viernes, 7 de enero de 2011

Por mi cuarto para una sombra...

Te cuento mujer, que hoy me ha sorprendido una sombra, me ha tomado por la garganta y mo ha dejado sin habla. Cuando hablaba eran otras palabras las que salían de mi boca, otras palabras. Espesas, negras y confusas, otras palabras. Volteaba a todas partes con etrañeza como si ya no quedara nada mío en el mundo, ni una cosa mantenía alianza con mi presencia. Decidí encerrarme, no sólo en mi cuarto sino dentro de mi cabeza, y volvieron los temblores, fuertísimos mujer, tanto que me hacían envidiar tus dolores más físicos, con un origen más preciso, más identificable. Éstos de los que te hablo venían de un lugar fuera de mi cuerpo, de el lugar de donde mi cuerpo sucede, es decir donde ha estado y donde va a estar, me atacaban por dos flancos, pasado y futuro, y me oprimían como gigantezcas tenansas, me oprimían ya no el cuerpo sino el pensamiento. Esa opresión atoraba mis sentimientos de manera extraña, no podía discernis cómo fluían por todo mi cuerpo, se agarrotaron tanto en unas partes dejando libre otras tantas que sentí que tendría tumores y gangrena sentimental al mismo tiempo. Me desdoblé más de una vez, vinieron a sentarse a mi cama todas mis personalidades, aún aquellas que creía haber superado ya con otras muertes, en otras muertes que me di entre tinta, alcohol, sábanas tibias y noches blancas. Pero estaba todos ahí, algunos eran cercanos y tenían cara comosi rieran, otros tantos eran lejanos, de oscuros rostros y voz profunda. Entre todos me apalearon.
Viniero a visitarme solamente las horas, y la soledad no se dignó a presentarse, no recibió invitación para el festín de mi malestar. Nada mío había en el mundo, nada mío. Cegado estaba por las cosas que sucederán y que sucedieron, atrapado entre dos paredes de lo que había derrumbado y de lo que no he construído. Mujer, esta noche cené con mis demonios, muchos de ellos eran prestados, tuyos quizás porque hablaban de cosas que desconocía, respiraban fuegos de otros colores y matices que no entendía.Creo que de tanto exorcizarte con caricias, palabras y pasos, se han mudado mejor a mis horas. Sabes que siempre digo que mis horas no caben en el reloj, es porque cuandoempiezan a ajustarse al ciclo continúo de las manecillas empiezan a hacerse espesísimas y nopuedo con ellas, no las puedo tolerar sobre mi espalda y entiendo porqué la tuya está tan cansanda.
Te cuento que recibí dos llamadas extrañas, la primera una voz cercana entre silencios, que tenía mucho que no oía, una voz que se había callado de la que poco te he hablado, me decía que el mundo estaba mal, que ella estaba mal, que le parecían irreales las cosas, atenazdo como estaba, con casa llena, no pude contradecirla, fingir que estaba bien y darle paleativos filósoficos con los que siempre se calma o por lo menos se pone a pensar un rato.
La segunda llamada, tu no conoces su voz pero sabes lo que ha dicho, sobre todo porque ha escrito antes en mi espalda palabras que no soportaste. Me sorprendió y me turbó, también habló mucho, también dijo mucho, generalmente habla mucho y dice poco, o dice mucho sin hablar. Dice que se entero de lo nuestro, dijo cosas positivas y cosas realistas, las primeras me dolieron, las segundas me ardieron. Ella trajo a la mitad de los invitados de esta noche, hablómucho, yo casi no dije nada, estaba atenazado y ella no hizo más que apretar más duro la tenaza.
Se ahogaron mis palabras, precisamente porque aquellamujer d eojos azules y falsa profecía atinó en muchos desacuerdos que tuvimos hoy, en la imposibilidad, en mi impertinencia, en mi incapacidad para convivir con alguien de manera prolongada porqueno dejo quela gente sea sino que siempre quiero que devengan, y que las mujeres buscan estabilidad. No creo que ella misma supiera la profundidad de lo que estaba diciendo, no lo entiende, pero me conoce y trajo a la mesa a aquel que había olvidado que fui y que profundamente sigo siendo. En el devenir nohay pasado ni futuro, los tiempos se yuxtaponene, pero hoy se detuvo el devenir y vino el advenir. Se detuvieron los tiempos, se hicieron abstractos, y me atenazaron, dos llamadas, una pérdida (al menos simbólica, la de mi abuelo y su cheque desaparecido) enrarecieron días que han estado de por sí demasiado enrarecidos. NO entiendo esta ciudad y me siento fuera de casa, como extranjero, por eso el pasado y el futuro me atenazan, me distraen del presente. Me dijo un conocido que yo no tenía melancolía sino versos atorados en la mirada, no he podido escribir nada, sólo esto que ahora redacto, curioso que cando hago introspección poco puedo hacer de poesía, la poesía es siempre una ausencia. Se acercan tiempos de incertidumbre, y a veces nosé que haré cuando se derrumben los signos y los significados.
Por mi cuarto pasa una sombra, en cada tanto, a veces su negrura puede durarme meses, hoy ha iniciado...

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