domingo, 17 de octubre de 2010

CANTOS PARA LAS ÁNIMAS

Cantos para las ánimas

Primer Canto:
¡Alabado tatá dios, nana Yuritzi y San José, madre dolores, y matatá dios!
-Canción popular Purépecha –


Despierta el dios en sí mismo,
Una culebra se arrastra mordiéndose la cola,
A lo lejos,
Sobre un lago ennegrecido,
Se encienden luciérnagas de cera
Ha llegado el momento del retorno
Reza en voz baja, mi niña.

Plata oscurecida, mi niña,
Canta esta noche, el canto de los muertos
Murmullo oleaje del lago,
Como el aleteo de la mariposa
O el zumbido del colibrí
Todo lo que apenas se arrastra
Que acaricia el silencio
Trae a las almas, mi niña,
A las ánimas del purgatorio.

Y el ojo mira,
En la mirada el ojo se refleja,
El ojo es el mundo,
Es la luz de la veladora, mi niña,
La luz del alma que pena.

Profundas lenguas,
Lavaron su cuerpo
Diluyeron su forma
Pero su esencia
Quedo intacta, inquieta.

Ahora viene por el camino, mi niña
¿ves las luces que le siguen?
Ahora viene por el camino de sal, mi niña.

Segundo Canto:

Deshoja la flor de muerto,
El hombre blanco dice
Cincuenta flores diminutas,
Deshójala en silencio,
Deshoja sus cincuenta flores,
Hazle una cama a tus lágrimas
Blancas como la cera
Con sus 50 flores diminutas.

Dicen que la flor la trajeron los muertos
Una vez hace tantas lunas,
Cuando el caracol no había terminado su espiral
Y la última gota no había caído en la tierra;
Dicen los antiguos, que la flor
Tiene el aroma del suelo inverso,
El aroma del sexo de la diosa de la muerte,
Dicen que con la flor vino la primera palabra.

Además dicen que florece en Noviembre
Porque es cuando la luna acoge el mundo
Se reconcilia su romance con las aguas,
Y de su coito florece el xempaxochitl.

Tercer Canto:

Haremos un altar
Lo erguiremos en la noche
No se han erguido alteres en el día

Haremos un altar
Para que tu ausencia repose
No se ha diluido tu presencia todavía

Haremos un altar
Con la flor y con el roce
El agua clara, la vela encendida.

Haremos un altar
Para que tu alma lo goce
Olvidando su transparente melancolía.

Cuarto Canto:

Tiemblan nuestros rostros
Entre pasillos de espejos,
La noche conspira con nosotros,
Oculta sus reflejos.

Cantan oscuros pájaros
Susurran todos los insectos,
Las hojas caen en lo oscuro
Las piedras lloran en lo abierto.

Las almas arriban
Cae la niebla con el silencio
Una nave gris se desliza
Sobre el lago y sus espejos.

Guarda silencio, mi niña,
Los muertos no tienen ojos,
Las velas son para los vivos,
Para ellos, los humos y los antojos.

No vayas a probar la comida
Tiene aroma de muerto
Cuando se hayan ido, mi niña
Ya no quedará sabor en el grano.

¿Oyes sus voces, niña mía?
Son las voces del viento,
El aire juega de día,
De noche el aire es su eco.

Quinto Canto

Preguntas quién guía a los muertos
Los guían los colibríes de la noche,
Oscuros como las tumbas,
Cantan en el idioma de la niebla,
Se confunden entre los oyameles,
Hacen temblar las velas con su aleteo,
Revuelven los cabellos y las trenzas.

Los muertos desfilan por el largo sendero de la nada
Atónitos entre aroma de palabras,
Rezos que ya olvidaron
Dioses que los abandonaron en el páramo de espejos.
Mi niña, esta noche las almas en zozobra
Arrancan los pétalos de las flores,
Este escalofrío que nos recorre
Son sus caricias de ansiedad entre las horas.

Mi niña, saluda a tu padre
Es la sombra que pasa junto al templo,
La que arrastra una cadena de palabras,
Es la sombra transparente,
Sin oscuro
Oscurecida sólo por las velas,
Ahora tiene piel de niebla,
Su lengua es el aire,
Su idioma el de los peces, mudo.

Mi niña, veo que hiciste un altar
Huérfana,
Perdona este año vida mía
Tu madre no encontró el sendero de las formas.

Ciégate mi niña,
Para que entiendas que la oscuridad no es uniforme,
Para que encuentres la sombra de tu padre,
En este reino de penumbras,
En medio de la niebla
Extiende tu mano a la mano que te toca,
No es el viento de invierno niña mía,
es tu padre.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Escorzos.

Fue largo el camino de mis ojos a la ausencia,
pasaron primero entre fuegos...

Fuegos quebrados, acariciados por un eco tan profundo que hicieron mi voz como un grito.
Fuegos de música que hicieron mi piel como una partitura tachoneada con tinta de las lágrimas del Limbo.
Fuegos silenciosos quemaron mis íntimas bestias, mis juguetes de niño.

Luego tuvo que venir la sangre...

Sangre oscura y espesa como líquida neblina que corre entre una interminable línea de espejos.
Sangre escarlata de las uvas que Dionisios derramó al nacer y que yacen en el pubis de las niñas.
Sangre de momentos sucedidos en los que el reloj es un eco que se repite en línea recta.

Más tarde se ahogaron los peces.

Se ahogaron tímidos peces que no aprendieron a parpadear ante la combustión de las aguas de mi sexo.
Se ahogaron entre remolinos que simulaban muslos, entre mareas que simulaban besos.
Se ahogaron en los estanques turbios de mi última canción de niño.

Finalmente perdí mis alas...

Y ya nunca fui pájaro que volaba en el cielo ebrio de azul.
Tampoco pude ser ángel a pesar de ser terrible, y mis ojos no conocen la belleza, y la buscan con ansías de ausencia.
Y ya nunca pude volver a volar sin otro cuerpo que me sirviera de aeroplano o de cometa.

Después de tanta ausencia, sólo conozco la poesía.

lunes, 4 de octubre de 2010

Poesía en México.

Debe crecer el genio en raíz del absurdo,
poetizando el queroseno,
el genio ha de ser un poeta en llamas,
consumido por su propia gracia.

Cuenta la gente que en la tierra
donde los hombres se hacen dioses,
no hay ni uno sólo,
de entre las filas de muertos de los modernos,
nadie ha querido romper el esquema.

Tantos símbolos carga nuesta patria
que sería excesivo producir un genio,
aquí en esta tierra
la poesía esta inmiscuida en la carne,
se respira entre mistamal, atole y tequila,
la ingenuidad y la resignación
ciegan el impulso
lo arrojan fuera del país,
aquí no hay genios
porque la poesía no ha hecho ese gesto de reparo,
de separarse de lo cotidiano.

La absuridad nos encuentra a cada instante,
en todas partes está el desdoblarse de lo simultáneo...
aquí...
conviven el fervor, la pasión y el recato
en cómoda fiesta de colores tan vivos
que noha pintado ningún cuadro,
aquí...
las aguas aún lloran de noche
y no dejan espacio a las palabras.
aquí...
los paisajes son más extensos que los ojos,
jamás se les abarca,
¿cómo atreverse a romper la poesía,
si es la comunión secreta que se tiene con el todo?

En México cada gesto es un poema,
hasta el del taxista tocándose el pene frente a la señorita que pasea por la calle
con paso de Santa en celo,
desde el parroco pedófilo que hace agua bendita con un garrafón,
hasta el pobre que espera en diálogo con sus lombrices
la limosna de los que comen atiborrados en los estancieros.
Cada gesto en México es un gesto de exceso y locura,
¿cómo ser una soledad en llamas en este vaivén del absurdo?
¿cómo alzar la voz en la demencia?
¿Pueden contener a México los versos de Gorostiza?
¿Pintó Frida u Orozco la mitad de los matices de un mercado?
¿Paz en su laberinto, pudo encontrar al mexicano?

Aquí nada se rompe, no hay vanguardia
todo está hecho y perdonado de antemano,
nada ocurre en México
los mayas abandonaron sus templos en silencio
los indígenes tarascos resistieron 600 años en silencio,
las asesinadas de Juárez tragan arena y silencio,
¿qué puede impactar en un país
donde se celebra a la muerte en un baile,
dónde la gente es venado y gira a 15 mts de altura
a dioses olvidados?
¿Cómo romper algo en México?

Es una tierra que no es tierra
sino laúd,
movediza, engañosa
¿cuándo hubo estabilidad
como para considerar una fractura?
En la cuna del engaño,
la dispersión,
la contradicción
y el sinsentido
¿qué poema puedo hacer
que no haya sido trazado
en las columnas de un diario?
¿Qué metáfora más excelsa
que las casas de las putas
construidas dos cuadras más abajo
que las de alta alcurnia?
¿Qué parábola más amplia
que la de los santos con nombre en mixteco?
Imposible innovar en México,
el poeta mexicano tiene condición de eco.

Sintomatología

Sintomatología

Quien escribe está enfermo,
porta una enfermedad sangrada,
incuba los oscuros gérmenes del asombro,
su sangre es vino amargo,
sus ojos languidecen en la noche.
Esc ribe en un impulso de la fiebre
Un calor interno que le ciega
Y toma posesión de sus palabras,
Está enfermedad se hace poesía
Y se contagia.

Para identificar tales enfermos
es necesario observar sus movimientos:
Pausados pasos como de pájaro detenido en vuelo,
brazos que a todas horas asemejan aletas,
un mirar perdido, como acarciando,
la temperatura del río que fluye gritando.
Además hay un cambio en la dieta,
el enfermo de escritura se alimenta de carne,
todo el tiempo busca una piel para saciar su hambre,
no bebe más agua, se avoca a la sangre
la bebe despacio, en versos,
es su propia sangre.

Hay más síntomas que los delatan
como sabemos que toda enfermedad es psicosomática:
Hay en sus palabras, como una falta,
son largas y confusas, se enredan y dilatan,
imitando las ondas que hace una roca sobre el estanque,
sus palabras son vagas.
Hay en sus caricias algo de temblor,
las manos se excitan a cualquier tacto,
los labios todo el tiempo buscan un beso.
Como quiera los enfermos de escritura
poseen una falta psicológica
la mayoría de ellos perdieron su infancia,
otros tantos tratan de recrearla,
a menudo son niños tristes
que juagaban con castillos de tierra
ahora los hacen de palabras.
Nadie les enseñó buenos modales,
ansiosos, escriben en impulsos,
cotidianos o arrebatados,
un lapso pueden durarles 10 años.
Tienden a la tristeza y al furor
con tal vuelo que parecen siempre divididos,
no conocen la culpa,
sólo el sabor del olvido.

Quien escribe está enfermo,
una enfermedad sagrada,
reclusión y tinta
es la única cura para solventarla.
Se propaga bien por el aire
Pero su medio predilecto es el papel,
Basta con un roce de los ojos
Sobre las letras
Y la enfermedad empieza a trepar por el cuerpo
Penentra por todos los poros,
Hace temblar
Y causa inquietud.
Basta con escucharla una sóla vez
Y se queda íntima en el cuerpo
Aunque el paciente no se de cuenta,
Ya pasa formar parte
Del delirio del poeta.

No hay cura para la poesía
Enrarece hasta el silencio,
se alimenta lentamente el cuerpo
y sale siempre
en forma de primeros versos.

sábado, 2 de octubre de 2010

Fulgor

Hay que salvar al fuego,
salvarlo de las negras lenguas de la noche,
salvarlo del oscuro mirar del frío
y del brutal tacto del incendio.

Este fuego que salvamos es su propio fuego,
y en sí mismo se consume,
con blancos ojos que miran lo que escapa,
que detienen el avance de las formas,
este fuego dibuja las estelas.

Hay que salvar al fuego,
ponerlo alto donde no la alcance un párpado,
donde el ojo no refleje su brillo
para que no haya conciencia,
que aprenda a consumir el mundo con su mirar
al ver en sus pupilas la luz de estas brazas.

Hay que salvar el fuego, sobre todo del aire,
que lo amplifica y lo esparce,
del aire fugaz amante en el que se consume;
hay que salvar al fuego del aire
que trae palabras y viene el día,
seguido de la noche, y del alba
y las palabras son volátiles
y estallan en el fuego...

Cerca de la llama,
nacidos de la oscuridad de un útero,
hay que salvar al fuego.