domingo, 20 de enero de 2013

Notas para una reflexión de la libertad en sentido utópico.


NOTA 1 ISEGORIA 

Hace dos siglos Kant anunciaba que la libertad sólo se obtenía  superando  lo dado,  superando la volición, el apetito, y atendiendo al bien moral de nuestro interior ¿quería decir con esto?  ¿Acaso qué hay una naturaleza del hombre que  pretende ser buena? No, sencillamente que frente a las determinaciones y la opresión, la barbarie y la violencia, debemos creer que algo en nosotros se ha de resistir a éstos impulsos, si no, ningún proyecto cultura tendría sentido, y la historia sería contingencia.
Históricamente ha habido dos formas de pensar la liberad: la primera supone que somos libres por principio, y que la asociación política y social sólo tiene que administrar y regular nuestras relaciones. Es el caso del liberalismo, pero también del anarquismo. Ambos suponen que el hombre es “naturalmente libre”, es decir, que apelan a un mito fundacional. ¿Qué piensa por ejemplo Locke, el primer liberal, sobre la libertad? Frente a Hobbes quien veía en la libertad sólo la expresión de la caótica voluntad del  hombre, una depredación constante que debía ser suprimida en mor de un orden estatal que garantizara la seguridad de la vida, Locke dice que la base de la asociación política es la protección de la libertad de cada quien, y esta libertad estaba materializada en el derecho de propiedad. Básicamente Locke pensaba que la libertad ya estaba dada, que cada quien tiene lo que le corresponde y que el Estado de hecho garantiza la perpetuación de esa propiedad y por lo tanto  de nuestra libertad. No habla nada sobre el hecho de que muchas veces nuestra libertad de propiedad es acosta de la no propiedad de otros, de que ésta libertad natural que defiende el estado es una desigualdad original, pero dejemos esto por ahora.
La segunda tradición piensa que de hecho no somos libres, y debemos empezar por generar consciencia de éste hecho: esta tradición ve en la libertad no un hecho, sino un valor a realizar. Es El caso del marxismo, y de la teoría crítica, la libertad en ellas dos es el punto de tensión entre los poderes dominantes y los dominados. La  libertad no está dada, es una conquista histórica. El escenario es distinto, lo  dado es la desigualdad, y esa  desigualdad no es natural, aunque sí histórica, éste es el punto importante de ésta otra tradición, que asumen que el hombre es historicidad, que el hombre es lo  que  ha conformado de sí mismo, nada en el hombre hay natural, ni siquiera el trabajo, el trabajo es la forma de apropiación de lo dado, de la reproducción de la vida. En ese sentido, el trabajo es la historia de la forma en que el  hombre resuelve sus circunstancias. La pregunta marxista es simple y es mucho más ilustrada y romántica de lo que el mismo Marx estaría dispuesto a admitir: ¿Esta forma de reproducción de la vida es la deseable? ¿Podemos hacer algo para cambiar las condiciones? ¡Y ésta es la clave! Esta tradición asume que de hecho al ser historia, y eso es el romanticismo, el hombre se hace a sí mismo, sólo que aquí no es un idealismo trascendente. Marx es muy kantiano cuando dice que hay una base material de determinación de las  condiciones, pero a su vez una consciencia de acción sobre la base material. La consciencia está alienada en la “clase”, en el orden históricamente establecido que se asume como “natural”. Es relativizar esta naturalidad, hacer la  crítica de  sus condiciones de posibilidad, lo que lleva al descubrimiento de la libertad como conquista, como ideal de utopía.
Pero hay  un punto intermedio, pienso en Rousseau, él se pregunta igual que Marx sí la dominación es natural, y responde que lo natural en el hombre es la libertad, pero  hay que tener cuidado, Marx no piensa que haya  una naturaleza humana, tampoco Rousseau. Rousseau opone esta naturaleza libre del hombre a la supuesta naturalidad de a desigualdad. Es que somos desiguales por naturaleza, dicen los gobernantes, unos nacen para gobernar y otros  para ser gobernados. Rousseau identifica esa mentira,  sobre cuestiones naturales no se puede explicar la asociación política porque esta surge precisamente como superación de la  naturaleza, como un abandono de  un estado natural. En el Estado natural no existe la dominación,      Rousseau también tiene, como Marx un ideal regulativo. Sólo que Marx mandaba la conquista de la igualdad hacia el porvenir de un destino teleológico, donde básicamente el proletariado asumiría el control de la historia precisamente porque ha sido excluido de la conformación ideológica del mundo. Rousseau piensa al revés, la libertad natural ha cesado, vivimos irremediablemente en un esquema de dominación, quizás por eso haya una lectura liberal de Rousseau  tan clásica. En el  Discurso, parece estar haciendo una apología del poder existente, pero luego se pregunta ¿Podemos imaginar una asociación política que  no tenga como punto de partida la desigualdad históricamente adquirida  del  hombre? Es decir, que la nueva libertad en Rousseau no es un conquista histórica, es un principio de convivencia, pero enteramente artificial, es un acuerdo  entre partes, un contrato.
Tenemos así más o menos tres ideas de la libertad: que existe, que debe ser conquistada, que debe suponerse como principio para poder  salir de nuestra condición. En el primer caso la libertad es igualada a las condiciones realmente existente, sin  importar si estas  son justas e injustas, la justicia a final de cuentas terminará por resolverse en la  libertad, se subordina  a ella, es un pensamiento típicamente individualista. En la  segunda la libertad no existe, debe ser realizada, estamos todos sumidos en la opresión de un sistema de reproducción de la vida que nos cosifica y nos aliena, somos igualmente esclavos, aquí la libertad se subordina a la Historia, a la  Historia en el  sentido hegeliano, en el sentido de una historia de la consciencia.
Para Rousseau la libertad individual es un supuesto para saber que el estado de dominación no  es natural, pero no se puede “regresar” al estado de naturaleza, ésta ha de ser superada, apelar a algo que no  ha  sucedido en la Historia y que  tiene precisamente como principio la libertad, pero  en un nuevo  sentido,       libertad como realización de la igualdad política. El esquema que traza Rousseau  es realmente sencillo ¿qué condiciones básicas debe cumplir una asociación no que nos haga libres sino que  tenga como base que somos  libres? Entonces debe resolver la  aporía liberal, debe garantizar que  esa  libertad no se oponga a la igualdad, al bien común. Ese es el punto de diferencia radical entre Marx y  Rousseau, para Marx la persecución del fin  lo pone la Historia  y en este sentido está sobre determinado de historicidad, realizar la  libertad es realizar lo que es, es llevar al extremo a Hegel  y decir, es que lo  real aún no es racional, lo racional es la  libertad y ésta aún no se realiza y no se realiza porque hay condiciones materiales que lo impiden. Es la apropiación de éstos medios de producción y reproducción de la vida lo que  garantizará la realización racional de la libertad. Y en este sentido  Marx propone una relación, típicamente moderna y terriblemente ilustrada, entre medios y  fines.  Así  podemos sospechar de su  teleología, es decir, ¿qué  establece esta relación medios-fines? Y vemos que en Marx como creíamos al principio, la libertad no es un fin, sino un medio,  ¿para  qué? Para lograr culminar el proceso de autoconsciencia y desalinear al individuo de la historia. De ahí el extrañísimo planteamiento de la no-historicidad de la dictadura del proletariado, o que todo lo anterior a dicha revolución será la prehistoria, la historia del trabajo, de la alienación en la ocupación.
También el liberalismo planteaba una relación de medios y  fines, pero partía de la libertad como principio de existencia real: “somos libres”. El problema es que somos libres individualmente y como nuestra libertad es natural  depende de nuestras condiciones naturales, ¿cuáles son éstas? Condiciones de vulnerabilidad, de irracionalidad y de barbarie. Así el Estado crea un ámbito propicio  para el sano desarrollo de  la sociedad, interviene en mayor o menor medida, depende mucho  de la tradición de la que hablemos, desde la tradición anarquista extremo-liberal donde el individuo suprime al Estado al afirmar su autonomía natural, hasta el republicanismo donde la libertad real es la obediencia a la Ley, porque la Ley encarna el espíritu de ésta organización positiva de la libertad. Por  eso la tradición liberal ha hablado recientemente de libertades negativas y positivas, el punto es  que  es el Estado el  garante de éstas libertades.
Por eso dije que Rousseau  era un punto intermedio, el Estado no es el  garante de las libertades, porque sencillamente no es la suma administrativa de nuestras libertades individuales, al contrario, el Estado  para ser tal y no ser simplemente un estado de dominación, debe suponer las libertades de cada uno, debe suponer que somos libres y además que el sentido de la asociación es que  buscamos otra forma de realización que la libertad que no está dada en nuestras condiciones naturales. Aquí Kant fue muy fino, regreso a Kant, al darse cuenta que ésta primera libertad natural de la que hablaba Rousseau, era una libertad determinada, determinada por las condiciones empíricas y por lo tanto no era racional, porque lo racional es  aquello que se desea ajeno a las condiciones empíricas. La segunda libertad que se inaugura, pero que  supone a la primera, es el bien común, la realización del valor objetivo en la persecución de los fines de la  razón  ¿Y cuáles son estos fines? La superación de lo dado, el primer fin de la razón es la libertad como una pregunta por el  sentido del hombre. Pero esta pregunta no  puede ser solipsista, y  tanto Kant como Rousseau lo saben, la pregunta debe llevarnos al otro, al cosmopolitismo en Kant y al principio de  isegoría en Rousseau. Para Kant, el cosmopolitismo tiene que ver con asumir que a pesar  de nuestras condiciones individuales, todos estamos insertos en un proyecto universal de la realización de los fines morales. Es decir, para Kant los fines ya están dados y  la Historia se define como la  paulatina conquista de esos fines (algo parecido a lo que decíamos de Marx); no en un sentido lineal, hay error, contingencia, maldad, pero toda ella queda relativizada si vemos los logros irrenunciables de la modernidad. Kant es bastante optimista, así como hay un bien moral en mi interior que al cumplirlo me hace libre, hay  un bien en la Historia, que  al mostrar su sentido nos hace libres a todos. El punto problemático de Kant es apelar a un principio necesario  independiente de toda determinación que habría de garantizar que nuestra determinación no nos  hace esclavos de la naturaleza, de ahí  la positividad de la ilusión trascendental, el fin especulativo de la razón es el fin práctico, la  realización de  los principios.
¿Qué hay del principio de isegoría? Rousseau parte al revés que Kant, es precisamente porque naturalmente cada uno somos distintos que hay que incluir esa distinción en el nuevo sujeto político que se conforma como  “comunidad”. Por eso cualquiera puede gobernar, por eso la palabra de todos vale, pero no vale en tanto  que cada uno, sino en tanto que vale para todos los demás. La asociación política de Rousseau  permite entonces que  el otro conozca mi circunstancia y yo la de él. Pero sólo en  la medida en que puedo pensar más allá de mis circunstancia (sin anularla y ese es el punto clave) puedo hablar de democracia. Por eso  la democracia en Rousseau no es una forma de gobierno, sino un principio regulativo de las formas de organización. Las formas de organización son emancipadoras si y sólo sí  pueden cumplir con las exigencias democráticas: isegoría, igualdad y libertad. Sin éstas tres la forma de gobierno pasa a ser una forma de dominación.  Los sujetos en el poder se vuelven una vez más dominadores, porque  imponen su propias circunstancia sobre la de los demás. 

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