jueves, 3 de julio de 2014

No era penal, pero fue una pena.

Recuerdo haber visto pocos mundiales, o más bien poquísimos partidos de los mundiales. Para mí el mundial de fútbol era un acontecimiento periódico sin sentido. Siempre preferí jugar cascaritas que mirar a 22 monigotes correr de lado a lado de la cancha entre vitoreos, cantos y abucheos, pujantes por alcanzar un par de goles durante 90 minutos. Las reglas del juego me eran desconocidas, todos sabemos que las cascaritas de la calle imponen su propia lógica, según la conveniencia del dueño del balón, quizá por eso el fenómeno del fútbol profesional me cerraba sus secretos.
Este mundial decidí estar más atento, con un llamado irónico de ciertos tuiteros con la consigna de: "Lo importante es el mundial, cuiden mis barriles de petróleo", lo cual demuestra por una parte, la caricaturización a la que ha llegado la izquierda crítica de este país, que plantea todo en dicotomías, que se entiende a sí misma como portadora de una verdad y de una senda privilegia para "salvarnos a todos", y por otro algo que ya Samuel Ramos primero, y Jorge Portilla después había descubierto en el mexicano, su incapacidad para afrontar y dar seriedad a las cuestiones elementales de la vida en común, de actuar conforme a valores y tomárselo todo en "relajo". Y es que precisamente tenían razón, lo importante era el mundial, eso lo descubrí viendo el Mundial. El problema de los que hacían ese llamado es que reducían el mundial a los partidos de fútbol, e ignoraban el sentido de su propia consigna. No habían dicho "lo importante es el fútbol" o "lo importante son los partidos de la selección",  sino "lo importante es el mundial".
¿Por qué es importante el mundial? El mundial empezó mucho antes de que empezaran los partidos. Todos nos enteramos de la política de represión y desalojo que el gobierno brasileño estaba emprendiendo para "blanquear" las ciudades. Hacerlas atractivas para los turistas, conservar únicamente la miseria pintoresca, desplazar las desigualdades sociales a un punto donde no estuvieran bajo la mirada pública. Nada sorprendente (no por eso menos indignante), la exclusión  de los excluidos, la marginación de los marginados, la represión de los reprimidos. De fondo estaba la explicitación de Brasil como una potencia neoliberal, de cómo una izquierda al ser votada por los grandes empresarios, se transforma en un centro, de como la ideología socialista deviene represión estatista. Así como la expresión de la FIFA como servidora de intereses más allá de los deportivos (su negativa a respetar la legislación vigente en Brasil de no vender alcohol en los estadios de fútbol, el escándalo detrás de los salarios infrahumanos pagados a las mujeres que trabajan en las maquilas de los balones, el destape del claro fraude en la victoria española en el mundial de hace 4 años).
Para México empezó en una pujante pugna por la clasificación que acabó en un al parecer (ignoro si ésto tiene una negatividad o si se la dotamos nosotros), clasificación por "repechaje", "de panzazo" como solemos decir en México.
Lo que siguió pareciera copiar fielmente lo descrito por Ramos en la descripción de la psicología del mexicano (aunque aclaro que ni Ramos, ni Portilla se detienen a analizar las condiciones económicas y socio-históricas que construyen tal psicología y que puedan, tal vez, explicarla): la desconfianza en sí mismo, la desvalorización de aquellos que pugna por competir. Cada partido que ganaba la selección, no iba acompañado de un vitoreo, sino de una franca sorpresa, de quien se sorprende de su propia capacidad y poderío.
El mundial trajo también la expresión refinada de muchos comportamientos racistas, clasistas, sexistas a nivel mundial. Empezando por un arbitraje amañado que demuestra dos cosas: la desconfianza de quienes detentan el poder de la certeza de su poderío (en este caso futbolístico) y tener que recurrir a una ilusoria autoridad para seguir legitimando su estatus. Así como la incapacidad de las autoridades de reconocer sus errores y retractarse (los goles anulados a Dos Santos, el clavado de Robben, el linchamiento público de Suárez). Así como de las aficiones, el abucheo de la afición verdeamarelha ante el himno nacional de Chile en el partido por el pase a los cuartos de final; el polémico grito de "ehhhh puto" de la afición mexicana; pero también mostró cosas dignas de orgullo, los letreros de "Bring our girls back" en los partidos de Nigeria; el llamado al cese del conflicto bélico en los partidos de Costa de Marfil.
También el mundial ha sido expresión de otros odios mucho más profundas, la afrenta ante quienes logran tener éxitos, la ira de la masa ante el triunfador, tan irracional como su adoración. Se rechaza a jugadores que donan la mitad de su salario a causas humanitarias (Cristiano Ronaldo, Balotelli) se ignoran las expresiones de nobleza, como la selección argelina donando 9 millones de euros para las víctimas de la guerra (genocidio) en Palestina bajo la frase "ellos lo necesitan más que nosotros."
La única forma en que un mexicano puede trascender es siendo una caricatura de sí mismo, cosa que demuestran los memes del piojo Herrera que circulan por toda la red.
Asistimos a un fenómeno alentador, cosa que el mundial siempre parece traer. El triunfo de los ninguneados, las selecciones de Costa Rica, de Colombia, de Bélgica han sorprendido al mundo al derrotar a las clásicas potencias futboleras. Y éstas mismas han mostrado un pobre desempeño futbolístico que no corresponde a su fama. La dificultad que tuvo la selección alemana ante Ghana. El pase de USA por puntaje (osea, sólo pasó  porque Portugal jugó peor que todos en ese grupo). La incapacidad de Francia de dominar el partido ante Argelia y la necesidad de una "intervención" de arbitraje para que Países Bajos obtuviera un triunfo frente a México. Porque parece ser admisible que entre potencias halla un enfrentamiento sanguinario (el 5 - 1 de Holanda contra España, el 4 - 0 de Alemania contra Portugal) pero cuando los papeles se invierten, ha sido el arbitraje o el mero azar (cosa que jamás se puede evadir en un juego) lo que ha dado el triunfo. Recordemos el jaque que Australia hizo pasar a Países Bajos disipando la ilusión de su poderío, la incapacidad de Argentina de definir frente a Irán salvo en un tiro libre y el sorpresivo empate de Ghana y Alemania.
Ahora que se han jugado las eliminatorias por los cuartos de final, y quedan los 8 contendientes: Países Bajos, Brasil, Colombia, Bélgica Alemania, Francia y Argentina.
Este mundial nos va dejando lecciones amargas y la necesidad de pensar los fenómenos en su sentido global. Mientras en México se debatía sí el fútbol es alienante (negarlo rotundamente es caer en una ingenuidad ridícula o en un cinismo tenebroso) o es la gente la que decide alienarse en el fútbol (afirmar esto sin más demuestra un odio claro a las masas populares y a los eventos y signos con los que buscan identificarse). El mundial ha servido para tapar muchas cosas, la discusión de las leyes secundarias de las reformas que, no lo olvidemos, ya han sido aprobadas sin discusión con la población. El surgimiento de una auténtica guerra de exterminio en Ucrania; el agudizamiento del conflicto en la franja de Gaza; el proceso penal de Zarkozy en Francia, el mismo día que su selección se jugaba el partido final de su grupo.
Pero eso es confundir el fútbol con la FIFA, aunque a estas alturas del partido, la FIFA ha mostrado su rechazo a que se cuestione su hegemonía y monopolio sobre los avatares de dicho deporte. La campaña mediática en contra del "Mundial del pueblo" organizado en las favelas. No creo que podamos pensar al fútbol profesional fuera de las contradicciones Que la FIFA sólo es una representación del poder imparcial que adquieren los grandes monpolios de las empresas trasnacionales (es sabido por estudios serios que el 75% de la producción del mundo le pertenece a 11 grupos empresariales, y que el 96% de los medios de comunicación están bajo su control) al poner en juego grandes capitales para expresar su voluntad.
Efectivamente no era penal, pero quiero terminar esta breve reflexión con una cita de Mario Teodoro Ramírez, publicada en el contexto de la derrota mexicana, pero sin tener que ver directamente con el fenómenos futbolístico: "Personalidad, carácter es lo que nos falta a los mexicanos. Digo, si todavía podemos hablar a la manera de Samuel Ramos. No nos falta disciplina, ni esfuerzo, tampoco voluntad o ambición. Tenemos valores incluso. Pero no creemos realmente en ellos. Nos falta valor para valorar, para sostener los valores. Para vencer el miedo, la inseguridad, la simulación. Y para superar ese gusto enfermizo por la pequeñez, el fracaso, el victimismo. Pero hay que insistir: lo mexicano no es una esencia sino una representación que nos hemos creído."

¡Puto! por Leonardo Moncada.

¡PUTO!


Pues ya es muy tarde para entrar en el debate (ya hasta eliminaron al seleccionado nacional) y realmente no quería hacerlo, pero va. Sólo estas consideraciones saussureanas, ahora que en las últimas semanas hemos estado revisitando al lingüista suizo en clase:

El valor de un signo lingüístico está dado en parte por la relación que ocupa con respecto a otros signos lingüísticos. Está dado, pues, por una contextualidad sintáctica. El lazo entre un significante, "puto", por ejemplo, y su significado, es arbitrario; un mismo significante puede estar asociado con diferentes significados, como es el caso de "puto" [Yeyo Nomás, en una publicación al respecto, pone ejemplos muy atinados: "Puto se dice cuando alguien te da un zape por atrás (¡Ah, puto!); o cuando alguien se echa para atrás en un acuerdo (ah ,qué puto), o cuando algo te emociona (¡aay, puto!) o para calificar una afrenta extrema (son putadas…). Recuerdo que mi madre me recitaba de niño un poema de Gaby Brimmer donde, ante el desamparo en el que la dejaban los doctores, les gritaba:
¡Putos!, ¡Médicos putos! Todos dicen sin razón que me estoy muriendo"].

Además, un mismo significado puede ser expresado con diferentes significantes: "homosexual" se dice de muchas formas, entre ellas, con el significante "puto", pero no siempre "puto" significa homosexual. Y, finalmente, más allá de Saussure, el valor de una expresión no está dado en ella misma, sino también por el contexto pragmático en el que aparece. Y es evidente que, aquí, esa praxis no remite a ninguna forma de expresión de juicios de valor por la orientación sexual de los porteros, sino como un significante asociado de modo muy extraño con la confianza mágica en que su enunciación, acompañada de un movimiento trémulo de manos, hará que el guardameta la cague al patear el balón.

En resumen: no veo, a partir de estas consideraciones, cómo "puto", este "puto", pueda ser una expresión homofóbica, discriminatoria, excluyente en función de orientaciones sexuales, etc. Ni sintáctica, ni semántica ni pragmáticamente se sostiene ese alegato. Pura ideología, puro desgarramiento inútil y moralino de vestiduras. Podrá ser una estupidez, un ejemplo de la poca creatividad de los mexicanos al manifestarse en las tribunas, y quizá deba denunciarse y criticarse por ello, pero no por eso que unánimemente se ha señalado. Esa moderna policía de lo políticamente correcto, ahora gay, feminista, queer, animalista, vegana, etc. (¡aguas! Seguramente debo estar discriminando) se parece tanto a los 40 policías que ayer sometieron a dos motociclistas por estar mal estacionados:
http://1aplana.mx/noticias/sucesos/se-enfrentan-policias-municipales-con-dos-motociclistas-mal-estacionados/


Por Leonardo Moncada, profersor en la facultad de Psicología de la UMSNH

P.D.: He pasado por alto, ahora me percato, una dimensión importante: la del intérprete. Es desde ese lugar que la expresión se ha tomado como una ofensa, un insulto, una agresión. Y esa dimensión no puede ser obviada. Aun cuando la expresión no tenga el sentido y la función que los intérpretes le atribuyen, si éstos de todos modos demandan, al parecerles ofensiva aun con las clarificaciones que puedan mediar, que no se dirijan a ellos de esa forma, quien así se expresa tiene la obligación moral de no hacerlo más. Eso demandó la federación holandesa de fútbol, y la afición mexicana, necia zafia, terca y además orgullosa de eso, insistió con el grito durante todo el encuentro.

Concuerdo ampliamente con el sentido de este artículo,, por eso lo comparto. Tomado de su muro de FB de una publicación del 02 de Junio.