martes, 10 de noviembre de 2009

La última inocencia.

Entre las pulsaciones nerviosas que da nuestro cerebro, astillado de tanta cotinianidad que nos devora, nos anquilosa las emociones lentamente, es díficil, encontrar poetas honestos, no comprometidos con la métafora sino con la totalidad de la palabra, poetas que abarquen en unas pocas líneas el entero de la soledad y el desencuentro.
Después de poner a un poeta mayor, cómo lo fue Rilke, se me ocurrió que podríamos volver a la simpleza, a esos poemas cargados de sinceridad y muerto. El nombre de Pizarnik me saltó a los oídos como una bestia de la noche que esperaba su resurreción. Por favor quédate un poco más entre nosotros.
Decía Borges, quizás con mucho atino: Toda literatura es autobiográfica, finalmente.Todo es poético en cuanto nos confiesa undestino, en cuanto nos da una vislumbre de él. Y debo confesar que hasta la fecha no he encontrado una poetiza más autobiográfica que la Dama Melancólica, Alejandra Pizarnk, a la que Julio Cortazár dijera, que estaba cargada de inmensa tristeza primitiva.
¿Nacer? Si es necesario declararlo, ella nació en Buenos Aires Argentina en 1936, sabemos que sus padres eran inmigrantes Rusos refugiados que le facilitaron a Pizarnik una educación privilegiada, tanto en el conocimiento de la litaratura universal (su padre era filólogo) cómo en el aprendizaje de la música. Pero Pizarnik no vería en esto más que tormento, sintiéndose siempre ajena en una patria que no le pertenecía, sin tener raíces claras, pierda a sus padres a la edad de 18 años. Quedándose completamente sola, sin nigún apago material a su pasado, simplemente una barca a a deriva en un país hostil. Para 1954 esta alma perdida estudiaba Filosofía en Buenos Aires.
Huye a Francia, Paris, atraída como todas las polillas taciturnas, por las luces de neón y el olor a vanguardia, en 1960 se lanza a lo escenarios feroces y literarios de la Francia de los 60's, con la fortuna que latinoamérica empezaba a ser reconocida por la solidez de sus literatos. Es en París donde conocerá a Octavio Paz y a Julio Cortázar. Para los poetas y escritores latinoaméricanos París siempre fue La Meca, el lugar al que debían ir por lo menos una vez en su vida, un lugar de culto donde se enraizaban los orígenes de la confusa y melancólica poesía latinoaméricana, hogar para los inmigrados, tentación para los latinos, refugio para los perdidos. Alejandra Pizarnki, gracias a Octavio Paz trabajaría en una Revista Literaria los siguientes 4 años.
Hambrienta de hogar, huyendo de un París, que como dice Miller, a los 3 días te das cuenta que es un cadáver luminoso, ávida de hogar, Pizarnik regres a Buenos Aires 1965. La tristeza ya se le caía por los ojos, famosa y prestigiada, adquiere la plaza de maestra de Letras en la Universidad de la que había egresado. Su libro Los trabajos y las noches ya rebelaba un coqueteo más que onírico con la puerte, un auténtico palpalse através del lenguaje.
Sigue lo que muchos críticos llamarían, la época de decadencia, sus poemas se hacen más simples, más abstractos a la vez, como números Pitagóricos, se van concatenando en una procesión del silencio, una musicalización inequivoca de su quebrada existencia. Absorbida por su propia locura, habiendo dejado su plaza de maestra, y llorando como una niña enferma en su casa a las afueras de Buenos Aires. Le siguen años de tortura e imcomprensión de parte de la literatura póética de Argentina, su poesía cargada de melancolía, sadismos y abiertas declaraciones suicidas, es condenada por los críticos, como incitadora (estamos en el periodo de Perón), acaba de empezar la dictadura en Argentina, Alejandra se encierra cada vez más profundamente en en lenguaje... se quitaria la vida un 25 de Septiembre de 1972.
estoy con pavura
hame sobrevenido lo quemás temía.
No estoy en dificultad:
estoy en no poder más.
No abandoné el vacío y eldesierto.
vivo en peligro.
tu canto no me ayuda
cada vez más tenazas,
más miedos,
más sombras negras....

1 comentario:

Reptante dijo...

Tendría qué haber comenzado ortodoxamente por este lar, para poder saber de inicio, los motivos de la bestia triste que dictaba a Alejandra sus versos. Tendría pero no lo hice, y así es que me doy cuenta de cómo es que su tinta tornó tan en tonos ocres, su búsqueda incesante del vacío vital, su búsqueda incesante hacia el otro lado de la muerte. Muy buena reseña la que diste amigo.