miércoles, 15 de enero de 2014

Juan Gelma Requiescat In Pace

Hoy no es un buen día para ser poeta Juan, y no me refiero al 15 de enero del 2014, me refiero al Hoy, a ese tiempo que siempre vivimos y que nunca se agota; y en el que ya hace varios siglos vivimos en el despojo y la usura más tremendos. Te conocí ya tarde Juan, primero fuiste algunas líneas recitadas por Mario Granidetti en una taquería, y palabras Sandra Ballesteros a la orilla del mar de plata en esa otra película, a la que también llegué tarde, dirigida por Eliso Subiela. Después fuiste un gastado poemario que encontré en la primera librería en que trabajé, a espaldas del Conservatorio de las Rosas, en mi ciudad natal, Morelia. Una librería que era más bien un aquelarre de todos los libros que van ahí a morir, esperando ser roídos por las ratas, las polillas y el moho. Ahí, en la pequeña repisa dedicada a la poesía, las repisas dedicadas a la poesía siempre son tan escasas en todas partes, encontré un pequeño y ajado libro, Gotán, decía el título, de una editorial llamada "La Rosa Blindada". Era una primera edición, del 62, y había una hermosa dedicatoria al inicio, escrita a lápiz que ya casi se había borrado totalmente y me tomó varios minutos poder descifrar: "Inés, aquí desde Argentina, te pido que resistas." Iba firmada por un R.L, y fechada en abril de 1965. Tú libro estaba subrayado, con las puntas de las hojas ya limadas por el desgaste, el papel amarillo por lo ácidos que empezaban a oxidarse, y la tinta comenzaba a desprenderse presagiando su agonía. Ahí, Juan, te conocí uno de los más bellos poemas que jamás he leído: Esa mujer se parecía a la palabra nunca. Y eso que yo aún no sabía nada de ti, era un verano del 2005 y para mí eras algunos poemas recitados por un poeta vagabundo y una prostituta y un libro viejo dedicado a alguna Inés, que seguramente en ese año ya era suficientemente vieja como para haber olvidado ese libro.
Pero estábamos destinados a seguirnos encontrando Juan, o más bien yo estaba destinado a seguir azorándome de tu grandeza, ese mismo año, en noviembre, me enteré de que existía algo llamado Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que se reunían anualmente en la ciudad y se volvía una fiesta auténtica de la poesía. Ese año Juan, te honraba como poeta emérito, los carteles, que no había muchos, nunca hay grandes carteles para los poetas, mostraban tu rostro contemplativo y tu mirada apacible, con cierto brillo de ferocidad. Me admiraste Juan, ingenuamente pensé que estabas muerto, nunca averigüé más de tu vida desde que leí y releí tu tango al revés. Tu también siempre te pareciste a la palabra nunca. Estabas vivo, y exiliado, según me enteré. Esa primera edición de la Rosa Blindada no abundaba en ningún dato biográfico, más que tu fecha de nacimiento 3 de Mayor de 1930, a la que ahora, esos que hacen la usura con la muerte agregarán tu fecha de fallecimiento, 14 de Enero del 2014. Viviste 84 años Juan, moriste joven. Ese 2005 que fui a verte al Teatro Ocampo, donde inaugurabas la primera mesa de lecturas y Arreola, casi tan viejo como tú, de quién nada sabía tampoco en ese entonces, te dedicaba unas bellísimas palabras: en ese 2005 tenías tu 75 y yo 15, nos separaba un abismo de 60 años. 60 años en los que te había sucedido el mundo, Juan, el exilio, la guerra; en los que habías vencido a un general con palabras, como siempre soñó Mayakovski. Estuve los tres días del encuentro, escuchando a los otros poetas, de muchos ya no recuerdo el nombre. Y estuve también en tu homenaje el último día, y me acerqué para que me firmarás mi gastado libro, el único que tenía tuyo, recuerdo que lo miraste con nostalgia, ¡quién lleva una vieja y gastada edición a una firma de libros! Siempre he sido un chico sin modales, debí haber comprado esas ediciones relucientes y nuevas que vendían afuera del teatro, para que tú las firmaras, pero te llevaba aquel libro ajado y deshojado, gastado por los dedos de R.L., de Inés, míos y sabrá quién sabe cuántos más. Me diste unas palmadas en el hombro y soltaste una bella risa de anciano, este, Juan, es uno de mis recuerdos más queridos. Exclamaste que la última vez que firmaste uno de esos había sido en el 79, en la UNAM. Me dijiste que era un chico curioso, extraño. Fue la primera vez en mi vida que no me ofendieron esos adjetivos, desde entonces los tomé como un cumplido. Firmaste mi libro, justo abajo de la dedicatoria de R.L., y casi me revientan los ojos con las lágrimas, Juan. Cuando leí que decía: "A Gerardo, niño con mirada de poeta, Juan Gelman." Me estremecí de pies a cabeza y si tú dices que los poetas pueden morir de vergüenza, yo te contesto hoy, 9 años después, que los poetas también pueden morir de timidez.
Te vi varias veces más Juan, venías a mi ciudad año con año para el encuentro de poetas, hasta que yo dejé de ir y el encuentro de venir y se mudó a Aguascalientes. Pero me enseñaste la simpleza en las palabras.Yo, que a mis 15 escasos años sólo había leído a los franceses, en esas pésimas traducciones de las editoriales baratas, que soñaba con ser Rimbaud y conversar con Baudelaire, que no entendía ni j de sincretismo de los poemas de Mallarmé; que soñaba con que Verliane me invitara a tomar absenta en su casa, y que Gerard  de Nerval me tomara de la chaqueta y me invitara a vagar por los burdeles más sucios de París mientras me contaba esas historias extrañas. Ellos, y sus grandes metáforas, sus delicados juegos del sentido eran mis referentes de lo que debía ser la poesía. Pero tu me mostraste que también hay poesía en decir: Se llamaba María todo el tiempo de sus 17 años, me enseñaste que las musas también pueden ser amigas, hermanas, y contigo aprendí que a los poetas también les matan a sus hijos.
Supe ya mucho después de que buscabas a tu nieta, supe, que te la había arrebatado una dictadura, supe de la carta que te escribió ese otro poeta soldado, Marcos, desde la  Selva Lacandona, y en la que te hablaba de municiones, rifles y tratados armamentistas. Porqué no pude yo decir algo ese noviembre de 2005, porqué me azoré y en enrojecí. Porqué nunca fui a visitarte como si lo hice con Bonifaz Nuño, con Arreola, y como lo hago a veces con Max Rojas. Hay tantas preguntas que no podré responderme quizás, yo quería escribirte un poema, pero hoy, hoy no es un buen día para ser poeta. Hoy las botas de los soldados homicidas pisan mis huesos, hoy  un presidente imbécil a quién no se podría derrotar con palabras porque jamás ha abierto un libro, vende mi patria y mi futuro a los oscuros señores que lucran con nuestra miseria. Hoy que mi corazón ha sido tan roto, tan despechado, por esas musas que también son amigas pero a veces también las más implacables enemigas. Hoy no es un buen día para ser poeta, y tú lo supiste, y en tu último aliento, decidiste morir.
Ese libro ya no está conmigo, lo dejé junto a la cama de una mujer en Tijuana, como quizás hubieran querido tú, R.L, Inés y como quise yo, porque, efectivamente ella y yo, ocupábamos nuestro lugar en la tierra y ella ocupaba ese libro para sacarse las lágrimas que le dejé cuando me fui. Perdí mis libros de poesía, casi todos, en manos de mucha gente que los necesitaba, pero gané poderte mirar hoy sin vergüenza y saludarte, aquí hay también un violín y un pájaro.
No me concentro en tu muerte particular, como siempre exigiste, mejor te recito un par de líneas, de ese primer libro tuyo que leí, y que ayer releí para saludar a tu existencia que se integraba en el todo:

En un libro de versos salpicado
por el amor, por la tristeza, por el mundo,
mis hijos dibujaron señoras amarillas, 
elefantes que avanzaban sobre paraguas rojos, 
pájaros detenidos al borde de una página, 
invadieron la muerte,
el gran camello azul descansa sobre la palabra 
ceniza,
una mejilla se desliza sobre la soledad de mis huesos,
el candor vence al desorden de la noche.




*Dejo el link para quién quiera leer esa primera versión, que yo leí, hace 9 años: http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2010/GOTAN.PDF

1 comentario:

Ivonne dijo...

Tengo una teoría que las personas que siembran lo intangible de manera tan profunda han tenido una vida que podría decirse "satisfactoria". Tuviste una oportunidad como muy pocos la han tenido, muchos quisieran vivir una epifanía tan hermosa como la que cuentas y no tener que malgastar profesionalmente su vida tratando de saber qué hacer o tardarse mucho tiempo en saber cómo interpretar un buen papel en la sociedad y dar a la misma sociedad lo mejor de sí.
Las partidas son muy duras, difíciles e impactantes; lo que quiere decirte la muerte del gran hombre que cimentó a otro gran hombre, y me imagino que a muchos más, aún es un misterio total y deseo que pronto pueda dejar de serlo.
Hace nueve años eras un niño con mirada de poeta, ahora tienes con visión y mirada de poeta. Encarnaste la profesión y ese, es el mejor de los honores que cualquier ser vivo puede merecer.