miércoles, 7 de enero de 2009

A Manera de Conclusión

Con los argumentos anteriores no se trata de atenuar la culpabilidad ni las acciones de aquellos que cometen el acto atroz de acabar con la vida de un individuo, la argumentación cuestiona la efectividad de la pena de muerte como se promociona en México como solución a la problemática de inseguridad. Ya que el principal argumento es la disuasión de los individuos a través del miedo, y en gran parte “una venganza pública” de una sociedad temerosa y alarmada, que deja gran parte de su responsabilidad al gobierno. Sabemos entonces que para que haya tan atmósfera de miedo e histeria en una sociedad se debe a un problema “incontrolable” de delincuencia, que afecta en muchos sentidos el orden social, pero si se individualizan las culpas, no se llega a ninguna parte, pues los individuos son resultados de su entorno, no se les puede disuadir de actuar de determinada manera y también es obvio que al elegir una vida criminal no temen a las consecuencias de sus acciones, pues están plenamente conscientes de lo que hacen, pensar que agravar las penas disminuirá los crímenes que se comenten es un razonamiento erróneo y barbárico, pero más allá de eso, un pensamiento irresponsable. Pues en la mayoría de los casos aquellos que eligen una vida criminal, se ven obligados a ello por razones económicas, debido a las grandes diferencias sociales, esto puede traducirse en que la sociedad mexicana, excluye y margina a grandes sectores de la sociedad, hay gran cantidad de gente sin empleo, sin futuro de la que ni el gobierno, ni la sociedad, ni las instituciones se responsabilizan pues “ellos tuvieron la culpa por dejar la escuela”, cuando la educación que reciben es limitada, y normalmente las características sociales los impulsan a que su única opción sean trabajos indignos o que prácticamente los esclavizan. Si a todo esto agregamos que estos bloques marginados de la sociedad ven una salida fácil en el crimen, el resultado es obvio y lo estamos viviendo, un bloque de la sociedad viviendo en contra de un estado y de una sociedad que no se preocupa por ellos, y una sociedad y un estado que desea eliminarlos, más allá de atacar el problema, más allá de pensar que los verdaderos asesinos son ellos mismos.
En un escenario tan hostil, donde la justicia es dudosa, en un país donde los ciudadanos sabemos y sufrimos la corrupción diariamente, ¿realmente le vamos a dar poder al estado de matar a los “que lo merecen”? Cuando hay gente en la cárcel por robar comida para su familia, por no tener los recursos para pagar un fianza y los verdaderos criminales ocupan puestos políticos o tienen protección policiaca ¿Nos creemos el cuento chino de que aprobando la pena de muerte algo va cambiar? Realmente sólo estaríamos mandando inocentes y pobres a la horca, en nombre de la sociedad mexicana, y todos sin excepción nos convertiremos en cómplices y verdugos.

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