Hoy no es un buen día para ser poeta Juan, y no me refiero al 15 de enero del 2014, me refiero al Hoy, a ese tiempo que siempre vivimos y que nunca se agota; y en el que ya hace varios siglos vivimos en el despojo y la usura más tremendos. Te conocí ya tarde Juan, primero fuiste algunas líneas recitadas por Mario Granidetti en una taquería, y palabras Sandra Ballesteros a la orilla del mar de plata en esa otra película, a la que también llegué tarde, dirigida por Eliso Subiela. Después fuiste un gastado poemario que encontré en la primera librería en que trabajé, a espaldas del Conservatorio de las Rosas, en mi ciudad natal, Morelia. Una librería que era más bien un aquelarre de todos los libros que van ahí a morir, esperando ser roídos por las ratas, las polillas y el moho. Ahí, en la pequeña repisa dedicada a la poesía, las repisas dedicadas a la poesía siempre son tan escasas en todas partes, encontré un pequeño y ajado libro, Gotán, decía el título, de una editorial llamada "La Rosa Blindada". Era una primera edición, del 62, y había una hermosa dedicatoria al inicio, escrita a lápiz que ya casi se había borrado totalmente y me tomó varios minutos poder descifrar: "Inés, aquí desde Argentina, te pido que resistas." Iba firmada por un R.L, y fechada en abril de 1965. Tú libro estaba subrayado, con las puntas de las hojas ya limadas por el desgaste, el papel amarillo por lo ácidos que empezaban a oxidarse, y la tinta comenzaba a desprenderse presagiando su agonía. Ahí, Juan, te conocí uno de los más bellos poemas que jamás he leído: Esa mujer se parecía a la palabra nunca. Y eso que yo aún no sabía nada de ti, era un verano del 2005 y para mí eras algunos poemas recitados por un poeta vagabundo y una prostituta y un libro viejo dedicado a alguna Inés, que seguramente en ese año ya era suficientemente vieja como para haber olvidado ese libro.
Pero estábamos destinados a seguirnos encontrando Juan, o más bien yo estaba destinado a seguir azorándome de tu grandeza, ese mismo año, en noviembre, me enteré de que existía algo llamado Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que se reunían anualmente en la ciudad y se volvía una fiesta auténtica de la poesía. Ese año Juan, te honraba como poeta emérito, los carteles, que no había muchos, nunca hay grandes carteles para los poetas, mostraban tu rostro contemplativo y tu mirada apacible, con cierto brillo de ferocidad. Me admiraste Juan, ingenuamente pensé que estabas muerto, nunca averigüé más de tu vida desde que leí y releí tu tango al revés. Tu también siempre te pareciste a la palabra nunca. Estabas vivo, y exiliado, según me enteré. Esa primera edición de la Rosa Blindada no abundaba en ningún dato biográfico, más que tu fecha de nacimiento 3 de Mayor de 1930, a la que ahora, esos que hacen la usura con la muerte agregarán tu fecha de fallecimiento, 14 de Enero del 2014. Viviste 84 años Juan, moriste joven. Ese 2005 que fui a verte al Teatro Ocampo, donde inaugurabas la primera mesa de lecturas y Arreola, casi tan viejo como tú, de quién nada sabía tampoco en ese entonces, te dedicaba unas bellísimas palabras: en ese 2005 tenías tu 75 y yo 15, nos separaba un abismo de 60 años. 60 años en los que te había sucedido el mundo, Juan, el exilio, la guerra; en los que habías vencido a un general con palabras, como siempre soñó Mayakovski. Estuve los tres días del encuentro, escuchando a los otros poetas, de muchos ya no recuerdo el nombre. Y estuve también en tu homenaje el último día, y me acerqué para que me firmarás mi gastado libro, el único que tenía tuyo, recuerdo que lo miraste con nostalgia, ¡quién lleva una vieja y gastada edición a una firma de libros! Siempre he sido un chico sin modales, debí haber comprado esas ediciones relucientes y nuevas que vendían afuera del teatro, para que tú las firmaras, pero te llevaba aquel libro ajado y deshojado, gastado por los dedos de R.L., de Inés, míos y sabrá quién sabe cuántos más. Me diste unas palmadas en el hombro y soltaste una bella risa de anciano, este, Juan, es uno de mis recuerdos más queridos. Exclamaste que la última vez que firmaste uno de esos había sido en el 79, en la UNAM. Me dijiste que era un chico curioso, extraño. Fue la primera vez en mi vida que no me ofendieron esos adjetivos, desde entonces los tomé como un cumplido. Firmaste mi libro, justo abajo de la dedicatoria de R.L., y casi me revientan los ojos con las lágrimas, Juan. Cuando leí que decía: "A Gerardo, niño con mirada de poeta, Juan Gelman." Me estremecí de pies a cabeza y si tú dices que los poetas pueden morir de vergüenza, yo te contesto hoy, 9 años después, que los poetas también pueden morir de timidez.
Te vi varias veces más Juan, venías a mi ciudad año con año para el encuentro de poetas, hasta que yo dejé de ir y el encuentro de venir y se mudó a Aguascalientes. Pero me enseñaste la simpleza en las palabras.Yo, que a mis 15 escasos años sólo había leído a los franceses, en esas pésimas traducciones de las editoriales baratas, que soñaba con ser Rimbaud y conversar con Baudelaire, que no entendía ni j de sincretismo de los poemas de Mallarmé; que soñaba con que Verliane me invitara a tomar absenta en su casa, y que Gerard de Nerval me tomara de la chaqueta y me invitara a vagar por los burdeles más sucios de París mientras me contaba esas historias extrañas. Ellos, y sus grandes metáforas, sus delicados juegos del sentido eran mis referentes de lo que debía ser la poesía. Pero tu me mostraste que también hay poesía en decir: Se llamaba María todo el tiempo de sus 17 años, me enseñaste que las musas también pueden ser amigas, hermanas, y contigo aprendí que a los poetas también les matan a sus hijos.
Supe ya mucho después de que buscabas a tu nieta, supe, que te la había arrebatado una dictadura, supe de la carta que te escribió ese otro poeta soldado, Marcos, desde la Selva Lacandona, y en la que te hablaba de municiones, rifles y tratados armamentistas. Porqué no pude yo decir algo ese noviembre de 2005, porqué me azoré y en enrojecí. Porqué nunca fui a visitarte como si lo hice con Bonifaz Nuño, con Arreola, y como lo hago a veces con Max Rojas. Hay tantas preguntas que no podré responderme quizás, yo quería escribirte un poema, pero hoy, hoy no es un buen día para ser poeta. Hoy las botas de los soldados homicidas pisan mis huesos, hoy un presidente imbécil a quién no se podría derrotar con palabras porque jamás ha abierto un libro, vende mi patria y mi futuro a los oscuros señores que lucran con nuestra miseria. Hoy que mi corazón ha sido tan roto, tan despechado, por esas musas que también son amigas pero a veces también las más implacables enemigas. Hoy no es un buen día para ser poeta, y tú lo supiste, y en tu último aliento, decidiste morir.
Ese libro ya no está conmigo, lo dejé junto a la cama de una mujer en Tijuana, como quizás hubieran querido tú, R.L, Inés y como quise yo, porque, efectivamente ella y yo, ocupábamos nuestro lugar en la tierra y ella ocupaba ese libro para sacarse las lágrimas que le dejé cuando me fui. Perdí mis libros de poesía, casi todos, en manos de mucha gente que los necesitaba, pero gané poderte mirar hoy sin vergüenza y saludarte, aquí hay también un violín y un pájaro.
No me concentro en tu muerte particular, como siempre exigiste, mejor te recito un par de líneas, de ese primer libro tuyo que leí, y que ayer releí para saludar a tu existencia que se integraba en el todo:
En un libro de versos salpicado
por el amor, por la tristeza, por el mundo,
mis hijos dibujaron señoras amarillas,
elefantes que avanzaban sobre paraguas rojos,
pájaros detenidos al borde de una página,
invadieron la muerte,
el gran camello azul descansa sobre la palabra
ceniza,
una mejilla se desliza sobre la soledad de mis huesos,
el candor vence al desorden de la noche.
*Dejo el link para quién quiera leer esa primera versión, que yo leí, hace 9 años: http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2010/GOTAN.PDF
miércoles, 15 de enero de 2014
lunes, 13 de enero de 2014
El Materialismo de Marx
Si Marx tiene un mérito en la historiografía de la filosofía es
la diferenciación que hace entre el atomismo de Demócrito y el de
Epicuro. Por ser un texto exclusivamente filosófico no entra en la
usual doctrina del materialismo dialéctico pero tiene un importante
lugar dentro de la filosofía de Marx, en el siguiente ensayo
trataremos de entender algunas de las consecuencias que tuvo para el
pensamiento de Marx la asunción del materialismo radical de
Epicuro:
La búqueda de un Más allá de Hegel:
En el escenario intelectual de mediados del siglo XIX había una
gran inquietud sobre la forma de superar la filosofía hegeliana.
Esta se alzaba como la figura sintética del pensamiento occidental,
el culmen del pensamiento ilustrado. Marx y el grupo de jóvenes
hegelianos buscaban una manera de ir más allá del pensamiento de
Hegel, lo encontrarion en la obra Prologómenos para una
historisofía de August Von Cieszkowski ofrecía una salida
favorable en su “filosofía de la acción.” Para Cieszkowski la
Historia sólo se conoce haciéndola. Aquí aparece por primera vez
la conceptualización de la praxis revolucionaria, donde se va
resolver la dualidad entre consciencia y la acción. ¿Cómo supera
esta dualidad? Diciendo que hay cosas de las que podemos ser
conscientes únicamente al actuar. La acción es también una forma
de conocimiento. La teoría continua en la práctica, la práctica es
también una forma de realizar la teoría. La consciencia condiciona
la acción y al mismo tiempo la consciencia permite que mi acción
tenga ciertos efectos que no tendría si no fuera consciente de
ellos.
Hegel era partidario de la idea considerada tradicionalmente en el
idealismo de que la acción era dependiente de la consciencia. La
acción se explica en Hegel de acuerdo a la concordancia con el
desarrollo racional del espíritu.
Lo que Marx aprenderá de su lectura de Cieszkowski es la teoría de
la praxis y de la acción. Cieszzkowski estudió la
motivación, y la intencionalidad como vectores de la acción. Y
tiene una teoría de la libertad humana que es presente en el primer
Marx. En 1838 con la lectura de Cieszkowski los jóvenes hegelianos
son impulsados hacia una crítica de Hegel. Para Cieszkowski, Hegel
marca el inicio de la tercera etapa de la praxis. A través de él se
ve un después de Hegel en toda su necesidad. Hegel dejó de ser
insuperable gracias a Cieszkowski para los jóvenes hegelianos. En
las últimas páginas de la Fenomenología parece que es el
fin de la especulación y el comienzo de la praxis efectiva del
mundo.
Durante su estancia de estudios filosóficos, Marx toma consciencia
de que es necesario revisar los fundamentos de la filosofía de la
acción como posible salida de las filosofía puramente
especulativas. Esta tarea da sentido a su tesis doctoral. Marx hace
un paralelismo histórico, si Hegel era el non plus ultra de
la especulación filosófica y aunténticamente después de una etapa
especulativa venía la realización práctica de la filosofía, debí
encontrarse también esa constancia en los albores del pensamiento,
es decir en la filosofía griega. Aristóteles representó para el
joven Marx el paralelo de Hegel, aquel que sintetiza y ordena el
pensamiento de su época y de épocas precedentes y parece haberlo
pensado ya todo. La diferencia entre la filosofía de la
naturaleza de Demócrito y Epicuro es la revisión crítica que
hace Marx de los autores post-aristotélicos, peculiarmente de
Epicuro. Sabemos que Demócrito era contemporáneo de Platón y
había muerto antes del nacimiento de Aristóteles. Para Marx
encontrar un después de Aristóteles en Epicuro y revalorizarlo, es
revalorizarse a sí mismo; y revalorizar la filosofía de la práctica
es revalorizar ese momento de la praxis que se presenta como
superadora de Hegel.
Marx atento a las leves variaciones de la teoría encuentra que
Epicuro defiende el clinamen, que se presenta como un desvío
en la trayectoria del átomo que lo hace encontrarse con otro átomo,
y se produce una colisión y en una reacción en cadena hay una
reunión de átomos forman las cosas. ¿Qué causa este desvío? La
respuesta a esta pregunta es lo que hace de Epicuro un materialista
radical: Nada, es absolutamente de aleatorio.
El Clinamen como principio de un materialismo radical:
Para Marx y cierto marxismo tradicional, no hay un acto de creencia
en el clinamen o de intencionalidad mínima. Esta inmanencia
es negativa, la libertad aquí es ausencia de necesidad. En su tesis
doctoral Marx hace así la distinción entre el materialismo
Demócrito y Epicuro. Mientras que Demócrito afirmaba que la
desviación del átomo primigenio era causada por un principio
organizacional del universo, Epicuro niega que la idea de la
desviación aparezca como la “causa” primera, esa tal “causa”
es únicamente un principio explicativo, ya que sólo es necesaria
para atar la materia en general.
El materialismo hace aparece el carácter fundamental de la libertad
que está en este apego a la renuncia de la explicación por
principios fuera del conflicto. Lo primero que se tiene, es una
colisión, un choque.
Marx encuentra en Epicuro una filosofía antideterminista y
antiarmónica. Cualquier cosa que existe surge del conflicto, un
conflicto que no necesita ser entendido dentro de una lógica
racional, ordenadora y discursiva. El origen de todo consiste en el
desafío de la necesidad. No hay encuentro sin violencia, y es la
contradicción en el seno de la dialéctica.
Marx reinterpreta a Epicuro, su materialismo va a ser desde ese
momento el cruce azaroso en la incertidumbre total, es creer en lo
que ocurre, en los hechos, en los acontecimientos. El acontecimiento
no se sostiene de nuestra creencia, al contrario la condiciona.
La línea divisoria entre el materialismo radical de Epicuro y el
materialismo racional de Demócrito es tenue ¿Qué es lo que está
en cuestión? Marx detecta que para creer en la misma negatividad se
requiere primero la afirmación; podemos decir, se requiere creer que
es válida la interrogación y es por lo cual Badiou dice que la idea
que fundamenta al marxismo es la incertidumbrei.
Esta indeterminación que hay al principio será trasladada a todos
los ámbitos del pensamiento. Lo que se encuentra en la materia debe
encontrarse en todos los demás terrenos. A Marx le interesa el valor
conceptual que puede tener la idea del clinamen. Es decir que
aquello en lo que todo descansa no sea un principio racional
positivo. Empezar la explicación por la experiencia que tenemos a
cada momento.
Marx busca un lugar para la práctica y para el sujeto dentro de esta
indeterminación originaria. Para encontrar una vía que pueda
superar aquello que se consideraba como el grado insuperable de la
especulación filosófica, Hegel, un más allá de él, había que
buscarlo en la práctica.
Cuando Feuerbach invierte el idealismo hegeliano es para darle una
concreción a las ideas que sólo puede postularse mediante un acto
de creencia. El sujeto al que se está refiriendo Feuerbach, nos dice
Marx, es un sujeto objetivado. No nos habla del sujeto fáctico, sino
del hombre afuera, de la huella del hombre en el afuera, y de la
materialización de ese hombre visto por el sujeto.
La materialidad a la que se refiere Marx es una materialidad de la
acción, de la práctica, del movimiento, no se demuestra a través
de la puesta en evidencia de su presencia, sino a través de los
efectos de mis acciones; en la medida en que transformo lo que veo
demuestro la materialidad de mi práctica. Cuando por mi gesto,
impulsado por las fuerzas que me animan, logro transformar el mundo
que me rodea, ahí tengo algo a lo que podemos dar el nombre de
“materialidad”. Entonces es una materialidad indisociable del
sujeto. El materialismo de Marx es absoluto, pero él lo llamará
dialéctico. Esto quiere decir que la oposición entre la oposición
de lo subjetivo y lo objetivo se supera en la dialéctica aunque sin
dejar de existir.
Para Marx el hecho de que la práctica prolongue la tarea de la
teoría, implica también que la filosofía que aparecía
circunscrita a lo objetivo, llega al ámbito del sujeto. Para el
joven Marx aún se trataba de una práctica del sujeto. La teoría es
superada por un sujeto que asume la teoría y se libera de ella
realizándola.
El desenlace sintético de la dialéctica, no corresponde a lo
absoluto. Cuando lo subjetivo y lo objetivo se relacionan entre sí y
van más allá de aquello que los opone, llegamos a una acción de
transformación, o la creación de una realidad objetiva (que es
subjetiva). Es absoluta en el sentido que es una negación de lo
relativo (en tanto relacional) del sujeto y el objeto. En el
pensamiento de Marx jamás llegaremos al saber absoluto. Hay una
inestabilidad siempre en la realidad histórica, nunca superamos la
relación. ¿Por qué? Althusser usa el término de
“sobredeterminación”ii,
es decir un número infinito de factores que no podemos pensar. No se
puede pensar totalmente, siempre habrá una opacidad que le impide
pensarse, y ésta es la indeterminación originaria de la materia.
Precisamente no sabemos todo, y es por eso que podemos sorprendernos,
y ese espacio de la sorpresa, nos dirá Althusser, es el espacio de
la libertad. Esta es la presencia material del mundo que se enfrenta
a la filosofía y a la aspiración de la transparencia del saber para
sí mismo.
No llegamos al absoluto porque hay algo que siempre está impidiendo
esta transparencia y esta es la opacidad de la oscuridad. Ya que todo
puede transformarse. Marx aprende del materialismo de los antiguos
griegos que la materialidad está en el acto, pero lo que da forma al
mundo es la desviación. Que las lógicas del mundo son todas
resultado de una acción arbitraria, o de una serie de acciones
indeterminables teoréticamente. Esto rechaza la idea tradicional en la
filosofía de que podemos explicar el origen de todo a través de una
idea filosófica, eso quiere decir que el principio es inteligible y
que el método filosófico (el ideal) puede acceder y dar razón del
mundo. Pero lo que Marx encontró en el concepto de clinamen
es una idea sin idea, la libre asociación. Desde entonces la apuesta
de su materialismo está en aferrarse a aquello que resiste a la
representación y que por lo tanto resiste a la metafísica. Se trata
de un punto de partida refractario a la reflexión metafísica y que
sin embargo trata de ser convincente. Es una posición muy incómoda
y fronterizaiii.
La idea sin idea y el instrumento crítico de Marx:
Lo que se pretende es explicar sin comprender o explicar lo
incomprensible. En la Ideología alemana Marx elabora la
crítica contra las “palabras” ya que estas valen por lo que
producen y por sus consecuencias. La idea sin idea, que está a la
base del materialismo, permitirá a Marx un poderoso instrumento de
análisis de las estructuras orgánicas de la modernidad. El Estado,
el mercado, la cultura, todas son sometidas a este principio de
conflicto en el que manifiestan sus tensiones internas, estás
tensiones dialécticas arrojan las condiciones para las coyunturas
que propician la transformación. El objetivo analítico y crítico
de Marx no es otro más que el de identificar las estructuras de
conflicto que se ponen en juego en cada ocasión y presentan la
oportunidad de una transformación revolucionaria. La Historia misma
se desliza sobre este terreno limado por el choque de las fuerzas que
se enfrentan.
La idea sin idea, la palabra vacía que se pretenden organizacional,
el Capital que habla por la boca de los ideólogos, políticos o los
economistas ingleses, tenemos ahí sólo palabras, ideas que no son
exactamente ideas. El pensamiento es inmanente a su expresión, está
enredado en el funcionamiento material del sistema, que se muestra
como un sistema de pensamientos.
La idea sin idea más fuerte de Marx es la práctica. Cuando
se considera que la consciencia de clase se despliegua de un modo que
no puede ser pensado propiamente por quien actúa. Se piensa con la
acción.
Estas ideas no son objetos psicológicos, sino son objetos
históricos. Marx jamás lo explica como si hubiera un lado
incomprensible de esta materialidad que lo resiste. ¿Cómo funciona
el Capital a través de las palabras? Ordenándolas. Cada autor dice
más de lo que piensa que está diciendo. Lo que yo creo, o las
razones que doy de mis actos, son pretextos y no son las verdaderas
causas, son pretextos conscientes y no las verdaderas causas. La
crítica a la ideología que hace el marxismo es la insistencia en la
invalidación de los pretextos por el simple hecho de ser
conscientes, hay una crítica a la consciencia como actividad
separada de las relaciones concretas.
Tanto Marx como Freud, cuando leen los discursos, autores, artistas,
ven y escuchan más allá porque las palabras dicen siempre más
allá de sí mismas. Desde Saussure la palabra nos lleva siempre a
las sopresas (“deslizamiento del significado”) que no obedecen a
ninguna racionalidad, sino a una seria infinita de excepciones. Los
dioses efectivamente se han retirado o desinteresado de sus
creaciones y eso fundamenta la posibilidad de la libertad.
Marx
en la Crítica
a la filosofía del derecho de Hegel
nos dice que “encontrar” un mundo nuevo no es “pronosticar el
futuro.”
Esto había aparecido antes en algunos de sus escritos de juventud:
“No
tratamos de anticipar dogmáticamente el mundo, sino que tratamos de
encontrar el mundo nuevo a través de la crítica del viejo.”iv
Marx. La anticipación de lo que será el mundo, es propia del
pensamiento dogmático, que habla con trono profético. La crítica
le habría permitido al político no saber aquello en lo que se va
convertir lo que ya existe. La crítica que se le presenta al
materialismo de Marx es aquella que nos permite un "descubrimiento"
y no anticipación, ni una creación. La crítica se somete a lo que
existe. El acto/evento trasciende la contradicción propia entre la
voluntad propia (especulativa) y las determinaciones reales. Lidiar
con la realidad hasta hacer algo con la realidad existente. Ese algo
habrá existido a través de mi acción. Lo haré surgir.
Los
únicos descubrimientos se hacen actuando. Se descubre sumergiéndose
en la realidad social, en el trabajo, ahí se descubre algo, paran
Marx. Para Marx se puede ser tan especulativo en la calle como en la
Universidad. O exageradamente práctico. Se trata de criticar a la
posición idealista, de superarla. Cuando Marx critica a los
"filósofos" es una metáfora para criticar a cualquier
idealismo (el de un líder político, el de un profesor etc.)
Así,
en el materialismo radical de Marx la Historia no es una repetición
de lo mismo o un desarrollo racional del espíritu, la repetición no
siempre es farsa, a veces es tragedia. Lo que se repite no se repite
de la misma manera. Lo real se reproduce, pero como imaginario. Esto
es muy importante, ya que el acontecimiento, al repetirse, se vuelve
simulacro. El pasado aparece en las circunstancias bajo las cuales
hacemos nuestra historia, lo que nos queda es nuestra libertad, es
decir, lidear con ellas. Las circunstancias predeterminan lo que se
puede hacer con ellas. La historia no es producto del libre arbitro
del hombre. Las circunstancias también son aquello que puede
revestir nuestra acción, de eso que fue real y que ahora no es más
que una simulación. Con esta tensión Marx analiza la retórica de
la revolución burguesa: El pasado siempre está sirviendo para
decorar el presente.
La
revolución va a aparecer como aquello que sólo puede triunfar
verdaderamente si crea algo nuevo y si evita los difraces. En la
época nueva, que no sabemos como actuar, las traducimos a nuestro
pasado para comprenderla. La revolución, en su carácter de
acontecimiento, se asemeja a una creación ex nihilo. No
obedece pues a una evolución, sino a una irrupción de algo
totalmente nuevo que sólo se puede explicar a partir de su propia
lógica. Marx insiste entonces en este carácter aleatorio del
acontecimiento. Tales parecen las consecuencias más claras de la
puesta en función del principio de irracionalidad del clinamen
que Marx descubre en Epicuro.
iiAlthusser,
Louis. La Revolución Teórica de Marx. Ed.
Siglo XXI, México, 1975. Trad. Martha Henecker. p. 71
iiiZizek,
Slavoj. Contingencia,
Hegemonía, Universalidad,
ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003,
ivMarx,
Karl. Obras fundamentales: escritos de juventud. FCE,
México. 1982. I. p. 458.
jueves, 9 de enero de 2014
Poemas del Desencuentro
IV
Poemas del desencuentro IV
Podría definir mi vida como un intento,
fracasado de ante mano,
de encontrar un par de ojos que sepan ver.
Asumo que tengo
vocación de huella en la arena,
que he sido siempre
extranjero en mi piel.
No voy a ocultar
que mi segundo nombre es Derrota,
y que bajo el cielo
sólo mi luz es pálida.
Tengo, entre la manos,
un puñado de absurdas apuestas,
he empeñado en el tiempo
el silencio de mis horas.
Cuando miro a la calle,
y se quiebra mi voz,
cuando escribo palabras inmensas
a una mujer diminuta,
cuando me ahogo
vertido en mis recuerdos.
Soy el barco de mi propio naufragio,
las promesas de dioses ausentes,
el error en la cuenta,
el punto mal empleado,
soy el obstáculo
y aún así pregunto
con la oscuridad cerniéndose
en mi espalda
¿me quieres?
¿me extrañas?
¿me amas?
Poemas del desencuentro IV
Podría definir mi vida como un intento,
fracasado de ante mano,
de encontrar un par de ojos que sepan ver.
Asumo que tengo
vocación de huella en la arena,
que he sido siempre
extranjero en mi piel.
No voy a ocultar
que mi segundo nombre es Derrota,
y que bajo el cielo
sólo mi luz es pálida.
Tengo, entre la manos,
un puñado de absurdas apuestas,
he empeñado en el tiempo
el silencio de mis horas.
Cuando miro a la calle,
y se quiebra mi voz,
cuando escribo palabras inmensas
a una mujer diminuta,
cuando me ahogo
vertido en mis recuerdos.
Soy el barco de mi propio naufragio,
las promesas de dioses ausentes,
el error en la cuenta,
el punto mal empleado,
soy el obstáculo
y aún así pregunto
con la oscuridad cerniéndose
en mi espalda
¿me quieres?
¿me extrañas?
¿me amas?
Poemas del Desencuentro
III
Llamo soledad a eso que siento cuando descubro que me mientes.
Llamo mentira a ese silencio que extiendes de tu duda a mi duda.
Llamo, pero nadie responde.
Llamo a las puertas vacías, detrás de tus ojos.
Llamo al frío relámpago de tu indiferencia.
Llamo oscuridad, al color de tu pelo.
Llamo belleza a lo atroz de tu nombre.
Llamo distancia a esa trampa certera
que extendió la creación
de mis anhelo a tu boca.
Llamo, pero nadie responde.
Llamo soledad, a este frío, como de risco al viento,
llamo dolor a este amor,
llamo agonía a este cariño.
Llamo soledad a eso que siento cuando descubro que me mientes.
Llamo mentira a ese silencio que extiendes de tu duda a mi duda.
Llamo, pero nadie responde.
Llamo a las puertas vacías, detrás de tus ojos.
Llamo al frío relámpago de tu indiferencia.
Llamo oscuridad, al color de tu pelo.
Llamo belleza a lo atroz de tu nombre.
Llamo distancia a esa trampa certera
que extendió la creación
de mis anhelo a tu boca.
Llamo, pero nadie responde.
Llamo soledad, a este frío, como de risco al viento,
llamo dolor a este amor,
llamo agonía a este cariño.
miércoles, 8 de enero de 2014
Poema para acercarse
A Fabiola Jiménez Mar
Lidiar con la distancia
con el desvanecimiento
de dos cuerpos que se llaman
se buscan en gestos
se encuentran perdidos
entre letras,
anhelar el reconocimiento
soportar esos silencios
atroces entre dos cartas.
Luego
saber que la distancia
más corta entre dos puntos
jamás es una línea recta;
adivinar los secretos
detrás de los detalles,
escribirse como si de palparse se tratara,
reír a solas
porque ella ríe,
dormirse hasta tarde
porque él está despierto.
Y yo
que creo que las letras
son más amplias que los kilómetros
y tú
que crees que los kilómetros
caben en todas mis letras.
Sin dejar de ser desconocidos
nos encontramos vulnerados
por el paso del amor,
de tu garganta que sólo imagino
a mi pecho que apenas has visto.
¿Amar sin verse?
Y saber que es cierto
eso que dicen
que el amor es ciego
¿desear sin tocarse?
Pero no faltarse jamás
al propio encuentro.
escribir
escribirnos
como un atentado
contra eso que dicen
no es amor en serio
Lidiar con la distancia
con el desvanecimiento
de dos cuerpos que se llaman
se buscan en gestos
se encuentran perdidos
entre letras,
anhelar el reconocimiento
soportar esos silencios
atroces entre dos cartas.
Luego
saber que la distancia
más corta entre dos puntos
jamás es una línea recta;
adivinar los secretos
detrás de los detalles,
escribirse como si de palparse se tratara,
reír a solas
porque ella ríe,
dormirse hasta tarde
porque él está despierto.
Y yo
que creo que las letras
son más amplias que los kilómetros
y tú
que crees que los kilómetros
caben en todas mis letras.
Sin dejar de ser desconocidos
nos encontramos vulnerados
por el paso del amor,
de tu garganta que sólo imagino
a mi pecho que apenas has visto.
¿Amar sin verse?
Y saber que es cierto
eso que dicen
que el amor es ciego
¿desear sin tocarse?
Pero no faltarse jamás
al propio encuentro.
escribir
escribirnos
como un atentado
contra eso que dicen
no es amor en serio
lunes, 6 de enero de 2014
El porvernir de una ilusión
A Giselle Martínez
Cuando éramos pequeños, y aún vecinos, recuerdo nuestras mañanas del 6 de enero. Nos despertábamos tempranísimo, yo a veces hasta de madrugada y me desesperaba al no encontrar nada bajo el árbol, me llenaba de angustia que por algún año los reyes magos se hubieran olvidado de mí. Pensaba que quizás me había despertado en medio de la noche, sin yo notarlo, y que mi ojo abierto y aguzado en la oscuridad, habría espantado a los reyes magos que se estaban manifestando apenas en medio de la pequeña sala de la casa paterna. Pero era emocionante siempre, aún cuando en el colegio nos enteramos a temprana edad que efectivamente los Reyes Magos no eran quienes decían ser, la espera, aguardar la magia de regalos debajo del árbol.
Era fantástico salir y compartirte los legos, tú siempre pedías el que completaba el par, como cuando pedí el Alcón Milenario y a ti te trajeron la flotilla de las naves rebeledes. O cuando pedimos un par de bicicletas y la tuya se destrozó una semana después cuando caíste al río cerca de la casa mientras competíamos sin premios, fue cuando te rompiste la clavícula. Recuerdo que siempre tenía que salir al medio día a sacarte de tu cama, porque perezosa, habías tomado tu regalo y te habías vuelto a envolver en las cobijas abrazándolo con fuerza. A veces me dejabas desenvolverlo.
Pero las cosas cambiaron cuando empezaste a pedir discos de Britney Spears, juegos de maquilleje con brillos, o teléfonos celulares. Fuiste de pronto más alta que yo, tus cabellos rubios olían frutales y te avergonzaba que me quedara mirando, sorprendido, las nacientes protuberancias de tus pechos. Ya no pedías el juego de lego que completará el mío, y para entonces era ya una certeza de ambos la identidad de los misteriosos Reyes Magos.
Recuerdo que un 6 de enero del 2001 me diste el peor regalo, ese sí que hubiera deseado no desenvolverlo. Fui temprano a tu casa, creo que llevaba yo mi primera consola de nintendo 64, aún en su caja y a mi hermano de apenas 6 años tomado de la mano. Toqué el timbre y salió tu padre, siempre con la mirada dispersa pero que se emocionaba al verme, estaba aún en bata de baño.
- ¡Ah Geras, eres tú! ¿Vienes a jugar con Gis? - decía con su voz grave y soltaba una profunda carcajada. Pero ese día había algo distinto en la risa, algo de melancolía, que para un niño es un sentimiento desconocido, irreconocible, pero que hoy que recuerdo se vuelve diáfano.
No estabas dormida como siempre, mi hermano se sentó en el piso, traía su juguete del brontosaurio musical de Playschool, y lo paseaba por tu sala. Tu estabas recargada en el sillón de la sala, el juguete seguía intacto. Tu bella cara de niña, blanca como las esferas de tu árbol, miraba distraída en dirección de tu viaje bicicleta, en el patio, tu perrita Serena, ladraba con emoción por mi llegada.
Recuerdo que me arrojé sobre ti emocionado con la caja de mi Nintendo 64, y te dije que en esa ocasión quería yo que tu abrieras mi regalo. Me miraste con indolencia, con un dolor que yo no pude comprender.
- ¿Por qué eres tan infantil? - me dijiste, con esa extraña superioridad que concede a las niñas el empezar a desarrollarse antes.
- ¡Pero este es un juego que niños y niñas pueden jugar Gis! - te dije con emoción. - ¡Trae el Mario Kart!
Tomaste fuerza de no sé dónde y trataste de sonreírme. Tu padre nos ayudó a conectar el aparato en la televisión de tu cuarto. Ni siquiera noté que casi todas las cosas en él ya no estaban. Daniel, mi hermano, nos miraba emocionado hasta lo dejamos jugar un par de veces, recuerdo que me desesperaba que no supiera coordinar aún sus pequeños dedos para jugar bien, demás sólo había 2 controles, y siempre alguien se quedaba sin jugar. Cuando era tu turno de ceder no decías nada, ese día estabas anormalmente callada. Tampoco lo noté, siempre fui un niño lleno de ruido y tu casi mi única amiga.
Llegó la tarde y tu padre dijo que aún había muchas cosas por hacer. Bajamos a la sala y partimos la rosca, mi madre y tu madre platicaban muy serias. Mi madre me miraba de reojo y decía:
- Va ser muy difícil para Gerardo, Giselle es casi su única amiga, con el trabajo que me ha costado que pueda estar con niños de su edad...
Tu regalo seguía ahí, intacto, bajo el árbol.
- ¿Por qué no abres tu regalo? - pregunté con impaciencia. - ¿Pediste ese estéreo que tanto querías?
Yo como niño y como tu amigo, me esforzaba en comprender que ahora pasabas tardes enteras escuchando a NSync y a los BackStreet Boys, y en la misteriosa atracción que te acusaba maquillarte y bailar aquellas coreografías tan vistosas de MTV.
- ¡Odio a los reyes magos! - gritaste enfadada y mirando a tus padres. - ¡Los odio, los odio! - subiste a tu cuarto con lágrimas en los ojos.
Tu madre fue tras de ti y mi madre nos llevó a mi y a mi hermano de vuelta a casa.
Tres días después un gran camión de mudanzas estaba afuera de tu casa. Yo fui a tu casa a jugar Nintendo 64, me habían comprado ahora el Legend Of Zelda. La mudanza estaba casi completa, tu te asomaste a la puerta. Llevabas un bello vestido azul. Me abrazaste con fuerza.
- ¡Hoy nos vamos! - dijiste llorando. Yo no comprendía.
- ¿Se van de vacaciones? - pregunté.
- No tontuelo, nos vamos a vivir a otra ciudad.
La noticia me cayó como agua fría.
-Pero... vendrás a visitarme... ¿podré ir a visitarte - balbuceé, tú seguías apretándome con fuerza.
- No Ger... nos vamos a Estados Unidos, mis padres se separan y mi mamá y yo iremos a vivir con mis tíos a California.
Nada de lo que dijiste ese día tenía sentido Giselle, ¿padres separados? ¿vivir en California? ¡Pero sí allá hablan inglés y ese no era tu fuerte!
- Toma - dijiste y me extendiste "Momo", tu libro favorito. - Es tuyo, siempre acuérdate de mí.
Lágrimas que me avergonzaban comenzaron a brotar de mis ojos. Giselle se iba, lejos, mi Gis, la niña de los cabellos rubios, la que me obligaba a aprenderme las coreografías de Nick y de Justin, y a jugar a que ella era Britney y yo Justin e íbamos juntos a dar conciertos. Por ti me sabia todas esas canciones por las que era la burla en el colegio.
Me soltaste y me diste, con lágrimas en la boca mi primer beso. Después entraste corriendo a tu casa.
Yo me quedé mirando como subían el resto de tus cosas. Y cómo por la tarde, el auto de tu madre, contigo adentro, se alejaba de los límites de la colonia, yo te seguía en mi bicicleta, y por primera vez sentí como mi corazón se rompía en mil pedazos.
Pero el tiempo no pasó en vano, 6 meses después recibí una carta tuya, estaba llena de fotos de lugares con nieve, llevabas grandes abrigos, te veías más pálida. Inclusive me mandabas una foto deslumbrante donde estabas en la fila para un concierto de los Back Street Boys en Pasadena. Fue la primera vez que me hice consciente del acto de escribir, pensé que quizás necesitabas practicar tu inglés y te escribía largas cartas, siempre necesitaba ayuda de mi diccionario Oxford, regalo de mi madrina, pero trataba de escribirte las cartas más bellas.
Con el tiempo las cartas empezaron a escasear, las mías y las tuyas, yo entré a la secundaria y mi vida dio un giro, tu entraste a la HighSchool, y eras una de las chicas más populares en el colegio. Guapa, alta, rubia, con una cara angelical.
Pero entonces un 6 de enero del 2008 me escribiste. Ya no una carta sino un mail. Nunca supe con certeza dónde lo conseguiste. Me mandabas un vídeo, eras tú, y detrás se alzaba alto, el palacio de Bellas Artes. Yo estaba en el último año de la preparatoria, supe que habías regresado a México. Los reyes Magos me habían traído, a pesar de todo, un regalo. Ese día le pedí a mis padres mi regalo de Reyes, un boleto ida y vuelta a la ciudad de México. Les mostré tu mail, donde me dabas tu dirección y con gusto me pusieron en el primer camión ese día.
Recuerdo que cuando te vi, después de 7 años, esa noche, cerca de Río Churubusco donde vivía tu madre. Me abrazaste con fuerza. Hablabas el español muy gracioso, eras pálida, aunque siempre fuiste muy blanca.
- ¿Cómo estás Gerardo? - me dijiste y tu voz fue más dulce que nada que yo hubiera escuchado.
Llevabas un vestido largo azul marino.
- Tengo 10 años de nuevo - dije. Sólo eso pude decir, qué tonto.
Me mostraste la ciudad, en la que llevabas apenas 2 semanas y comimos en un Italiani's. Tu madre no paraba de contarme que habías insistido e insistido en conseguir mi correo electrónico, que ella llamó a mi madre por teléfono al Piaget (colegio donde trabajaba) y que ella lo había conseguido sin decirme.
Esa noche sacaste una gran caja. Tenía todas mis cartas, los dos libros que te había mandado y más objetos que no reconocía. Pero estaba la foto de un muchacho alto, guapo que yo desconocía.
- Es Mathew - dijiste con esa mirada que yo reconocía en tu cara de cuando mirabas por horas a Justin Timberlake ¿recuerdas como lloraste cuando se separó de Britney? en los pósters de tu cuarto. - Es mi prometido.
- ¿Prometido?
- ¡Sí! Te conté de él una de mis cartas tontuelo, fuimos novios toda la highschool. Ahora él irá a la Universidad de Pasadena y yo me mudaré allá con él. Vine de vacaciones a visitar a mi madre, ella se regresó el año pasado.
- ¡Quería que tú lo supieras! Para mí México eres tú, mi infancia y todo.
Recuerdo haber soltado algunas lágrimas y por segunda vez haber sentido mi corazón quebrarse porque esa chica se alejaba de mí.
Estuve en la Ciudad México hasta que te fuiste, un 11 de enero. Tu madre y yo fuimos a despedirte al aeropuerto. Esa vez supe que ya no regresarías.
Hoy me escribes, enero del 2011, para decirme que será la primera navidad de Justin, (¡ja, vaya con el nombre!), que te has convertido tú en los reyes magos. En la foto que me andas lucen geniales, te ves feliz, tus ojos tienen una luz que envidio. Sobre todo ahora, sobre todo hoy. El tiempo pasa, tu ya te has convertido en los reyes magos, yo sigo siendo aquel niño despistado, aunque ahora hay alguien que hace nuevas mariposas en mi corazón.
Te escribo, porque empecé a escribirte cartas, porque por ti, empecé este oficio de escribir, esperando que los recuerdos te toquen y que Justin reciba todos los libros que le mando. Ahora eres los Reyes Magos Giselle, nunca dejas de ser una ilusión, a veces paso por tu vieja casa, en la que ahora vive una familia antipática, cuando voy a visitar a mis padres, y recuerdo mis mañanas tocando tu timbre. Recuerdo el 6 de enero, recuerdo todo y siento un calor que sólo alcanzo a definir como el clamor de la infancia. Fui feliz en esos tiempos, siempre has sido mis reyes magos Giselle y me alegra ahora poderte compartir con Justin.
¡Gracias!
Cuando éramos pequeños, y aún vecinos, recuerdo nuestras mañanas del 6 de enero. Nos despertábamos tempranísimo, yo a veces hasta de madrugada y me desesperaba al no encontrar nada bajo el árbol, me llenaba de angustia que por algún año los reyes magos se hubieran olvidado de mí. Pensaba que quizás me había despertado en medio de la noche, sin yo notarlo, y que mi ojo abierto y aguzado en la oscuridad, habría espantado a los reyes magos que se estaban manifestando apenas en medio de la pequeña sala de la casa paterna. Pero era emocionante siempre, aún cuando en el colegio nos enteramos a temprana edad que efectivamente los Reyes Magos no eran quienes decían ser, la espera, aguardar la magia de regalos debajo del árbol.
Era fantástico salir y compartirte los legos, tú siempre pedías el que completaba el par, como cuando pedí el Alcón Milenario y a ti te trajeron la flotilla de las naves rebeledes. O cuando pedimos un par de bicicletas y la tuya se destrozó una semana después cuando caíste al río cerca de la casa mientras competíamos sin premios, fue cuando te rompiste la clavícula. Recuerdo que siempre tenía que salir al medio día a sacarte de tu cama, porque perezosa, habías tomado tu regalo y te habías vuelto a envolver en las cobijas abrazándolo con fuerza. A veces me dejabas desenvolverlo.
Pero las cosas cambiaron cuando empezaste a pedir discos de Britney Spears, juegos de maquilleje con brillos, o teléfonos celulares. Fuiste de pronto más alta que yo, tus cabellos rubios olían frutales y te avergonzaba que me quedara mirando, sorprendido, las nacientes protuberancias de tus pechos. Ya no pedías el juego de lego que completará el mío, y para entonces era ya una certeza de ambos la identidad de los misteriosos Reyes Magos.
Recuerdo que un 6 de enero del 2001 me diste el peor regalo, ese sí que hubiera deseado no desenvolverlo. Fui temprano a tu casa, creo que llevaba yo mi primera consola de nintendo 64, aún en su caja y a mi hermano de apenas 6 años tomado de la mano. Toqué el timbre y salió tu padre, siempre con la mirada dispersa pero que se emocionaba al verme, estaba aún en bata de baño.
- ¡Ah Geras, eres tú! ¿Vienes a jugar con Gis? - decía con su voz grave y soltaba una profunda carcajada. Pero ese día había algo distinto en la risa, algo de melancolía, que para un niño es un sentimiento desconocido, irreconocible, pero que hoy que recuerdo se vuelve diáfano.
No estabas dormida como siempre, mi hermano se sentó en el piso, traía su juguete del brontosaurio musical de Playschool, y lo paseaba por tu sala. Tu estabas recargada en el sillón de la sala, el juguete seguía intacto. Tu bella cara de niña, blanca como las esferas de tu árbol, miraba distraída en dirección de tu viaje bicicleta, en el patio, tu perrita Serena, ladraba con emoción por mi llegada.
Recuerdo que me arrojé sobre ti emocionado con la caja de mi Nintendo 64, y te dije que en esa ocasión quería yo que tu abrieras mi regalo. Me miraste con indolencia, con un dolor que yo no pude comprender.
- ¿Por qué eres tan infantil? - me dijiste, con esa extraña superioridad que concede a las niñas el empezar a desarrollarse antes.
- ¡Pero este es un juego que niños y niñas pueden jugar Gis! - te dije con emoción. - ¡Trae el Mario Kart!
Tomaste fuerza de no sé dónde y trataste de sonreírme. Tu padre nos ayudó a conectar el aparato en la televisión de tu cuarto. Ni siquiera noté que casi todas las cosas en él ya no estaban. Daniel, mi hermano, nos miraba emocionado hasta lo dejamos jugar un par de veces, recuerdo que me desesperaba que no supiera coordinar aún sus pequeños dedos para jugar bien, demás sólo había 2 controles, y siempre alguien se quedaba sin jugar. Cuando era tu turno de ceder no decías nada, ese día estabas anormalmente callada. Tampoco lo noté, siempre fui un niño lleno de ruido y tu casi mi única amiga.
Llegó la tarde y tu padre dijo que aún había muchas cosas por hacer. Bajamos a la sala y partimos la rosca, mi madre y tu madre platicaban muy serias. Mi madre me miraba de reojo y decía:
- Va ser muy difícil para Gerardo, Giselle es casi su única amiga, con el trabajo que me ha costado que pueda estar con niños de su edad...
Tu regalo seguía ahí, intacto, bajo el árbol.
- ¿Por qué no abres tu regalo? - pregunté con impaciencia. - ¿Pediste ese estéreo que tanto querías?
Yo como niño y como tu amigo, me esforzaba en comprender que ahora pasabas tardes enteras escuchando a NSync y a los BackStreet Boys, y en la misteriosa atracción que te acusaba maquillarte y bailar aquellas coreografías tan vistosas de MTV.
- ¡Odio a los reyes magos! - gritaste enfadada y mirando a tus padres. - ¡Los odio, los odio! - subiste a tu cuarto con lágrimas en los ojos.
Tu madre fue tras de ti y mi madre nos llevó a mi y a mi hermano de vuelta a casa.
Tres días después un gran camión de mudanzas estaba afuera de tu casa. Yo fui a tu casa a jugar Nintendo 64, me habían comprado ahora el Legend Of Zelda. La mudanza estaba casi completa, tu te asomaste a la puerta. Llevabas un bello vestido azul. Me abrazaste con fuerza.
- ¡Hoy nos vamos! - dijiste llorando. Yo no comprendía.
- ¿Se van de vacaciones? - pregunté.
- No tontuelo, nos vamos a vivir a otra ciudad.
La noticia me cayó como agua fría.
-Pero... vendrás a visitarme... ¿podré ir a visitarte - balbuceé, tú seguías apretándome con fuerza.
- No Ger... nos vamos a Estados Unidos, mis padres se separan y mi mamá y yo iremos a vivir con mis tíos a California.
Nada de lo que dijiste ese día tenía sentido Giselle, ¿padres separados? ¿vivir en California? ¡Pero sí allá hablan inglés y ese no era tu fuerte!
- Toma - dijiste y me extendiste "Momo", tu libro favorito. - Es tuyo, siempre acuérdate de mí.
Lágrimas que me avergonzaban comenzaron a brotar de mis ojos. Giselle se iba, lejos, mi Gis, la niña de los cabellos rubios, la que me obligaba a aprenderme las coreografías de Nick y de Justin, y a jugar a que ella era Britney y yo Justin e íbamos juntos a dar conciertos. Por ti me sabia todas esas canciones por las que era la burla en el colegio.
Me soltaste y me diste, con lágrimas en la boca mi primer beso. Después entraste corriendo a tu casa.
Yo me quedé mirando como subían el resto de tus cosas. Y cómo por la tarde, el auto de tu madre, contigo adentro, se alejaba de los límites de la colonia, yo te seguía en mi bicicleta, y por primera vez sentí como mi corazón se rompía en mil pedazos.
Pero el tiempo no pasó en vano, 6 meses después recibí una carta tuya, estaba llena de fotos de lugares con nieve, llevabas grandes abrigos, te veías más pálida. Inclusive me mandabas una foto deslumbrante donde estabas en la fila para un concierto de los Back Street Boys en Pasadena. Fue la primera vez que me hice consciente del acto de escribir, pensé que quizás necesitabas practicar tu inglés y te escribía largas cartas, siempre necesitaba ayuda de mi diccionario Oxford, regalo de mi madrina, pero trataba de escribirte las cartas más bellas.
Con el tiempo las cartas empezaron a escasear, las mías y las tuyas, yo entré a la secundaria y mi vida dio un giro, tu entraste a la HighSchool, y eras una de las chicas más populares en el colegio. Guapa, alta, rubia, con una cara angelical.
Pero entonces un 6 de enero del 2008 me escribiste. Ya no una carta sino un mail. Nunca supe con certeza dónde lo conseguiste. Me mandabas un vídeo, eras tú, y detrás se alzaba alto, el palacio de Bellas Artes. Yo estaba en el último año de la preparatoria, supe que habías regresado a México. Los reyes Magos me habían traído, a pesar de todo, un regalo. Ese día le pedí a mis padres mi regalo de Reyes, un boleto ida y vuelta a la ciudad de México. Les mostré tu mail, donde me dabas tu dirección y con gusto me pusieron en el primer camión ese día.
Recuerdo que cuando te vi, después de 7 años, esa noche, cerca de Río Churubusco donde vivía tu madre. Me abrazaste con fuerza. Hablabas el español muy gracioso, eras pálida, aunque siempre fuiste muy blanca.
- ¿Cómo estás Gerardo? - me dijiste y tu voz fue más dulce que nada que yo hubiera escuchado.
Llevabas un vestido largo azul marino.
- Tengo 10 años de nuevo - dije. Sólo eso pude decir, qué tonto.
Me mostraste la ciudad, en la que llevabas apenas 2 semanas y comimos en un Italiani's. Tu madre no paraba de contarme que habías insistido e insistido en conseguir mi correo electrónico, que ella llamó a mi madre por teléfono al Piaget (colegio donde trabajaba) y que ella lo había conseguido sin decirme.
Esa noche sacaste una gran caja. Tenía todas mis cartas, los dos libros que te había mandado y más objetos que no reconocía. Pero estaba la foto de un muchacho alto, guapo que yo desconocía.
- Es Mathew - dijiste con esa mirada que yo reconocía en tu cara de cuando mirabas por horas a Justin Timberlake ¿recuerdas como lloraste cuando se separó de Britney? en los pósters de tu cuarto. - Es mi prometido.
- ¿Prometido?
- ¡Sí! Te conté de él una de mis cartas tontuelo, fuimos novios toda la highschool. Ahora él irá a la Universidad de Pasadena y yo me mudaré allá con él. Vine de vacaciones a visitar a mi madre, ella se regresó el año pasado.
- ¡Quería que tú lo supieras! Para mí México eres tú, mi infancia y todo.
Recuerdo haber soltado algunas lágrimas y por segunda vez haber sentido mi corazón quebrarse porque esa chica se alejaba de mí.
Estuve en la Ciudad México hasta que te fuiste, un 11 de enero. Tu madre y yo fuimos a despedirte al aeropuerto. Esa vez supe que ya no regresarías.
Hoy me escribes, enero del 2011, para decirme que será la primera navidad de Justin, (¡ja, vaya con el nombre!), que te has convertido tú en los reyes magos. En la foto que me andas lucen geniales, te ves feliz, tus ojos tienen una luz que envidio. Sobre todo ahora, sobre todo hoy. El tiempo pasa, tu ya te has convertido en los reyes magos, yo sigo siendo aquel niño despistado, aunque ahora hay alguien que hace nuevas mariposas en mi corazón.
Te escribo, porque empecé a escribirte cartas, porque por ti, empecé este oficio de escribir, esperando que los recuerdos te toquen y que Justin reciba todos los libros que le mando. Ahora eres los Reyes Magos Giselle, nunca dejas de ser una ilusión, a veces paso por tu vieja casa, en la que ahora vive una familia antipática, cuando voy a visitar a mis padres, y recuerdo mis mañanas tocando tu timbre. Recuerdo el 6 de enero, recuerdo todo y siento un calor que sólo alcanzo a definir como el clamor de la infancia. Fui feliz en esos tiempos, siempre has sido mis reyes magos Giselle y me alegra ahora poderte compartir con Justin.
¡Gracias!
jueves, 5 de diciembre de 2013
"Se
puede renunciar, al menos por un tiempo, a querer nombrar a este
existente, e incluso abstenerse de significarlo como un “existente”
contentándose con decir que nosotros estamos
en el elemento del sentido. Como se sabe, en calidad de “conector”
lingüístico, nosotros carece
de significación.(..)
Nosotros:
la comunidad del sentido se conecta ella misma como comunidad (...)
consiste, si se puede decir así, en el sujeto de enunciación de lo
que ni siquiera es todavía un enunciado, con una significación,
sino que sería algo así como la comunicación general (...) que es
inherente al elemento del sentido como tal. A fin de cuentas, éste
no sería ni siquiera un sujeto de enunciación, sino que “nosotros”
sería –o nosotros seríamos
–el sentido del sentido, la apertura misma del sentido, y el
sentido como apertura.
(...)
la posibilidad de decir yo:
se podría mostrar, en efecto, que ahí donde el ego
cartesiano está suspendido, justo antes de toda significación,
antes de sum y antes
de cogito, este ego
está tomado en el elemento de nosotros (...)
Nosotros
somos el sentido. Antes de todo sentido producido o descubierto, y
antes de todo intercambio de sentido, nuestra existencia se nos
presenta como sentido, de tal manera que, cuando digo “nosotros”,
en esta frase designo también, e indisociablemente, cada una de
nuestras existencias singulares, cuya singularidad es cada vez el
lugar de una presentación como ésta y el elemento común dell
sentido en el que sólo puede tener lugar lo que tiene lugar de esta
manera. Nuestra existencia se presenta como sentido, y
simultáneamente nos presentamos a nosotros mismo.
Es decir, a la vez los unos a los otros, los unos por los otros, y
cada uno a sí. Comparecemos, y
está apariciación es el sentido.
Este
nosotros (...)
anterior a toda antropología, anterior a todo humanismo y a todo
antihumanismo, exige una ontología que está aun por venir, lo que
no significa afirmar que vendrá, sino, tal vez, que está en sí
misma, en cuanto pensamiento, dispuesta en la dimensión de un
“venir” o de un “sobrevenir”: el de nuestra comparición, que
es nuestra presentación en el elemento del sentido (...) Procede como una exposición: somos
expuestos, ahí está
nuestro ser, o eso es el sentido del ser.
El
hecho de que el mal surja en el elemento del sentido –en nosotros y
entre nosotros – no le da un sentido,
sino que le prohíbe alienarlo bajo una significación reparadora o
exorcizante, y obliga a abrir la cuestión a nuevos gastos,
contrariamente a lo que hacían no hace mucho las teodiceas, después
las dialécticas, y a lo que podrían hacer hoy en día los
pensamientos de un retorno al “derecho” y a los “valores”.(...)
Debemos
existir en el sentido que somos. Hay actualmente una exigencia
imperiosa, escandalosa, de no volver ya a volver a poner el sentido
en la significación sin otra forma de proceso. Esta exigencia reside
en la condición que nos pone en nuestro mundo que tan fácilmente se
denomina “insensato, en su dureza económica, técnica y política:
reside en la pobreza, en la explotación, en la condena al hambre o
al dererioro; reside en el robo de nuestros instantes y de nuestra
muerte por las potencias, las promesas, los valores o los proyectos;
reside en el desamparo o en la hipocrasía de discursos que
significan sin tener ya sentido; reside en aquello que pone al
lenguaje en crisis y en disponibilidad; reside también en esta
realidad desúés de todo pasmos: que nosotros
existimos en tal usura o en tal miseria, que existimos despojados,
desnudos, extraviados, es decir, que nosotros
o el sentido resiste,
más allá de toda representación posible, tanto en el
amontonamiento de las significaciones como en su agotamiento.
(...)
Somos el plural qe no multiplica un singular –como si fuéramos la
figura colectiva de una única realidad-- sino que, a la inversa,
singulariza una dispersión común, esta vez irreductiblmente
material y absolutamente espiritual. Somos la comunidad del sentido,
y esta comunidad carece de significación: no subsume bajo ningún
Sentido la exterioridad de sus partes ni la ausencia de sus momentos,
ya que sólo en tanto que expuesta por y a esta exterioridad y a esta
sucesión es el elemento del sentido.
(...)
El pensamiento no es un discurso, es la disposición a la actividad
pasible del acontecimiento de sentido: deja venir este
acontecimiento, lo que quiere decir que lo hace advenir como tal, que
lo inscribe."
Jean-Luc Nancy, "El Olvido de la Filosofía", p. 67-71
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