jueves, 5 de julio de 2012

¿Por qué ganó Enrique Peña Nieto? En Respuesta al Artículo de Carlos Lector 'Letras del Norte'.

Escribo este pequeño artículo no porque sea una respuesta directa a la postura de Lector, que es muy respetable, sino en general a sus argumentos, argumentos que, creo yo, manifiestan una profunda incomprensión de la situación del país; argumentos que por lo demás, se niegan a entender en su particularidad el momento histórico que vivimos y sufrimos, y que dado el caso, parecen no tener noción de lo acontecido en los últimos 4 años en el país, y en especial en los últimos seis meses. 
Aunque concuerdo con su postura de buscar otras razones del despunte de Peña Nieto que no hayan sido el fraude electoral me parecen somero y superficial lo que se puede concluir siguiendo sólo ese hilo argumentativo. Si bien es cierto que una parte no pequeña de la población mexicana sólo tiene acceso a las cadenas televisivas de señal abierta, Televisa, TVAzteca, Canal22, etc... de eso no se sigue que esa gente sea necesariamente ignorante. Ver Televisa en sí mismo no te hace ignorante. Lo peligroso de posturas como la de Lector es que manejan un discurso represionista: "ustedes se lo merecen", "ustedes se lo buscaron". Cosa que puede ser síntoma de dos actitudes de lo más nocivas para un escritor que se asuma como líder de opinión: 1) Tiene un carácter ladino y en lugar de empatizar con la decepción y el luto nacional en el que más de un 50% de la población Mexicana ha entrado, se regocija con el fraude. 2) Tiene algún interés político en la victoria del PRI y está haciendo una especie de apología cargando toda la culpa en un extremo de la balanza. No quisiera creer, ni pretendo afirmar que alguna de estas dos actitudes se encuentren en el autor, simplemente que ciertas ideologías del tipo descrito pueden caber bien en este tipo de argumentos. 
Ahora vamos a los hechos, que es una forma efectiva de salir de las opiniones someras e ideológicas. Según los resultados del PREP hasta el día de ayer 4 de Julio (1), el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Peña Nieto obtuvo la victoria en el sufragio nacional con un 38.15% de los votos. No hablaré ahora del fraude, demostrado y registrado a lo largo y ancho de la república, ni del caso de Soriana y los MONEX, vamos a suponer que efectivamente, estos 18, 727, 398 millones de personas votaron de manera libre y no coercionada por el candidato. Si ponemos de manifiesto que a pesar de que las elecciones de este año alcanzaron una participación histórica, ésta apenas supera el 50% de la población total, algo así como un 63.14%. Para una población que supera los 120 millones, de la cual más del 65.4% es una población en edad de votar, es un número muy bajo, de estos 120 millones Enrique Peña Nieto dice haber obtenido el voto de 18 millones y medio. ¿Dónde está ese país de alienados por los medios masivos del que habla Lector? De estos 63.14% de la población que sí votó el pasado primero de Julio, el  61.82% no votó por Enrique Peña Nieto. Estamos diciendo que esta afirmación que hace Lector (y posturas similares) de que los mexicanos, alienados e ignorantes VOTARON por Peña Nieto, sólo quiere abarcar una tercera parte de los votantes, que no es ni una sexta parte de la población a nivel nacional. 
El segundo argumento que esgrime Lector (cuando más bien tiene el carácter de afirmación gratuita ya que no va a acompañada de razones objetivas) que además he leído ya en otras parte, príista mayormente, lo que no implica que Lector suscriba a una ideología partidista particular; versa de que el precario acceso a la educación en México es el que contribuyó al triunfo del candidato. Bueno, la misma población ignorante, inclusive mayor, ya que en el 2000 los índices de deserción escolar y analfabetismo a nivel nacional superaban el 70% de la población, votó por el candidato del Partido Revolucionario Institucional, Vicente Fox Quesada. Si el argumento de Lector fuera cierto entonces el PRI no hubiera salido de Los Pinos hasta que estos niveles de analfabetismo y deserción escolar disminuyeran al 30%. (Para formar una mayoría de letrados en el país). Es falso entonces que la falta de educación provoque el triunfo de un candidato. 
Al  tipo de argumento que Lector da como tercero algunos politólogos lo han llamado falacia de la personalidad. Es decir, pensar que el único motivo que tiene la gente para votar por un candidato es su persona, y lo que se diga o no de ella. Si esto fuera cierto Andrés Manuel López  obrador no hubiera alcanzado ni un 10% en las votaciones debido a la gigantesca campaña de desacreditación que desde hace más de 7 años los medios de comunicación iniciaron en su contra. Y Peña Nieto hubiera ganado por mucho más del 18% que Milenio le vaticinaba hace poco menos de un mes. Hay muchísimos intereses que se juegan en unas elecciones, mucha población vota de acuerdo a sus profesiones, a sus intereses empresariales o microemrpesariales, sus intereses como migrantes, como estudiantes (que es el caso del movimiento #YoSoy132). No sólo porque tal o cual candidato convenza, sino porque conviene tener a tal o cual sistema político, porque se quiere tal o cual postura política, etc...
Si los argumentos que pretendían descubrir el hilo negro esbozados por Lector y similares, no son sólo falacias sino que pueden inclusive ser inconsistencias (al menos por la falta de datos concretos) ¿por qué ganó Enrique Peña Nieto? Para responder retiro el supuesto que hice en el primer argumento, cuando dije que supusiéramos que efectivamente un 38.15% de la población había votado por él. Siguiendo las redes sociales, se ha demostrado que al menos 110, 000 votos (para dar un número redondo) fueron mal contados, o anulados sin motivos, o simplemente ni siquiera fueron considerados, sin tomar en cuenta las pruebas fotográficas comparadas que la vigilancia civil, extraordinariamente organizada para la inmediatez del problema, han demostrado sobre las inversiones que se dieron en las cifras por parte de muchos funcionarios del IFE. Es cuestionable este 38.15%, es cuestionable que haya gente que voluntariamente haya votado por Enrique Peña Nieto, vender tu voto a cambio de dinero no es traicionar a la patria y no puede contar como voto libre. Lo que los argumentos como el de Lector demuestran es que no entienden, ni se han dedicado a tratar de comprender los profundos cambios que ha vivido México en 20 años, el despertar de varios sectores usualmente indiferentes, inactivos. Es no tener en cuenta el despertar indígena del 93, que lentamente, pero con constancia se ha extendido por el país, como el caso en Michoacán de Ostula, Cherán y el reciente caso de Faro de Bucerías. Es no saber que gran parte de la población Mexicana ya ha pasado a ser clase media (no importa si alta o baja) y pugnan por una estabilidad económica y política. Es desconocer la campaña del terror que el Grupo Atlacomulco ha tendido a lo largo del país con su grupo de choque los Z, que en lugares gobernados por el PRI, como el caso de Nayarit, Zacatecas y Sinaloa y ahora lamentablemente en Michoacán, han pasado a formar parte de los cuerpos judiciales. 
Peña Nieto no ganó, han ido imponiéndolo desde hace más de 4 años cuando ganó la candidatura a la gobernación en el Estado de México, desde entonces hemos asistido al espectáculo de su erigirse como un candidato imbatible, contundente, que siempre sabía qué decir, quedar bien. Pero desde la escena en la Feria Internacional de Libro en Guadalajara del año pasado, esta estatua de arena se ha ido despedazando, mostrando su verdadero rostro de opresión, de que el PRI nunca se ha ido y sigue siendo lo mismo. Que pretenden que todo México sea el Estado de México, que no se hará nada para combatir el narco, porque precisamente ellos son el narco. Peña Nieto no ganó y tratará por todos los medios de imponerse. Y discursos como el de Lector tratan de poner la totalidad del peso en una circunstancias muy contingentes, encegueciendo con sus suposiciones ingenua (por poco exhaustivas) el panorama real del sometimiento, fraude y engaño del que el PRI nos quiere hacer vítcimas y cómplices. Es peligroso no quizás lo que el autor pueda pensar realmente, sino la manera en que ha expresado sus argumentos, porque lleva a lugar muy conflictivos, porque choca con muros sociales demasiado concretos, porque quizás no tenemos una sociedad tan mediatizada como nos hacen creer los propios medios, y quizás más que nunca, a diferencia de lo que dice Lector, estamos en la posición de resistir organizada y civilizadamente. 

Gerardo Flores.

*Dejo aquí el link del artículo de Da Jandra:




martes, 3 de julio de 2012

Libertad como Esperanza y Temor


Libertad como Esperanza y Temor.
Por: Gerardo Flores


  Nadie puede poner en duda que el principal problema de la valoración moderna de la Política sea la libertad. Ésta funge el irremplazable fundamento axiológico y racional de toda la acción política moderna. A su vez tenemos que aceptar que la filosofía política es impensable sin un régimen de valores que defender.
Cuando uno revisa con cuidado la Política de Aristóteles, o lee autores religiosos vinculados con la justificación de la dominación tradicional, llega a entender que uno de los grandes problemas de este tipo de dominación es el problema de la felicidad. Aristóteles mismo sostenía que el objeto del régimen político era la búsqueda de la felicidad.(1) En este punto la modernidad y su pensamiento más bien desencantado es decididamente un discurso contra la felicidad. Es decir que los políticos tradicionales, con una magnífica excepción en Maquiavelo, piensan que el sustento ideológico de cualquier Estado debe ser asegurar la felicidad de sus dominados. En este sentido el Estado parece ser el tutelar de las afecciones de sus gobernados, parece apropiarse a su vez, la posibilidad de realización de cualquier individuo. Y así se teje un centro en cuyas márgenes, las ecúmenes del Estado, hay sólo infelicidad y desconcierto.
  Desde que Kant hace el primer paso escéptico sobre la felicidad, ya antes atacada por los empiristas británicos, la felicidad deja de verse como un bien asequible mundanamente. El discurso político desde Locke hasta Rousseau suscribe a una paulatina transformación: primero del problema de la felicidad en el problema de la tolerancia (2), segundo de la tolerancia en libertad (3). Lo que vamos a seguir en este ensayo es precisamente este giro moderno, o ¿por qué es preferible la libertad a la felicidad? Para llegar finalmente al punto donde la base de la política moderna, como sustento de su axiología, más allá de la libertad son la esperanza y el miedo. Es decir que toda libertad entendida a la manera moderna es sólo el intermundo de estos dos polos de la afectividad humana.

¿Por qué es preferible la libertad a la Felicidad?


  Yo respondería inicialmente: porque la Libertad es un valor humanamente realizable. Es una respuesta sencilla y contundente que se puede ya rastrear en autores como Spinoza (4), pero que encuentra toda su dimensión en la reflexión que Kant mismo hace de su época. Friodor Dostoievski en su novela La Muerte de Iván Ilich sintetiza este sentimiento de libertad como sentimiento de la limitación en su famosa frase: ‘Prefiero ser libremente desdichado, que estúpidamente feliz’. No es sólo que ningún régimen pueda ya garantizar la felicidad de sus subordinados por definición, sino que estos mismos en tanto sujetos finitos que por otro lado aspiren a vivir al margen de la protección tutelar del padre, recordemos que Kant definió a la Ilustración como el uso público de la razón (5) o una especie de salida de la culpable minoría de edad, reivindican esta salida del mundo tutelar con el ejercicio de su autonomía. La autonomía se va convertir en el punto de anclaje entre la racionalidad moderna y la libertad que promulgaba.
  El tema de la libertad suplantando al tema de la felicidad (siempre y cuando aceptamos que la felicidad precisamente es esta tutela del padre) tiene un contexto muy particular; hasta el punto en que pareciera que el descubrimiento de la libertad, sobre todo en el orden subjetivo, fue la gran revolución moral y teórica de la modernidad. Hannah Arendt lo ha definido de una manera más precisa: “en la modernidad la libertad se invierte hacia el ámbito de lo privado.”(6)
  La axiología moderna a la vez que inaugura la autonomía del sujeto mediante el principio de libertad tiene que aceptar que hay un ámbito de la vida individual donde el Estado no puede gobernar ni legislar, ese ámbito curiosamente pasa a ser el fundamento último de los Estados modernos. Podríamos entender la historia de la política moderna que se extiende más o menos desde la paz de Westfalia en 1638 hasta nuestros días, como la relación de tensión que existe entre el ámbito de los deberes públicos del Estado y el ámbito de los placeres privados del sujeto. Es por eso que el Estado no puede garantizar la felicidad de
los gobernados, la felicidad es irremediablemente remitida al ámbito de lo privado. La política será entendida en lo subsiguiente, y esto ya se nota desde Spinoza, como la garantía de mantener y definir la delimitación de ambos ámbitos de la vida subjetiva. Es decir que la política en su práctica empieza a defender en su secularización que la vida subjetiva ya no es un ámbito de gobernabilidad o susceptible de legislación y por otro lado, debe definirse de manera clara cuál es ese ámbito que vamos a llamar ‘lo público’. Esta dialéctica de lo público y lo privado como una estrecha correlación define la reflexión política de toda la modernidad.
  Como primera consecuencia de esta dialéctica tenemos que la modernidad se vio forzada a construir un Estado cosmológicamente neutral. Para asegurar la libertad de cada sujeto en su vida privada, el Estado tuvo que renunciar a imponer una visión del mundo; este proceso empezó en la secularización de los estados alemanes, británicos y franceses para posteriormente extenderse al continente europeo entero. En este punto es interesante revisar lo que ha dicho Enrique Dussel en torno a esta división (7), él no piensa que este proceso de secularización haya sido global, sino más bien lo remite a la construcción de la identidad moderna-europea. Si defendemos con Bolívar Echeverría que no hay una modernidad sino que hay ‘modernidades’ podremos aceptar que la secularización no es un paso ‘necesario’ en la construcción de la identidad del Estado sino un paso históricamente determinado. Queda entonces la pregunta abierta ¿Qué queda sobre la Idea de Dios, es decir la visión del mundo en un Estado que no puede imponer secularización?
  La respuesta teórica, que es mucho de los que nos interesa, la dio Hobbes en su famosa obra El Leviatán. La solución de Hobbes a este conflicto no fue la libertad, su concepto de lo político está centrado en la idea de Orden. El concepto de Orden permite abrir una complicada regulación sobre lo ‘religioso’. No es precisamente de carácter impositivo, pero Hobbes logra que el Estado Moderno y sus pretensiones de libertad no se contradigan con el principio religioso al que este mismo se adscribe. No hay que olvidar sin embargo que esta relación entre el Estado, particularmente en la persona depositaria del poder, y la religión es una característica de los Estados Absolutistas de derecha. Desde Hobbes y otros políticos absolutistas como lo fue Maquiavelo, ya no sólo se juega en la base de la libertad el principio de toda política, sino en la libertad entendida con respecto al orden. Es decir, que el juego de lo público y lo privado tiene la cara teórica de la pugna entre la libertad y el orden. La pregunta es tan antigua como el pensamiento político moderno ¿Debe un estado garantizar la libertad o garantizar el orden? Digo que es una pregunta moderna porque en las formas de política premoderna dicha oposición no tendría sentido. En primer lugar porque el ámbito de ‘la libertad’ o no existía en absoluto o era visto como pecaminoso. Segundo porque el Orden y el Estado estaban subordinados a la identidad teológica de Divinidad y Mundo.
  La modernidad europea en sus intentos de secularización abre esta oposición y con ella un problema que jamás se había planteado hasta ese momento, a saber, el problema de la Soberanía. Si el Estado debe garantizar la libertad entonces la soberanía va recaer necesariamente en el pueblo; o así es como más o menos lo entendieron los iusnaturalistas franceses iniciando con Jean Bodin. En cambio si el Estado va garantizar el Orden entonces la soberanía recae en el soberano. Evidentemente la segunda forma de soberanía, como ubicada en el vértice del poder, fue la forma privilegiada de solucionar esta dicotomía. Sin embargo fue el fundador del derecho positivo, contemporáneo de los iusnaturalistas, Montesquieu quien aporta la solución moderna (en el sentido de su axiología) a esta paradoja en su magistral texto Del Espíritu de las Leyes. La soberanía va recaeren la Ley como fundamento del Estado. A partir de la identidad entre Estado y Ley que se da durante el periodo postrevolucionario francés sale a la luz la enigmática pregunta por el fundamento del poder. Étinne de la Boite en su legendario Discurso de la servidumbre voluntaria, que tiene más tintes en contra de las tiranías absolutistas, pone muy en alto el principio de razón gubernamental moderna, el consentimiento. En el Estado moderno la legitimación del gobernante se dará a través del consentimiento de los gobernados, pero este consentimiento es algo que apela a la volubilidad humana, es algo por lo tanto, siempre sujeto al vaivén de la opinión pública. La Política más que nunca va sustentarse en esa competencia por el consentimiento popular que es, a su vez, la democracia institucional fundada por los franceses. La política se juega en la modernidad funcionalmente como una racionalización pero en su sustento de legitimidad es siempre una promesa y en este sentido no puede denegar de su carácter afectivo.
  Más allá de las exploraciones de este fundamento democrático brillantemente estudiadas por autores como Raymond Aron y John Rawls, nos interesa seguir el carácter emocional que el consentimiento posee, o más que emocional, afectivo. Es decir, que la Modernidad al basar la legitimidad de un gobernante en el consentimiento popular construye el mundo de las relaciones humanas en torno a la voluntad. No es nuevo decir que el nacimiento del concepto de subjetividad necesario para el establecimiento de la voluntad se encuentra en la filosofía de Descartes. A pesar de que en la obra de Descartes la voluntad nazca de un equívoco y de la ausencia del conocimiento, en el orden de la construcción de la subjetividad del mundo moderno, la voluntad es el centro y trono del sujeto. La voluntad es en ese sentido el eje de la construcción desiderativa del mundo moderno.
  Podemos preguntar con absoluta valía ¿qué importancia tiene esto con la imagen que la modernidad construyó de la política? Como respuesta certera a esta pregunta retomo la idea rousseauneana de que la política es un contrato. Es decir el pacto donde los sujetos renuncian al algo en lugar de otra cosa. En la tradición política atomista de Locke, Hobbes y Spinoza, los individuos declinan la libertad natural a favor de la seguridad que ofrece el Estado. Es decir que el contrato tiene un carácter emocional, no racional, y Rousseau mismo estaba muy consciente de ello, por eso apelaba a concientizar a la gente a cerca de este contrato, para poder garantizar el libre acuerdo y entonces basar su ‘democracia directa’ en una acción consciente y no afectiva. Pero Rousseau está muy lejos de comprender que el Estado no tiene como objeto la tutela de un territorio, Hobbes es quien lo identifica ejemplarmente, a la pregunta ¿cuál es el objeto tutelado por el Estado? Hobbes responde que la base de todas las constituciones modernas debe ser que el estado este diseñado para tutelar la vida.
  Decir que el objeto de la tutela de bienes que tiene el Estado comienza con la vida de cada uno, afirmar, como decíamos antes, que cada uno va a tratar mediante su autonomía de desprenderse de esta tutela en mor de la afirmación de su libertad es precisamente la contradicción interna subyacente a la concepción moderna de la subjetividad. La subjetividad siempre al margen del Estado. Con una posesión renunciable que es la voluntad y esa voluntad de vida transformada en el sujeto que renuncia a ella en voluntad de saber o en voluntad de querer. El Estado promete salvaguardar la vida de cada uno a cambio de que le sedamos la legislación externa de nuestras potencias, de que lo dejemos legislar sobre nuestras acciones. Y en ese intercambio el Estado nos garantiza una estabilidad de vida que nos permitirá explorar el ilegislable mundo de nuestra subjetividad. Se demos entonces la tutela de nuestras acciones en mor de la tutela de nuestros pensamientos. Es decir que el juego de la resistencia política, de la libertad individual erigida en la relación entre dominadores y dominados, es un juego afectivo-racional-histórico así como un movimiento teórico-cultural, en realidad nuestra definición es menos ambiciosa, si habríamos de comprometernos con una caracterización rigurosa de la modernidad tomaríamos la de su creador Max Weber (8) y la entenderíamos como: “la racionalización de la vida en virtud a una simetría entre medios y fines”. La Modernidad tiene que ver con la maquinaria de lo eficiente, incluso con sus horrores. La Modernidad como es pensada por Weber jugó el papel de una fuerza de licencia, de una legitimación por la vía burocrático-legal de la violencia estatal, no sólo eso, en un texto posterior al citado, La Política como Vocación (9) Weber caracteriza al Estado moderno como “aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es un elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima.”(10)
 La violencia legítima entendida siempre en su extremo terrible como la capacidad de disponer todo el tiempo de la vida de los sujetos de acuerdo a un cuadro legal. Ahora, no pensemos que dispone de la vida en sentido efectivo, como la vida individual de cada uno, sino en sentido de derecho, es decir, que dispone de la vida de acuerdo a la legislación de nuestras acciones. La violencia racional-legisladora en la guerra y en la justicia es la característica fundamental del estado moderno. No hay que olvidar que guerra, como defenderse de los otros, y justicia, como defendernos de nosotros mismos, son el fundamento de la seguridad que garantiza el Estado y con esto es la razón por la cual se le sede al Estado el uso de la violencia individual para obtener fines naturales.
  Quiero insistir sobre este paradójico principio que ya no es propiamente del pensamiento de Max Weber. Por un lado afirmamos que el Estado se caracteriza por poseer la tutela de la vida de cada uno de sus miembros, esto sólo es posible mediante el consentimiento expreso del pueblo y este consentimiento es logrado por la vía afectiva, es decir en tanto que el Estado promete seguridad. Pero esta promesa sólo se  cumple si el Estado puede disponer de las vidas de cada uno para protegerlas. Claro que esta caracterización del Estado como poseedor de un aparato burocrático-legal que es capaz de monopolizar la violencia y por lo tanto disponer de la vida de los sujeto suena monstruoso ante el entendimiento, también moderno, de la dignidad de la vida. Detengámonos en este concepto, la idea de que todo mundo nace investido de dignidad independientemente de su raza, credo o cultura, esto es, la amabilidad de la vida independientemente de su caracterización, es el principio de subjetividad que va de la mano con la libertad y la voluntad de las que ya hemos hablado. Más no todas las modernidades entendieron la vida como absolutamente digna independientemente de su caracterización, también existe la dignidad vinculada a la raza. La modernidad profesada por Fichte y en general por el pensamiento absolutista tiene que ver con la eugenesia. Fue Fichte mismo quien concibió al Estado como “un continum de la sangre y el espíritu”(11). Los románticos alemanes fueron en buena medida los que suministraron esta visión de la tutela estatal de la vida apegada a un principio de eugenesia. Esta visión de la Política se encuentra definida en el pensamiento de Carl Schmitt (12) como la capacidad de hacer la guerra, es decir, de establecer una distinción (racial-tribal) entre amigos y enemigos. Que la violencia bélica haya caracterizado también a la modernidad política del consentimiento, y en esto la tesis de Fichte es la radicalización de ese consentimiento donde el Estado debe abolir la voluntad individual a favor de una voluntad colectiva, no va en contra de la libertad del sujeto sino que la supone. No se estamos defendiendo la pertinencia de esa tesis, más bien estamos diciendo que la voluntad del sujeto cedida hacia la obtención de algo que se considera superior fue entendida por algunos modernos de la línea de Fichte y Hegel y en general todo el pensamiento nacionalista, en su versión extrema, como una subordinación de la voluntad individual en la voluntad colectiva y de la política en el Estado. Esto sólo muestra que identificar al Estado como lo absolutamente racional lleva a la supresión de la voluntad individual ya que sólo una voluntad absoluta puede ser racional (en palabras de Hegel). Pero nosotros exploraremos la voluntad cedida que jamás se identifica con el todo sino con el conjunto, con la comunidad y por lo tanto debe valorar la vida como algo autojustificable y afectivo. A decir verdad, aunque ya no es materia de este ensayo, la Política debe tener un campo más amplio que la acción Estatal; y es que precisamente porque el Estado es algo que tiene que legitimarse, porque no está fundado de una vez y por todas, la política es un plano mucho más amplio que la pura materia burocrático-legal-racional.
  Una vez esquivada esa cuestión volvemos al tema que nos concierne, que va más apegado a la tesis kantiana donde la vida es lo que se autojustifica racionalmente y por lo tanto que es irreductible a cualquier otra razón.(13) La autonomía kantiana supone que la persona es auto-télica y con esto que no puede ser instrumento de nada, sino que se justifica por el mero hecho de vivir. 
Pero preguntemos sutilmente ¿realmente defiende el Estado Moderno sólo una visión auto-télica de la vida? Una visión que sería biologicista y iusnaturalista. Para zanjar la cuestión la modernidad como ya dijimos acompañó a la nuda vida como la llama Agamben (14) con la idea de la libertad. Es decir que la libertad es identificada con ese elemento que los iusnaturlistas llamaron ‘dignidad’. El Estado, al menos como lo construyó idealmente la modernidad, y todo ideal es siempre un principio de repetición, entiende que la razón por la cual se forma una comunidad política no es el Orden, sino la Libertad. Asumió que la razón de Estado debía ser la Libertad. Ahora, esta libertad tiene como principio un ceder de la voluntad y este ceder de la voluntad (tiene que haber voluntad, no deber ser abolida) se da en miras a que el Estado garantice la seguridad y la justicia.

CONCLUSIONES PRELIMINARES
  
  Hacia una conclusión nos haríamos la siguiente pregunta: cuando hablábamos de la voluntad y de la idea no racional de la política estamos hablando de dos cosas: ¿cómo explica la modernidad la política? Y ¿cómo responde esta explicación a la afectividad? Hemos insistido sobre el origen pasional de la Política como voluntad de poder frente a una tutela siempre repetida, es siempre la libertad frente al Estado. Hemos dicho también que la libertad sólo existe con respecto al Estado y jamás pueda ser pensada sin ese mismo Estado, está es otra de las paradojas que no conciernen a este texto pero que serían bastante ricas en descubrimientos de ser estudiadas con más detenimiento. Rousseau en El Contrato Social ya anunciaba el origen no racional de la asociación política. Nosotros habremos de decir que ese origen pasional tiene dos polos claros, el temor y la esperanza. ¿El temor de qué? De la muerte. El Estado es la violencia legitimada que dispone de la vida de los individuos pero no como un ‘instrumento’ sino como una garantía de la continuidad y realización de la misma. El miedo a que sin la tutela del Estado la condición natural de la que habla Rousseau nos conduzca al estado primitivo (como sugieren los anarquistas) de la afirmación del más fuerte es precisamente uno de los principios pasionales del consentimiento de la voluntad. En general que el Estado garantice la seguridad de los individuos que cediendo su voluntad de poder y su derecho a la violencia legitiman esa misma dominación, muchas veces ha conducido a suponer que el Estado se basa en el temor, en el temor que tienen los hombres los unos de los otros. 
  Pero esta dialéctica no estaría completa sin su antítesis, ver al Estado como fundamentado por el temor es precisamente la tesis de Hobbes y Maquiavelo. ¿Qué hacemos cuándo sólo enfocamos nuestra integración a la comunidad política por medio del temor? Se funda una tiranía. La clave de bóveda de la Tiranía es el temor. La antítesis del temor es entonces la Esperanza, como pasión positiva, y por lo tanto, posibilidad constructiva y afirmativa de la acción Estatal. La esperanza de que en la libre asociación que es el Estado y en el consentimiento a la posesión de una violencia legítima, se pueda encontrar un modo de vida superior a la condición natural. La esperanza y temor atenazan el ámbito en el que se juega la libertad y en ningún momento se opone a ellos, cierran el círculo de la voluntad sobre el Estado en un movimiento siempre contradictorio. La libertad es precisamente caracterizada por los polos afectivos del temor y la esperanza. Indudablemente que en estas dos pasiones oscila la voluntad política. Casi todos los filósofos modernos apelaron a este binomio, a excepción de Montesquie, quien encontró una solución a la aporía y le llamo Patriotismo. Lo definió como la capacidad de los individuos de construir un mapa de decisiones y de valores que tuviese un compromiso generacional (más allá del temor a la pérdida de la propia vida y la esperanza a la realización de la propia vida).
  Frente a la racionalización que encuadra la nuda vida, y la posibilidad de libertad en esta oposición de consentimiento de la voluntad hacia un fin comunitario sin anular al sujeto, queda la opción de un sentimiento de comunidad más profunda y más viva que nunca. Al menos son las tesis sostenidas por autores como Habermas, Agamben, Villoro y la misma Arendt, un comunitarismo o una racionalidad comunicativa. De inclusión del otro, no del temor del otro, donde el espacio de realización pueda superar este binomio. Esta superación tiene la caracterización que le dio Montesquie siglos antes de todos ellos, que la política y la vida en sociedad deben estar regidas por una ética de la responsabilidad hacia los otros y del compromiso que esto acarrea. La única garantía que se tiene de esto es no legitimar al Estado en su monopolio de la violencia sino en ver a la violencia como un medio siempre mediado por la Ley. La ley como un fin en sí mismo.
  Pero la Ley es un constructo formal de algo mucho más apegado a la vida del hombre, algo que la caracteriza irreductiblemente, los valores. Los valores son la racionalización de las afectividades, esta tesis la han defendido tanto Max Scheller como Elen Gehller, es decir que toda axiología debe partir siempre de un principio de existencia, y que esa existencia deba ser además libre, este es el fundamento de la Política. Si el Estado sólo debiera dar calma a nuestras pulsiones de temor entonces sería el estado tradicional donde el temor es combativo bajo la idea de la salvación. Pero la Esperanza no es salvación, la Esperanza no es promesa y a este respecto Lèvinas y Dussel han insistido mucho más que otros autores. La Esperanza es un compromiso en el tiempo, mientras que el carácter mesiánico de la salvación es el de un tiempo absoluto. El carácter de la esperanza sólo puede entenderse en un tiempo histórico, y por esto mismo, como realización constante. No es la Esperanza en abstracto, es la Esperanza depositada en que los valores al conducir la acción política, porque la política encuentra su fundamente precisamente al defenderlos, pueda hacer de nuestra existencia como arrojados, una existencia que se encuentre, que encuentre su fundamento.
  Defender el valor frente al poder (15), defender que se puede y se desea una comunidad responsable que no sólo calcule y racionalice sus medios en virtud de ciertos fines (económico-políticos) sino que ese mismo instrumento de acción se vuelva un mapa de decisión y valor es la salida más clara que tenemos a esta paradoja con la que nace la Política Moderna. Y si hemos de abandonar la modernidad como mucho ya se ha promulgado en otras líneas del pensamiento, al menos que deba ser hacia un concepto más humano de lo racional y no hacia un abandono de cualquier posibilidad de razón por el miedo que este ocasiona en sus versiones extremas del totalitarismo y la tiranía.
  El Estado debe solamente garantizar la posibilidad de libertad de los individuos, es decir, hacer una tutela de sus vidas, garantizar su permanencia. La comunidad es la depositaria de la legitimidad y de la soberanía de las que tantas veces se ha apropiado el Estado cuando este se identifica con el gobierno. Es recobrar solamente el viejo sentido de soberanía popular, y de recordar el origen de la política moderna como un sistema de valores que defender, es en cierto sentido darle al temor Esperanza y a la Esperanza realización. Una realización de que efectivamente la vida puede ser algo más que una determinación incierta en el vacío. Algo más, quizás, que elegir entre la obediencia y el olvido.
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(1) Aristóteles. El Político, Ed. Porrúa. México, 2008.
(2) Locke, John. Political Essays. Cambridge University Press, Inglaterra, 1997. En elartículo de 1658 Letter About Tolerance.
(3) Kant, Immanuel. Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, Texto virtual de: http://www.ginersg.org/FILOSOFIA/textos/KANT.Respuesta%20a%20la%20pregunta.pdf, 2007.

(4) De Spinoza, Baruch. Tratado Teológico-Político, Ed. Tecnos, España, 2007, 4ta Edición. Trad. Juan Ignacio Luca de Tena. Spinoza aquí defiende que la libertad es el ámbito donde no se puede legislar. Acusa entonces a la pretensión, ya rechazada en su pensamiento, de que cualquier institución pueda garantizar la felicidad que es al completamente subjetivo.
(5) Ib. pag. 8
(6) Arendt, Hannah. ¿Qué es la política?, Ed. Paidós Ibérica, Madrid, 2007.

(7) Dussel, Enrique. Filosofía de la Liberación. Ed. Nueva América, Bogotá, 1979.
(8) Weber, Max, Economía y Sociedad, Ed. FCE, México, 1997.
(9) Weber, Max, La Política como Vocación, Ed. Alianza, México, 2000.
(10) Ib. p. 5
(11) Fichte, Discursos a la Nación Alemana. Ed. Nacional, Madrid, 1977, Trad. Luis Acosta

(12) Schitt, Carl. Political Theology, Ed. MIT, USA, 1985. Trad. George Shawab.
(13) No olvidemos la particular concepción que Kant dedica a la delimitación del sujeto al principio de su
Crítica de la Razón Práctica.
(14) Agamben, Giorgio, La Comunidad que viene, Ed. Pretextos, Barcelona. 1996 Trad. José L. Villacañas.
(15) Villoro, Luis. El Poder y el Valor. Ed. FCE, México, 1998 Segunda Reimpresión.



lunes, 2 de julio de 2012

RESURRECCIÓN

DESPUÉS DE VARIOS MESES DE AUSENCIA, LA VIDA DE ESTE BLOG SE VUELVE A REACTIVAR: AQUÍ PODRÁN LEERSE LAS COLUMNAS QUE ESCRIBO EN ROJO SIENA, ALGUNAS OTRAS COLABORACIONES EN OTRAS REVISTAS, ENSAYOS, CRÍTICA Y POESÍA, TODO CON EL AFÁN DE SEGUIR FORTALECIENDO LOS LAZOS VIRTUALES QUE TANTO FALTAN A NUESTRA PRODUCCIÓN LITERARIA NACIONAL...

BIENVENUS-VOUS!! AU SPACE DE LA POÉSIE ET LA CRITIQUE...





sábado, 10 de septiembre de 2011

De Tópicos a Trópicos.

Adoro leer cualquier tipo de "reflexión" que los artistas hacen entorno a su realidad cultural precisa. El cómo del porqué perciben y escriben -siempre autodefensa- su sociedad. Aquí va la mía:
Barthes había ya anunciado hace unos 45 años que la escritura no es más que una rebelión contra la Historia, que la muerte de la Historia había sido promulgada por los escritores, su tan afamado Flaubert y tan admirado Marcel, no eran acaso si no los "atilas" de la Historia. Acá del otro lado del charco, un Paz y un Reyes se debatían uno a favor de la autonomía de la poesía más allá de todo sistema cultural, de la independencia del poema, mientras Reyes arrojaba chispas y decía que todo poema es en situación, que la poesía no es ni debe ser nunca una forma de abstracción. Mientras unos miles de kilómetros más abajo Parra y Gelman se reían a carcajadas de la Revista Vuelta y se retiraban a los campos, hacían el amor con jóvenes campesinas y perdían a sus hijos en las dictaduras de "de veras", no esas dictaduras suaves y por eso quizás más siniestras como han sido las Mexicanas.
Estemos o no de acuerdo, ser escritor necesariamente parece arrojar la necesidad de interpretar nuestra época. ¿Qué época me toca interpretar a mí? ¿Qué ideologías debo interpelar? ¿Qué estética debo defender? ¿El arte es una materia de deber?
Dicen que se puede detectar cuando un escritor tiene formación filosófica porque sus textos están llenos de alteraciones semánticas y de preguntas retóricas. Dicen que no se puede ser poeta y filósofo (y sin embargo Nietzsche, Valery, Paz) que a ellos hay que darles el nombre genérico de "pensadores", que es como elegir una especie de trinchera de la especulación. La suave especulación literaria que se deja conducir de linde en linde, saltando de escritor en escritor disfrutando plenamente el viaje por el espiral interminable de la experiencia literaraio. O la dura y destructiva pregunta por el sentido, constante pugna de la duda y el ego por donde transitan los pensamientos sistemáticos y fenomenológicos de los filósofos que todo quisieran revelarlo de último y a todo quisieran arrojar un mirada absoluta.
Pero que hay del siemple niño que escribe, para el que no se agota la curiosidad y la literatura, la poesía o la filosofía son momentos de un mismo y continúo movimiento vital. Un ser capaz de desplegarse con el mismo asombro en una marcha por los derechos indígenas, que entre anaqueles de Historia de la Literatura Lationamericana del Siglo XX, así como debatirse con el máximo rigor entre Husserl y Russell (con ánimos de rimar). Ejercicio de saltibanqui intelectual, o más bien ejercicio de un pensar pleno del mundo y sus formas.
Pensar es no tomar trinchera, pensar es poetizar, es escribir, pero también es amar, es cocinar, pensar es interpretar e imaginar, sí, renunciar a la especialización es algo pesado, no carga el título de Licenciado, de especialista, no poder ser llamado "autoridad" y renunciar a que te citen. Al menos como se entiende actualmente, es querer saber no de muchas cosas, no querer saberlo todo, sino lo poco que se sepa, se sepa bien, es decir, saber lo que se sabe y lo que no, a diferencia del especialista que no puede distinguir ambos extremos.
Una pugna por una autonomía de la imaginación creadora es una defensa de la creación en todas sus formas, más allá de su cómodo recinto -Europeo por cierto- de arte. Un día le escuché a un gran maestro decir que si Europa había encerrado al arte en una esfera independiente se debía a que Europa necesitaba un sujeto inalterado que pudiera pensarse a sí mismo. Por eso cuando Kant descubre que el arte es inefable y nos perturba, Hegel decide darle muerte, con las risas estrepitosas e histéricas de Nietszche y Schopenhauer.
Ahora vivimos una larga risa de lo bello, de lo sublime que nos viene de todas direcciones, a veces de un museo, de un libro, de un teatro, pero la más de las veces nos viene en la inmediatez y en lo cotidiano, el arte se disipa, si los poetas mueren y callan, los pintores renuncian a las formas, los escultores al espacio, los músicos a la armonía, inclusive al compás... y llega, se abre un mundo donde el arte está inmiscuido en todas direcciones, donde la poética se encuentra unas veces sorprendente en un comercial de perfumes y otra en el cálido gesto de las marchantas que venden flores en los mercados de abastos.
¿Qué es, al final de cuentas, ser un pensador? O al menos la figura que yo quiero darle, es ser un ciudadano del mundo, atento al acontecimiento, cuyos libros -los que escribe y los que lee- le enseñen a interpretar el mundo, cuyos cuadros le enseñen a ver, sus esculturas a tocar, sus posturas políticas a errar y dialogar, sus pasos de baile a ponerse en el lugar del otro, sus papeles de teatro le muestren que él mismo no es más que una multiplicidad de formas, sus diseños le abran una nueva forma de ordenar lo caóticos y contradecir lo ordenado, en fin, poder renuciar al "ser" para el "siendo" y encontrar su plenitud en el juego, en lo no competido y no institucionalizado -aunque la institucionalidad jamás vaya a morir- hacer más liviano el mundo para que podamos volver a empujarlo... el pensador en nuestra época, tiene condición de eco...

lunes, 8 de agosto de 2011

Cartas a Helena

Llegará el día hija mía cuando te hagas mujer, y por eso ahora que yo estoy empezando a tratar de entender lo que crecer significa -aunque no sea mujer- quiero escribirte estás líneas. El mundo es un lugar confuso y aterrador, y espero que nazcas en una sociedad que no estigmatice tu sexo. Así es hija mía, que no te claven miradas de comercio o censura sobre tus pechos grandes o pequeños, que no debas sentir vergüenza de levantar la voz, de correr más rápido que los niños; y si eres hermosa vida mía, si te maldice la genética con una cara angelical, ojalá que no tengas que pugnar la vida entera para que te tomen en cuenta.
Porque este tiempo desde el que te escribo Helena mía, es un tiempo difícil para ser mujer. Por una parte ya no es admisible para nadie que desees solamente casarte y formar una familia -como si fuera esa una actividad desprestigiada- pero también encontrarás infinitas dificultades en poder salir adelante, en que te valoren ahí donde te desenvuelves. Encontrarás que el mundo está erigido por y para los hombres y que ellos querrán constantemente decirte qué hacer. Te mirarán todo el tiempo aprobando las cosas que les parecen atractivas y reprobando aquellas que consideran peligrosas. Debo confesarte hija mía, que los hombres encontramos peligrosas ciertas actitudes en una mujer, independencia, libertad, flexibilidad, astucia, afirmación y solemos preferir las actitudes un poco más pasivas, ternura, amabilidad, escucha silente, fidelidad, tanto que llegamos a llamarlas "cualidades femeninas." No te dejes embaucar por eso, niña triste, porque probablemente para cuando tu llegues a distinguir ese matiz ya te habrá formado desde antes. Poco puedo hacer yo frente a una sociedad que te va exigir todo el tiempo algo que no entenderás, una especie de doblez. Por un lado te dirán que debes ser productiva, emprendedora -lo que sea que eso signifique- y por el otro que debes ser hermosa, segura de ti misma e independiente. Curiosamente los mismos que te dicen lo que debes hacer pondrán todos los medios para que no lo seas: las revista, televisores, computadores, no harán más que venderte imágenes de mujeres pulcras y divinas en situaciones de felicidad y sensualidad a las que te harán aspirar. La política te dirá que eres libre pero que no puedes elegir sobre tu cuerpo, que al quedar embarazada les perteneces y poco importa lo que tu desees de ti misma. La economía te dirá que debes formar parte del mercado laboral pero a su vez te venderán todo tipo de objetos y servicios para hacerte inútil, para relegarte a una casa que ya no puedas si quiera gobernar.
Puedo darte, en impotencia, algunas recomendaciones. No todo es gris en este mundo al que naces, si es gris es porque la mayoría de las personas son míopes de nacimiento. Tanto los encandilan las propagandas y las informaciones inmediatas que se olvidan de mirar el mundo por sí mismos. Habemos hombres que buscaremos ayudarte, que ante todo querremos que seas plena y libre, aún cuando te abracemos con fuerza y te entreguemos el corazón, no querremos retenerte de ninguna manera. Habrán mujeres como tú, inteligentes, hermosas, activas que buscarán tus mismas causas, usualmente las encontrarás como principales rivales, como esas niñas que te molestan, con las que no puedes llevarte. Porque este mundo teme al poder de la unión femenina y por eso gran parte de la educación entre las niñas está basada en la sospecha. Hija mía, debes ante todo recordar que todas las mujeres cargan la misma lucha, que todas ustedes llevan en el útero no un órgano de reproducción, sino un poder inmenso que el mundo no ha conocido. No eres un receptáculo vacío en el que la sociedad, la religión o el arte puedan depositar caprichosamente sus formas, eres un ser creador que recibes del mundo todas sus potencialidades y arrojas verdaderos sentidos a la realidad. Tu belleza será el sentido para muchos, para otros tu inteligencia, pero si olvidas la ternura, la nobleza y la prudencia fácilmente convertirán tu belleza en producto, tu inteligencia en competencia y tu cuerpo en objeto. Vive cada día orgullosa de ser mujer, pero entiende a su vez, ¡cruel paradoja! que eso no tiene ningún sentido. Vienes a este mundo a crear el sentido de ser mujer, a crearte a ti misma. Cierra las revistas, apaga los televisores, destruye las computadores, quema las iglesias, y sal al mundo, y ama, que una mujer aprende del amor amando y aprende de sí misma olvidándose de sí misma.

Desde algún rincón que probablemente no recordaré... tu padre.

viernes, 5 de agosto de 2011

Tuitear sobre Política


El blog dará un pequeño giro con respecto a su contenido habitual los últimos 4 años. A partir de ahora empezaré con un trabajo más estricto de llenarlo de contenido y de publicitarlo como medio comunicativo. Aquí pondré poner los resultados de mis debates, discusiones, investigaciones y fascinaciones para compartir con los lectores. Un conocimiento que no se desdobla a sí mismo hacia los demás es medio conocimiento.
El primer tema que quiero abordar es precisamente uno de los temas que más ha llamado mi atención en mi interacción en las redes sociales del Twitter. Es precisamente La Política, o menos ampliamente, las discusiones políticas que todo el tiempo bombardean Twitter cuando a algún político se le ocurre generar expectativa. La cantidad de sucesos, así como la velocidad en la que se transmiten, obligan que en los 140 caracteres de un "tuit" - sin contar las necesarias arrobas- uno tenga que medir sus palabras, porque a la menor provocación decenas de usuarios afilan sus comentarios ácidos hacia la provocación de quienes han puesto en la mira como sus "enemigos políticos."
Mi intensión es más o menos analizar los errores fundamentales de esas discusiones, discursivamente hablando, así como proponer una forma "normativa" en que esas discusiones pueden volver auténtica comunicación. Con esto estoy suponiendo que la manera en la que se dan dichas discusiones no aporta significativamente nada a un fenómeno comunicativo.
Las discusiones tuiteras tienen más o menos tres formas:
La primera es el eterno debate entre izquierdistas radicales y derechistas conservadores. En realidad a eso no se le puede llamar si quiera discusión porque en dos o tres tuits deviene inmediatamente en una serie de insultos y descalificaciones gratuitas. Se politiza al contrario y en esta politización se le encasilla dentro de un postura donde todo lo que dice queda anulado por la politización inicial. Ejemplos mas o menos comunes son: a los izquierdistas se les llama "mugrosos", "ignorantes" y más fascinantemente "MoReNacos" y "Pejezombies." Lo que hay debajo de esa postura es asumir que toda la izquierda es absorbida por el movimiento de Regeneración Nacional cuyo caudillo -se supone a su vez- es Andrés Manuel Lopez Obrador. Inmediatamente se descalifica al izquierdista mediante señalar que en su discurso no hay nada propio o propositivo, sino una repetición incansable de los discursos Amlistas. Se anula cualquier posibilidad de diálogo, el "izquierdista" es reducido a una postura de inconformidad vacía y vacua, totalmente fuera de la realidad. El principal problema en esta parte es precisamente la generalización que se hace de un movimiento tan variado como la Izquierda.
Pequeña lección de historia: "La izquierda y la derecha fueron movimientos nacidos en Alemania entre escuelas opuestas seguidoras del mismo pensamiento, es decir el de Hegel. Por un lado los 'derechistas' mantenían la postura de que la soberanía del Estado y la complejización de la vida pública era la auténtica forma del Espíritu de la época. Mientras que los izquierdistas sostenían, grosso modo, la importancia del análisis de las estructuras sociales, de la vida personal de los individuos así como el rescate de los valores éticos y estéticos."
Marx vino a radicalizar esta oposición cuando fue alumno de Hegel señalando que la Izquierda era el porvenir del progreso de las masas frente al Estado.
Las posturas Izquierda-Derecha conservan más o menos la misma dialéctica. Pero es importante señalar este último punto, el de la dialéctica. La dialéctica establece una condición de mutua necesidad epistemológica entre la tesis y la antítesis, entre las dos partes que la conforman y cuyo roce garantiza el movimiento de la historia. Es decir que izquierda y derecha políticas se ven obligadas a mantener una relación de constante enfrentamiento y diálogo porque en el resumen de su enfrentamiento está en auténtico movimiento histórico-social. Aclaro, todo esto según la dialéctica política clásica fundada por Hegel y Marx.
El problema de las discusiones tuiteras es que la mayoría de sus participantes no parecen entender que la frontera no debe ser un espacio de incomunicación, sino al contrario, ahí donde encuentran sus diferencias es donde debe iniciar el diálogo. Muchas veces me he visto atrapado a dos fuegos en esos debates de 140 caracteres, donde ambos lados suponen exactamente los mismos principios y sólo se contra atacan con afirmaciones gratuitas, generalizaciones apresudaras y descalificaciones a la dignidad.
Muchos tuiteros suponen su diferencia de postura entre izquierda y derecha, como una trinchera más que como un puente. Lo que subyace a todas estas posturas es el segundo error que quiero remarcar.
2) Erro de Primacía de Mi Razón sobre la del Otro:
No es negativo tener una postura clara y definida, el problema es el supuesto inicial de que "mi" postura ha de ser "la" postura. Es decir, en los debates tuiteros cualquier participante inicia defendiendo que su postura es absoluta a irreductible. A partir de ahí sólo se puede pasar a defenderla a diestra y siniestra, hasta recurrir al desconocimiento de los puntos de los otros participantes. Este problema fundamental subyace a otro problema más profundo, la acrítica que caracteriza nuestras opiniones políticas. Porque entendemos opiniones como certidumbres innegables, como posturas en las que no estamos dispuestos a reconocer y negociar, como puntos infranqueables que de ser atravesados afecta nuestra propia identidad. Esta identificación del individuo con su forma de vida y su postura política es lo que Giorgio Agamben señala como la nuda vida. Es decir, la identificación de mi individualidad con cualquier clase de estigma político. No puedo ser simplemente un hombre, debo ser machista, liberal, homosexual, heterosexual, conservador, izquierdista, derechistas, como si todas esas casillas supusieran una identidad clara y definida. Lo que encontramos más comúnmente en tuiter es precisamente que muchas veces estas identidades de mezclan, y tenemos izquierdistas, radicales, cristianos e intolerantes, así como derechistas feministas, cínicos y neoliberales.
Este amalgamiento de lo contradictorio es un símbolo inequívoco de acuerdo a Judith Butler, de la llamada Posmodernidad Política. Donde la postura política lejos de arrojar una "visión del mundo" identifica más una visión de sí mismo. Una inversión de la actividad política de lo comunicacional a lo subjetivo. Porque en el fondo creemos tener la razón y daríamos todo por poder conservarla.
Ese es precisamente el tercer error de las discusiones políticas:
"Número Tres, El relativismo racional":
De acuerdo a Bertrand Russell y las discusiones radicales que le tocó vivir durante la posguerra en Inglaterra, el principal error de toda discusión política era no proponer inicialmente un tema preciso de desarrollo. Es decir, muchas veces ni izquierdistas ni derechistas conocen el punto real de la discusión porque se pierden en las mutuas descalificaciones para mostrar una primacía de una forma de racionalidad frente a otra.
El escéptico pero pragmático alumno de Russell -aunque no directamente- Richard Rorty lleva en su debate con Hillary Putnam esta postura hacia el extremo. El problema, nos dice, de una discusión política contemporánea es que supongo inicialmente que yo tengo razón y no hago sino dedicarme a descalificar la razón del otro. Realmente jamás señalo mis puntos, mis razones y argumentos, los supongo como ya dados porque los identifico con mi postura política. Supongo más o menos lo siguiente: "si me declaro izquierdista, a mis compañeros de debate no tengo que aclararles, si también son de izquierda, mi postura, puesto que está supuestamente compartida y definida uniformemente, y si mi interlocutor es de derecha, el debe saber que yo voy a estar en pleno desacuerdo con todo lo que él diga puesto que es de derecha."
Esos son más o menos los errores de los debates en Twitter. Que llevan a horas y horas de insultos y descalificaciones y al final cada quien se va como vino, suponiendo que la suya es la razón, humillado o triunfante, según su sagacidad, sarcasmo y número de aliados que le ayudaron en el "trolleo."
Pero como irremediablemente toda crítica debe tener una forma de propuesta después de identificar los puntos críticos que trata de analizar. La mía es muy simple. Las discusiones tuiteras serían más eficientes si no empezamos anunciando el "pedigree". Esto es, no empezar diciendo, soy de izquierda y represento a "la" izquierda. Sino señalar en breves tuits cual es mi postura, cuáles son los puntos de apoyo y cuáles son los puntos problemáticos que veo en determinado problema, desde la ingeneralizable limitación de mi postura personal. Entonces aprovechar la discusión ya no como polémica (del griego, polemos= guerra) sino como dialéctica, es decir como un enfrentamiento entre dos posturas distintas que deba suponer llegar a un resultado distinto a ellas mismas.
Estar dispuesto a perder la razón, que no significa traicionar la propia creencia política o postura, sino aceptar que no es omniabarcante y puede que muchas veces, en más de una ocasión, resulte que lo que mi postura me obliga a creer frente a determinado problema, no resulte la mejor de las soluciones posibles.
No confundamos las posturas con las soluciones y tratemos de llegar a acuerdo. Sólo así hacemos política, todo lo demás es "politiquería" y se esa ya hay mucha en el Congreso.

lunes, 6 de junio de 2011

Confesiones

"El secreto de la felicidad es darse cuenta que la vida es horrible, horrible, horrible"

Bertrand Russell


Se ahogan todas las cosas que pueden decirse

en mi garganta se atoran

-afónico-

se concatenan los gritos que no he dado

y la luz ya no penetra mis pupilas...


Quiero perderme en dos palabras:

una para caminar

otra para que me traiga de regreso,

hacia ese punto donde quiero perderme

en dos palabras...


Y sin embargo existen esos momentos

donde todo se ajusta entre tus mejillas

donde estoy seguro que sostienes el mundo

con sabequé mirada certera

y vas poniendo las formas a la nada

vas erigiendo un imperio en lo oscuro

pares la luz

y los vientos nacen de tu nunca...


¿De dónde saca su espera lo silente?

¿Con qué voracidad se come mis gestos?

Escribo casi tanto como olvido,

pienso casi tanto como veo,

te amo casi tanto como soy

y sin embargo

en ese espacio

"casi"

caben todas las incertidumbres

y basta que alguna manecilla

de el golpe correcto,

para que se derrumbe el universo.


Entonces estoy frente a mi servilleta

intentando no ser más que la mosca que me ronda

satélite agotado y paranoico

y empiezo un verso que dice:

"Jamás he aprendido a comenzar un poema".



Gerardo Cielorraso