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viernes, 23 de octubre de 2009

A Las Afueras de Dios.

V
Persigo el arte con la mente llena de fango, cada paso que doy me hundo más en la espesura de la subjetividad, cómo levantarse a tanta indiferencia forzada, cómo superar tan espesa bruma de inconsciencia. Me abruma la indefectible niebla en la que los hombres buscan las estética, perdidos en una caverna más profunda de lo que Platón imaginaba, ni las sombras llegan, ojos incapaces de contemplar cualquier cosa se vuelven dentro de si mismos, y se ahogan en sus lágrimas. Parece no tener sentido algún intento, dejarse devorar por el fango o hundirse con todos dentro de la caverna… ¿quiénes son esos todos en realidad? ¿Por qué puedo diferenciarme yo de ellos? ¿De qué dispongo para suponer que no estoy yo dentro de una caverna también? Una caverna como un cubículo rocoso, con su suelo de fango en el que me hundo, indefinidamente, y cuestiono mi propia altura, hace tiempo que ya no siento mis piernas. La estética es entonces un pequeño brillo, un poco más arriba de mi cabeza, alzo las manos para tomarlo y despierto…

miércoles, 21 de octubre de 2009

A Las Afueras de Dios.

IV
Andrea me dijo que siempre le quito la magia a las cosas. Me confieso que para mí la magia siempre se ha encontrado dentro de ellas, no en su forma aparente en aquello que dictan mis sentidos, me sublevo a lo evidente y constantemente deshebro las imágenes y las ideas, constantemente entretejo mis pensamientos con todo en lo que estoy inmerso. Tratado de descubrir lo sublime en las cosas que son como el relámpago. Recuerdo de nuevo a todas esas bestias de mi niñez, al león de Lewis, a los orcos de Tolkein, el conejo de Caroll, todos ellos me miran con sus ojos insomnes, esperando la respuesta, deberé hacer un albúm con los monstruos de mi infancia. En mi adolescencia, que aún no termina, los diseccioné para que mi niño dejara de llorar, porque lo espantaban por la noche, y al abrirlos me di cuenta que sus entrañas eran mi rostro, y que cada una de sus partes tenía mi rostro, que aquellos monstruos nunca fueron más que espejos, en los que me reflejaba infinitamente hasta no verme, como en el Aleph de Borges. La magia de las cosas se encuentra en sus entrañas, pero esa magia es siempre un espejo incontemplable por el horro de su evidencia.

A Las Afueras de Dios.

III
De nuevo los espejos me persiguen, el reflejo de una silueta que me cuesta creer es la mía, no quiero admitir que esta mente habita un cuerpo. Pienso en la muerte, y me acuerdo de Ramón Martínez Ocaranza, que me dijo en la noche mientras leía sus Patologías, que el mundo es la cárcel de la muerte y se avergüenza de su encierro. Que ya no le quedan hojas al calendario y eso no es lo que me asusta realmente, sino descubrir que todas esas páginas llenas de ideas inconclusas en realidad están vacías y que no he completado mi transformación en ser humano. Me confieso que no me asusta la muerte en tanto salto a la nada, me perturba la incapacidad que he tenido a lo largo de mis días de hacer algo por el ser que me encierra y es mi cárcel de la que habré de salir únicamente en silencio, con los ojos apagados como estrellas primitivas. Lopreocupante es que me sigue interesando el mundo demasiado y cada cosa que veo y que desconozco es un anhelo de más años, es una necesidad constante de descubrir el mundo y sus recovecos y pensar que tengo únicamente una vida para recorrerlos es lo que me llena de nostalgia. No temo a la muerte, sino a la incapacidad temporal de ser completamente.

jueves, 11 de diciembre de 2008

A Veces No Queda Nada Más Qué El Silencio

Cerrar la boca, es lo que debería hacer definitivamente, tantos años, tanto apremio y tanta angustia y... ¿qué he ganado? ¡Un amplio vocabulario para decir lo mismo que otras veces... NADA! Porque realmente nadie nunca dice nada, vocabulario más vacío que las frases en las que se encuentra, no hay compromiso con la letra... si digo Pan ¿comeré? se preguntó Pizarnik una vez... NO las palabras no hacen las cosas, hacenla ausencia, la necesidad de saber un nombre, un porqué, un cuándo, una posesión casi obsesiva de conceptos, conceptos gastados, salivosos, escurriendose por los pliegues del cerebro como larvas fétidas que retumban y dicen, BIENVENIDO A LA REALIDAD, ESQUINA CON LOCURA.
Cerrar la boca es lo que debería empezar a aprender, simplemente mirar, pero es que no puedo, no me culpen, o mejor sí, HÁGANLO, destrózadme, diganme... Cierra la boca de una vez imbécil. De qué sirven tantas palabras, que construyen realidades y recuerdos, fragmentarios, que con el tiempo se van diluyendo hasta hacerme dudar si son míos, o leídos, aprendidos, dictados por alguien más, que se mezclaron con los míos, y ¿qué soy? Lo que puedo recordar de lo que me gusta, de lo que hago, la razón que busco todos los días para levantarme, quizás esa necesidad que tengo de no superar el instinto de conservación y pegarme un tiro de vez en cuando, por el simple y llano hastío de estar... de vivir.

Cerrar laboca, pero es que yo no acumulo palabras, y frases, no memorizo cosas para luego repetirlas en soledad, bien alto, cómo un desquiciado, absorto en la ezquisofrenia de las islas humanas actuales, yo no estoy aquí por pasar el rato, necesito, y lo digo en el más amplio sentido, necesito una razón... nunca, jamás me convencieron con la semana inglesa descanso los domingos y sábados hasta el medio día, ni los 200 días que me veo obligado a asistir algún templo del conocimiento profanado por analfabetas que se hacen llamar alumnos... y entonces ¿qué me queda? ¿por qué vivo? Por un par de acordes magníficos de vez en cuando, contemplar los paraísos terrenales, esos momento de Fiat Lux donde escpas del tiempo y su ilusorio transcurrir y te sumerges en lo que Fuasto diría, DETENTE, ERES TAN BELLO. Y vivo no para el mañana, sino para la posibilidad de alcanzar algo que de antemano sé que no existe, que es inalcanzable, como el vuelo de Ícaro hacia el Sol. Vivo para levantarme, para aprender a hacerlo, a tolerar a los demás... porque hasta el momento toda mi vida se ha visto resumida a ME TOLERAN, LOS SOPORTO.
Cerrar la boca, eso debería hacer de vez en cuando, pero ¿qué hay del pensamiento? Ese no se puede aislar, se fuga y brinca a mi lengua, con la necesidad imperiosa de anunciar mi existencia, que tiene un propósito claro, estar con alguien, porque la sinapsis de las neuronas no es suficiente razón para decir que tengo una conciencia, necesito tener a los demás cerca, saber cómo soy, saber dónde estoy, porque tiendo a desquiciarme, tiendo a perderme hasta absorberme con la nada, y no quiero pasar una vida en la nada, 20 años dormido, 10 frente al televisor, 10 frente a la computadora, 5 comiendo, 2 esperando en el teléfono, otros 10 en la escuela y sólo tener unas pocas horas para realemente vivir...
Cerrar la boca, debería cerrar la boca y no decir nada más, para no arrepentirme, para no lastimar, pero me gusta el conflicto, me gusta tentar mis emociones y las ajenas, me gusta enamorarme constantemente, estar en un conflicto constante con el mundo, friccionar e incendiar las cosas mi alrededor, por eso no tengo realidad, por eso estoy en una metamorfosis constante, nada me satisface, nada me conforma, a nada me acostumbro, y es normal que no puedan seguirme el paso, un montón de palabras es a lo que me veo reducido, un montón de conceptos, que trato de distorcionar a tal grado de hacerlos míos, y que mi Gato no pueda ser el de alguien más y que mi Tú y sabes a quien me refiero, nunca puede repetirse en todas las realidades posibles...
Cerrar la boca, pero siempre estoy hablando, conmigo, contigo, con él, con ellos, con nadie, y de vez en cuando... cuando estoy de suerte... Escribo