martes, 3 de febrero de 2009

Construyendo Soles En El Aire

Hay un momento que he reiterado mucho en este ensayo, y es que la vida, como el arte, nos brinda momentos de contemplación estética, de verdadera y absoluta felicidad, esos momentos de percepción sin ataduras, cuando una obra de arte nos encandila con su absoluta luz, y nos da estos “instantes de eternidad” ¿qué hacer al contemplar, inmediatamente después el pobre e insípido espectáculo de lo que llamamos vida? Al haber alcanzado una meta, no alcanzado, probado una meta, precisamente porque decidimos saltar, ¿qué hacer al caer, al volver a lo mediano? En ese plano y me perdonará su la moral materialista y oportunista del lector, la muerte parece la verdad real, el único absoluto y que escriban en el epitafio, Morí satisfecho.
Un joven pensando que la muerte es bella, como el arte, sí, escandaloso, toda obra de arte es una invitación al suicidio, una probada de ese mundo que es imposible en la realidad, y todos los que hacemos y buscamos arte estamos constantemente seducidos por la muerte, como dice un popular poema: “La muerte está sentada a los pies de mi cama”. De ahí nace el ideal tan romántico de la muerte juvenil, que no quiere decir necesariamente suicidio, vuelve seductora la idea de rodar la pendiente de la vida. Buscar una visita al abismo. Abyssus Abyssum invocat (el abismo llama al abismo).
Pregunto ¿es siempre inmaduro el suicidio? Quizás desde el idealismo o la pasión excesiva, si. El suicidio se produce entonces porque la persona se niega a aceptar un “principio de realidad” psicológicamente hablando, que mira como hostil o plebeyo. En cierta veta inmadura del suicida se percibe ese principio: si no tengo lo que deseo, quemo mis naves y me lanzo al abismo. Prefiriendo la aniquilación a una forma sosegada de la madurez, es decir, la sana aceptación de los límites.
¿La felicidad es entonces posible? Si la distinguimos y separamos del placer y la obtenemos mediante la medianía de la indiferencia y la madurez, si estamos dispuestos a aceptar que toda lucha degrada y ensucia, entonces la felicidad es posible, es más digamos que es la felicidad estándar buscando los momentos felices en sí misma. La felicidad de Narciso contemplándose en su reflejo que termina por ahogarlo. Tendríamos una felicidad sana como dice Demócrito: “Felicidad es placer, armonía, simetría y ataraxia”. Ser feliz significa así, aplastar la desmesura y convertirse en de cierta manera en un hombre ajeno al mundo. Como Narciso y su espejo, en función un búsqueda continua de una felicidad que se encuentre en el reconocimiento de los límites y la obsesión por el equilibrio interior. Pero ocurre me parece que si este sensato bienestar del Narciso en función de si mismo, ese auto conocernos, y desdeñar la rapiña y el ascenso desde el conocimiento, nos parece tentador. Hay quienes nos sentimos atraídos por la contra parte, aspirar al máximo sin pausas. Ya dijimos que no implica excesos dañinos, no el ímpetu autodestructivo juvenil, no esa seducción y búsqueda del placer inmediato, más bien implica una extrema valoración de la vida y sus potencialidades. Al éxtasis permanente. Y sí lamentablemente esto no es posible, no hay éxtasis permanente, no hay nada continuo y perpetuo naturalmente, las ondas se elevan desde su valle tienen una cresta y un declive; Ícaro se arroja volando al Sol, al que se siente sumamente atraído y llegará el punto donde la altura de su sueño o quizás la grandiosidad del mismo quemen sus alas y caiga y bendita sea la caída y en ese punto la muerte es más una amiga que una plaga en la que quisiéramos no pensar.
Hay teóricos que señalan que los suicidios se hacen “siempre contra alguien”. Sea la sociedad, sea un concreto individuo, o esa vida misma que, que como vivimos se entiende como una malformación agresiva y absurda a la que no se quiere ver obligado a pertenecer. Íntimamente los suicidas necesitan de un relativo culpable exterior que los redima. Aunque parezcan dominar serenidad y equilibrio en el acto. La carta de Ariadna desde Inglaterra lo prueba.
Ahora hago entonces la pregunta reiterativa, ¿merece la pena vivir? Aunque la respuesta evidente y rotunda (cuando uno no sufre de depresión) es un SI alto y fuerte, quizás sea conveniente aceptar que algunas vez, la mayoría de nosotros pensó que no. Pensar que la vida va sobre todas las cosas forma parte del principio de realidad que una persona sana debe tener. ¡Hay que intentar vivir! Dicho de otro modo, lo normal es vivir. Pero no siempre el bienestar, el sosiego o el éxito rigen nuestra vida. ¿Por qué intentarlo? Porque no tenemos otra cosa, lo que dura el éxtasis entre silencio y silencio, es lo que buscamos. Y porque desde la opinión de Narciso, la vida nos da y posee muchos momentos pletóricos y excepcionales que encontramos en nosotros mismos, en lo que hacemos, no en las grandes metas. Saber por qué somos y de dónde venimos, a dónde vamos. Pero ese formidable impulso vital no es el optimismo a cualquier precio, no es aguantar el dolor. Debemos vivir a la vez en una cultura de la muerte, viviendo acostumbrados a morir como los samuráis. Viviremos con la muerte a nuestro lado, pero si lo reflexionamos o maduramos bien, no habrá miedo o exaltación en esto. Si más profundamente llegamos como Séneca propone, a entender que nuestra vida es nuestra, podremos interrumpirla, ponerle fin cuando un valor que se nos haga superior a ella nos indique la estación final.
Vivir es tan absurdo y convencional como morir, y como decía Mishima, sino sabes la diferencia entre vivir o morir, elige la vida. Entonces vivir implica aceptar todo lo que trae la vida, aceptar la muerte por lo tanto, no erradicarla, ni celebrarla, ni evitarla (en el velorio todos guarden silencio), en una cultura que celebra a la muerte porque la teme profundamente, que es nuestra cultura, debemos aprender a vivir para saber morir.
Aceptar la imperfección y el dolor, pero hasta determinado límite, como acepto el placer y la sabiduría. Entonces debemos entender que uno tiene derecho si así lo decide plenamente a exigir la gestión de su propia muerte. Dentro de la visión Icárica, intentemos el vuelo, si, sabiendo que siempre caeremos inevitablemente, pero la caída no será la muerte necesariamente, sino el impulso también que debe conducirnos al intento de una nueva vida. Vivir merece la pena, pues aquí estamos, pero el total optimismo materialista y vitalista de narciso es tan ridículo como el impulso histérico y nihilista de Ícaro.
Parece entonces que debemos encontrar el equilibrio, como lo dije, el ensayo no justifica ni trata de incitar al suicidio, trata de revivir su culturalmente indignificada imagen. Porque si bien es necesaria hoy una cultura hedonista, que búsqueda y cultive la felicidad, un estatus de “estar de acuerdo” con la norma, de madurez; es también necesaria una cultura de la muerte, que en casos excepcionales debe hacerse propicia como quien facilita la vida tratando la muerte y eso no tiene nada de indigno. La norma hoy, lo políticamente correcto es prolongar la vida, estirarla más allá de si finitud natural. Lamentables escenas de hospitales con gente vegetando, o seres desdichados y abandonados, que no pueden cuadrar en la vida siendo medicados contra la depresión, y me pregunto ¿a cuántos a ayudado prolongar el suplicio?
Pero echarse en brazos del abismo tras el primer fracaso, la primera decepción o a veces un natural estado melancólico, tampoco es lógico y sano en quien vive.
Felicidad es entonces la búsqueda del placer en el encuentro consigo mismo y la recomunión perdida con los demás, a la vez que la aceptación del daño y la derrota hasta donde sea humanamente tolerable. Convivir con la muerte y aceptarla, pero vivir hasta el límite, pero que el límite no se la vida, recuperar el sentido de los valores trascendentales y dejarnos del egoísmo Narcisista, entender que somos parte de un todo social y que hay cosas más trascendentales, hermosas y humanas que la vida.
Para Ariadna Minerva (22/11/1990-02/11/2007) "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos... Gabriel"

1 comentario:

RoxiPoetry dijo...

Interesante es la palabra para describir tu blog, muy bueno tambien, pero llena mas el espacio la intriga :D. Aver cuando volvemos a compartir ideas, cuidate!
bis bald!