Las Ausencias Absolutas
No encuentro esta noche mi ser en tanta nada,
Nada de tu reflejo se aparece en mis pupilas,
Vasta es tu ausencia y temo por los recuerdos de tu boca,
Perdiéndose en la diástole del tiempo,
Ciego, soy Edipo en el desierto,
Me desgarran por adentro tus idas caricias
Que se habían quedado durmiendo en mi pecho
Acampando bajo mi piel,
Legión inusitada a la espera de
Este paroxismo interno
E incendiar mis íntimas murallas.
Ya nada tiene luz, ya no hay faros sobre el mar,
Mar de incontenible gracia,
Me ha enseñado el lenguaje de la noche
Negro como tus ojos,
Su manto es un cielo que me mira
Desde tu recuerdo, desde tu sonrisa inasequible
Al fondo más insólito de éste pecho,
Pretexto carnal de tumba,
Donde yazco incierto,
Te descubro en forma de bestia
Bestia de ausencia, frontera incierta,
Del mapa de tu tacto;
Aún levanto mis manos en la noche
Y puedo trazar de memoria tu figura,
Es la ausencia de ti lo que maldigo,
La cotidianidad se come tus palabras,
Ausentes, breves cartas que guardo bajo mi almohada,
En garabatos que le hago al horizonte
Inventándome tu paradero,
Inventándome el último atardecer que nos cobija
Impregnado en mis pupilas
Y ahora cada día tiene luces de arrebol
De nubes que sangra su propia incontinencia,
Lloviendo en tus ausencias disipadas
Amargamente conocí el beso en sus lágrimas.
Tanta melancolía que me acompaña
Ha tejido todas las nubes de ese cielo,
Y ya no hay mañanas que acaricien mi rostro
Al amanecer, ya no hay albas,
Sólo el atardecer de mi alma.
Huyes en todos mis sueños,
Ocultándote en el dédalo del tiempo,
Ausente en todas tus formas,
Con tu simulacro en mi cama,
A solas con el rastro de tu aroma
Dejando su estela en mi garganta,
Sigo tu sombra a todas partes,
Sensación de tu mano sobre mi mano recientemente huérfana,
Mi cuerpo desahuciado de su hogar
Que son tus brazos, lejanos, arrastrados
Por las trombas impensables de la tristeza
Descubro en cada ruido tu voz
Hasta el viento te llama,
Tienes todos los nombres del aire,
Y sigo sangrándote en cada epitome que encuentro,
Cada rostro tuyo que se va dibujando en las paredes,
Donde sólo tu voz hace eco.
Me he vuelto menos que una sombra,
Más incierto incluso que la espera,
Más ridículo que el tiempo,
No encuentro mis párpados cansados en el reloj,
No me cabe tanto dolor en el pecho.
En mis sueños no eres más que una oscuridad vasta
Que me va robando el aliento,
Te apareces en todas tus mitologías
Inventándote anagramas sobre los objetos,
Te encuentro en todas partes donde miro
Grabada estás en mis párpados cuando duermo.
Nunca supe cómo ser feliz,
La obra ridícula de la vida,
En mi la inlograda hazaña que intenté
Realizar en ti;
Siempre me he ocultado en el lenguaje, con miedo,
Mis labios de soledad y frío
Son los puertos vacíos de un alma,
Que conoce el mundo a través de sus faros oculares
Alumbrando el mar de las percepciones,
Inmenso mar de realidad inconciliable
El mar de la desesperanza.
Con esa mirada distante, aprendí tu pirotecnia
Descubrí tu accidentada presencia a mi lado,
Cómo contener tanta imposibilidad
Cómo bañarse dos veces en tu cuerpo
Y aparecerme ahora sin tu tacto húmedo,
Donde mi propia piel es ajena,
Me queda grande el aliento,
Peligroso y escurridizo como los ríos que escarban las montañas,
En cada partícula de polvo que miro
Te apareces, un fragmento de tu piel flota en cada átomo
Todo el mundo está constituido a tu manera,
Copiado de tu forma, silueta imperfecta de ti,
Cómo no formarte en cada encuentro,
Y sentir tu mirada, cruel y cálida
Clavada en la espalda, como la cruz de un Cristo,
Azotado por tus últimas palabras
Látigos de adioses repartidos, de pasos decididos,
El monte de Sión se me promete más lejano que tu lecho,
Que intento palpar
Crucificado a tus ausencias
Sin redención para el pecado de anhelarte,
Muere el mesías de mi esperanza.
Dejando lecciones de felicidad
Perfección encontraba yo en tu piel,
Cada centímetro de tu epidermis,
Lo llevo bajo la mía, sitiado ahora y para siempre dentro de ella,
Se ha extinguido la última salida
Que tenía tu boca
Que tenía tus ojos,
Donde conocí el asombro
Donde conocí el sinsabor de la esperanza,
Todo se extingue más rápido que la llama,
Pierdo tu olor, con los pétalos del tiempo
Sucumbo en la ceniza de tu sombra;
Me fuerzo cada noche a repetir tu nombre
A simular tu cuerpo,
A buscar tus manos en la penumbra,
Y callar tu adiós en mis lamentos.
Temo que me arrastren las dunas del olvido,
Mejor morir ahora, que vivir muriendo,
Arrojarse al mar de la nada, tan incierto,
A perderme en la desesperanza cotidiana,
Tranquila muerte, que no cubre el gasto de la herida
Sólo el dolor me hace real,
Más pesado que cualquier viento,
Inasequible como el telón corrido y cubierto,
Maldita muerte, que es el único tacto que ahora tengo.
¿Qué aparato pusiste en mi pecho?
Constantemente te está llamando,
Por ti palpita,
Sus palpitaciones tienen el ritmo aprendido de tus pasos,
Cada pulsación es una pobre imitación de tu risa,
No encuentro paisaje que no tenga tus colores,
Legión de soles huérfanos, alojados en tu última mirada
En tu paso que se inmolaba entre las olas;
Más solitario que la luna en su orbita
Más lánguido que el sol brillando en el oscuro del espacio
Estoy, en la negra epidermis de lo infinito,
Sumergió hasta los mañanas,
Cualquier grito,
Cualquier silueta,
Aunque sea de pájaros que acarician el cielo,
Trae tu ritmo impreso,
Participan de tu recuerdo los entes siderales,
Cualquier dolor es tu recuerdo.
Diste instrucciones al cosmos,
Pusiste las estrellas en su sitio,
Cada órbita no es más que tu voluntad expresa,
Pobre de mí, observador maldito,
Viendo la inmensidad de ti, contemplando el éter,
Desasosegado en tu grandeza, tan incontenible,
En todas las estelas distantes te encuentras,
Atravesado por tu dilatada luz,
Hundido por su brillo en las penumbras
Habitando una caverna más profunda que tus ojos,
La de tus párpados cerrados.
Buscando un Dios a quien culpar de tanta armonía
Perdida la serpiente que abrazaba el universo,
Donde la muerte se presenta cada segundo
Entiendo que soy ser para una muerte
Prematura por tu ausencia,
Ya no hay razón para tanta arquitectura,
Voy a huir, perderme en algún punto donde la luz no tenga tu tacto,
Donde no contenga tus sabores,
Donde no recuerde ni quién era, ni quién fui,
En las orillas más distantes, donde no exista tu recuerdo.
Más lejos quizás, de donde llega el ojo divino,
Donde la luz ya no calcina con la forma
El color quedará lejísimos,
El espacio simulacro de tus manos,
Será absorbido por ese negro de tus ojos,
Negro de la noche, tan incierto,
El mismo negro del abismo inmediato
Llegaré donde no haya distancias,
Donde se quiebran los límites del lapso,
Ni soledad, ni muerte, ni frío, ni aliento
Donde la nada se presente,
Donde el ser ahí se ausente
Más vasto que el silencio será el lugar en que me refugie de ti,
Para poder saltar los muros de tus ojos,
Que amurallan mi realidad todos los días,
Necesito perderme sin el rastro del lenguaje,
Sólo entonces tendré esperanzas de olvidar tu nombre,
Más profundo aún que el infierno de Dante,
Voy a disiparme más allá de los vocablos,
Rompiendo apariencias, hacia la luz originaria
Y ocultarme en su sombra primitiva,
Participar de esas formas que ya no son tu ausencia,
Formas tan amplias habitadas de sombras, de sombras llenas.
Quiero encontrar un vacío más profundo que la muerte
Al cual saltar…
Y arrojarme al báratro por siempre…
Hundirme hasta borrar mi huella por el tiempo…
No quiero esperar a los eones…
Desintegrarme sin remedio…
Lejos de ti…
Ya no sitiado por tu evidencia
Por tu nombre…
Lejos de ti…
Quiero perderme en la nada.
lunes, 30 de noviembre de 2009
viernes, 20 de noviembre de 2009
Siempre Anónima
Ya después de haber estado subiendo un poco de poesía de algunos escritores que he admirado a lo largo de mis días en esto de las letras, creo que es justo subir un poco de mi más reciente producción, que pasaría a conformar mi Cuarto libro de poemas, aún sin título y en el que estoy trabajando asiduamente. Esto se llama Siempre Anónima.
Habremos de recuperar parte de lo que hemos sido
Todas esas memorias difusas que quedan en nuestro rastro,
Que ya no entiende la caricia de tu nombre
Que ya no mira sino la lejanía de un pasado.
No quiero creer que la cotidianidad nos ha tragado,
Y nos convertimos en víctimas de lo que es
Por el tiempo suavemente derrotado,
Como una roca que se gastase ante el llanto salado del mar
Nos vamos desquebrajando con el tiempo
Y nuestros rostros van mutando en la multiplicidad de su esencia.
No quisiera creer que dos acantilados
Separados por un mar de cotidiano llanto
Son brutalmente acariciados hasta el punto
De perder la esencia melancólica que los hizo límites del mundo.
He perdido ya la pista para seguirte el paso
Y sentado a tu lado siento que soy arrastrado por un río
Invisible, de lo inevitable, de lo que sería de todas formas,
Más lejana que la galaxia con la que siempre te he comparado,
Ahora tus besos son tibios, en lugar de fuego apasionado
Que se consumía en esquirlas neuroeléctricas
que podían hacer danzar al viento más calmado,
bramar como las tormentas sobre el mar,
y hacer dejar mi cuerpo por un rato, y ser liviandad total.
No quiero creer que soy yo quien lo ha apagado.
Todo debe fluir, y con el paso va cambiando
Inclusive los incendios luminarios del sol,
Están milenariamente al frío silencio destinados;
Pero nosotros, dama de estelares rasgos,
Que somos mortales atrapados del instante,
Breves llamas que no conocen si no su anticipada ceniza,
Debemos acostumbrarnos a la brevedad del cambio,
Poder transcender todo aquello que se marchita
Al momento de florecer en su propio cadáver
Que le sirve un instante de cuerpo;
Y entender que si no podemos, superar el intento
Y amarnos a pesar del miedo, la cotidianidad y el desencuentro,
No habrá punto más alto en esta vida,
A la que podamos asirnos, cuando nos abata la soledad,
Cuando pase el tiempo y transformé nuestros rostros
Como dunas arrastradas por el paso segundero,
Que el reloj abre en nuestros rostros, surcos inmensos,
Donde la superficialidad no alcanza, a permanecer intacta,
Corrompida por su naturaleza frágil,
Dividida en esquirlas de recuerdos añorados.
No quiero vivir pensando en el pasado
Pasando en el presente, arquitecto desnudo del futuro,
No quiero perder tu mano a través de los otoños,
Y que seas un fardo de recuerdos en mis dedos,
Que se escurran como arena finísima del tiempo,
Hasta que no seas si no simulacro de tu esencia,
Silueta maniquea de la posibilidad de quedarme a tu lado.
Porque eres el caudal de toda mi catástrofe,
Huracán, con pretexto de mujer, estás en todas mis dimensiones
Sólo en tu piel me reconozco, y me encuentro sediento de tus pechos,
Son tus pupilas el único espejo donde puedo sumergirme,
Todo lo que quiero poner frente a mis ojos tiene tu forma,
Únicamente aquello que te evoca hace eco en mis oídos,
Hasta el viento sabe tu nombre, cada constelación te alumbra,
La luna y su ojo de plata, no son más que pétrea imitación de tu rostro
Tenebrosa réplica de tu mirada;
No quiero encontrarme amor sin ti, y no encontrarte,
Pensar que te has ido y no tomarte de la mano,
Esa mano que construye el mundo, que va labrando vida,
Que va poniéndole cause a mis causas primas,
Principio indefinible de donde parte mi mirada,
Hacia el único lugar preciso que llega,
Faro único de mis barcas azotadas por la marea de la vida,
Todo lo que no seas tú, es desesperanza,
Desesperanzado incluso este poema.
Deberemos encontrar la rosa de los vientos
Que direccione el rumbo de este fuego que quiere ser ceniza,
Que tiene aliento de humo en el que se desvanece el día,
Nada es claridad ahora, con los ojos llenos de llanto,
El pecho inundado de llanto, y el corazón temeroso
De tanto, inmenso llanto;
Buscar nuestras manos a pesar de la mala cara de las almas,
Darle al cuerpo su otra mitad despojada por los dioses,
Por la imposibilidad de dejarnos consumir por el amor,
Y que el amor nos haga entonces a nosotros,
Que nos de forma, que haga de nosotros un cuerpo;
Huérfanos de sexo, nos encontramos sedientos del otro,
Y esa sed nos ha secado el alma, de tanto necesitarnos
Ya no podemos tomarnos,
Porque las manos olvidaron la ruta misteriosa,
Las caderas extraviaron la danza de las noches,
Y tu boca olvido como decir Te amo.
Habremos de reinventar un mundo,
Donde sólo ambos quepamos, y no quepa el mundo,
Donde la única frontera sea tu cuerpo,
Más allá tan sólo haya precipicio de lo incierto,
De la posibilidad que no se quiere estar siendo;
Habremos de inventar un mundo extraño,
Donde no suenen ni las voces, y no haya luz que no provenga de tus ojos,
No haya viento que no provenga de tu aliento
Y algún otro sonido más que el de las bocas consumiéndose en un beso.
El único Dios será tu pecho, el único altar posible tu vientre,
No habrá más firmamento, que el límite lechoso de tu piel de nácar,
Y nuestro nuevo mundo quebrará todos los mundos posteriores,
Despojados de fe, y envueltos en frío,
Nos consumiremos como una lluvia de estrellas,
Monolitos que se abrazan incinerándose en la imposibilidad del encuentro,
Que para aterrizar se pulverizan, esparcidos por el viento,
Repoblaremos el mundo con caricias,
Y cada centímetro del globo tendrá nuestro tacto impreso.
Sólo así habremos de recuperarnos
En la inmolación perpetua de dos cuerpo que se aman
Con tan pasión inédita, que quemen las almas en el tacto,
Que no hay atmósfera que los contenga
Ni gravidez que los mantenga atados al suelo,
Ser liviandad inmensa de amor impensable,
Infranqueable a cualquier debilidad humana,
Tanta pasión que no quepa en la palabra,
Que sólo tendrá el contundente apelativo de miradas,
Un lenguaje más allá del mundo que construya el mundo,
Que no conozca otro límite que lo infinito,
Y otra posibilidad que todo lo deseable.
Nada quedará entre nosotros,
Serán nuestras distancias las fronteras del espacio,
Será nuestro encuentro su catarsis,
Sólo así podremos encontrarnos, destruyendo la distancia,
Arrancándole cercanías a la ausencia,
Y ser por siempre dos llamas que se llaman
En la incendiaria necesidad de estar completas,
Para arder juntas, ante la brevedad de su existencia.
Todas esas memorias difusas que quedan en nuestro rastro,
Que ya no entiende la caricia de tu nombre
Que ya no mira sino la lejanía de un pasado.
No quiero creer que la cotidianidad nos ha tragado,
Y nos convertimos en víctimas de lo que es
Por el tiempo suavemente derrotado,
Como una roca que se gastase ante el llanto salado del mar
Nos vamos desquebrajando con el tiempo
Y nuestros rostros van mutando en la multiplicidad de su esencia.
No quisiera creer que dos acantilados
Separados por un mar de cotidiano llanto
Son brutalmente acariciados hasta el punto
De perder la esencia melancólica que los hizo límites del mundo.
He perdido ya la pista para seguirte el paso
Y sentado a tu lado siento que soy arrastrado por un río
Invisible, de lo inevitable, de lo que sería de todas formas,
Más lejana que la galaxia con la que siempre te he comparado,
Ahora tus besos son tibios, en lugar de fuego apasionado
Que se consumía en esquirlas neuroeléctricas
que podían hacer danzar al viento más calmado,
bramar como las tormentas sobre el mar,
y hacer dejar mi cuerpo por un rato, y ser liviandad total.
No quiero creer que soy yo quien lo ha apagado.
Todo debe fluir, y con el paso va cambiando
Inclusive los incendios luminarios del sol,
Están milenariamente al frío silencio destinados;
Pero nosotros, dama de estelares rasgos,
Que somos mortales atrapados del instante,
Breves llamas que no conocen si no su anticipada ceniza,
Debemos acostumbrarnos a la brevedad del cambio,
Poder transcender todo aquello que se marchita
Al momento de florecer en su propio cadáver
Que le sirve un instante de cuerpo;
Y entender que si no podemos, superar el intento
Y amarnos a pesar del miedo, la cotidianidad y el desencuentro,
No habrá punto más alto en esta vida,
A la que podamos asirnos, cuando nos abata la soledad,
Cuando pase el tiempo y transformé nuestros rostros
Como dunas arrastradas por el paso segundero,
Que el reloj abre en nuestros rostros, surcos inmensos,
Donde la superficialidad no alcanza, a permanecer intacta,
Corrompida por su naturaleza frágil,
Dividida en esquirlas de recuerdos añorados.
No quiero vivir pensando en el pasado
Pasando en el presente, arquitecto desnudo del futuro,
No quiero perder tu mano a través de los otoños,
Y que seas un fardo de recuerdos en mis dedos,
Que se escurran como arena finísima del tiempo,
Hasta que no seas si no simulacro de tu esencia,
Silueta maniquea de la posibilidad de quedarme a tu lado.
Porque eres el caudal de toda mi catástrofe,
Huracán, con pretexto de mujer, estás en todas mis dimensiones
Sólo en tu piel me reconozco, y me encuentro sediento de tus pechos,
Son tus pupilas el único espejo donde puedo sumergirme,
Todo lo que quiero poner frente a mis ojos tiene tu forma,
Únicamente aquello que te evoca hace eco en mis oídos,
Hasta el viento sabe tu nombre, cada constelación te alumbra,
La luna y su ojo de plata, no son más que pétrea imitación de tu rostro
Tenebrosa réplica de tu mirada;
No quiero encontrarme amor sin ti, y no encontrarte,
Pensar que te has ido y no tomarte de la mano,
Esa mano que construye el mundo, que va labrando vida,
Que va poniéndole cause a mis causas primas,
Principio indefinible de donde parte mi mirada,
Hacia el único lugar preciso que llega,
Faro único de mis barcas azotadas por la marea de la vida,
Todo lo que no seas tú, es desesperanza,
Desesperanzado incluso este poema.
Deberemos encontrar la rosa de los vientos
Que direccione el rumbo de este fuego que quiere ser ceniza,
Que tiene aliento de humo en el que se desvanece el día,
Nada es claridad ahora, con los ojos llenos de llanto,
El pecho inundado de llanto, y el corazón temeroso
De tanto, inmenso llanto;
Buscar nuestras manos a pesar de la mala cara de las almas,
Darle al cuerpo su otra mitad despojada por los dioses,
Por la imposibilidad de dejarnos consumir por el amor,
Y que el amor nos haga entonces a nosotros,
Que nos de forma, que haga de nosotros un cuerpo;
Huérfanos de sexo, nos encontramos sedientos del otro,
Y esa sed nos ha secado el alma, de tanto necesitarnos
Ya no podemos tomarnos,
Porque las manos olvidaron la ruta misteriosa,
Las caderas extraviaron la danza de las noches,
Y tu boca olvido como decir Te amo.
Habremos de reinventar un mundo,
Donde sólo ambos quepamos, y no quepa el mundo,
Donde la única frontera sea tu cuerpo,
Más allá tan sólo haya precipicio de lo incierto,
De la posibilidad que no se quiere estar siendo;
Habremos de inventar un mundo extraño,
Donde no suenen ni las voces, y no haya luz que no provenga de tus ojos,
No haya viento que no provenga de tu aliento
Y algún otro sonido más que el de las bocas consumiéndose en un beso.
El único Dios será tu pecho, el único altar posible tu vientre,
No habrá más firmamento, que el límite lechoso de tu piel de nácar,
Y nuestro nuevo mundo quebrará todos los mundos posteriores,
Despojados de fe, y envueltos en frío,
Nos consumiremos como una lluvia de estrellas,
Monolitos que se abrazan incinerándose en la imposibilidad del encuentro,
Que para aterrizar se pulverizan, esparcidos por el viento,
Repoblaremos el mundo con caricias,
Y cada centímetro del globo tendrá nuestro tacto impreso.
Sólo así habremos de recuperarnos
En la inmolación perpetua de dos cuerpo que se aman
Con tan pasión inédita, que quemen las almas en el tacto,
Que no hay atmósfera que los contenga
Ni gravidez que los mantenga atados al suelo,
Ser liviandad inmensa de amor impensable,
Infranqueable a cualquier debilidad humana,
Tanta pasión que no quepa en la palabra,
Que sólo tendrá el contundente apelativo de miradas,
Un lenguaje más allá del mundo que construya el mundo,
Que no conozca otro límite que lo infinito,
Y otra posibilidad que todo lo deseable.
Nada quedará entre nosotros,
Serán nuestras distancias las fronteras del espacio,
Será nuestro encuentro su catarsis,
Sólo así podremos encontrarnos, destruyendo la distancia,
Arrancándole cercanías a la ausencia,
Y ser por siempre dos llamas que se llaman
En la incendiaria necesidad de estar completas,
Para arder juntas, ante la brevedad de su existencia.
domingo, 15 de noviembre de 2009
SEMANA DE ALEJANDRA PIZARNIK
EL DESEO DE LA PALABRA
La noche, de nuevo la noche,
la magistral sapiencia de lo oscuro,
el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis
para mí, heredera de todo jardín prohibido.
Pasos y voces del lado sombrío del jardín.
Risas en el interior de las paredes.
No vayas a creer que están vivos.
No vayas a creer que no están vivos.
En cualquier momento la fisura en la pared
y el súbito desbandarse de las niñas que fui.
Caen niñas de papel de variados colores.
¿Hablan los colores?
¿Hablan las imágenes de papel?
Solamente hablan las doradas
y de ésas no hay ninguna por aquí.
Voy entre muros que se acercan, que se juntan.
Toda la noche hasta la aurora salmodiaba:
Si no vino es porque no vino.
Pregunto. ¿A quién?
Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta.
Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose.
Otro es el lenguaje de los agonizantes.
He malgastado el don de transfigurar
a los prohibidos (los siento respirar adentro de las paredes).
Imposible narrar mi día, mi vía.
Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros.
Ninguna flor crece ni crecerá del milagro.
A pan y agua toda la vida.
En la cima de la alegría he declarado
acerca de una música jamás oída.
¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis,
haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo,
rescatando cada frase con mis días
y con mis semanas, infundiéndole al poema
mi soplo a medida que cada letra
de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.
La noche, de nuevo la noche,
la magistral sapiencia de lo oscuro,
el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis
para mí, heredera de todo jardín prohibido.
Pasos y voces del lado sombrío del jardín.
Risas en el interior de las paredes.
No vayas a creer que están vivos.
No vayas a creer que no están vivos.
En cualquier momento la fisura en la pared
y el súbito desbandarse de las niñas que fui.
Caen niñas de papel de variados colores.
¿Hablan los colores?
¿Hablan las imágenes de papel?
Solamente hablan las doradas
y de ésas no hay ninguna por aquí.
Voy entre muros que se acercan, que se juntan.
Toda la noche hasta la aurora salmodiaba:
Si no vino es porque no vino.
Pregunto. ¿A quién?
Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta.
Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose.
Otro es el lenguaje de los agonizantes.
He malgastado el don de transfigurar
a los prohibidos (los siento respirar adentro de las paredes).
Imposible narrar mi día, mi vía.
Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros.
Ninguna flor crece ni crecerá del milagro.
A pan y agua toda la vida.
En la cima de la alegría he declarado
acerca de una música jamás oída.
¿Y qué? Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis,
haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo,
rescatando cada frase con mis días
y con mis semanas, infundiéndole al poema
mi soplo a medida que cada letra
de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.
jueves, 12 de noviembre de 2009
SEMANA DE ALEJANDRA PIZARNIK
PRIVILEGIO
I
Ya perdido el nombre que me llamaba,
su rostro rueda por mícomo el sonido del agua en la noche,
del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria
II
El más hermosoen la noche de los que se van,
oh deseado,
es sin fin tu no volver,
sombra tú hasta el día de los días.
I
Ya perdido el nombre que me llamaba,
su rostro rueda por mícomo el sonido del agua en la noche,
del agua cayendo en el agua.
Y es su sonrisa la última sobreviviente,
no mi memoria
II
El más hermosoen la noche de los que se van,
oh deseado,
es sin fin tu no volver,
sombra tú hasta el día de los días.
SEMANA DE ALEJANDRA PIZARNIK
EL ÁRBOL DE DIANA
I
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
III
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra.
V
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo.
VI
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe.
IX
Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.
XIII
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome.
XIV
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
XV
Extraño desacostumbrarmede la hora en que nací.
Extraño no ejercer másoficio de recién llegada.
XVII
Días en que una palabra lejana se apodera de
mí. Voy por esos días sonámbula y
transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta,
se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos
donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es
su espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su
elemento místico, su fornicación de nombres
creciendo solos en la noche pálida.)
XX
dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe.
XXIII
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos.
XXIX
Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que
nada es posible ya lo sabían los que inventaban
lluvias y tejían palabras con el tormento de la
ausencia. Por eso en sus plegarias había un
sonido de manos enamoradas de la niebla.
XXXI
Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En
tanto afuera se alimenten de relojes y de flores
nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados
y un sufrimiento en verdad demasiado grande
pulsamos los espejos hasta que las palabras
olvidadas suenan mágicamente.
XXXVIII
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas:
este canto me desmiente, me amordaza.
I
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
III
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra.
V
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo.
VI
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe.
IX
Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.
XIII
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome.
XIV
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
XV
Extraño desacostumbrarmede la hora en que nací.
Extraño no ejercer másoficio de recién llegada.
XVII
Días en que una palabra lejana se apodera de
mí. Voy por esos días sonámbula y
transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta,
se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos
donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es
su espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su
elemento místico, su fornicación de nombres
creciendo solos en la noche pálida.)
XX
dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe.
XXIII
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos.
XXIX
Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que
nada es posible ya lo sabían los que inventaban
lluvias y tejían palabras con el tormento de la
ausencia. Por eso en sus plegarias había un
sonido de manos enamoradas de la niebla.
XXXI
Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En
tanto afuera se alimenten de relojes y de flores
nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados
y un sufrimiento en verdad demasiado grande
pulsamos los espejos hasta que las palabras
olvidadas suenan mágicamente.
XXXVIII
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas:
este canto me desmiente, me amordaza.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
SEMANA DE ALEJANDRA PIZARNIK
NOCHE
Tal vez esta noche no es noche,
Quoi,toujours? Entre moi sans
Cesse et le bonbeur!
G. de Nerval
G. de Nerval
Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa...
¡Qué sé yo! Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora!¡
Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si sólo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir "buenas noches" a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la luna, dijera su
extraña lactescencia tropezaría
con piedras al azar, como se hace.
Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma¡
Deja, déjame transpasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces!
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte esta lejana. NO me mira.
¡Tanta vida Señor!
¿Para qué tanta vida?
(De: La última Inocencia)
martes, 10 de noviembre de 2009
SEMANA DE ALEJANDRA PIRZARNIK
CENIZAS
(De las aventuras perdidas)
Hemos dicho palabras
palabras para despertar a los muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnosy sonreír.
Hemos creado el sermón del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas, frases como alas.
Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles caminos.
(De las aventuras perdidas)
Hemos dicho palabras
palabras para despertar a los muertos,
palabras para hacer un fuego,
palabras donde poder sentarnosy sonreír.
Hemos creado el sermón del pájaro y del mar,
el sermón del agua,
el sermón del amor.
Nos hemos arrodillado
y adorado frases extensas
como el suspiro de la estrella,
frases como olas, frases como alas.
Hemos inventado nuevos nombres
para el vino y para la risa,
para las miradas y sus terribles caminos.
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