra más profunda en mi alma que todas las palabras.

(Sólo lo que se prueba en todos los hombres y en todas las mujeres es verdad,
y sólo lo que nadie puede negar existe).

Un minuto y una gota de mí mismo sosiegan mi espíritu.
Creo que la tierra húmeda será un día luz y amor,
que el cuerpo del hombre y de la mujer
son el compendio de todos los compendios,
que el amor que los une es una cumbre y una flor
y que de ese amor omnífico han de multiplicarse hasta el infinito
y hasta que todos y cada uno no sean más que una fuente de alegría común.

XXXI
Creo que una hoja de hierba es tan perfecta como la jornada sideral de las estrellas,
y una hormiga,
un grano de arena
y los huevos del abadejo
son perfectos también.
El sapo es una obra maestra de dios
y las zarzamoras podrían adornar los salones de la gloria.
El tendón más pequeño de mis manos averguenza a toda la maquinaria moderna,
una vaca paciendo con la cabeza doblada supera en belleza a todas las estatuas,
y un ratón es milagro suficiente para convertir a seis trillones de infieles.

Descubro que he asimilado
granito,
carbón,
musgo,
frutos,
semillas,
raíces…..
y que todo mi cuerpo está impregnado
de cuadrúpedos
y de pájaros.
He dejado allá lejos, por razones esenciales, las formas inferiores
pero puedo hacerlas volver a mi cuando quiera.
Y es inútil la violencia o la timidez,
inútil que las rocas plutónicas me lancen su fuego cuando me acerco,
inútil que el mastodonte recule y se esconda bajo el polvo de sus huesos,
inútil que el mar se hunda y los grandes monstruos se agazapen en el fondo del agua,
inútil que el águila se albergue en el picacho que rejonea a las estrellas,
inútil que se arrastre la serpiente entre las lianas y los troncos,
inútil que el antílope huya por las veredas escondidas del bosque,
inútil que las alcas de pico afilado naveguen hacia el norte lejano del Labrador…
yo lo sigo rápidamente y subo hasta el nido en lo abrupto del acantilado.

XXXII
Creo que podría volverme a vivir con los animales.
¡Son tan plácidos y tan sufridos!
Me quedo mirándolos días y días sin cansarme.
No preguntan,
ni se quejan de su condición;
no andan despiertos por la noche,
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios………

No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos antes que él.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.

Me muestran el parentesco que tienen conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
¿En dónde las hallaron?
¿Pasé por su camino hace ya tiempo y las dejé caer sin darme cuenta?
Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre más rico y más veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aquí sólo a aquel que más amo y marchando con él en un abrazo fraterno.

Este es un caballo. ¡Miradlo!
soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles……

Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus músculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista…..
pero yo sólo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravillosos corcel.
¿Para qué quiero tu paso ligero si yo galopo más de prisa?
De pie o sentado, corro más que tú.

martes, 27 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 23-27

XXIII
¡Oh, desenvolvimiento interminable del verbo al través de los mundos!
Mía es la palabra Humanidad,
una palabra vieja y moderna, forjada con el acero de la fe.
Que se cumpla esta palabra ahora o en los siglos venideros,
nada me importa.
Yo vivo en el tiempo absoluto.
Sólo el tiempo es perfecto, redondo, y todo lo completa.
Sí. Sólo esta maravilla desconcertante y mística del tiempo todo lo completa.
Acepto la realidad y no la discuto.
La materia me circunda y me absorbe.
¡Hurra por la ciencia positiva!
¡Vivan las demostraciones exactas!
Traedme coronas de cedro y de laurel.
Honrad esas cabezas:
la del químico,
la del geómetra,
la del gramático,
la del que descifra los viejos jeroglíficos,
la de los marinos que guiaron las naves por mares desconocidos y llenos de peligros,
la del geólogo,
la del que maneja el escalpelo
y la del que gobierna el microscopio.


Para vosotros los aplausos
las medallas
y las graves dignidades.
Vuestros hechos
y vuestras conquistas
no son de mi dominio,
pero son útiles,
y por ellos entro yo en este mundo de la canción que es mi dominio.
Mis poemas no hablan de las propiedades singulares de las cosas,
hablan de la vida no catalogada,
de la libertad y del misterio.
No se ocupan de los neutros ni de los castrados,
exaltan al hombre y a la mujer bien organizados,
baten los tambores de la rebelión
y se unen a los fugitivos,
a los mártires y a los que conspiran.

XIV
Yo son Walt Witman……
Un cosmos. ¡Miradme!
El hijo de Manhattan
Turbulento, fuerte y sensual;
como, bebo y engendro…..
no soy sentimental.
Ni por encima ni separado de nadie,
ni orgulloso ni humilde.

Desclavad las cerraduras de las puertas.
Sacad las puertas mismas de sus goznes.
Quien humilla a otro
me humilla a mí.
Y todo lo que se dice y lo que se hace repercute en mí.
De mí surge la inspiración:

Yo digo la palabra mágia y primera,
y doy el santo y seña de la democracia.
Y digo que no aceptaré nada que no tenga una réplica inmediata y numerosa.
De mi garganta salen voces largo tiempo calladas,
voces de largas generaciones de prisioneros y de esclavos,
voces de ciclos de preparación y crecimiento,
voces de desesperados y de enfermos,
voces de ladrones y de enanos,
voces de cuerdas que conectan las estrellas,
voces de matrices y de gérmenes paternos…..
Voces de odio:
la voz del deformado,
del trivial,
del estúpido,
del loco,
del resentido;
la voz de la niebla en el aire,
la voz de los escarabajos que ruedan su bola de estiércol……
De mi garganta salen voces olvidadas;
voces de sexo y de lujuria,
voces veladas que yo desgarro,
voces indecentes que yo clarifico y transfiguro……

Yo no me tapo la boca
ni pongo el índice sobre los labios.
Me estremezco ante el vientre lo mismo que ante el corazón y la cabeza.

La cópula tiene el mismo rango que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos.
La vista,
el oído,
el tacto…
son milagros.
Y cada partícula,
cada apéndice mío
es un milagro.
Soy divino por dentro y por fuera
y santifico todo lo que toco
y todo lo que me toca:
el olor de mis axilas es tan fino como el de una plegaria;
y esta cabeza mía
vale más que las iglesias,
las biblias
y los credos.

Cuando adoro una cosa más que otra, adoro tan sólo la extensión de mi cuerpo o de una parte de mi cuerpo.
Tú no eres más que la réplica deslumbrante de mí mismo.
Surcos y tierra húmeda, eso eres tú;
la reja firme y masculina del arado,
todo cuanto en mí se cultiva y se labra;
eres mi sangre fecunda
y tus corrientes pálidas de leche, las ordeñas en mi vida;
eres el pecho que se aprieta a otro pecho
y en mi cerebro están tus circunvoluciones ocultas;
raíces lavadas del cáñamo,
tímida alondra,
nido oculto de huevos duplicados….. eso eres tú;
heno mezclado y tundido de la cabeza, de las barbas y de la carne dura….. eso eres tú;
jugo fermentado de manzanas,
fibras de trigo viril,
sol generoso……. eso eres tú;
vapores que iluminan
y apagan mi rostro……. eso eres tú;
arroyos de sudor y de rocío….. eso eres tú;
viento que acaricia mi carne con el cosquilleo de los genitales en celo,
amplios campos vigorosos,
ramas de roble vivo,
amante compañero en mi vagar sin rumbo….. eso eres tú;
manos que yo he apretado,
rostro que yo he besado,
hermana criatura a quien mis brazos estrechan sin cesar…… ¡eso eres tú!

Me asombro de mí mismo.
Chocheo ante mi ser.
¡Hay en él tantas cosas admirables!
Cada momento de mi vida
y cuanto sucede en mí
me estremece de júbilo.
¿Por qué se doblan mis tobillos
y cuál es la causa de mis más insignificantes deseos?
¿Por qué irradio amistad….
y por qué la recibo?

Cuando subo las escaleras de mi casa me detengo y digo de pronto: pero ¿es esto cierto?
La enredadera que trepa por mi ventana me satisface más que toda la metafísica de los libros.

¡Oh, maravilla del alba!
Una tenue luz allá lejos deslíe las sombras diáfanas e inmensas.
El aire es un manjar para mi lengua.

Del mundo movible
saltan en silencio,
brincan inocentes,
rezuman frescas
masas que cruzan oblicuas
hacia arriba y hacia abajo.

Algo que no puedo ver eriza púas libidinosas,
y mares de jugos resplandecientes
inundan la bóveda celeste.
La tierra y el cielo se juntan.
Y de esta diaria conjunción llega por el oriente un reto que se posa un instante sobre mi cabeza para decir-
me agresivo y burlón:
¿Serás tú el amo de todo esto?

XXV
Tremenda y deslumbrante el aurora me mataría si yo no llevase ahora y siempre otra aurora dentro de mí.
También nosotros ascendemos, deslumbrantes y tremendos como el sol,
también nosotros, alma mía, encontramos lo nuestro
en la calma y en la frescura del alba.

Mi voz llega hasta donde mis ojos no alcanzan
y con el giro de mi lengua lanzo mundos y nebulosas de mundos.

Mi discurso no es más que el hermano menor de mis sueños,
va de la mano de mi visión.
Solo no puede medirse,
me provoca sin cesar y me dice sarcástico:
“ya tienes bastante, Walt…… ¿por qué no te conformas?”

¡Cállate, necio…. cállate!
Tú sabes mucho de articulaciones……
¿Pero sabes tú cómo se repliegan los brotes bajo la tierra?
Aguardan en la sombra, protegidos por la nieve,
hasta que se abre el mantillo ante mis proféticos aullidos.
Porque mi sabiduría, que son las partes vivas de mi ser.
se armoniza con el significado de todas las cosas:
la alegría (quien quiera que me oiga, él o ella, que salga a buscarla ahora mismo).

Mi grandeza, ni la sospecha siquiera.
No quiero decirte quién soy en realidad.
Puedes medir mundos….. y mundos….. y mundos
pero no intentes jamás medirme a mí.
Tus sutiles argucias las desbarato yo con sólo mirarte.
Escribiendo y hablando no se me prueba.
La gran prueba de quién soy la llevo yo en mi rostro….
y sólo con el silencio de mis labios anonado al escéptico.

XXVI
Y ahora no quiero sino escuchar.
Ensanchar este canto todo lo que oiga….
¡Que todos los ruidos del mundo se viertan en él!

Oigo
el bullicio de los pájaros,
el sordo rumor de la espiga que se levanta,
el cuchicheo de las llamas,
el chasquido de los leños que cuecen mi comida,
oigo el sonido que más amo: la voz del hombre,
gritos que marchan juntos,
que se mezclan,
que se funden,
que se disgregan…..
oigo los ruidos de la ciudad y del campo,
los ruidos del día y de la noche….
Muchachos que conversan con aquéllos que los aman,
la nota agria de la amistad deshecha,
los quejidos del moribundo…..
Oigo la voz del juez que pronuncia, con las manos agarradas a la mesa y los labios pálidos,
una sentencia de muerte,
los gritos de los estibadores que descargan los barcos atracados al muelle,
el estribillo de los que levantan el ancla,
el tañido de la campana de alarma,
los gritos de ¡Fuego!
el zumbido y el estrépito de las máquinas y de los carros de bomberos, con sus luces de colores, que van pi-
diendo paso;
oigo el silbato del tren que arrastra su carga pesada de vagones;
oigo la marcha lenta que suena al frente de unos soldados que caminan de dos en dos,
(van a hacer guardia ante un cadáver;
hay crespones negros en el asta de las banderas)

Oigo el violonchelo (es el lamento de un corazón adolescente),
oigo el cornetín que penetra agudo en mis oídos y retumba enloquecido en mis entrañas.

Oigo el coro –asisto a una gran ópera--,
ahí está el tenor, fuerte y joven como la creación.
La órbita flexible de su boca vierte sobre mí cataratas de gozo.
Oigo a la soprano. (¿Qué vale mi canción comparada con la suya?)
La orquesta me lleva en giros más amplios que los del planeta Urano,
y saca de mí entusiasmos que yo desconocía;
me levanta y me hace navegar desnudo por mares indolentes cuyas ondas acarician mi cuerpo.
Un granizo amargo y enemigo me azota y pierdo el aliento.
Me siento hundido en un baño dulce de morfina y mi garganta se anuda como si fueses a morir….
Al fin vuelvo otra vez a este enigma de los enigmas que llamamos el Ser.

XXVII
¿Qué significa existir en una forma?
Vamos girando todos sin cesar para volver otra vez desde la curva más distante.
Si no hubiese nada más desarrollado que una ostra en su cascarón de piedra, eso sería bastante.
Pero yo no tengo cascarón.

Poseo hilos conductores rapidísimos, ya esté quieto o en marcha.
tentáculos que se apoderan de todas las cosas y las llevan intactas a través de mi ser.

Cuando rozo, palpo o siento con mis dedos, soy feliz.
Y tocar otro cuerpo es algo que apenas puedo resistir.

lunes, 26 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 18-22

XVIII
Con estrépito de música vengo,
con cornetas y tambores.
Mis marchas no suenan sólo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alebre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron en el mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes vencidos!
Los infinitos desconocidos valen tanto cmo los héroes más grandes de la Historia.

XIX
La mesa está puesta para el hombre.
Aquí está la carne para el apetito natural.
Siéntate.
Que se sienten todos:
el malvado
y el justo.
No desdeño a ninguno.
Que nadie se quede a la puerta.
La manceba,
el parásito
y el ladrón
están invitados;
y el negro cimarrón
y el sifilítico también.
No habrá diferencias
ni privilegios para nadie.
Que se sienten todos.

Esto es el apretón de una tímida mano,
el perfume natural de una cabellera desbordante,
el contacto de mis labios con los tuyos,
el jadeo de mi ansiedad,
el reflejo de mi cara en las alturas y en las profundidades insondables……..
es el deseo premeditado de mezclarme con todos…… y escaparme después.
¿Creéis que tengo algún propósito oculto?
Tal vez lo tenga
porque las lluvias de abril lo tienen
y la mica pegada en el costado de la roca lo tiene también.

Esto es el apretón de una tímida mano,
el perfume natural de una cabellera desbordante,
el contacto de mis labios con los tuyos,
el jadeo de mi ansiedad,
el reflejo de mi cara en las alturas y en las profundidades insondables……..
es el deseo premeditado de mezclarme con todos…… y escaparme después.
¿Creéis que tengo algún propósito oculto?
Tal vez lo tenga
porque las lluvias de abril lo tienen
y la mica pegada en el costado de la roca lo tiene también.

XX
¡Quién va allí!
Grosero, hambriento, místico, desnudo…… ¿quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es un hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío,
debes tú señalarlo como tuyo,
porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es más que cieno y podredumbre,
no me puedo parar a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvos para los inválidos;
y la conformidad, para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana.

¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estrados,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado a mis huesos.

Soy fuerte y sano.
Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mí
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que describo no puede medirse con el compás de un carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la noche con un carbón encendido.

Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy más orgulloso que los cimientos sobre los cuales se levanta mi casa).

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el más grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré…… esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tú llamas disolución
porque conozco la amplitud del tiempo.

XXI
Soy el poeta del cuerpo
y el poeta del alma.
Los placeres del cielo son míos
y los tormentos del infierno también.
Los placeres, los injerto y los prolongo en mí mismo
y los tormentos, los traduzco a una lengua nueva.

Soy el poeta de la mujer
y el poeta del hombre.
Y digo que es tan grande ser hombre
como ser mujer.

Canto la canción del crecimiento y del orgullo.
(Ya nos hemos arrastrado y escondido bastante.)
Y afirmo que el tamaño no es más que desarrollo.
¿Has sobrepasado a todo?
¿Eres tú el Presidente?
Pues eso no es nada……. una bagatela.
Cualquiera puede ser Presidente,
y todos llegarán más allá.

Yo soy el que camina por la noche que empieza y que se agrada,
y grito al mar y a la tierra perdidos en la noche como yo.
Noche, apriétame contra tu pecho desnudo,
apriétame contra tu pecho desnudo, noche nutricia y magnética.
Noche de vientos australes,
noche de grandes astros solitarios,
noche callada que me guiñas,
noche loca y desnuda que me buscas.

Tierra, sonríe:
sonríe con tu aliente fresco. Tierra voluptuosa de bosques adormilados y vaporosos,
Tierra de crepúsculos muertos.
Tierra de crestas hundidas en la niebla,
Tierra de bañada con la leche azulenca de la luna llena,
Tierra de luces y de sombras que jaspean la corriente del río,
Tierra de nubes límpidas y grises que mi amor abrillante y enciende,
Tierra de profundos barroncos y llena de flores de manzano…..
Sonríe, sonríe porque tu amada llega.
Amor me diste generosa
y amor te devuelvo…..
amor indescriptible y apasionado.
Y que nada es tan grande como ser la madre de los hombres.

XXII
Y tú, mar…… También me entrego a ti.
Sé quién eres muy bien.
Desde la playa veo tu mano invitadora que me llama.
Creo que no quieres retirarte sin acariciarme.
Bien. Haremos un viaje juntos.
Aguarda a que me desnude y llévame contigo hasta perder de vista la tierra.
Arrúllame y déjame dormir y soñar en los blandos cojines de tus olas,
úngeme con tu amorosa espuma,
Yo te pagaré con amor.

Mar dilatado de bruñidas lontananzas,
mar de largo resuello convulsivo,
mar que eres la sal de la vida
y la tumba abierta siempre para todos;
mar delicado y caprichoso,
aullido y catapulta en las tormentas,
yo también soy como tú: único y plural.
También yo tengo flujos y reflujos,
también yo llevo en mis entrañas el odio y la paz,
y glorifico a los amigos
y a los que duermen abrazados.

Yo soy quien atestigua la simpatía.
(¿Haré solo el inventario de mis cosas y me olvidaré de la casa que las contiene?)

Yo no soy sólo el poeta de la bondad.
Soy el poeta de la iniquidad también.
Y no me averguenzo.
¿Qué alboroto es ése?
¿Quién discute sobre el vicio y la virtud?
Me empujan el mal
y el deseo de reformar el mal:
pero yo no me muevo.
¿Soy yo un inquisidor?
Yo no soy más que un hombre que riega las raíces de todo lo que crece.

¿Temeís que a la terca fertilidad de la vida le salgan escrófulas?
¿Creéis que las leyes celestiales están todaví en el crisol y que aún pueden ser rectificadas?
Encuentro equilibrio en un lado solo
y en el antípoda también;
me sostienen las doctrinas firmes
y las doctrinas deleznables;
y en nuestros pensamientos
y en nuestros hechos actuales
están nuestro arranque y nuestro vuelo.
Ningún tiempo es tan grande para mí como este minuto de hora que me viene al través de millones de siglos.
Que te hayas comportado bien en el pasado
y que te comportes ahora bien,
no es nada asombroso.
Lo asombroso es que existan siempre y se reproduzcan el ruin y el hombre sin fe.

sábado, 24 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 12-17

XII
El carnicero se pone las ropas de trabajo y afila el cuchillo detrás de su puesto en el mercado.
Me paro junto a él y me divierto con sus salidas y sus bromas, mientras corta y descuartiza una res.

Los herreros con el rostro tiznado y el pecho velludo
rodean el yunque.
Todos tienen grandes martillos.
Ahora descansan;
en el fuego se calienta un hierro.

Desde el umbral de la herrería, lleno de escoria y de ceniza, los contemplo.
El más ligero movimiento de sus cuerpos armoniza con la pesada herramienta.
Ahora los martillos giran,
se ciernen sobre el yunque
y caen lentos y seguros sobre el hierro encendido.
Ninguno se precipita
y todos dan en su sitio:
pin, pan, pin, pan, pin, pan...

XIII
El negro seguro y gigantesco se yergue sobre una pierna en el pescante.
Sostiene firmes las riendas de la cuadriga y el carro se vence bajo el peso de la cadena que se arrolla al so-
porte.
La camisa azul del esclavo se abre en el cuello
hasta mostrar el pecho
y se afloja y abomba con el viento sobre la faja.
Su mirada es tranquila y dominante.
Se sacude hacia atrás el sombrero
y deja al descubierto la cabeza.
El sol cae ahora sobre su pelo crespo y sobre el azabache pulido de su piel.
Me apasiona este gigante pintoresco
y también los cuatro caballos que gobierna.
Porque yo soy el gran catador de la vida,
el que la gusta y acaricia incansable donde quiera que se mueva,
ya marche hacia atrás o hacia delante.
Me inclino ante los altares humildes y olvidados
y no desdeño nada ni a nadie.
Lo absorbo todo para mi sangre y para mi canción.

Bueyes que hacéis rechinar, al andar, el yugo y la cadena
o que sesteáis en la sombra de los prados
¿qué me queréis decir con vuestros ojos?
Me decís más que cuanto han leído los míos en la vida.
Vagando el día entero me pierdo en el bosque
y mis pasos espantan los ánades, al macho y a la hembra,
que levantan el vuelo juntos
y forman círculos en el aire.
Pienso que sus alas se mueven cargadas de designios,
que el rojo, el amarillo y el blanco de sus plumas tienen un sentido,
que el gris y la cabeza empenachada encierran un propósito……
y no digo que la tortuga es indigna porque no es otra cosa que tortuga.

La chova, que no sabe la escala musical, trina bastante bien para mí,
y la mirada de aquella yegua baya pone en evidencia vergonzosa toda mi ignorancia.

XIV
En la noche fría, el ganso salvaje guía la bandada; su graznido me llega como una invitación.
Acaso el orgulloso no oiga nada,
pero yo, que escucho atentamente,
descubro su propósito y su sitio allá arriba,
en el cielo del invierno.

El alce ligero del norte,
el gato que dormita en el umbral,
el vencejo,
el topo,
las crías de la cerda que tiran de las ubres,
y los pollos de la galli-pava bajo las alas entreabiertas,
se mueven bajo la misma ley que yo.

La presión de mis pies sobre la tierra
levanta miles y miles de emociones
que desprecian este esfuerzo mío por definirlas.
Amo el campo abierto y fecundo,
a los hombres que cuidan el ganado,
a los que respiran el aire del mar y de los bosques,
a los constructores y a los tripulantes de navíos,
a los que blanden el hacha y la mandarria
y a los domadores de caballos…….
Viviría, comería y dormiría con ellos semanas y semanas.

Lo corriente y lo tosco,
lo cercano y lo fácil soy yo mismo.
Voy hacia mi suerte,
me ofrezco entero sabiendo que gano siempre en la partida
y me adorno para entregarme al primero que me llame.
No le digo al cielo que descienda hasta mí.
Soy yo el que me doy, libre y sin cesar.

XV
La contralto canta junto al órgano del coro.
el carpintero alisa la madera con el cepillo que cecea salvaje y silba su canción,
los hijos casados y los que no están casados todavía, vuelven a casa para la cena pascual;
el piloto, con su brazo fornido, hace girar el gobernalle;
el patrón se yergue vigoroso en el bote ballenero, con la lanza y el arpón en la mano;
el cazador de patos camina en silencio con pasos sigilosos;
el diácono, con las manos cruzadas sobre el altar, aguarda las órdenes sacerdotales;
la hilandera se balancea entre el zumbido de la rueda;
el labrador pasea y se para de pronto para ver cómo han crecido la avena y el centeno;
el loco es conducido al manicomio porque los médicos han dicho que es caso incurable…..
(ya no dormirá más como solía en un camastro, cerca de su madre);
el impresor de pelo gris y pómulos enjutos masca tabaco junto a la caja, mientras mira el manuscrito con o-
jos enervados;
un cuerpo deforme está sobre la mesa de operaciones,
los miembros amputados caen horribles en el cubo;
la mulata es vendida en pública subasta
y el borracho cabecea junto a la estufa de la taberna;
el maquinista se remanga la camisa,
el policía vigila su distrito,
el portero custodia en el umbral
y el mozo del express gobierna su vagón
(me encanta este mozo, aunque no lo conozco);
el jockey mestizo se ata las correas de sus botas livianas para competir en la carrera;
jóvenes y viejos se reúnen en las cacerías de pavos del oeste
--unos se recargan en los rifles,
otros se sientan en los troncos--,
de la partida surge el tirador,
se aposta en un lugar y apunta.
Grupos de nuevos emigrantes inundan los muelles y el malecón;
los negros trabajan en el ingenio de azúcar, mientras el capataz vigila desde su montura;
suena el clarín en el salón de baile,
los caballeros se apresuran a buscar su pareja
y los que van a bailar se saludan;
el adolescente, desvelado en su cama, bajo el techo de cedro del ático, escucha la canción de la lluvia,
los cazadores de Michigan ponen trampas en el arroyo que alimenta el río Hurón;
la india piel roja, envuelta en su manto oriado de amarillo, vende mocasines y bolsas de cuentas;
el connoisseur husmea por la exposición entrecerrados los ojos e inclinando hacia los lados la cabeza;
los marineros amarran el vapor y tienden la escala para que los pasajeros desembarquen;
la hermana menor sostiene la madeja mientras la hermana mayor va haciendo una bola y se detiene a inter-
valos para desatar los nudos;
la esposa que se casó hace un año está ya repuesta y es feliz con su primogénito, que tiene ahora quince
días;
la muchacha yankee de cabellos rubios se afana junto a la máquina de coser o trabaja en la fábrica de hila-
dos;
el lápiz del reportero vuela rápido sobre las cuartillas,
el empedrador apisona la calle,
el pintor de muestras forma letras con el azul y el oro,
el chico del canal corre por la línea del remolque,
el zapatero enseba los cabos
y el director de orquesta marca el compás y los cantantes lo siguen;
bautizan al niño
y el converso hace su profesión de fe,
la regata ha comenzado y los balandros surcan la bahía (¡mirad cómo brillan las velas blancas bajo el sol!);
el pastor vigila su ganado y grita a la res que se desvía;
el bohonero suda bajo el peso de su mercancía mientras regatea el comprador;
la novia alisa y acaricia su blanco vestido, y el minutero del reloj se mueve lentamente;
el fumador de opio reposa con la cabeza rígida y los labios entreabiertos;
pasa la prostituta arrastrando su chal y con el sombrero ladeado sobre el cuello vacilante y cubierto de granos;
las gentes se ríen de sus juramentos obscenos y unos hombres se mofan y guiñan el ojo; (¡Desgraciada! Yo
no me mofo ni me río);
el Presidente se reúne en consejo de ministros;
en el pórtico pasean tres severas matronas cogiosas del brazo;
la tripulación del pesquero almacena la pesca en la bodega;
gentes de Missouri cruzan las llanuras con el ajuar al hombro y arreando los ganados;
el cobrador del tren pide el pasaje al cruzar el vagón, haciendo sonar unas monedas;
allí están los que entariman,
los constructores de tejados
(pasan los aprendices en fila con la artesa al hombro).
Hoy es cuatro de julio.
Año tras año las multitudes se reúnen imponentes (saludan los cañones y las armas menores también),
y año tras año
el arador ara,
el segador siega,
y el grano en el invierno cae sobre la tierra;
allá en los lagos, el pescador de garrocha observa y espera junto al horado abierto en la superficie helada;
el pionero clava profunda el hacha en los tocones que inundan la planicie;
los que tripulan la gabarra atracan cerca del campo de algodón a la sombra de los castaños;
el buscador de negros rastrea por los pueblos del Río Rojo y por las tierras que bañan el Tennessee y el
Arkansas;
brillan antorchas en las sobras que proyectan el Chatahuche y el Atamayo……;
los patriarcas se sientan a la mesa con los hijos, los nietos y los bisnietos;
en chozas de adobe y en tiendas de lona duermen los cazadores y los armadores de trampas, después de su
deporte diario;
la ciudad duerme
y el campo duerme también;
los vivos duermen lo que han de dormir
y los muertos lo suyo;
el marido viejo duerme junto a su mujer
y el marido joven junto a la suya……
Todos quieren venir hacia mí
y yo quiero ir hasta ellos…….
Y tal como son, más o menos soy yo;
y de ellos,
de cada uno y de todos
y de mí mismo…..
sale esta canción.

XVI
Soy del viejo y del joven,
del necio y del sabio,
indiferente y atento,
maternal y paternal…….
Mi urdimbre es fina y tosca.
Soy de una nación gigante
formada de muchas naciones y donde las pequeñas valen lo mismo que las grandes;
soy del norte y del sur,
soy el ranchero desenfadado y hospitalario que vive allá abajo junto a las aguas del Oconi;
soy el yankee libre en su camino y listo siempre a traficar, con las coyunturas más fléxibles y más rígidas
de toda la tierra;
soy el kentukiano que vaga por el valle del Eikon, con leggins de cuero de venado;
soy el hombre de Luisiana y de Georgia;
soy el botero que navega por los lagos,
por las bahías
y a lo largo de las costas;
soy de Indiana,
de Wisconsin;
me acomodo muy bien a los mares del Canadá,
en los bosques de la altiplanicie
y con los pescadores de Terranova;
me encuentro a mis anchas en la flotilla rompehielos, navegando con todos;
estoy muy a mi gusto en las colinas de Vermont,
en las selvas de Maine
y en los ranchos de Tejas;
soy amigo de las gentes de California
y de los gigantes selváticos del noroeste;
estrecho la mano del barquero
y como y bebo con los que trabajan en las minas;
soy aprendiz del más ingenuo
y maestro del más avispado;
soy un novicio que tiene la experiencia de siglos
milenios;
tengo el color de todas las razas
y el prestigio de todas las castas;
pertenezco a todos los rangos
y a todos los credos……..
Soy labrador, mecánico y artista,
caballero, cuáquero y marino;
un prisionero, un iluso y un tunante;
abogado, médico, presbítero…….
Todo lo resisto mejor que mi propia diversidad.
Respiro fuerte, pero dejo aún bastante aire para los demás.
No soy orgulloso.
Estoy en mi sitio solamente.
Los huevos del boquerón y la polilla están en su sitio;
los soles encendidos que yo veo,
y los que se mueven en la sombra y no puedo ver, están en su sitio;
lo palpable está en su sitio
y lo impalpable también.

XVII
Éstos son los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países,
no son originles míos.
Si no son tuyos tanto como míos no son nada o casi nada,
si no incluyen todo, son poco menos que nada,
si no son el enigma y la resolución del enigma, no son nada,
si no son al mismo tiempo cercanos y remotos, no son nada.
Ésta es la hierba que crece dondequiera que hay tierra y agua,
éste es el aire común que baña el globo.

Éste es el aliento de las leyes, canciones y conductas,
ésta es el agua insípida de las almas... éste es el verdadero sustento.
Es para los analfabetos... para los jueces de la corte suprema...
para el congreso federal y para los congresos de los estados,
es para las admirables tertulias de escritores, compositoes, cantantes,
conferenciantes, ingenieros y sabios,
es para las infinitas razas de trabajadores, granjeros y marinos.

jueves, 22 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 6-11

VI

¿Qué es esto?, me dijo un niño mostrándome un puñado de hierba.
¿Qué podía yo responderle?
Yo no sé lo que es la hierba tampoco.
Tal vez es la bandera de mi amor, tejida con la sustancia verde de la esperanza.
Tal vez es el pañuelo de Dios,
un regalo perfumado que alguien ha dejado caer con alguna intención amorosa.
Acaso en alguno de sus picos ¡mirad bien! hay un nombre,
una inicial
por donde conozcamos a su dueño.
Pienso también que la hierba es un niño,
el recién nacido del mundo vegetal.
¿O es un jeroglífico uniforme cuyo significado es nacer en todas partes:
en las zonas pequeñas
y en las grandes,
entre los negros
y los blancos,
para darse a todos
y para recibir a todos?

¡Oh, hierba rizada,
yo te trataré con cariño!
Ahora me pareces la hermosa cabellera sin cortar del cementerio.
Tal vez eres el vello que nace en el pecho de los adolescentes muertos, a quienes yo hubiese amado,
las barbas de los ancianos,
la pelusilla de los niños arrebatados prematuramente al regazo de las madres……
¡Me pareces el regazo de todas las madres del mundo!

Sin embargo, esta hierba es muy oscura para ser la cabellera blanca de las madres cansadas,
es más oscura que la barba incolora de los viejos,
demasiado oscura para surgir de la roja y tierna bóveda de los paladares.
Pero oigo tantas lenguas que gritan,
tantas lenguas que no se articulan en la boca,
tantas voces que no salen de los labios.
¡Qué son estas voces!
¡Cuál es su designio!
Quisiera poder traducir lo que dicen de los jóvenes que se fueron para siempre en la mañana,
de los viejos y de las madres que partieron en la tarde,
y de los niños a quienes la muerte arrebató en la aurora.

Dime:
¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de los jóvenes,
de las madres y de los niños que se fueron?
En alguna parte están vivos esperándonos.
La hojita más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe;
que si alguna vez existió, fue sólo para producir la vida;
que no está esperando ahora, al final del camino, para detener nuestra marcha;
que cesó en el instante de aparecer la vida.

Todo va hacia delante
y hacia arriba.
Nada perece.
Y el morir es una cosa distinta de lo que algunos suponen.
¡Y mucho más agradable!

VII
¿Es agradable nacer?
Pues yo os digo que es tan agradable morir.
Oídme:

Muero con el moribundo
y nazco con el niño que recogen los pañales.
Yo no soy sólo esto que se alarga entre mi sombrero y mis zapatos.
Mira atentamente la pluralidad del universo:
nada es igual y todo es bueno.
Buena es la tierra,
buenos los astros…….
y las estrellas subalternas también.

Yo no soy sólo arcilla,
ni lo auxiliar de la arcilla tampoco.
Soy el compañero,
el semejante de ése,
tan inmortal y tan insondable como yo
(tal vez él no sabe que es inmortal,
pero yo si lo sé).

Cada especie para sí y para los suyos.
Para mí los machos y las hembras,
para mí los adolescentes que luego amarán a las mujeres,
para mí el hombre altivo que se encabrita ante el desprecio,
para mí la novia
y la novicia,
para mí las madres
y las madres de las madres,
para mí los labios que sonríen
y los ojos que lloran,
para mí los niños
y los que engendran a los niños.

¡Desnúdate!
No eres culpable,
no estás marchita
ni repudiada por ninguno.
Veo tu carne limpia.
Te veo al través del manto fino
o del refajo tosco……
y me quedo aquí……
tenaz,
empeñoso,
incansable……
No me puedes echar.

VIII
El niño duerme en la cuna.
Descorro la muselina
y lo contemplo largo rato.
Después, silenciosamente, espanto las moscas con las
manos.
El mozo y la doncella de mejillas empurpuradas
descienden entre los arbustos de la colina.
Yo los espío desde arriba.

El suicida está tendido en su cuarto sobre un charco de sangre.
Puedo ver su cabeza con los sesos fuera
y el sitio donde ha caído el revólver,
Me sumerjo en la ciudad
y presencio el espectáculo de la calle:
el charla de los que pasan,
el traqueteo de los omnibuses,
la rueda del carro que rechina,
el sordo murmullo de la suela de los zapatos en el pavimento,
el golpe de los cascos sobre los adoquines,
el retintín de los trineos,
el cochero con el alquila levantado,
las peleas de nieve…..
los gritos de júbilo,
los vítores a los héroes populares,
la furia de la muchedumbre arrebatada,
el paso rápido de una camilla (dentro llevan un enfermo al hospital),
el encuentro de dos enemigos,
la blasfemia súbita –el puñetazo y la caída--,
los transeúntes que se apiñan excitados,
el policía con su estrella, abriéndose paso rápidamente hasta el corazón de la refriega,
las piedras impasibles que reciben y devuelven tantos ecos,
los gruñidos de los ahitos
y de los hambrientos,
de los que se desploman en un ataque de insolación
o de epilepsia,
los gritos de la embarazada a quien de pronto le cogen los dolores del parto……
lo que se grita
y lo que se calla también,
los aullidos que amordaza el decoro,
la detención de los criminales,
los ofrecimientos furtivos de adulterio,
la aceptación o el repudio
hecho sólo con el movimiento de los labios….. Todo lo observo,
todo lo anoto,
todo este espectáculo con su resonancia me interesa,
me mezclo en él…….
y luego me voy.

IX
Las grandes puertas del granero esperan abiertas a los carros perezosos cargados de hierba seca.
El sol cae sobre la alfalfa tostada y denuncia algunos hilitos verdes todavía.
En haces apretados los apilan luego en el pajar henchido que se pandea.
Yo estoy aquí y ayudo también.
¡Miradme tumbado sobre la cresta de la carga!
Con las piernas cruzadas voy sintiendo el traqueteo de las ruedas, luego doy un brinco, recojo el trébol y, hecho una pelota, ruedo con el cuello enmarañado y cubierto de paja.

X
Me voy solo de caza por los montes lejanos y solitarios,
camino asombrado de mi ligereza y mi alegría…..
Al caer la tarde busco un sitio seguro donde pasar la noche,
enciendo una hoguera,
aso la pieza que acabo de cobrar
y me duermo sobre un montón de hojas secas, con el perro y la escopeta a mi lado.

El cliper yanqui con su altivo tajamar corta la espuma y se desliza rápido por el agua.
Mis ojos buscan la tierra:
me inclino sobre la proa
o grito gozosamente desde la cubierta.

Los pescadores de almejas se levantaron al alba y esperaron a que yo llegase.
Me recogí los pantalones sobre los tobillos y me fui con ellos.
¡Fue un gran día!
Si hubieses venido conmigo, habrías comido sanchocho de almejas.

He estado en la boda de un armador de trampas.
Fue en el lejano oeste y al aire libre.
La novia era india piel roja.
Su padre y sus amigos estaban allí cerca, con las piernas cruzadas y fumando en silencio.
Llevaban mocasines y mantas amplias y gruesas sobre los hombros.
A la orilla del río esperaban los novios.
El armador estaba vestido casi todo de pieles,
la barba y las guedejas exuberantes
le protegían el pescuezo.
Tenía cogida por la mano a la novia.
Era una moza de pestañas muy largas,
de cabeza desnuda
y de trenzas ásperas y rectas que descendían por las caderas voluptuosas hasta los pies.

El esclavo furtivo se paró frente a mi casa.
Oí crujir las ramas secas bajo sus pies;
por la puerta entreabierta de la cocina lo vi cojear y, casi desmayado, sentarse sobre un troco.
Traje agua, lavé su cuerpo sudoroso y sus pies ensangrentados;
le ofrecí un cuarto junto al mío,
le di ropas limpias y gruesas
(aún recuerdo sus ojos espantados y su azoramiento)
y le puse compresas en las rozaduras del cuello y los tobillos.
Estuvo conmigo una semana hasta que se repuso y pudo caminar hacia el norte.
Cuando comía, sentado a la mesa junto a mí,
el fusil cargado descansaba en un rincón.



XI
Veintiocho mocetones se bañan en el río.
Veintiocho mocetones, en cordial camaradería, se bañan en el río.
Y una mujer de veintiocho años, virgen y hermosa, vive solitaria.
Suya es la suntuosa mansión que se alza en la ribera,
y, espléndida y ricamente vestida, espía oculta tras los cortinajes del balcón.

¿Cuál es aquellos mocetones le gusta más?
¡Todos le parecen hermosos!

¿Adónde vais, señora?
Aunque seguís fija en vuestra atalaya,
yo os veo ahora chapotear en el agua.
Danzando y riendo ha entrado en el río una hermosa bañista.
Ellos no la ven,
pero ella los ve y los siente henchida de amor.
Brilla el agua en las barbas mojadas de los hombres
corre por los cabellos largos
y como pequeños arroyos
pasa acariciando los cuerpos.
Una mano invisible pasa también acariciando temblorosa las sienes y los lomos.

Los muchachos flotan boca arriba con el vientre blanco combado bajo el sol,
sin saber quién los abraza y los aprieta,
quién resopla y se inclina sobre ellos,
suspensa y encorvada como un arco,
ni a quién salpican al golpear el agua con los brazos.

miércoles, 21 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 1-5

I
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago…… e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
par ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que me muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Se cuál es mi misión y no lo olvidaré;
que nadie lo olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.

II
Las casas y los aposentos están cargados de perfumes,
los estantes y los armarios están cargados de perfumes.
Aspiro y me complazco en su fragancia,
siento su influjo enervador,
pero me rebelo……… Me rebelo y me escapo.

La atmósfera no es un perfume.
No tiene el gusto de las esencias;
es inodora,
está hecha para mi boca
y yo lo absorbo y la adoro como a una novia.
Iré a los repechos donde comienzan los bosques y me desnudaré para gozar enloquecido su contacto.

Me gusta ver el vaho de mi aliento,
las ondas del río,
los hilos de seda que se cruzan entre los árboles,
las horquillas donde descansa la vid.

Me gusta oír los ecos,
los zumbidos,
los murmurios de la selva.
Me gusta sentir el empuje amoroso de las raíces
al través de la tierra,
el latido de mi corazón,
la sangre que inunda mis pulmones,
el aire puro que los orea
en inspiraciones y espiraciones amplias.
Me gusta olfatear las hojas verdes
y las hojas secas,
las rocas negruzcas de la playa
y el heno que se apila en los pajares.
Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando palabras que se pierden en los remolinos del viento.
Me gusta besar,
abrazar
y alcanzar el corazón de todos los hombres con mis brazos.
Me gusta ver entre los árboles el juego de luces y de sobras cuando la brisa agita las ramas.
Me gusta sentirme solo entre las multitudes de la ciudad,
en las estepas
y en los flancos de la colina.
Me gusta sentirme fuerte y sano bajo la luna llena
y levantarme cantando alegremente a saludar al sol.
¿Qué creíais?
¿Qué me conformaría con mil hectáreas de tierra nada
más?
¿Pensasteis que toda la tierra sería demasiado para mí?
¿Para qué habéis aprendido a leer si no sabeís ya interpretar mis poemas?

Quédate hoy conmigo,
vive conmigo un día y una noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol
(existen además millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano,
ni mirarás más por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás con el espectro de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

III
He oído a unos juglares que hablaban del comienzo
y del fin.
Pero yo no hablo del comienzo y del fin.

Nunca ha habido otro comienzo que éste de ahora,
ni más juventud que ésta
ni mas vejez que ésta;
y nunca habrá más perfección que la que tenemos
ni más cielo
ni más infierno que éste de ahora.

Instinto……. instinto…… instinto
Instinto siempre procreando el mundo.
De la sombra surgen los iguales que se contradicen y se complementan,
la sustancia que se multiplica……
el sexo siempre,
siempre una malla de identidades y diferencias……
y la preñez y el parto siempre.
Inútil es querer perfeccionar.
Esto lo saben ya los doctos y los indoctos.
Firmes,
clavados
ligados,
abrazados al mismo palo,
resistiendo como caballos percherones,
amorosos,
altivos
y eléctricos……..
¡yo y este misterio estamos aquí!

Clara y tierna es mi alma.
Y claro y tierno es mi cuerpo:
todo lo que no es mi alma también.

Si falta uno, faltan los dos.
Y lo invisible se prueba por lo visible,
hasta que lo visible se haga invisible y sea probado a su vez.

En todas las edades el mundo ha dispuesto sobre lo
bueno y lo malo.
Pero yo que conozco la correspondencia exacta
y la imparcialidad absoluta de las cosas,
no discuto,
me callo
y me voy a bañar al río para admirar mi cuerpo.
Hermoso es cada uno de mis órganos y mis atributos,
y los de otro hombre cualquiera sano y limpio.
No hay en mi cuerpo ni una pulgada vil;
nobles son todos los átomos de mi ser
y ninguno me es más conocido que los otros.

Estoy satisfecho:
veo, danzo, río, canto…….
Cuando mi amante y fervoroso camarada, que ha dormido a mi lado toda la noche,
se levanta y se va sigilosamente al amanecer,
dejándome canastas, tapadas con blancos lienzos que llenan y alegran mi casa con su abundancia, las acep-
to sin remilgos,
sin preguntar de dónde vienen
y sin ponerme a calcular lo que valen.

IV
Me rodean gentes nuevas,
gentes que me acosan a preguntas……..
Me llegan recuerdos de mi infancia,
de mi barrio,
de la ciudad,
de la nación;
pienso en las grandes fechas,
en los grandes sucesos,
en los grandes inventos,
en las nuevas empresas;
en los autores (en los antiguos y modernos);
me requieren la comida,
los amigos,
los vestidos;
me preocupan los ademanes,
las atenciones,
las deudas.
Me distraen la indiferencia real o fingida de las gentes que amo,
las dolencias de mis parientes,
mis propias dolencias,
las malas acciones,
la falta y la pérdida del dinero,
el abatimiento
y la exaltación.
Me acongojan las batallas
y los horrores de la guerra fratricida;
me angustian las noticias inciertas
y los acontecimientos definitivos……
Todas estas cosas llegan a mí de noche y de día,
entran en mi vida,
vienen y se van……..
¡pero yo no soy nada de esto!

Yo estoy fuera de estos empujones
que me traen y me llevan,
Yo me quedo arriba
alegre, ocioso,
compasivo,
viéndolo todo en panorama,
mirando, erguido el mundo desde lo alto
o apoyado el brazo sobre un sostén seguro,
aunque invisible,
esperando curioso,
con la cabeza medio vuelta hacia un lado,
lo que va a acontecer……
el acto siguiente.
¡Yo estoy dentro y fuera del juego a la vez…….
y lleno de asombro!

Miro hacia atrás
y me veo en la niebla discutiendo con satíricos y sofistas.
Pero yo no he venido a disputar ni a escarnecer.
Estoy aquí observando y…… ¡espero!

V
Creo en ti, alma mía.
Pero el otro que soy, no debe humillarse ante ti ni tú debes humillarte ante él.

Deja las palabras,
la música y el ritmo;
apaga tus discursos;
túmbate conmigo en la hierba.
Sólo el arrullo quiero,
el susurro
y las sugestiones de la voz.
¿Te acuerdas de aquella mañana transparente de verano?
Estabas con la cabeza reclinada en mis rodillas y dulcemente te volviste hacia mí,
abriste mi camisa
y me buscaste con la lengua el corazón profundo.
Después te alargaste hasta hundirte en mi barba, te estiraste
y te adheriste a mí desde la cabeza hasta los pies.

Conocí entonces la paz y la sabiduría que están más allá de las disputas de la tierra.
Y ahora sé que la mano de Dios
es la promesa de mi mano;
que el espíritu de dios
es hermano de mi espíritu;
que todos los hombres nacidos en el mundo son mis
hermanos también
y que todas las mujeres son mis hermanas y mis amigas……
¡que un solo germen de la creación es amor!
Infinitas son las hojas erguidas o marchitas del bosque,
las hormigas oscuras que se afanan debajo de las hojas,
las costras musgosas de la cerca,
las piedras amontonadas;
infinito el saúco,
el gordolobo,
la fitolaca.

Me celebro y me canto a mi mismo.

De vez en cuando uno se encuentra ante poetas monolíticos, no por su rigidez, sino por su vastedad, poetas que logran conformar en un solo poema al universo entero. Si el habla y el lenguaje son condición de la conciencia, entonces la poesía es el primer gesto de entendimiento con el mundo, antes de cualquier otro tipo de gesto el hombre pone nombres, tiene afección, y sufre enteramente a través de la palabra. Por primero no es el már primitivo, sino el más absoluto, el más puro, donde el hombre todavia no había cruzado la línea de la razón que todo lo divide y todo lo consume. Antes de esa misteriosa nube de entendimiento, el hombre estaba desnudo sobre el páramo del mundo, sintiendo que era uno contodo, y esa comunión es la tan añorada por los poetas, ese entendimiento en la roca, se rastrea por todos ellos, entre todos ellos se extiende.
El poeta se inclina ante la naturaleza y se deja abrazar por ella como un inmenso fuego, que le arranca de la lengua palabras, que rompen la anquilosis de sus manos y las hacen sangrar, el poeta escribe con su sangre porque todo contacto con el mundo lastima. Siempre que chocamos con la Natura es un violento choque, violento por su absolutidad, basta presenciar el espéctaculo de las tormentas en el cielo, de las olas azotando un risco, el rumor suave en el bosque, las perseverancia de la oruga, el chillido del murciélago, y entonces se entiende, se comprende que no sómos más que un ápice, un átomo, un momento fugaz, menos que una mancha. La conciencia alcanza plenamente la finitud ¿y por qué no entonces la palabra? Si la mente se arrebata, y se rompen todos los esquemas y las síntesis, ¿por qué no pensar que el poeta puede hacer fiel de ese arrebato? La poesía es el gesto primario del hombre, el más puro, el más imbatible, con el que comprueba todo el tiempo que está vivo, la razón lo conduce fuera de sí, a inventar a Dios y a arrodillarse, la poesía oculta, escapa a esa máquina del pensamiento y se hunde dentro entre los ramajes más ocultos.
Walt Withman es uno de esos poetas, que inicia una de las obras más importantes de la lengua inglesa en la modernidad. Después de Yeats y Thomas se pensaba que el modernismo inglés no podría atravesar el mar y hablar a través de un espíritu americano. Withman con su lenguaje localista, sus referencia bucólicas y campiranas, su pensamiento de igualidad, y armonía, viene a abrir una incisión profunda en las letras inglesas, de la que no han podido recuperarse salvo por Wolff quizás...
Me encontré con el Canto A Mi Mismo como quien se encuentra de golpe con un muro, buscando entre anaqueles viejos de librerias usadas, cayó a mis manos movido por la inercia y el mal acomodo. Abrí sorprendido sus primeras páginas... ME CELEBRO Y ME CANTO A MI MISMO... empezaba el poema, lo cerré de golpe. No necesitaba más, sentí una conmoción recorrer toda smis venas, presintiendo quizás el preludio de algo hermoso. El nombre lo había escuchado ya antes con Pessoa y un poema que le dedica a Withman "también soy una ramera del cosmos como tu Walt" le dice el portugués bajo su heterónimo de Álvaro Campos. Sorprendido ante esa referencia me llevé el libro a casa, y comencé a leerlo, 3 horas enteras no pude despegar mis ojos de esas líneas... auténticamente... me encontraba frente a algo maravilloso. Soy Walt Withman señores y me presento a mi mismo...

lunes, 19 de julio de 2010

Síntesis.

"¡Oh inteligencia!, Soledad en llamas."
-José Gorostiza, Muerte Sin Fin-


Sabemos que el misterio abre una duda,
rumiar lento del silencio en el cerebro,
el la chispa solitaria que brota del pensamiento,
de la que nace todo fuego,
que desborda los ojos y los ahoga en realidad,
que rompe las fronteras de la percepción
y nos hunde en la agonía de las horas inconexas.

Sabemos también que la palabra es frágil,
no soporta el sentido
que es denso, ancho, inabarcable,
se rompen mutuamente.
Un río que fluye hacia ninguna parte
y de ninguna parte proviene.
Nuestro Decir sólo alcanza a mirarlo unos instantes;
sabemos que nadie se baña dos veces en un mismo significado,
por eso la definición se queda huérfana.

Supimos hace mucho que la luz engendra miedo,
y que es infinitamente bella,
que es en la oscuridad el pensamiento
una tenue luz de vela que destella con palabras.

Supimos además, que el mundo es incomprensible,
y el sentido es espiral;
supimos que el ascenso hacia Dios se dio por el mono que pensaba,
y encontró su propio reflejo vacío en el tiempo,
res extensa de su carne.

Supimos que la piel que nos cubría era nuestra alma,
que la afección era un ente,
y la pasión un fenómeno,
supimos que las gargantas del esquema
se rompen ante el canto del símbolo.
Supimos que la duda cierra una puerta
que la poesía todo el tiempo abre,
ambas bañadas en el asombro
de que el viento subsista en cualquier parte.

Entonces dijimos TE AMO.
Entonces resumimos todo ese saber en una frase,
y lo perdimos irremediablemente.

Deberíamos empezar por lo que sentimos.

martes, 13 de julio de 2010

La Rosa y El Alba

Encontré tus ojos,
en medio de dos edades tiernas de silencio;
con su invitación pasmódica,
desdoblando las distancias a mi pecho.

Tus dedos tejieron un invisible hilo,
de mi boca a tu boca,
que palpitaba entre los pétalos de tu rosa íntima,
escondida en tu risa
y esparcida suave sobre tu blanca piel,
la rosa se volvío la lengua ede la noche.

Encontré tus manos,
en medio de la fricción de los instantes,
que desmembraban las huestes del eco
y visitaban las fibras de mi deseo perplejo.
Atrapada en la gracia de tu luz-aroma,
me tocaste como trueno, paroxismo inestrucable,
donde se acabaron todas las distancias,
y el espacio fue ciego,
entonces las bocas del aire
nos lamieron lentamente, todo el cuerpo.

Conocí tu desnudez como deslumbrado por la llama,
se quedó tu forma oculta en mis pupilas,
ya van mis manos a ensayarte de nuevo,
ya van mis risas a imitar tus alaridos.

Tus labios fueron aces de tinta,
suaves etapas de las estaciones de mi impulso,
concatenación de las voluntades tu cadera,
y en medio, suspendido, el tiempo.

Encontré tus brazos como infiernos de éter,
en los que ardí ahíto de vértigo,
de la altura de tus pechos caí al océano de mis venas
me agaché hasta mi sangre,
me escondí detrás de tus pupilas,
y la catástrofe de tus besos
abatió todas mis barreras.

Sobreviví a la tragedia de tu tacto,
me consumiste con el rojo de tu piel,
perdido en los mares de tu aliento,
me dejaste arrodillado ante el altar de tus pechos.
Encontré ahí tus palpitaciones
como la música más inédita del vuelo,
se extendió el horizonte sobre mi mano
para enseñarme tu secretas geografías...
Consumido entre tus miradas,
me deshiciste, pulverizando mis rocas interiores,
me agrietaste el cascarón del pensamiento
y desnudo me dejaste ante la duda.

Enloquecí en el asombro de tu aroma,
suave caricia que embriago estos versos,
en lo que ahora recuerdo que el alba,
fue el primer recuerdo que de eso tengo.

Vengo de conocer tu rosa interna,
de acariciar sus 24 pétalos,
vengo de ahogarme en sus pistilos,
y ebrio de ti, el alba me abrió los ojos
y me entregó la palabra que te nombra,
el epítome justo de tu mirada.

Gerardo Cielorraso

sábado, 3 de julio de 2010

Pregunta

¿Qué fue lo que te hizo tener esa poesía?
¡
Oh! amarga pregunta que me remite a mi agonía,
Y yo te pregunto con los ojos llenos de cielo:

“¿Recuerda el árbol cuando era semilla?
¿Recuerda la flor cuando fue capullo?
¿Recuerda la mariposa luminosa, sus días suaves de oruga?
¿Recuerda el ruido cuando fue silencio?
¿Recuerda la música su pasado de eco?
¿Recuerda el violín cuando fue acre?
¿Cuándo fue abeto el violonchelo?
¿Recuerda la nube cuando fue un charco humilde?
¿Y la gota al caer, reconoce a su madre la tormenta?
¿Recuerda el trueno su encierro en el oxígeno?
¿Tiene noción la roca de que fue arena?
¿Recuerda el color su blanco origen?
¿Reconoce la forma a la materia?
¿Conoce el cometa su propia estela?
¿Recuerda el sol cuando fue polvo?
¿Recuerda el hombre haber sido un mono?
¿Recuerda la piel su quietud antes del tacto?
¿Recuerda la oscuridad la primera luz que la penetró?
¿Recuerda el todo cuando era nada?
¿Recuerda Dios cuando era silencio antes de ser verbo?

Y me dices mientras tu cuerpo palpita,
Y tus ojos se abren en anamnesis de gloria,
No lo recuerdan.
“¿Recuerdas tu infancia?
¿Tú última inocencia?
¿Tienes el sabor de tu primer beso?
¿La primera vez que amaste el cielo abierto?
¿La primera vez que sangraste?
¿Recuerdas el primer poema que leíste?
¿Recuerdas tu primer encuentro con lo inmenso?
¿Recuerdas el vientre de tu madre?
¿Tus primeros pasos?
¿Tus primeras frases?
¿Recuerdas acaso nuestro primer beso?
¿La primera vez que reíste y sufrías por dentro?
¿La primera vez que le mentiste al tiempo?
¿Cuándo te negaste?
¿Reconoces tu rostro en el espejo?

Porque yo,
No puedo recordar alguna temporada
Donde haya escrito palabras diferentes a tu risa

Gerardo Cielorraso