miércoles, 28 de abril de 2010

SEMANA DE GONZÁLO MÁRQUEZ CRISTO

Escape de las sombras

Antaño los muertos regresaban.
Hoy vivimos en un mundo de espectros
que a nadie atemorizan
esperando una tormenta que lave nuestros sueños.
Los más precarios ídolos controlan el terror.
Aunque pájaros de piedra me buscan
no soy de los que cierran los ojos para sobrevivir.

La luna escribe la noche.
¿Desde cuándo escucho la estrepitosa caída de un glaciar dentro de mí?
Vino la guerra y permaneció entre nosotros.
Conocimos su imaginería atroz
y se hizo necesario perdonar al tiempo,
a su furor compartido...
Cultivamos la luz del grito,
la flor de la ironía.
El escape de los signos.

No voy a hablar de quienes eligieron el peligro de la indiferencia
o del silencio.
Tampoco quiero que el dolor pueda salvarme.
Portando la palabra será imposible recobrar el paraíso,
lo sabemos, pero buscamos el olvido de la escritura.
Hay quienes persiguen un destierro en dios,
un asilo en los ocasos.
El fuego descendente, el granizar de la ausencia.
Pero a mí sólo me han signado las estancias del horror.
La voz del viento.
El patético vuelo circular.
La historia del sollozo...

Y no es posible renunciar cuando el primer pensamiento tuvo la forma de un venablo. Ninguna confesión es inocente.
Sabemos que la oscuridad nos hará libres.
Que el porvenir es un crimen.
Que tendremos que guiarnos con las nubes.
Que hasta aquí hemos traído a nuestros ojos inermes...
Sabemos cómo oficiar lo invisible
y que el rocío conoce el drama de la aurora.
Vigilo todo lo que muere.
Decido ser.
Encomiendo al poeta la protección del instante.

lunes, 26 de abril de 2010

SEMANA DE GONZÁLO MÁRQUEZ CRISTO

DesNegritacenso a la Luz


La noche es mi regreso.
Transito el museo de la ausencia.
Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía,
para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.
Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.
Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños
ni los fantasmas del deseo inconcluso;
sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al rito.
Ya no busco, pierdo...

Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro.
No puedo olvidar más.
Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.
Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso,
ni confiesa su ruda caída en el día.
Debo ser sombra o grito.
Retorno o nacimiento.
Cada origen decretará la abolición del yo.
Es entonces cuando la respiración será verde.

Y aunque todo se lo deba al dolor...
Avanzo: caigo.
Elijo los caminos que no tienen final.
Las voces que incendian las tinieblas.
El poema.
Tú lo sabes, cuerpo estremecido:
No es en el tiempo donde he puesto mis palabras.

domingo, 25 de abril de 2010

SEMANA DE GONZÁLO MARQUÉZ CRISTO

Restituciones

Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.
Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.
Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La antigüedad del silencio...
No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.
La culpa que no te deja partir es el amor.
Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...
El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...
Sé que el camino terminará por encontrarme.
Como todo lo que se hace visible para morir.

sábado, 24 de abril de 2010

SEMANA DE GONZÁLO MÁRQUEZ CRISTO

Las Palabras Perdidas...

Alguien descifra la escritura de la lluvia y sin embargo no puede escapar...
Un alud de imágenes nos extravía la palabra;
acudimos al grito y al llanto, a veces a la indiferencia,
pero sabemos que nece-sitamos de la guerra para ser inocentes.

Todo lo ha ofrendado la ceniza.

Desde que desterramos a la noche des-aparecieron
las más profundas alianzas
y nuestros perseguidores pueden encontrarnos.
Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede de su túnel.
Un árbol arde en nuestros ojos de agua.
La verdad -es decir, lo prohibido-, impone su reino de terror...
Y hemos decidido habitarlo con las manos entrelzadas.

Creímos que la poesía nos enseñaría a morir...
Persistimos...
Con frecuencia hacemos la extraña sonrisa del miedo.
Si huimos, la soledad convertirá a alguien en víctima.
Por eso la palabra se pasa de mano en mano
para construir una morada invisible.

A veces para sobrevivir renunciamos al conocimiento.
Y cuando todos duermen, escribimos...
Pero un poema es el fósil de un sueño,
el cadavér de un dios.

¿Aún podremos salvarnos?

SEMANA DE GONZÁLO MARQUÉZ CRISTO

"Los poetas se hacen señales en las eras" decía Federico García Lorca, la poesía es un alma viva que se esconde al mundo por el cual puede hacerse presente. Es un constante perderse y reencontrarse en el bosque inescrutable de la significación, hallarse entonces ante la única posibilidad de honestidad de los hombres. Si Platón expulsaba a los poetas de su República no era porque fueran "tejedores de apariencias sobre las apariencias" sino por el hecho mismo de que fueran tejedores. Sólo los poetas son capaces de intuir naturalezas ocultas en el mundo, irracionales para la mente ordenadora y clasificadora, el poeta no es un Adán, no es un Prometeo, su misión no es dominar y alumbrar el mundo, el poeta es un Ícaro, su misión es solitaria, aunque en cantos trate de extender sus alas y abarcar la humanidad entera, el poeta es un ser sólo del que sólo tenemos el trazo de su auge y caída. Su poesía. La biografía es siempre secundaria, sobre todo cuando es aburrida y febril como la de Gonzálo Márquez Cristo, nuestra modernidad a reducido a los poetas a ganadores de premios, directores de revistas y periodistas de columnas semanales, el capitalismo globalizador ha extendido sus garras a los poetas. Por eso me niego a publicar, no publicaré hasta que no tenga algo asombroso que vivir. Márquez Cristo es entonces el epitome de poeta académico, que esrtudio literatura y que desarrollo la sensibilidad con la incansable lectura de otros poetas. Nada extraordinario ocurre en su persona más que la poesía, la poesía es su justificación, la evidencia de que en sun normalidad es un hombre sublime.
Un apreciado amigo, del que desconozco el rostro, quizás así deban ser todos los amigos, y al que no suelo pedirle mucho, más que lea lo que escribo y subo de vez en cuando, fue el que me introdujo en la exploración de este poeta. Un día en uno de sus comentarios me puso un pequeño fragmento de un poema de Márquez Cristo, así empezó me acercamiento primero rechazante (porque odio a los poetas académicos) pero después logré extender un puente a esos versos tan amargos y sinceros, hasta dejar que me tocaran. Lo principal es dejarse sorprender, la poesía en sí sólo tiene la justificación que uno pueda darle, el significado que uno le permita.
Sin más me remito a dedicar esta semana a Gonzálo Marquéz Cristo y para que todos los cibernautas fantasmas que entren a este blog puedan buscarlo.

lunes, 12 de abril de 2010

BALADAS

Baladas

¡Maldita modernidad!
Todo dolor está masificado,
Cada corazón roto tiene soundtrack integrado,
¡Maldigo las baladas de la radio!
Que con sus plásticos corazones llorando,
No me dejan oír que el propio se ha quebrado.


¡Malditos sentimientos televisados!
¡Maldita la tragedia en el mass media!
Que ya no hay lugar para la humanidad,
Y la concordia,
En el acelerado mundo de la máquina,
Donde todo se ha automatizado,
« Llore ahora, pague más tarde »
Y mis lágrimas se han plastificado.

¡Maldito autoservicio de caricias!
Donde ya no hay miradas gratuitas,
Código de barras tatuado en las pupilas,
¡Y lloro porque le han puesto precio,
A lo más invaluable que teníamos!
Nuestros sentimientos,
Comprimidos en archivos de audio,
Impresos en revistas mensuales,
Resumidos a frases pegajosas,
A consejos de publicista desalmado,
Nos robaron nuestros sentimientos,
Y nos los están vendiendo caros.

¡Malditos mercenarios del alma!
Los que rasgan el pecho de unos,
Con la belleza inhumana de los otros,
Los que fabrican hermosos sueños,
Que ocultan detrás de sí un aguijón de inalcanzables,
Nos hieren de por vida,
Nos infecta el veneno del descontento,
Y nos hace cáscaras de seres,
A las que les venden maquillaje
Y productos para el peso.

¡Maldita la economía que succiona
su jugo de la miseria del común!
Que se alimenta de sus ilusiones
Que ya antes le habían confeccionado;
Y el común toma ese molde
Como una piel propia
Que siempre le queda mal,
Y vive su vida en el ajuste imposible
De esa segunda humanidad que le han vendido,
Sin reconocer al hombre debajo.
¡Maldito mercantilismo de la falsa humanidad!
Donde todo es carta, referencia cruzada,
¡Maldito sex appeal, que mató al erotismo!
¡Malditos anglicismos desalmados!

Gerardo Cielorraso

domingo, 11 de abril de 2010

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

ES QUE YO

Es que yo,
en cuaya alma se reflejan
todas las fuerzas del universo,
en cuya reflexión emotiva y agitada,
cosas antagónicas y absurdas se suceden
-yo, el foco inútil de todas las realidades,
yo, el fantasma nacido de todas las sensaciones,
yo, el bastracto, yo el proyectado en el écran,
yo, a mujer legítima y triste del Conjunto,
yo sufro por ser yo através de todo eso
como el que tiene un sed que no es de agua.

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

ANIVERSARIO

En aquel tiempo en el que me festejaban por mi cumpleaños
yo era feliz y nadie había muerto.
En la vieja casa hasta mi cumpleaños era una tradición de siglos,
y la alegría de todos, y la mía, respondían a una cierta religión.

En aquel tiempo en que me festejaban por el cumpleaños,
gozaba la gran salud de no entender de nada,
de ser inteligente para la familia,
y de no tener las esperanzas que los otros tenían por mí.
Después, cuando tuve esperanzas ya no sabía tener esperanzas.
Después, cuando miré a la vida
había perdido el sentido de la vida.

Sí, el que fui como algo imaginado de mí mismo,
el que fui por corazón y parentezco,
el que fui en las veladas casi provincianas,
el que fui porque me amaban y era niño,
el que fui, ¡Dios mío!, el que solo ahora sé que fui...
¡Que lejano!
(Ni lo encuentro...)
¡En aquel tiempo en el que me festejaban por el cumpleaños!


El que soy ahora,
es como la humedad en el pasillo del fondo de la casa,
germinando en las paredes...

El que soy ahora (y la casa de los que me amaron
tiembla através de mis lágrimas),
el que soy ahora es que vendieran la casa,
que todos hayan muerto,
y que yo me sobreviva como un fósforo frío...

Aquel tiempo en que me festejaban por el cumpleaños...
¡qué amor el mío, como una persona, por aquel tiempo!
Deseo físico del alma de encontrarse allí otra vez,
através de un viaje metafísico y carnal,
con una dualidad del yo conmigo...
¡Comer el pasado como un hambiento el pan,
sin tiempo para detener a mantequilla en los dientes!

Otra vez lo veo todo
con una claridad que me ciega para ver lo que hay aquí.
La mesa puesta para más comensales,
la valija de mejores dibujos, de más vasos,
el aparador repleto -dulces, frutas,
y lo demás a la sombra del asado-,
las viejas tías, los primos diferentes,
y todo era por mí
en aquel tiempo en el que me festejaban mi cumpleaños.
¡Detente corazón!
No piensas. ¡Deja de pensar en la cabeza!
Hoy nunca cumplo años.
Duro.
En mí se suman los días.
A viajo llegaré cuando lo sea.
Nada más.
¡Qué rabia, no haberme traído el pasado robado en el bolsillo!

Aquel tiempo en que me festejaban por el cumpleaños...

viernes, 9 de abril de 2010

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

EL GUARDADOR DE REBAÑO

Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoyalegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.

Los escribí y debo enseñárselos a todos,
porque no puedo hacer lo contrario
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.

He aquí que ya van lejos, como si fuesen en diligencia,
y yo, siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?

Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mi.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.

¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperson por la naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río, entra en el mar, y su agua es siempre
la que fue suya.

Paso y me quedo, como el Universo.

Por: Alberto Caiero.

jueves, 8 de abril de 2010

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

ESTANCO

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Esto aparte, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
del cuarto de uno de los millones del mundo que nadie
sabe quién es
(y de saberse quién es, ¿qué se sabría?)
dais al misterio de una calle cruzada constantemente
por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, verdadera, desconocidamente
verdadera,
con el misterio de las cosas debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos
blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera
de nada.

Hoy esty vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morir
y no tuviera más hermandad con las cosas
que una despedida, convertidos esta casa y este lado
de la calle
en la hilera de vagones de un tren,
silbada su salida desde dentro de mi cabeza
y sacudidos los noervios y chirrianes los huevos al marchar.

Hoy estoy perplejo, como quien pensó y halló y olvido.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
al Estanco del otro lado de la calle, como una cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

En todo fracasé.
Como no tenía propósito alguno, todo tal vez fuera nada.
Del aprendizaj que me habían dado
me descolgué por la ventana de las trasera de la casa.
Fui al campo con grandes propósitos,
y sólo encontré hierbas y árboles,
y una gente que, cuando la había, era igual a la otra.
Abandono la ventana, me siento en una silla.
¿En qué he de pensar?

¿Qué sé acerca de lo qué seré, yo, que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!
Y tantos piensan serlo que no podrán serlo tantos.
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños tan genios
como yo,
y la historia no marcará, ¿quién sabe?, ni a uno sólo,
ni quedará más que estiércol de tanta conquista futura.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos descabalados por tantas certezas!

Yo, que de nada estoy cierto, ¿soy más cabal o soy menos cabal?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no habrá a estas horas genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni hallarpan los oídos de nadie?
El mundo es de quien nace para conquistarlo
y no del que sueña que va a conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que todos cuanto Napoleón hizo,
he estrechado contra el pecho hipotético
más humanidades que Cristo,
he construido en secreto filosofías no escritas
aún por ningún Kant.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre tan sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó a que le abrieran la puerta
junto a una pared sin puerta
y cantó la cantinela del Infinito en un gallinero
y oyó la voz de Dios en un pozo cegado.

Derrame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, ese viento que me busca el cabello,
y lo demás, que venga, si es que viene o tiene que venir,
o que no venga.
Esclavos por el corazón de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de la casa y es toda la Tierra
más el sistema solar, y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, niña,
come chocolatinas!
Mira que en el mundo no hay más metafísica
que las chocolatinas.
Mira que todas las religiones no enseñan más
que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Ojalá pudiera comer chocolatinas con la misma verdad
con la que las comes!
Pero yo pienso, y al quitarles el papel de plata,
que es de hoja de estaño,
lo tiro al suelo, como tiré la vida.)

Pero de la amargura de lo que nunca seré queda al menos
la rápida caligrafía de estos versos,
pórtico hendido hacia lo Imposible.
Pero al menos consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos por el gesto de largueza con que arrojo,
sin tomar nota, la ropa sucia que soy al discurri de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
seas diosa griega concebida cual estatua viva,
o patricia romana de imposible nobleza y nefasta
o princesa de trovadores muy gentil y abigarrada
o marquesa del siglo XVIII escotada y distante
o cocotte famosa del tiempo de nuestros padres
o qué sé yo qué moderno -no concibo bien qué-
todo eso, sea lo que sea que seas, ¡si es que puede inspirar,
que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan a los espíritus invocan espíritus,
me invoco a mí mismo, y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo los entes vivos, vestidos, que se entrecruzan,
veo los perros, que también existen,
y todo eso me pesa como una condena al destierro,
y todo eso es ajeno, como todo.)


Viví, estudié y hasta creí,
y hoy no hay mendigo al que no envidie que no sea yo.
A cada uno le miro los andrajos, las llagas, la mentira,
y pienso: quizás nunca has vivido, estudiado, amado, ni creido
(pues es posible hacer realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
quizás sólo hayas existido como una lagartija a la que cortan el rabo
sólo es un rabo removiéndose más acá de la lagartija.

Hice de mí lo que no supe
y lo que de mí pude haber hecho no lo hice.
Vestí un disfraz equivocado.
En seguida me tomaron por quien no era,
y no lo desmentí, me perdí.
Cuando me quise quitar la máscara
se me había pegado a la cara,
Cuando me la quité, y me vi en el espejo,
había envejecido.
Estaba borracho, no acertaba a llevar el disfraz
que no me había quitado.
Arrojé la máscara y dormí en el guardarropa
como un perro al que tolera la gerencia
por ser inofensivo.
Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musival de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte cual cosa hecha por mí
en vez de quedarme siempre frente al Estanco de enfrente
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que el borracho anda a traspiés
o un felpudo sin valor robado por gitanos.

Pero el Dueño del Estanco se asoma a la puerta,
permanece en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de quien tiene mal orientada la cabeza
y con la incomodidad del alma cuando está malentendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero y yo dejaré versos.
Un día morirá el letrero, y los versos morirán también.
Tras ese día morirá la calle donde estuvo el letrero
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante donde había sucedito todo eso.
En otros satélites de otros sistemas algo así como gente
seguirá haciendo cosas como versos y viviendo bajo cosas como letreros.
Siempre una cosa frente a la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio de lo hondo tan verdadero como el
sueño de misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa, o ni una cosa ni otra.

Pero un hombre entra en el Estanco (¿para comprar tabaco?)
y la realidad plausible cae, de pronto, sobre mí.
Me semiincorporo enérgico, convencido, humano,
para intentar escribir estos versos en que digo lo contrario.
Mientras pienso en escribirlos enciendo un cigarillo,
y en el cigarrillo saborea la liberación
de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia
y en este momento sensitivo y adecuado gozo
y la conciencia de qu ela metafísica es una consecuencia
de hallarse uno indispuesto.

Después me reclino en la silla
y continuó fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si me casara con la hija de mi lavandera
tal vez fuera feliz.)
En vista de lo cual me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.

El hombre ha salido del Estanco (¿guarda el cambio
en el bolsillo de los pantalones?)
Ah, lo conozco: es Esteves, sin metafísica.
(El dueño del Estanco se ha asomado a la puerta.)
Como por instinto divino Esteves se vuelve y me ve.
Gesticula un saludo, le grito, ¡Hola Esteves!, y el universo
se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño del Estanco,
sonríe.

Por: Álvaro Campos.

miércoles, 7 de abril de 2010

Si te quieres matar ¿por qué no te quieres matar?

Si te quieres matar, ¿por qué no te quieres matar?
¡Aprovecha el momento! Yo, que amo tanto la muerte y la vida,
si osara matarme, además me mataría...
Ya que llegas a osar, ¡hazlo!
¿De qué te vale el cuadro sucesivo de imágenes externas
al que llamamos mundo?
Ese cine de las horas que van representando
los actores de unas convenciones y poses determindas,
circo polícromo de nuestro dinamismo sin fin...
¿De qué te vale el mundo interior, que desconoces?
Tal vez si te matas lo conozcas, por fin.
Tal vez al acabar comiencs...
En todo caso, si te cansa ser,
ah, cánsate noblemente,
¡no cantes, como yo, la vida por borrachera!
¡no saludes, como yo, la muerte en literatura!

¿Haces falta? ¡Oh sombra futil llamada hombre!
Nadie hace falta; a nadie le haces falta...
Sin ti, todo marchará sin ti.
Para los otros tal vez sea peor tu existencia qye tu muerte...
Tal vez les peses más durando que dejando de durar...

¿El dolor de los otros? ¿Sientes remordimiento anticipado por su llanto?
No te preocupes: poco te han de llorar.
El impulso vital extingue poco a poco las lágrimas
cuando no son por cosas propias,
cuando son po lo que les sucede a los demás, sobre todo
la muerte,
que es algo tras lo cual ya nada les sucede a los demás...

Al principio es la angustia, la sorpresa de que haya llegado
el misterio y la falta de tu vida hablada...
Después es el horror del ataúd visible y material,
y los hombres de negro que ejercen la profesión de estar-allí.
Después , el velatoria de toda la familia, inconsolable y contando historietas,
mientras lamenta ese castigo que es tu muerte,
y tú, mera causa ocasional de aquel plañir,
tú, en verdad muerto, mucho más muerto de lo que imaginas,
mucho más muerto aquí de lo que imaginas,
aunque esés mucho más vivo más allá...
Después, la trágica retirada hacia el panteón o el hoyo,
y después el comienzo del morir de tu recuerdo.
Primero hay en todos un alivio
de la tragedia, algo pesada, de tu muerte.
Después se aligera la conversación cotidiana
y la vida de cada día recupera los días...

Después, lentamente, te olvidan.
Sólo serás recordado en dos fechas,
por tus aniversarios:
cuando cumpla los años tu nacer, cuando cumpla los años
tu morir.
Nada más, nada más, absolutamente nada más.
Pensarán en ti dos veces cada año.
Cada año suspirarán por ti dos veces aquellos que te amaron.
Y alguna que otra vez suspirarán si por casualidad
se habla de ti.

Énfrentate a ti mismo en frío, y enfrenta en frío lo que somos...
Si te quieres matar, mátate.
¡No tengas escrúpulos morales, recelos en la inteligencia!
¿Qué escrúpulos o qué recelos tiene el mecanismo de la vida?
¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso
que genera las savias y la circulación de la sangre y el amor?
¿Qué memoria guarda de los otros el ritmo alegre de la vida?
Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre,
¿no ves que tu importancia es nula?

Eres importante para ti porque es a ti a quien tú sientes.
Lo eres todo para ti porque eres para ti el universo,
el universo propio y de los otros satélites
de tu subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú te importas.
Y si eres así, oh mito, ¿por qué los otros no han de ser así?

¿Sientes, como Hamlet, pavor a lo desconocido?
Pero, ¿qué es lo conocido? ¿Qué es lo que conoces
para que llames desconocido a cualquier cosa en especial?

¿Sientes, como Falstaff, el amor adiposo a la vida?
Si tan materialmente la amas, más materialmente ámala
aún:
¡tórnate parte carnal de la tierra y las cosas!
Dispérsate, sistema físico-químico
de células nocturnamente conscientes,
en la noctura consciencia de la inconsciencia de los cuerpos,
en el gran embozo, que no emboza nada, de las apariencias,
en la hierba o el césped de la proliferación de los seres,
en la niebla atómica de las cosas,
en las parades voraginantes
del vacío dinámico del mundo...

Por: Álvaro Campos

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

LISBON REVISITED

No: no quiero nada.
Ya os he dicho que no quiero nada.

¡No me vengáis con conclusiones!
La única conclusión es morir.

¡No me traigáis estéticas!
¡No me habléis de moral!
¡Llevaos de aquí la metafísica!
¡No pregonéis sistemas completos, no aliniés ante mí las
conquistas
de las ciencias (de las ciencias, Dios mío, de las ciencias)
- de las ciencias, de las artes, de la civilización moderna! -

¿Qué mal he hecho yo a todos los dioses?

Si tienen la verdad, ¡que se la guarden!

Soy un técnico, pero con técnica sólo dentro de la técnica.
Esto parte, soy loco, y con todo el derecho a serlo.
Con todo el derecho a serlo, ¿habéis oído?

¡No me incordiéis ya más, por el amor de Dios!

¿Me querríais casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿O acaso lo contrario? ¿O lo contrario de cualquier otra cosa?

Si fuera otra persona os podría complacer a todos.
Así, tal como soy, ¡resignación!
¡Id al diablo sin mí,
o dejad que me vaya solo al diablo!
Ir juntos, ¿para qué?

¡No me agarréis del brazo!
No me gusta que me agarren el brazo. Quiero estar conmigo a solas.
Lo repito: ¡conmigo a solas!
¡Qué gran incordio, pretender que sea de la compañía!

¡Oh cielo azul -el mismo de mi infancia-,
eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,
pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh pena mía de nuevo visitada, oh Lisboa de otro tiempo,
hoy!
Nada me dais, nada me quitáis, nada sois que yo me sienta.

¡Dejadme en paz! No he de tardar, que nunca he tardado...
Y mientras tardan el Abismo y el Silencio, ¡quiero estar
conmigo a solas!

Por: Álvaro Campos

lunes, 5 de abril de 2010

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

Autopsicografía

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.

Por: Alberto Caeiro

SEMANA DE FERNANDO PESSOA

¿Qué pasa cuando tenemos a un ingeniero naval, unos cuantos libros de Milton, Whitman y Virgilio, y un complejo de personalidades múltiples? Obtenemos a uno de los poeta más emblemáticos de la primera mitad del siglo pasado, y de los más importantes de la lengua portuguesa. Me refiero a Fernando Pessoa, nacido en Lisboa en 1888 y muerto en la misma ciudad en 1935, personaje de lo más extraño tanto poética como biográficamente ya que se puede abordar desde 3 personalidades diferentes que lo constituyen, de las que él estaba convencido, eran espiritus que le susurraban los poemas, toda su vida defendió la no autoría de los poemas que se le atribuían, eran esos tres espectros: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro Campos, sus tres personalidades quienes emanaban de sí un espiritú poético. Es fácil llegar a creer esa locura cuando se interioriza en el trabajo completo de Pessoa, pues cada uno de los heterónimos también escribe y piensa independientemente, no son nombres aleatorios que se le antojaron al poeta, sino auténticas personalidades, estructuradas, cada una con su estilo poético propio, sus temáticas y la utilización de los diversos recursos. Desde la rima clásica de Reis hasta el excesivo uso de las onomatopeyas en Campos, y los poemas sobre el arte poético de Caeiro. Un poeta que se diversifica a sí mismo hasta desdoblarse en tres personalidades, cuando los poemas de Caeiro fueron escritos todos en 3 noches completas de insomnio, mientras que las de Campos todas bajo la influencia del opio, fundamentaron la moderna poesía portuguesa y sobre todo influirían a su sucesor, al menos en el estilo, César Pavesse.