sábado, 24 de julio de 2010

CANTO A MI MISMO Partes 12-17

XII
El carnicero se pone las ropas de trabajo y afila el cuchillo detrás de su puesto en el mercado.
Me paro junto a él y me divierto con sus salidas y sus bromas, mientras corta y descuartiza una res.

Los herreros con el rostro tiznado y el pecho velludo
rodean el yunque.
Todos tienen grandes martillos.
Ahora descansan;
en el fuego se calienta un hierro.

Desde el umbral de la herrería, lleno de escoria y de ceniza, los contemplo.
El más ligero movimiento de sus cuerpos armoniza con la pesada herramienta.
Ahora los martillos giran,
se ciernen sobre el yunque
y caen lentos y seguros sobre el hierro encendido.
Ninguno se precipita
y todos dan en su sitio:
pin, pan, pin, pan, pin, pan...

XIII
El negro seguro y gigantesco se yergue sobre una pierna en el pescante.
Sostiene firmes las riendas de la cuadriga y el carro se vence bajo el peso de la cadena que se arrolla al so-
porte.
La camisa azul del esclavo se abre en el cuello
hasta mostrar el pecho
y se afloja y abomba con el viento sobre la faja.
Su mirada es tranquila y dominante.
Se sacude hacia atrás el sombrero
y deja al descubierto la cabeza.
El sol cae ahora sobre su pelo crespo y sobre el azabache pulido de su piel.
Me apasiona este gigante pintoresco
y también los cuatro caballos que gobierna.
Porque yo soy el gran catador de la vida,
el que la gusta y acaricia incansable donde quiera que se mueva,
ya marche hacia atrás o hacia delante.
Me inclino ante los altares humildes y olvidados
y no desdeño nada ni a nadie.
Lo absorbo todo para mi sangre y para mi canción.

Bueyes que hacéis rechinar, al andar, el yugo y la cadena
o que sesteáis en la sombra de los prados
¿qué me queréis decir con vuestros ojos?
Me decís más que cuanto han leído los míos en la vida.
Vagando el día entero me pierdo en el bosque
y mis pasos espantan los ánades, al macho y a la hembra,
que levantan el vuelo juntos
y forman círculos en el aire.
Pienso que sus alas se mueven cargadas de designios,
que el rojo, el amarillo y el blanco de sus plumas tienen un sentido,
que el gris y la cabeza empenachada encierran un propósito……
y no digo que la tortuga es indigna porque no es otra cosa que tortuga.

La chova, que no sabe la escala musical, trina bastante bien para mí,
y la mirada de aquella yegua baya pone en evidencia vergonzosa toda mi ignorancia.

XIV
En la noche fría, el ganso salvaje guía la bandada; su graznido me llega como una invitación.
Acaso el orgulloso no oiga nada,
pero yo, que escucho atentamente,
descubro su propósito y su sitio allá arriba,
en el cielo del invierno.

El alce ligero del norte,
el gato que dormita en el umbral,
el vencejo,
el topo,
las crías de la cerda que tiran de las ubres,
y los pollos de la galli-pava bajo las alas entreabiertas,
se mueven bajo la misma ley que yo.

La presión de mis pies sobre la tierra
levanta miles y miles de emociones
que desprecian este esfuerzo mío por definirlas.
Amo el campo abierto y fecundo,
a los hombres que cuidan el ganado,
a los que respiran el aire del mar y de los bosques,
a los constructores y a los tripulantes de navíos,
a los que blanden el hacha y la mandarria
y a los domadores de caballos…….
Viviría, comería y dormiría con ellos semanas y semanas.

Lo corriente y lo tosco,
lo cercano y lo fácil soy yo mismo.
Voy hacia mi suerte,
me ofrezco entero sabiendo que gano siempre en la partida
y me adorno para entregarme al primero que me llame.
No le digo al cielo que descienda hasta mí.
Soy yo el que me doy, libre y sin cesar.

XV
La contralto canta junto al órgano del coro.
el carpintero alisa la madera con el cepillo que cecea salvaje y silba su canción,
los hijos casados y los que no están casados todavía, vuelven a casa para la cena pascual;
el piloto, con su brazo fornido, hace girar el gobernalle;
el patrón se yergue vigoroso en el bote ballenero, con la lanza y el arpón en la mano;
el cazador de patos camina en silencio con pasos sigilosos;
el diácono, con las manos cruzadas sobre el altar, aguarda las órdenes sacerdotales;
la hilandera se balancea entre el zumbido de la rueda;
el labrador pasea y se para de pronto para ver cómo han crecido la avena y el centeno;
el loco es conducido al manicomio porque los médicos han dicho que es caso incurable…..
(ya no dormirá más como solía en un camastro, cerca de su madre);
el impresor de pelo gris y pómulos enjutos masca tabaco junto a la caja, mientras mira el manuscrito con o-
jos enervados;
un cuerpo deforme está sobre la mesa de operaciones,
los miembros amputados caen horribles en el cubo;
la mulata es vendida en pública subasta
y el borracho cabecea junto a la estufa de la taberna;
el maquinista se remanga la camisa,
el policía vigila su distrito,
el portero custodia en el umbral
y el mozo del express gobierna su vagón
(me encanta este mozo, aunque no lo conozco);
el jockey mestizo se ata las correas de sus botas livianas para competir en la carrera;
jóvenes y viejos se reúnen en las cacerías de pavos del oeste
--unos se recargan en los rifles,
otros se sientan en los troncos--,
de la partida surge el tirador,
se aposta en un lugar y apunta.
Grupos de nuevos emigrantes inundan los muelles y el malecón;
los negros trabajan en el ingenio de azúcar, mientras el capataz vigila desde su montura;
suena el clarín en el salón de baile,
los caballeros se apresuran a buscar su pareja
y los que van a bailar se saludan;
el adolescente, desvelado en su cama, bajo el techo de cedro del ático, escucha la canción de la lluvia,
los cazadores de Michigan ponen trampas en el arroyo que alimenta el río Hurón;
la india piel roja, envuelta en su manto oriado de amarillo, vende mocasines y bolsas de cuentas;
el connoisseur husmea por la exposición entrecerrados los ojos e inclinando hacia los lados la cabeza;
los marineros amarran el vapor y tienden la escala para que los pasajeros desembarquen;
la hermana menor sostiene la madeja mientras la hermana mayor va haciendo una bola y se detiene a inter-
valos para desatar los nudos;
la esposa que se casó hace un año está ya repuesta y es feliz con su primogénito, que tiene ahora quince
días;
la muchacha yankee de cabellos rubios se afana junto a la máquina de coser o trabaja en la fábrica de hila-
dos;
el lápiz del reportero vuela rápido sobre las cuartillas,
el empedrador apisona la calle,
el pintor de muestras forma letras con el azul y el oro,
el chico del canal corre por la línea del remolque,
el zapatero enseba los cabos
y el director de orquesta marca el compás y los cantantes lo siguen;
bautizan al niño
y el converso hace su profesión de fe,
la regata ha comenzado y los balandros surcan la bahía (¡mirad cómo brillan las velas blancas bajo el sol!);
el pastor vigila su ganado y grita a la res que se desvía;
el bohonero suda bajo el peso de su mercancía mientras regatea el comprador;
la novia alisa y acaricia su blanco vestido, y el minutero del reloj se mueve lentamente;
el fumador de opio reposa con la cabeza rígida y los labios entreabiertos;
pasa la prostituta arrastrando su chal y con el sombrero ladeado sobre el cuello vacilante y cubierto de granos;
las gentes se ríen de sus juramentos obscenos y unos hombres se mofan y guiñan el ojo; (¡Desgraciada! Yo
no me mofo ni me río);
el Presidente se reúne en consejo de ministros;
en el pórtico pasean tres severas matronas cogiosas del brazo;
la tripulación del pesquero almacena la pesca en la bodega;
gentes de Missouri cruzan las llanuras con el ajuar al hombro y arreando los ganados;
el cobrador del tren pide el pasaje al cruzar el vagón, haciendo sonar unas monedas;
allí están los que entariman,
los constructores de tejados
(pasan los aprendices en fila con la artesa al hombro).
Hoy es cuatro de julio.
Año tras año las multitudes se reúnen imponentes (saludan los cañones y las armas menores también),
y año tras año
el arador ara,
el segador siega,
y el grano en el invierno cae sobre la tierra;
allá en los lagos, el pescador de garrocha observa y espera junto al horado abierto en la superficie helada;
el pionero clava profunda el hacha en los tocones que inundan la planicie;
los que tripulan la gabarra atracan cerca del campo de algodón a la sombra de los castaños;
el buscador de negros rastrea por los pueblos del Río Rojo y por las tierras que bañan el Tennessee y el
Arkansas;
brillan antorchas en las sobras que proyectan el Chatahuche y el Atamayo……;
los patriarcas se sientan a la mesa con los hijos, los nietos y los bisnietos;
en chozas de adobe y en tiendas de lona duermen los cazadores y los armadores de trampas, después de su
deporte diario;
la ciudad duerme
y el campo duerme también;
los vivos duermen lo que han de dormir
y los muertos lo suyo;
el marido viejo duerme junto a su mujer
y el marido joven junto a la suya……
Todos quieren venir hacia mí
y yo quiero ir hasta ellos…….
Y tal como son, más o menos soy yo;
y de ellos,
de cada uno y de todos
y de mí mismo…..
sale esta canción.

XVI
Soy del viejo y del joven,
del necio y del sabio,
indiferente y atento,
maternal y paternal…….
Mi urdimbre es fina y tosca.
Soy de una nación gigante
formada de muchas naciones y donde las pequeñas valen lo mismo que las grandes;
soy del norte y del sur,
soy el ranchero desenfadado y hospitalario que vive allá abajo junto a las aguas del Oconi;
soy el yankee libre en su camino y listo siempre a traficar, con las coyunturas más fléxibles y más rígidas
de toda la tierra;
soy el kentukiano que vaga por el valle del Eikon, con leggins de cuero de venado;
soy el hombre de Luisiana y de Georgia;
soy el botero que navega por los lagos,
por las bahías
y a lo largo de las costas;
soy de Indiana,
de Wisconsin;
me acomodo muy bien a los mares del Canadá,
en los bosques de la altiplanicie
y con los pescadores de Terranova;
me encuentro a mis anchas en la flotilla rompehielos, navegando con todos;
estoy muy a mi gusto en las colinas de Vermont,
en las selvas de Maine
y en los ranchos de Tejas;
soy amigo de las gentes de California
y de los gigantes selváticos del noroeste;
estrecho la mano del barquero
y como y bebo con los que trabajan en las minas;
soy aprendiz del más ingenuo
y maestro del más avispado;
soy un novicio que tiene la experiencia de siglos
milenios;
tengo el color de todas las razas
y el prestigio de todas las castas;
pertenezco a todos los rangos
y a todos los credos……..
Soy labrador, mecánico y artista,
caballero, cuáquero y marino;
un prisionero, un iluso y un tunante;
abogado, médico, presbítero…….
Todo lo resisto mejor que mi propia diversidad.
Respiro fuerte, pero dejo aún bastante aire para los demás.
No soy orgulloso.
Estoy en mi sitio solamente.
Los huevos del boquerón y la polilla están en su sitio;
los soles encendidos que yo veo,
y los que se mueven en la sombra y no puedo ver, están en su sitio;
lo palpable está en su sitio
y lo impalpable también.

XVII
Éstos son los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países,
no son originles míos.
Si no son tuyos tanto como míos no son nada o casi nada,
si no incluyen todo, son poco menos que nada,
si no son el enigma y la resolución del enigma, no son nada,
si no son al mismo tiempo cercanos y remotos, no son nada.
Ésta es la hierba que crece dondequiera que hay tierra y agua,
éste es el aire común que baña el globo.

Éste es el aliento de las leyes, canciones y conductas,
ésta es el agua insípida de las almas... éste es el verdadero sustento.
Es para los analfabetos... para los jueces de la corte suprema...
para el congreso federal y para los congresos de los estados,
es para las admirables tertulias de escritores, compositoes, cantantes,
conferenciantes, ingenieros y sabios,
es para las infinitas razas de trabajadores, granjeros y marinos.

1 comentario:

Megara900 dijo...

Debo imaginar aquel instante primero en el que el poeta se ve abordado por el imposible milagro de la vida, y en el que va bruñendo su canción con miradas, y es inútil tratar de explicarles a los árboles y a las cosas cómo nuestro intento humano de reproducirlos se desenvuelve en paradójicas letras.

Es muy bella su manera de visualizar el mundo y a él dentro de todo eso, tener un ojo siempre despierto para contemplarlo todo, y una boca de ilusión cantante que no se cansa de propagar la esperanza.

Cada vez empiezo a perderme más en él y a agradecerle plenamente habérnoslo mostrado, un saludo grande Gerardo, mi abrazo.