miércoles, 21 de octubre de 2009

A Las Afueras de Dios.

IV
Andrea me dijo que siempre le quito la magia a las cosas. Me confieso que para mí la magia siempre se ha encontrado dentro de ellas, no en su forma aparente en aquello que dictan mis sentidos, me sublevo a lo evidente y constantemente deshebro las imágenes y las ideas, constantemente entretejo mis pensamientos con todo en lo que estoy inmerso. Tratado de descubrir lo sublime en las cosas que son como el relámpago. Recuerdo de nuevo a todas esas bestias de mi niñez, al león de Lewis, a los orcos de Tolkein, el conejo de Caroll, todos ellos me miran con sus ojos insomnes, esperando la respuesta, deberé hacer un albúm con los monstruos de mi infancia. En mi adolescencia, que aún no termina, los diseccioné para que mi niño dejara de llorar, porque lo espantaban por la noche, y al abrirlos me di cuenta que sus entrañas eran mi rostro, y que cada una de sus partes tenía mi rostro, que aquellos monstruos nunca fueron más que espejos, en los que me reflejaba infinitamente hasta no verme, como en el Aleph de Borges. La magia de las cosas se encuentra en sus entrañas, pero esa magia es siempre un espejo incontemplable por el horro de su evidencia.

1 comentario:

Reptante dijo...

Y se vuelve de nuevo a encontrar el miedo en uno mismo. En esa pequeña galería viviente de monstruos que se van haciendo uno en uno, y ya después sólo nos queda desconocernos para ver, en otro lado al enemigo. De nuevo sacas muy buenos recursos. Aunque a momentos, no sé porqué, o sí sé pero no lo quiero decir, siento que te comienzas a repetir. Bueno, un simple comentario. ¿Es esta la última parte de tus entregas de "A las afueras de Dios"?