miércoles, 4 de febrero de 2009

La Naturaleza De Lo Insípedo

Para Roxy, y todos aquellos que habitan el páramo de la desesperanza...

Lo insípido aturde al alma,
La llena de un sopor intolerable,
Pretende que vagabundeemos por el mundo
Siendo sobras de nosotros mismos.

Ante la luz se vuelve invisible
Y en la oscuridad invulnerable.

Lo incoloro, la forma de lo amorfo
Y el rayo del silencio, en medio
La prudencia del necio.
Nacen pingüinos en las coladeras
Llevando entre sus alas
Sueños, vestigios profundos, eras.

Maldito el instante taciturno,
Maldita soledad acompañada,
Maldito el índice que no señala,
Maldito el llanto de una dama,
Te maldigo, inexistencia, más que a nada.

No se por que no puedo saber
Y el saber me sabe a nada,
Y la nada a nada me sabe
Y la bocanada, de nada, nada.

La muerte tan nihilista y abrumadora
La más cruel de las cándidas encorvas
Jamás sale de su lúgubre carroza
¿Como puede morir si no goza?
¿Como puede ser la muerte misteriosa?
La muerte tan tuerta y amable
La desdichada diosa sin templo
Adorada por el ciego y la viuda,
La muerte, pastilla del dolor y la amargura,
La muerte… ¡No me sabe a nada!



El desastre de mi ritmo impulsivo maniaco depresivo
Jamás tan claro en mi espejo se vislumbra,
Que si soy yo el reflejo de mi mismo
¿Dónde ha estado el verdadero todo este tiempo?
Mis ojos ciegos que pueden verse
Y mi boca delineada con mis labios
Brazos cortos y delgados,
Piernas cual perdices coronados.
Y mi pubis público de placer fálico
Y mi instrumento redondeado, alargado
Que no me sabe a nada,
Mi cuerpo reflejado, nada me sabe, entonces no se
Si saber cuando sabe mi cuerpo a lo que se,
De la nada, emana mi cuerpo, ¿cómo sabe?

Esté yo maldito alucinado,
No es más que un yo maldito forzado
Esclavizado por sí mismo y por el ajeno yo,
Por ese personal tirano
Y ese íntimo dictador amigo.
La soledad a mi alrededor no es nada
Tan sólo una esperanza fallida
Que flota descuartizada en mi nada
De nada viene, ¡No me sabe a nada,
La soledad inhalada, la persistencia callada,
La lucidez tropezada, no me sabe a nada!

Me desvanezco con está lengua inútil
Que besa una gigantesca cruz fútil,
A la luz se entrega,
Y la luz la ciega,
Pobre de mi alma insípida
De mi memoria críptica,
Me iré lejos de mí
Aun más lejos de mí mismo
Donde ni yo pueda alcanzarme,
Pero la distancia…
¡No me sabe… me sabe a nada!

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