lunes, 29 de noviembre de 2010

No puedo escribir salvo con nostalgia.

Volteo y pienso en todas las cosas que pierdo por estar aquí esta noche. De vez en vez cuando decido asomarme al mar de perfiles virtuales, en mis momentos de ocio (si no es que pensar y leer ya son suficiente ocio), me doy cuenta de lo que mis contemporáneos hacen de su tiempo. Bailes, conciertos, fiestas, banquetes, en general un sin fin de cosas que implican actividad y reafirmación. Yo siempre estoy pugnando entre el actuar y el mirar, porque temo perder un detalle, porque temo pasar de alto una línea, no entender algo, no captar un matiz. No quiero escindir una diatancia no existente, hablar de un ellos y yo. Estamos en común, habitamos estos espacios vacíos y virtuales en común, habitamos los reales, plazas, salones, pasillos, bares, en común. Simplemente que su actuar me hace de repente voltear sobre mí, si es que uno puede sumergirse en su propia sombra. Me proyecto en sus diferencias, sus alteridades sonrientes que posan para las fotos, que dan cuenta de una actividad, una actividad semiinconsciente, sólo sostenida por su misma efímeridad, sólo perpetuada por el lenguaje extraño con el que dan cuenta de ellos. Yo, y empiezo a darme cuenta que algo así existe, siempre he querido detener el tiempo, desde que era pequeño preferí siempre observar los animales, platicar con las hormigas, jugar a que era pájaro y empecinarme a prácticar el silencio de los peces. Nunca sentí la inercia propia del niño, mis juegos fueron siempre complejas tramas que imitaban mis carencias. Cuando uno piensa en retrospectiva se da cuenta de que toda infancia, por su efímera inocencia, cargará siempre algo de terrible, algo de irrecuperable.
En mi andar por las letras, por las imágenes y los sonidos organizados y sugerentes que llamamos arte, me he dado cuenta que toda expresión parte de una sorpresa inicial. Un asombro que se funda sobre un gesto, el gesto de no poder encontrarse en nada externo. El niño triste se da cuenta que nunca podrá ser un pájaro, ser un pez, que jamás aprenderá el secreto vuelo de la libélula y no podrá vivir bajo de una roca. Se rompe la primera frontera y nos ocultamos en el lenguaje, no siempre de palabras, con miedo.
Ese miedo se rompe en un instante, cuando uno levanta la cara del libro, deja la pluma, el pincel, la guitarra, el cincel, el volante, el balón, la mano... y se da cuenta que eso jamás puede darle identidad, aquello que hacemos no vale salvo en común, y ese común es extraño y extenso, nos damos cuenta que lo hemos perdido de vista, que hemos perdido la incercia necesaria para ser en común, por eso requerimos teorizarlo. La atención, el razonamiento, la sensibilidad creados y pulidos en nuestro contacto con las formas abiertas (pinturas, poesía, composiciones, esculturas... mundo en general) nos han apartado, dado la vuelta, y mientras otros reían nos damos cuenta que siempre somos los últimos en entender el chiste, los primero y únicos en reirse del propio.
...
Confieso que no he superado el hecho de que en mi adolesencia preferí los libros a la gente. No entendiendo con qué afán, el niño triste creció resentido y bajo los ojos. También fue la época donde más excesos tuve, me arrojé con la misma pasión sobre "La Iliada" que sobre los pechos de muchas mujeres. Me confundí con el mismo temblor entre los laberintos de Borges y las indentidades semiconstruidas de mis compañeros. A donde iba eso otro me acosaba, me seguía todo el tiempo. Sin poder reconocer que en ambos saltos, estaba dando el mismo salto, olvidándome de mí, siempre me fui ajeno, ese Yo no existía y lo proyectaba en voluntad y deseo, aquellas dos fuerzas que requieren de otro siempre para confirmarse. Definí entonces mi rumbo como una constante búsqueda, sin entender que había olvidado cerrarme a mi mismo, una identidad provicional y necesaria para andar sin romperme. Cada paso que dí me quebró, cada error, cada acierto, me lastimó de igual manera que ahora entiendo que sólo con la poesía (de nuevo, lo que no soy yo, lo que es en común) organizo todo ese dolor, ya no negativo, sino dolor amplio, de ser yo, desconocido para mi.
La primera vez que voltée sobre mí, fue cuando leí a Nietszche y para entonces ya tenía yo 16 años. Fue terrible, creí en las cadenas que me ataban, las reconocí no sé hasta que punto, pero quisé romperlas, sin conocerlas con precisión. Maté a un Dios que nunca había sentido oprimirme bajo el pretexto de esa opresión, y rompí una moral que nunca había aprendido en pro de un actuar. Pero sin el yo, ese actuar se proyecta múltiple y equívoco, contradictorio, fue entonces voluntad y necesidad de reconocimiento.
Abogué por causas mayores, sentía ya en mi sangre el veneno simbolista. Hambriento estaba como todo poeta, de capturar la palabra, a mi al rededor los otros se sucedían, mis amigos iban y venían y yo desarrollaba este moverme sin quedarme, entre irme y quedarme, siempre estaba, jamás establecí ningún vínculo con nadie.
Aun ahora que brevemente trato de articular ese asombro, aún ahora siento queme soy ajeno.
Cuando me di cuenta de mí, supe que iba a morir, lo entendí en su amplitud, y aboqué por el insomnio. No podía soportar el hecho de cesar, pero no cesar yo y mi individualidad que siempre me había estorbado, cesar mi yo en común, cesar para otros y en otros. Cesar de enterarme qué pasaba en el mundo, cesar de darme cuenta.
...
Entocnes vuelvo a bajar la mirada a los libros, a abstrarme en una pintura, perderme en una melodía, vuelvo a ignorarme para no enfrentar el hecho de que voy a morir, de que he sido un niño triste siempre, aún ahora que todos los demás dicen que soy grande, aún ahora que tengo que enfrentar las viscitudes de la labor, el trabajo y la acción. Cuando entiendo todo aquello que me supera, que la otredad es inmensa. La otredad de los libros, de las acciones, delos pobres que necesitan que se les reconozca como humanos y luego se les alimente; de los políticos que no saben gobernarse a sí mismos, mucho menos mandar obedeciendo; me doy cuenta de que no he olvidado la risa, la necesidad de reconocimiento.
Me he detenido, sí quizás, me he perdido de esos momentos en común, simples y llanos como una borrachea cada ocho días, un cigarro de hachís cada tres días, un programa de televisión, seguir una serie, esperar impaciente el mundial o las olimpiadas, querer viajar. Para entender, actuar y sentir en común, he necesitado detener la inercia de lo común, he necesitado entender la diferencia entre el "ser" y el "deber ser". Distinciones dolorosas que hacen más auténtico mi actuar y por eso más sólo y por eso también más ávido de los otros.
Pensar jamás nos hace diferentes, superiores, mejores que los otros, todos pensamos, pero se cae en la cuenta de este hecho, se cae en la cuenta, frente a la incercia necesaria para una vida cómoda, exitosa y fluida, que estamos aquí con respecto a otros.
Mientras la mayoría actúan con y sobre otros, ignorano este mismo hecho, atrapados en sus mismidades. Vacié mi yo, me construí con todo aquello que no era yo, mi subjetividad ya no fue más individualismo, sino nosotrismo. Ahora entiendo porque todos los gestos automáticos y necesarios del convivir, me eran siempre ajenos. Siempre he querido algo más de la vida, que no está en la vida... he tenidola responsabilidad de crearlo, y no para mí, que jamás seré más allá de mis obras y por lo tanto lo que cree jamás será para mí, sino para otros... espero ahora, que tú que me lees voltees y me digas... que he sido.

domingo, 28 de noviembre de 2010


Nunca he escrito erotismo, de ese explícito con sabores de literatura francesa tardía e intemporalidad de Nueva York y burdeles de Buenos Aires. No he plasmado jamás en letras el placer que ha roto mi carne, ha roto por ausencia. Jamás he disfrutado el sexo, me parece vacío efímero, penetraciones sin sentido, manos buscando un sitio que jamás encuentran, bocas rasgándose, histéricas, con hambre. Me da miedo la desnudez de la mujer, su poderosa perfección de curvas, el delicado equilibrio que hacen siempre sus ojos con sus pezones. Y pensar que puedo empezar a escribir cosas: "Después de haberle leído un poema la lleve a la cama, ya sentía en su piel leves espasmos que anunciaban los orgasmos venideros. Su boca salivaba más que nunca, entre sus piernas empezaba a fraguarse un horno, en el que derritiría mi pene, hasta dejar un líquido tibio y blanco, como firma y epitafio." Me parecezco ajeno, quien escribe erotismo espera confirmarse, confirmar lo poco satisfactorio que es su sexo. Explicarse porque esas vocales sonaban falsas, a pesar de ser las mismas siempre: "ah, eh, yyyyyy, oh, uh". Quien escribe erotismo no es más que un Cristiano que todo el tiempo está invocando a Dios.
"¡Oh DÍOS MÍO!"
Lleno de clichés disfraza el mismo acto copulativo, como el del verbo "ser" con conjugaciones enfermas, reductivas. ¿Cómo se puede escribir de lo más presente, lo más íntimo? Ya no íntimo por vergüenza a que escuchen tus gritos los vecinos, a que el golpear de la cabecera de tu cama marca el compás de tus latidos. Ya no vergüenza a decir todas esas palabras tan difíciles de rimar: Pene, vagina, testículos, huevos, tetas, penetración, orgasmo... Escribe siempre quien siente una ausencia. Por eso el desnudo siempre ha sido privilegio de los artistas visuales, únicos capaces de atreverse a cortar el movimiento con líneas y formas.
Las grandes literaturas han evadido siempre la explicitación del sexo, al menos las occidentales. Dan vuelta alrededor de él, jamás lo muestran. Porque el poder de la palabra es difinitivo, porque el enunciado espera un estatismo. Jamás me ha parecido loable recurrir al sexo para anunciar rebeldía.
Octavio Paz ya sospechaba al leer al Marqués de Sade, que este no avogaba por una liberación lejos de los terrenos de Dios, sino por una ampliación de sus reinos. El Cantar de los Cantares es el rastro que tenemos de que jámás ha sido subersivo el sexo. ¿Cómo un acto tan mecánico, tan pueril, puede ser subersivo? El instrumento de perpetuación de la especie no puede tener nada de simbólico.
Freud me canta al oído y resume que precisamente porque nunca se cumple todo gira alrededor del coito. Y yo me rio, que el sentido del erotismo no es el coito es el deseo. La atmósfera, las luces, las sábanas tibias, las siluetas sobre las almohadas, las miradas las risas. A los escritores les importa más el gesto. La desnudez, el coito, es siempre algo dificil de escribir. Tiene que dársele la vueltapara que tenga algún sentido la narración. Sino, se sumerge en la cotidianidad de cualquier otro acto: "comieron, duermiedon, jugaron front-tennis, tuvieron relaciones sexuales". Si la palabra "muestra" lo que es, retira los velos y deja abierto como vena el acto en sí, entonces es incompatible con el coito. Porque escrito así: "hicieron el amor" ya es un símbolo, ya oculta la obviedad. Pero escrito de este otro modo: "y él la penetró". La imagen es directa, no genera una atmósfera, no sugiere nada explícita y nos repele por sí misma. Leer al Marqués de Sade, a Charles Bukowski, William Burroughs, cualquiera que explicite el sexo, es leer más un manuel de "comportamiento y práctica sexuales" que podría pasar por un extraño referente antropológico y psicoanalítico.
Me alzo y digo que el coito como tal es incompatible con la palabra. Cuando la palabralo muetras. "voy a cogerte", "me voy a venir", tiene siempre que rodear la cuestión, es díficil, y ahi mi admiración a quienes lo practican, conciliar lo explícito y lo únicamente gráfico.
Me explico: a pesar de que mucho de escribir es des-cribir, la palabra antes de ganar su amplitud en el terreno de lo enunciado, es siempre un gesto ocultante. La palabra matiza y funda. La palabra construye. Escribir entonces se vuelve un acto más que mostrar, se vuelve el acto fundamental del "definir" pero sobre la base de esa luz que arroja sobre lo que nombra, entonces también lo oculta, en está dialéctica habita la poesía, en ella existe.
Ahora veamos el sexo, lo sexual. Lo sexual y el sexo son actos animales, con fines claros reproductivos que en el caso humano, como en el de otros tantos mamíferos, tienen como resultado un placer nervioso, que llamamos orgasmo. Visto así, en la fría inspección de una descripción científica, no se puede alejar mucho de líneas como la siguiente: "...entoncesla senté sobre mis piernas, mientras fumaba en el retrete, y le dí duro, durísimo, hasta escucharla soltar leves gemido, que iban aumentando mi excitación..." Es necesrio entonces que el sexo y el coito como tal no sean sino descripciones de un comportamiento. La escritura que base su razón de ser en esas descripciones se ve siempre forzada a ser situacional. Poner escenarios distintos para retratar lo mismo, el mismo desenlace, que jamás podrá escapar al hecho de excitación, orgasmo, penetración y humillación de una de las partes. La sexualidad en su lado simple es una relación de poder entre pares.
Pero la cultura tiene necesidad de escapar siempre a lo meramente dado. A lo que actúa sobre nosotros. Entonces nace la palabra, que funda ya algo sobre el objeto, quelo viste para poderlo poner ante nuestros ojos y sobre nuestras bocas, que se confirma estático y verdadero al ser escrito. La palabra es el gesto simbólico.
Explicitar el sexo con la palabra anula la posibilidad de la poesía, que se mantiene en esta comunión del irse y quedarse del lenguaje.
El erotismo es de otra naturaleza, debe resisitirse, por necesidad misma de la poesía, no por recato de ninguna clase de ley moral (moral aquel que extiende el reino de Dios hacia el sexo). La palabra debe rodear siempre el mero sexo, lo mero dado, el mero penetrar-venirse-cansarse. Por eso la palabra funda el deseo. Por eso el erotismo funda el juego.
Pero de eso... de eso... escribiré en otro momento.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Hay ángeles... de "Las Cunas del Éter"

Dicen que hay ángeles oscuros mujer,
oscuros como dioses primitivos
a los que no alumbró ningún fuego
y jamás conocieron sus nombres.
Oscuros como las gargantas de las cuevas
donde el hombre inventó la imagen.
Osucros ángeles mujer, ¿no los ves?
Aletean ocultos,
ennegrecidos de su propia gracia
¿los oyes?
Les dicen silencio.

Y a los blancos,
a esos de alas como truenos,
a esos...
les dicen tiempo.

Y vendrá la noche mujer
donde exhaustos nuestros brazos
de enfrentarse,
perdidas nuestras espaldas
de buscarse,
quemados nuestros labios
de rozarse,
los atraparemos impávidos
y los desplumaremos
para hacernos una cama mujer,
de silencio y tiempo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Arte Poético II de "Los Versos Felinos"

Hay un preludio en el que me detengo,
un paso que no doy,
volteó entre una cuna de sombras
me amarro a las fisuras de mi carne:
en resumen me rompo hasta disgregarme
hasta confundirme con el éter,
incia entonces el sueño,
entonces se abre la flor de loto
y me sumerjo en el espacio-vacío.

Juego a inventar estrellas,
casi puedo sentir su calor,
juego a disparar cometas
organizo una coreografía de aerolitos
estoy entre las nebulosas
en los quásares me besan
con sus ondas compulsivas,
me dentengo abierto
atónito
en la imagen maravillosa de los astros
invadido -inundado- inaudito
en el concierto de los brillos siderales.

Un instante más tarde
todo está extendido
y existe como por inercia,
me sorprendo en el delirio de las formas,
absorto en la gracia frágil del movimiento
un coito impávido
detenido sobre sí mismo
y en sí mismo girando
inumberable
se condensa y se amplia
hasta tocar su propio comienzo
cuando ya ha acabado su amplitud.
Creación.

Palpita un pulso entre el oscuro
inescindible
se repite entrelos pliegues de la nada,
abre una fuente
y todo se representa
Aparecen las líneas y los puntos
se congregan los matices
la luz enloquece de blanco
y se difracta en todos ellos
cada uno engendra el color dubitativo
que a cada paso va adquiriendo el tono:
llora el sonido
se extiende y conoce su propia escala,
en ella se reconoce por siempre
y avance en siete notas difusas
escalera de su espina por la que se irgue
y se entrega al vibrar de la molécula.
Hay complicidad en todala materia,
se agita en el oscuro que la conforma
sin-forma, llega entonces la figura
se abre una perspectiva
y todo sucede,
un parpadeo,
una extensión,
un llanto que ha durado su propio lapso
lapso de eternidad que no se escucha
por ser previa al sonido
previsible, antes de que el ojo
mirara el ojo que lo mira
y en ese mirar se incendiara el mundo.
Antes de cualquier palabra
cualquier punto
cualquier signo
ya había empezado este poema...

Me detengo en un preludio,
ya di el paso.

martes, 9 de noviembre de 2010

Sin título de "2509 km"

Sín Título

Maldición
Desperté dormido esta mañana,
Miré el rostro blanco de la aurora,
Y entre mares de sábanas frías,
Me encontré con mi amante,
Tu ausencia.

El caso es que habita todo el tiempo mi alcoba,
Me acompaña al banco
Hace fila en el pan,
Y pide parada al camión,
Si me descuido dice cosas
Versos que me escribe en la lengua,
Luego yo voy por la calle
Murmurando en voz baja.
Si volteo me pincha el estómago
Y revolotean sus mariposas,
Digo tu nombre en silencio
Y le pone nuevos colores a las cosas.

sábado, 6 de noviembre de 2010

A Ulises (non-nato)

Te voy a contar algo, pero no se lo digas a tu madre, a la que abandono a la esperanza de las lágrimas. Te lo voy a contar quedito a la oreja.
Teme siempre a las mujeres hijo mío,
témelas profundamente, las palabras de amor que te entregan
entragan también a otro buen amor,
no creas nunca en lo "uno",
no creas en la comunión que te prometen,
te confieso hijo mío
que en mi labor de poeta he descubierto una sóla cosa
la poesía la inventaron los varones
para protegerse de las vocales mortales de las féminas.
Quizás aún no lo entiendas,
quizás ya sea demasiado tarde.
Hijo mío, rehúye del amor lo más que puedas,
no existe la complementariedad,
la igualdad que extendemos nos toma desprevenido
y nos destroza...

Vidas Paralelas (Isonimia) de "2509 km"

Vidas Paralelas

Tengo una vida alternativa en tus palabras,
Es suave como un viento de mayo
Invisible, casi etérea,
Una vida liviana entre las estrellas.
En ese mundo el aire tiene lenguas
Que me besan todo el tiempo,
Los muros tienen puertas
Que se abren a tu cuerpo.
Tengo otra dimensión en tus pupilas
Cuando se cierran para declamar la mirada del día,
Algo se agita entre el silencio,
Tus manos que dirigen el cosmos,
van deshilando el horizonte,
le tejen, dices, una cobija a mi tristeza.

Hay un puerto entre tus brazos
Que cada verso tuyo me promete,
Como luz de lejano faro
Surcando el mar de lo inconsciente,
Estás inscrita en mis horas,
Y mi palpitar te busca.

Abres una opción en cada rosa,
Todas las aves en vuelo me invitan,
A pasar una instantánea eternidad
Envuelto en tus brazos de ceniza.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Advertencia (Reglas del juego) de "2509 km"

Advertencia

Que nadie inicie un juego si no está dispuesto a perderse,
No se erguirán más imperios en la noche
Hasta que no se rebelen las máscaras.
Que nadie encienda un fuego si no es con su propia chispa,
No arderan otras cosas más que las palabras,
Ardera el incendio de lo oculto.

Pudiendo acercarnos a las cosas,
Damos vueltas alrededor de ellas
Profiriendo nuestro ser copulativo,
Y el humano es coito perpetuo,
Unido por dos términos :
Masculino y femenino,
Sin método preciso de acercarse,
Ni destino determinado de lograrse,
Se extiende entre ellos la poesía,
Las palabras y las cosas,
Se extiene entre ellos el beso melancólico del agua,
Una humedad que portan en sus sexos,
Que forma ríos que arden en sus venas ;
Pudiendo acercarse al mundo
Se dan la espalda.

Más ¿quién podría ver el pájaro en vuelo ?
Si se deliza entre un canto de nube,
Ebrio de azul,
¿quién dejará al pájaro ser nube,
A la nube ser cielo, y al cielo mano ?
¿Quién tocará con esa mano
La mano que le extiende el horizonte ?
Sólo el silencio recrea el movimiento,
Sólo el silencio entiende al tiempo,
Sólo el silencio habita en el espacio.

Pero ese ser copulativo de lo humano,
Habita el mundo con poesía,
Transforma el silencio en su planicie
Para erguir en lo abierto su coito.

Que nadie ponga el punto final a una mirada
El ojo rompe el ojo que lo mira
Y en ese reflexión se extiende el mundo.
Que nadie busque su patria en las palabras,
Dando la espalda al horizonte,
Que nadie cierre sus ojos con palabras.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Escorzos y Distancias de "2509 km"

Escorzos y Distancias

Esta noche te pareces al insmonio,
Me abres los ojos en cualquier parte,
Todo el tiempo me sigues,
Y cuando volteo sólo hay calles vacías,
Rostros impávidos,
Que no son el tuyo.

Esta noche te ocultas en el alfabeto
Y yo escribo estas líneas para encontrarte,
Deshilo el enunciado,
Desmonto la palabra de su significado
Y en el absurdo que queda,
¡aún no apareces !

Te tengo sólo en las formas espontaneas del recuerdo,
Fragmentado hasta el cansancio en tus apariencias,
Esta noche deshebras el mundo
Comprimes el tiempo,
Y dejas huérfano al espacio,
Inerme de tanta presencia tuya,
Que ya no contiene tu forma lejana
Y te presentas entonces de todas maneras,
Más preciosa y más rica que todas tus formas,
Te abres al mundo como explosión del éter
Y cada rincón del cosmos siente tu tacto.

Rompiste la noche,
De pronto,
No avisaste a los astros
Aún tiemblan de frio,
Quebraste el espacio,
Sin anticipo
Sin darle tiempo a los kilómetros
Para disolverse
Viniste a mi canto,
Inédita,
Y te inventé una forma entre las letras,
Caíste en mis brazos,
Desnuda
Y ya no hubo más palabras para las estrellas.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Te Busco de "2509 Km"

Te busco

Entre mares de símbolos donde me sorprende tu forma,
Entre camas desiertas que se incendian al alba,
Entre faros ciegos que reflejan sin naufragio,
Entre labios entreabiertos por donde escapa tu nombre,
Te busco…

Disfrazada en el sueve coito de los astros
Oculta entre los laberintos del lenguaje,
Disimulada, quizás, en el afán de las tormentas,
O perdida entre las gritos de una llama,
Te busco…

Contenida en el suspiro que me embriaga por las noches,
Atónita en el reflejo donde no te presentas,
Figurada en las formas que le doy a estas letras,
En palabras que escribe donde a veces entras,
Te busco…

Imaginando tus ojos leyendo estás líneas,
Te escribo,
En el recuerdo inútil de tu gracia frágil,
No te encuentro,
En cualquier pensamiento, que te contiene
Que te define y delinea,
Este encontrarte y perderte
Donde siempre te busco.