lunes, 8 de febrero de 2010

APOTEOSIS

Apoteosis

Serenas todas las tierras olvidadas por los dioses,
Donde la luz no se arrastra en sangrientos sacrificios,
Y no se ha erigido el holocausto de piedra,
¿Será de dios?
Por qué habla con palabras de hombre
¿Está condenado al lenguaje como nosotros?
Pobre Dios, que no escapa de los límites del mundo,
Condenado a ser verbo,
Víctima de su ausente sujeto,
Que quiso presentarse como hijo,
Clavado en la cruz de sus palabras,
Con su sangre… se ha escrito un nuevo testamento.


Pero esta tierra, no, no ha sido olvidada,
Aquí se agazapan todas las divinas formas,
Erigen sus templos, flagela su euforia,
Aquí, las cruces ciegan al impávido hombre
Arrodillado a recibir la salvación
De un pecado que nunca hubiera maquinado,
Cada Dios que aterriza en esta tierra,
Trae consigo más salvación, más pecado,
Algunos originales, otros mortales,
Cada Dios que se aparece, tiene su profeta,
Que sangra sus palabras – palabras de hombres –
Sobre los campos, así florece la fe en los las espaldas,
Alimentada por la sangre, sangre es todo lo que eterniza,
Sólo lo sangriento es inmortal, sólo la sangre purifica.

El ritual es un proceso sanguinario,
Una purificación de lo evidente,
Purificación de sí mismo, consumándose,
Forma de hombre que proviene del maíz,
Pero el hombre sigue con hambre, y abre su boca
¿le dan de comer sus templos?
¿Alguien, júrelo, ha probado el maná?
El hombre es un vampiro que vive de fe,
Antropófago por fervor,
el hombre se consume a si mismo
Mil infiernos antes del infierno,
Ni siquiera la muerte es salvación ya,
Ni la calma del silencio nos queda…

Tanta muerte irrepetible, condenada al paraíso
O al sufrimiento en los fuegos gélidos del diablo,
Quizás retornará en su ciclo indestructible
Transmigración de la tragedia, tragedia de ser hombre
Condenado al pensamiento, condenado a la fe,
Condenado a repetir, todos los rituales sangrientos.

Ya no mueren los hombres, son inmortales sus infamias,
Ignominias divinas, divinas gracias,
Y los templos… ¡oh! Los templos han quedo erguidos,
Fervor y temor, temor de lo eterno,
El hombre efímero, arrastrado a lo infinito,
Despojado de su desnudez, ungido de símbolos,
Mutilado para su revelación,
El mundo es un algoritmo de iniciaciones,
Un sistema doloroso de mártires y herejes,
La historia es consecuencia del ritual sangriento,
Todo ritual perpetúa, todo ritual fuerza
Y espera secretamente afectar la naturaleza.


¿Y el rumor de Dios?
Búscalo en la página, escucha mi voz,
¡El Dios ha hablado!
De nuevo palabras de hombre… y se seca el altar,
Todos levantan sus cabezas,
Atónitos ante el sacramento del antropófago,
Consumidos por sus cruces,
Comunión de los horrores, horror de conocer lo divino,
Y el fervor los llena, y marchan a la guerra.
Todo templo es un cuartel,
Cuartel de intolerancia y persecución,
Ya se han erigido las urnas y las ofrendas,
Un clamor se expande, ¡Los altares quieren sangre!
¡Sangre de los infieles!
¿Y el rumor de Dios?

Ves, acaso, los hombres que se inmolan,
Y alimentan los altares, del reconocimiento,
La comunión de la sangre, ese es el ritual,
Todo templo es un productor de sangre,
El fervor es el solvente de la sangre,
La tierra… quiere sangre…
Una tierra que no conocía a los dioses,
Ahora consume a los hombres,
Tierra donde nacen los dioses,
Donde los hombres se hacen dioses,
Porque nunca han sido otra cosa,
Más que máscaras apoteósicas,
Cáscaras divinas que esconden la perpetuación,
Este ritual sangriento que alimenta la tierra,
Estéril de tanto dios, azorada de tanta divinidad,
Quiere sangre…

¿Dónde está la salvación?
Las promesas siempre han sido vastas,
Desde que el primer dios, que salió de la caverna
Hablándole a un hombre derrotado, curtido por el tiempo,
Loco de tanta reveladora gracia…
Pero ustedes… ¡Ustedes le creyeron!
Y engendraron el primer dios,
Imperfecto, no absoluto, todavía elemental y simple,
Pero habríamos de perfeccionar a Dios, encontrarlo en la palabra
Todo dios es lenguaje, Dios es una palabra…
Hubimos de llenarla de significado, hubimos de ordenar el universo
Para que cupiera una palabra tan inmensa
Así nacieron los Dioses, en esa semiótica originaria,
En ese reconocimiento del hombre, que extrañaba la naturaleza,
Despojado del abierto, el hombre levanto la piedra,
Que dejaba los campos y las cuevas, las junglas ávidas,
Las planicies fértiles e indomables, para construir los templos,
Comenzando los rituales de la sangre…
Las cuevas son testigos, de que el hombre ha creado a sus dioses,
Y la civilización entera, un pretexto de exuberante divinidad.

Participando de la locura colectiva
Los Dioses proliferando, haciendo de la vida
Única evidencia de todo lo que se deriva de ella,
La cárcel del alma, y qué extraña palabra,
Cada Dios trajo consigo almas, a cuerpos libres
Sanos y salvajes como animales impávidos
Que no las necesitaban, los condenó a las almas
A ser libres y a dudar,
Cada Dios le dio al ser humano alma, y a cambio,
Apareció el ritual, la exigencia de sangre,
Roja insignia del propio hombre, hubo de alimentarlos
Hubo de hablarles, de buscar en las entrañas,
En los corazones, en las pieles y los ojos,
A sus Dioses, ¿quién había dado la orden?
¿Quién había pedido sangre?
Las tierras que han conocido a los Dioses,
A todos esos epitomes de la sangre,
No pueden florecer salvo con sangre,
Limitadas a su materialidad ferrosa,
El camino del hombre es el de los Dioses,
Y ese camino, es un surco profundo,
Por donde corre la sangre.

Por eso hemos de perpetuar el horror,
Hemos de levantar más templos, más altos,
Que desgarren el atardecer rojo,
Como las bocas de nuestros Dioses,
Dioses más exigentes, más amargos,
Que nos arranquen hasta la cáscara de humanos,
Que nos roben el alma que nos dieron,
Y nos dejen vacíos
¿El rumor de Dios? Suena a caja registradora,
Dios es número, estadística y porcentaje,
Dios es la expectativa, de tener, tenerlo todo,
Pero el ritual nunca ha sido olvidado,
La sangre sigue llamando desde el fondo de la bolsa de valores,
Más sangre, más sacrificios,
A los altares económicos del mundo
Habremos de alimentarlos con la sangre de los pobres,
Y las armas de destrucción, de perpetuación,
Se forjan en las entrañas de la tierra, se inventan
Mil maneras de la muerte, pero la muerte,
Condenada, ya, a ser un andén trillado,
Es un pretexto de la sangre,
se encienden los aviones, se cargan los misiles
y el mundo sucumbe ahíto de Dioses.

Tarde nos dimos cuenta que los Dioses,
Eran los parásitos del mundo,
Y el ritual, su insostenible succión,
Tarde, nos dimos cuenta, que Dios
Era tan sólo una palabra.

- Gerardo Cielorraso -

1 comentario:

Reptante dijo...

Ensalzar a qué, magnificar a quién después de tanta estulticia y tragedia ilógica. Es cierto, Dios es tan sólo una palabra, y ya un gran inventor de mitos dijo que en un inicio tan sólo habitaba la palabra. Pero después vinieron los hombres y con ello el fuego. Acto seguido la propiedad privada, después la secta del perdón para engatuzar a los que serían jodidos. La esclavitud tardó en asimilarse como tal, con los siglos evolucionó y hasta se creo el eufemismo de los sueldos. Ahora el lenguaje, como lo dices tú con tus palabras, como lo dice el poeta que hace poco te recomendé, tan sólo sirve para confundir, y siempre lo hizo. Muy pocas veces sirve para salvar, pero creo, en la resistencia, en la afronta, en la transgresión, religión de la que eres practicante, encontrarás el rito, encontraremos el ritual, para ser un poquito más libres. Cualquier cosa que esa palabra en la oscuridad, libertad, refiera.

Para la calidad del poema, pienso que mi opinión quedó como que muy pequeñita. Pero bueno, tal vez haya tiempo de seguir comentando este poema cíclico que has traído a la luz.

Saludos amigo.