viernes, 20 de marzo de 2009


SIEMPRE LLEGA UNA MANO, ANTES QUE MI MANO, Y SE MEZCLA CON LA MÍA Y FORMAN UNA MANO...


A veces tengo estos ánimos extraños como los del cielo, veo pasar lentamente sobre mí los sinsentidos de mi vida, tan llena de prejuicios, de limitaciones y miedos. A veces pasa que me pregunto quién soy frente al espejo, y el espejo sólo tiene silencio por respuesta, me cuesta reconocer que esa figura que se refleja es la mía, mis manos con sus cinco dedos, y esa cara mía, tan anónima como todo lo que escribo, tan anónima como el cielo, que siempre es el mismo, por más que cambie, se mueva, siempre volverá a tener las nubes que los oscurezcan, siempre habrá un sol aúreo rasgando el horizonte o algún relámpago que aspira el sabor de su trueno.

No importa que recorra 10,000 kilómetros no avanzaré nunca ni un paso, porque me muevo caóticamente, sin dirección, el sentido me amedrenta, va encontra de esa naturaleza interna que emana de mí, como si fuera un fuego líquido que debe moverse para no consumirse en sí mismo, hacia dónde, esa es una dirección que mi magma interno no ha determinado.

Temo solidificarme como el magma, y estacionarme, despertar dentro de 10 años y hallarme atrapado en la vida de un adulto, una vida anónima, grosera, convencional, una vida de horario de oficina y de aniversarios en Diciembre. Temo que me crezca la barriga y se me caiga el pelo, olvidar cómo tocar la guitarra y empezar a decir que cuándo yo era joven tuve muchos sueños.

De nuevo estoy frente al espejo y no me veo más allá de esa figura anónima, que nunca ha sido yo, durante esos 4 años cuando inmole mi cuerpo en la miseria, no era yo, y ahora que siento el amor y la desesperación correr a la par por mis venas y golpear mis nervios, no sé si sea yo quien sienta aquella confusión tan cotidiana.

Y es como si Yo fuera algo tan diferente a lo que me define, como si Yo se moviera a contratiempo de mis piernas, y cuando mi cuerpo llegará a algún punto de decepción, Yo ya estuviera ahí, riéndose de mi. Es como si mi cuerpo fuera una perpetua ausencia, dónde la conciencia no es más que un destello del Yo, ese Yo que se ríe de mí histéricamente, de mi mortalidad, mi única dirección segura.

Abro los ojos de par en par en la oscuridad y se dibujan como pequeños halos de luz todos los episodios de la vida de este cuerpo, sus pequeños placeres que jamás igualarán sus dolores, y empiezo a percibir la fórmula de mi vida, la proporcionalidad de mis días, que son tan vacíos, tan carentes de sentido, y aún cuando escribo esto me pregunto si habrá un razón suficiente para seguir escribiendo, que las palabras siempre han sido mi madre, porque siempre estuve huérfano, de patria, de planeta, de especie.

Me enredo entre mis sábanas lentamente, esperando formarme una crisálida y a la mañana siguiente despertar en completa metamorfosis, ser por fin alguien que se ajuste a este mundo, egoísta, mezquino, traidor, mentiroso, materialista, conformista, maduro, pero sólo despierto en una cama que a veces me hace pensar en un sarcófago, en el que me posaré finalmente vestido de muerte, con los ojos vacíos y las manos sobre el pecho, y las piernas rígidas y el corazón que por fin ya no palpita, ya no duele más, ya no se confunde, que ha encontrado su verdadero y único camino, la muerte, tanta palpitación acelerada para llegar al silencio.

Mi epitafio dirá: 2 + 2 nunca fue 4. Entonces todos entenderán, quizás no, la gente leerá mi muerte en el obituario, junto a la sección de contrataciones de damas de compañía. Sólo quiero que el mundo no se alegre de mi muerte, no quiero que al morir yo se sienta que fui una leve presencia en la realidad de unas 100 personas. No quiero estatuas, ni homenajes, ni una biografía mentirosa y exagerada, no quiero un día del año en mi honor, ni que le ponga a Morelia una avenida en mi apellido, quiero que el mundo no se alegre de mi muerte, quiero hacerle falta a alguien que no sea mi familia, quiero que en mi funeral la gente recuerde las veces de cuando reí, y olviden que ese cadáver en vida se la vivía llorando; No quiero que me entierren con una lápida encima, o que me achicharren como a la basura, dejen me cadavér a la interperie en medio de un bsoque, aviéntenme al mar, que me devoren los animales, que mis restos sean fertilizantes de plantas que no sean olmos de cementerio.

Y Yo, yo probablemente se irá con el cielo, del que bajo alguna vez, del que lo exiliaron para entrar en mi cuerpo, y será de esas nubes grises que se deslizan con pereza sobre el cielo, quizás alguno de los colores del atardecer, o un súbito y estruendoso relámpago. Yo se disolverá en ozono, mientras devolverá su cuerpo a donde lo tomó, del estómago de los perros, de las entrañas de los peces, que sueñan con los ojos abiertos, de todos esos animales que le cantan a la luna y de los insectos que le recordarán tanto a sus congéneres humanos.

La única solución a la miseria es la aniquilación de los miserables, por eso espero nunca ser miserable, no quiero multiplicarme imnumerable, tener una familia que refleje las voluntades del orden, no quiero que me construyan una casa más dentro de la ecúneme urbana, prefiero tener todo el mundo para caminar, una guitarra en una mano, un libro en la otra, y la melancolía en la mirada, y el corazón, que sea de ella, lo cuidará mejor que yo...

Mi epitafio dirá: 2 + 2 nunca fue igual a 4.

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