jueves, 30 de septiembre de 2010

HOY INICIO LA REBELIÓN DE MI MIRADA,
ATRAPADO EN EL SOLILOQUIO DE UNA BOCA LEJANA
QUE SE ABRE PARA DECIR MI NOMBRE,
EL TIEMPO ES EL ACARICIARSE DE LO SIMÚLTANEO.

HOY MEZCLO TUS PALABRAS EN MI SANGRE,
ATÓNITO ANTE EL ESPEJISMO DE TUS BESOS
QUE INUNDAN EL TORRENTO IMPÁVIDO DEL COSMOS,
Y LA DISTANCIA ES LA FRICCIÓN DE LO POSIBLE.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El poeta de pie.

Yo sé que suspiro de noche,
densos humos de copal,
que viajo entre mangles y lirios
hacia el agua inmortal;
sé que entre rocas insomnes,
con ojos que miran el día,
se oculta mi voz antigua
con la que ahora hago poesía.

Sé que en el tenso rumor
de las cosas que se rompen,
encontré el estretor
de los niños mientras ríen,
a carcajadas, borrachos de infancia,
perdidos entre las coníferas,
acariciados por la neblina,
los niños de la montaña,
de donde está mi canción.

Se qué mi tierra se abre
en caminos ded curvas tan amplias
que parecen líneas rectas
penetrando el horizonte,
junto a los caminos crece la amapola,
en lento y morado baile,
que ensayo en este poema.
M...M...O...O...R...R...A...A...D...O!
Sé que los colores se inventaron en mi tierra
cuando la luz originaria brillo sobre su cien.

Sé que en los ojos de mis mujeres,
se refleja mejor la mañana
abriendo un suave espacio al atardecer,
que llevan la lucha, nacen con el llanto
y por eso su canto
no es imitado ni por el tizón.
Sé además, que sus manos
antes de conocer tacto de hombre
aprenden a acariciar pechos en hilos del mimbre,
sé que tallan sus sueños con finas maderas,
y que hacen altares a almas venideras.

Sé que vengo de un lugar donde se contradice el sueño,
donde la tautología se afirma en cada boca,
la verdad es un baile de dos pasos,
una mirada certera
y un saludo que sólo dan los ancianos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Sobre el paradero del poeta

Sobre el paradero del silencio

Enfermó de altura,
Sus letras siempre volaban.
Se perdió en el vacío del espacio
Por subir a pintar las estrellas.
Se quedó cojo,
Cuando trato de alcanzar el horizonte.
Y se ahogó en un charco
Cuando intento soñar con los peces.

Dicen que su poesía planeaba,
Que sus versos eran de aire,
Palabras de aire y en el aire vivas,
Que no hallaron más que smog y torres barrocas
o góticas campanas de la misa.
Dicen que nació en una tierra de dioses-narcisos,
Entre olores de carnes extrañas,
Y pueblos impronunciables en lengua castellana.

Otros dicen en cambio, que su poesía era de astros
Y se perdió en las yacatas silenciosas,
Que vinó a coserse como reboso,
O a tallarse sobre el madero.
Que sus líneas se ennvolvieron entre redes
De los pescadores de la “puerta del cielo”,
Que se abandonó en una isla,
Y de cobre le hicieron su encierro.

Antes que la caña tuviera el hongo,
El ya se había configurado en santo,
Se perdió entre mojarras y charales,
Conversando quizás con la culebra,
En los diálogos interminables en el dilecto de la piedra.
Dicen que poetizaba sobre el cielo,
Porque el cielo bajo el que poetizaba era el mundo entero,
Que en su ciudad todavía aún nacían las estrellas,
y la cantera todavía retiene su llanto.

Dicen que lleva una máscara de anciano,
Otras veces una de aberrante alebrije burlesco;
Baila como iguana, recolecta la flor de muerto
Y hace pan de ceniza y nata.
Dicen que se encuentra en la nieve del Tancítaro,
En el diptongo impronunciable del tarasco;
Dicen que los colibrís dibujan sus versos
En el húmedo calor del chubasco.

Dicen que olvidó el alfabeto, porque su pueblo era iletrado
Que tanto surrealismo lo consumió en el delirio
Y que ahora toca un son en cualquier quiosco.
Dicen que es un pez blanco enceguecido
Por los rostros de los dioses que se reflejan en su lago.
Hay nombres extraños,
Trabalenguas que no esperan la poesía
Y la recrean en pronunciaciones
Que forzan a la lengua a hacer cosquillas.

Trepó a los cerros que paren mártires,
Entró a los bosques que escupen santos,
Nado entre las aguas de pecesvque sueñan el ocaso
Dormidos bajo la mirada de los dioses.
Se perdió entre las ruinas de basalto,
Ahulló en el pueblo del coyote – Ihuatzio –
Se arrojó al cráter del volcán que duerme,
Y se perdió en una cañada, con 11 pueblos
Que nadie conoce.

Era tan anónimo comos los lugares
Casi mágicos de donde venía,
Cubiertos a veces por la niebla
Ya sea del mito, ya sea de la miseria,
Se disgregó en la multiplicidad incontenible
Dejo el caos para volverse tierra.

Gerardo Cielorraso.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Líneas

Estoy temblando hasta las venas,
Prisionero en mi epidermis,
Siento los segundos rasgarme suavemente los ojos,
Desgarrarme la boca,
Aturdirme los tímpanos,
Y traerme el frío de la angustia.

¡Que el Ser se oculte!
¡Que se quede en su casa de lenguaje!
Yo no quiero regresar a la verdad,
No quiero sentir su luz calcinante,
Su originaria fisionomía de monstruosidad,
Incontemplable,
Prefiero seguir ocultando a los demonios
Arrancándole las alas a los ángeles
En un juego de triste y pulsante poesía.

Y llegan pocas líneas tuyas,
Y el mundo se reafina,
La luz vuelve a acariciarme,
Y sonrío…


Gerardo Cielorraso

sábado, 4 de septiembre de 2010

De Espirales y Esmeraldas.

A Esmeralda

Lo confieso, no te amaba,
pero me sentía infinitamente menos solo entre tus horas,
tu existencia me hacía sonreír a cada instante,
eras las contradicción de todas mis ideas,
la regresión del impulso de reconocimiento.
Invadiste mi mente de pronto, con tus hordas justicieras,
y me arrebataste tu imagen del almacén de las memorias.
Había incendio en las venas, había magma en los ojos,
había besos que el viento no contiene,
de esos que cortan la respiración, y confunden el llanto y la risa;
había también un río que fluía indetenible hacia ninguna parte
y que de ninguna parte provenía,
habían también las perlas de tus ojos,
había también la gracia inédita de tu existencia...
Todo te lo llevaste, me vaciaste, como un huracán a las costas,
me arrojaste a las afueras de tu vida,
en las costas de la cotidianidad, del"buenos días".

Ahora escribo este pliego petitorio,
a manera de epitafio, porque encerraste el niño que jugaba en tus cabellos rubios,
y que a tu lado olvidaba siempre decir Te amo.
Qué sinceridad puede haber en un poema,
¿no es la palabra el acto de ocultar lo que se siente?
¿no es el poeta acaso un fingidor, que finge que es dolor
el dolor que de veras siente?
Y es que de vez en vez encuentro tu figura entre la música,
ya no puedo escuchar a Wagner sin el compás de tus palabras,
odio ver bajos en vitrinas,
y me destroza el color de tu nombre.
Por eso escribo, para fingir el dolor que me quema
la soledad de saberme exiliado en esta tierra,
sin más hermandad que la de los astros,
y la de la espiral, ese círculo engreído que se niega a cerrarse,
como la historia que yo te construí,
como el significado que no acabo de darte,
la puerta que dejaste abierta al salir, tampoco quiere cerrarse,
ni la herida que me hiciste,
ni la máscara que me quitaste.

Miro todo el tiempo las promesas que no me hiciste,
repito nuestras conversaciones en voz alta,
pero sólo surges depronto, entera,
como entre estás líneas donde intento ocultarte,
tenías el poder de trasnformarme
y sin embargo me dejaste al borde del filo,
entre la duda que duerme siempre conmigo
y la certeza de la que he sido asidio enemigo;
Te oculto entre estos versos,
porque estoy en luto,
ese que sonreía con tus ocurrencias ha muerto
pero su cadavér se niega a ser enterrado,
le he puesto todo tipo de lápidas
sólo el silencio sabe cuántas veces lo que cremado,
extraño saber que era feliz de saberte viva,
porque me niegas la confirmación de mi exitencia,
resumido he sido a un simple "¿cómo has estado?".

Más que un rayo que me tocase
con la inminencia de tu rechazo
me entierras día con día
con las piedras delas horas
quepaso esperando, que vengas y me digas
que estás líneas que escribo, estoy exagerando.


Gerardo Cielorraso.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Entramado del cielo 1

Rompiendo el pacto acordado entre dos puntos,
el pacto de la línea recta,
escindes todas las distancias,
y hasta un fotón que me ilumine es tu beso.

Viviendo en el recuerdo de tus ojos,
soy esclavo de todas tus mitologías,
te construyo templos de palabras,
donde habitas, silenciosa, verdad revelada del enigma.

Entonces sucede la risa,
y el horizonte se desgasta en la cosquilla,
sucede que sonrío sin motivo,
y te dibujas unos instantes, en mis pupilas.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Elogio de tu aroma vegetal.

Le escribo a tus ausencias como quien le escribe a su propia muerte,
del altar que te hice, como oscuras flores, bebo ácidos néctares,
me unto el cuerpo con rojos pólenes, y me hago una guirnalda de angustia.

Nacida en cada sitio donde se destroza un pétalo,
donde se pulveriza un rosal hasta las espinas,
eres el fruto insostenible de la orquídea.
Las hojas que me envuelven te respiran,
de ti se nutren sus raíces húmedas de mi tacto,
cada poro infínimo de un tallo, te busca,
y entras entonces en todos los cloroformos,
color insospechado de la flor del cacto,
que vive un sólo día entre tus pechos,
florece de ti, y arroja su aroma al viento,
acaricia todas las narices su perfume,
entonces se levantan suaves retoños
de los árboles besados por el rayo,
y toda una selva, comienza a conspirar en la piel de algún desierto.

Le escribo a tus esencias, como quien le escribe nombres al aire,
de la corola de tus cabellos, he hecho todas mis cruces,
me clavé a ella con sus espinas, martirio de tus flores íntimas.

Ante mi mirada huérfana, se deshacen todos los ramos,
e inicia la secreta rebelión del pistilo,
entonces toda flor es posible,
gritan las margaritas su propio amarillo,
los tulipanes desnudan sus vulvas,
y el alcatraz deja volar al niño que acuna.
Ante la flor de fuego de tu aroma,
se incineran todas los pétalos,
se tuercen los tallos más firmes,
hacen reverencia los girasoles
y alzan la cabeza los narcisos.

Soy jardinero del campo abierto de tu vientre,
donde está comunión de las flores negras de tu sexo
con los delicados anturios de tus pechos,
coronados con los geranios temibles de tus ojos;
podo suavemente sus perfumes,
transplanto las orquídeas de tu espalda,
colocando delicadas flores del paraíso en tu boca,
extiendo campos inagotables de la flor de liz en tus piernas.
De pronto en tu ombligo se abre un loto púrpura,
liberando el aroma de tu vientre
tan absoluto, tan insospechado,
que me inclino a llorar entre tus brazos,
tibias semillas me lavan el cuerpo,
tus estigmas ocultos me tallan las manos
callosas de plantarte en cada sitio;
tus filamentos dejan aureos pólenes en mis ojos,
con los que duermo, soñando el sueño de tu estilo.

Te escribo como quien se compró una maceta con flor de noche,
y nunca puede ver sus pétalos, y se sorprende cuando los encuentra en el cielo,
en la constelación del aroma de tu aliento.
Escribo como quien intenta traducir un perfume, describir una fragancia
o palpar una concentración de éteres,
tu figura se volatiza entre mis dedos,
sólo tiene cabida en mi nariz, sólo tiene la forma del aire.
Escribo como quien está ciego, escribo, como quien tiene miedo.

Gerardo Cielorraso

Elogio de tus ojos

Todo lo que veo, lo veo desde tus ojos
faroles inaprehensibles con los que iluminas el mundo.
Me colocas en ese mundo con tus ojos,
soy la idea cromática de tus ojos,
y todas sus hermosas distinciones figuradas.

En tus párpados se las juega el día,
todas las selvas y bosques aguardan tu llanto,
el paso estelar sucede entre miradas,
se extiende el mundo de tu lagrimal a tus pestañas.

Tus ojos no ven el horizonte, lo trazan,
no se conforman con el día, lo oscurecen y lo aclaran,
son tan potentes tus ojos, que miran a través de los sonidos,
penetran sus pupilas los aromas,
íntima mirada que deshila las entrañas de la roca,
voyerista del coito de los átomos.

Siento que el mundo se disuelve si no miras,
desaparecen todas las distinciones de las formas,
el horizonte enloquece, y se craquela el cielo;
cuando párpadeas se suspende el tiempo unos instantes,
hasta los ríos detienen su cauce,
algún volcán del círculo de fuego cesa su llanto de magma
y por unos segundos el universo entero siente la angustia de lo estático,
hasta la vibración de las moléculas, temblando de miedo, para.

Abres los ojos nuevamente y el Cosmos respira,
regresa toda la cinética, continua el risa luminosa de las estrellas,
y todos los seres, siderales o terrenos, sienten la móvil alegría de tu mirada.

Gerardo Cielorraso