viernes, 5 de marzo de 2010

SEMANA DE ALBERTO DE CUENCA

Todo el mundo, tú y tú
no importa que envenenes
pozos o que conviertas
gozo en melancolía
con tu siniestra magia;
todos, incluso tú
que sólo te diviertes
con el dolor ajeno,
tú que sonríes cuando
anuncian un desastre
o sueñas en la cama
repugnantes traiciones;
todos (tú también, monstruo
que surges de la sombra
y salpicas de sangre
las oscuras callejas)
fuisteis niños un día.

Piensa en tu infancia ahora.
En el llanto nocturno
que precedía al sueño,
en aquel desamparo
de enfrentarte a la muerte
siempre que te acostabas
al borde del abismo
que era tu cuarto entonces,
dominio del Diablo.

Piensa en las sórdidas aulas
del colegio, sembradas
de crueldad doméstica,
torpemente regidas
por mediocres psicópatas
expertos en maldades.

Piensa en el jardín ruidoso
donde el juego reinaba
con su ilusorai dicha,
con su mezcla infernal
de prestigio y espanto.
Todo el mundo vivió
aquel horror primero
que algunos inconscientes
se obstinan en seguir
llamando paraíso.

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